Las respuestas a ciertos estímulos -alimentos, celebridades, palabras, lo que sea- pueden parecer triviales, pero dicen mucho de ti. De hecho, podrían ser la contraseña para acceder a áreas restringidas del Pentágono.
Una nueva tecnología desarrollada en la Universidad de Binghamton (Nueva York, EE.UU.) puede identificar personas simplemente mediante la medición de la respuesta de su cerebro a diferentes estímulos. Se llama «huella cerebral», brainprint, y podría revolucionar la industria de la seguridad.
Un equipo de investigadores, dirigido por la profesora de Psicología Sarah Laszlo y el profesor de Ingeniería Eléctrica e Informática Zhanpeng Jin, registró la actividad cerebral de personas que llevaban un gorro de electroencefalograma mientras veían una serie de 500 imágenes diseñadas específicamente para provocar respuestas únicas de una persona a otra: por ejemplo, una rebanada de pizza, un barco, Anne Hathaway, o la palabra «acertijo». Cada imagen aparecía en un monitor durante sólo medio segundo.
En su estudio original, titulado «Brainprint», publicado en mayo en la página web de la revista Neurocomputing, el equipo de investigación pudo identificar a una persona en un grupo de 32 por sus respuestas, con el 97 por ciento de exactitud. Más recientemente, consiguieron un 100 por ciento de precisión en la identificación de una persona entre un grupo de 30.
«Cuando se toman cientos de esas imágenes, cada persona se va a sentir de manera diferente respecto a cada una, por lo que se puede identificar de manera muy precisa qué persona estaba viéndolas sólo por su actividad cerebral», explica Laszlo en la información de Binghamton.
Por ejemplo, los estímulos utilizados en el experimento incluyen imágenes de sushi. Laszlo eligió sushi porque es un alimento que divide a la gente. Algunos lo aman. Otros lo odian porque es viscoso. Otros nunca lo han probado y no saben qué pensar al respecto. Es estas respuestas específicas las que separan a las personas, y de lo que se aprovecha Brainprint.
La nueva biométrica
La idea de utilizar la actividad cerebral como biométrica se había propuesto antes, pero la mayoría de estos enfoques se centraban en el pensamiento activo. Por ejemplo, usted pensaría en un coche, se registraría la actividad de su cerebro, y podría acceder al sistema de nuevo al pensar en el mismo coche. Brainprint es diferente.
«La idea clave es que queremos identificar y reconocer a la persona en función de su pensamiento interior. La actividad del interior del cerebro no es visible para nadie más», dice Jin. «Aún más interesante es que queremos usar una respuesta no volitiva. Eso significa que ni siquiera el usuario puede ser consciente de ella».
Laszlo y Jin quieren establecer una nueva biométrica, una que no pueda verse comprometida. Es horrible pensar en ello, dice la información de la universidad, «pero alguien podría fácilmente cortarle un dedo y utilizar su huella digital para hacerse pasar por usted».
La biometría del cerebro es atractiva porque no puede robar. No se puede cortar el cerebro de alguien sin que deje de funcionar. Además, en el caso de que alguien amenazara a otra persona para usar su huella cerebral, esa persona estaría sometida a estrés, por lo que tampoco funcionaría.
Brainprint es el resultado de una colaboración única entre un ingeniero [Jin] y una psicóloga [Laszlo]. Según Laszlo, este proyecto demuestra «que somos únicos, que nuestros cerebros son únicos, nuestros pensamientos son únicos y nuestros sentimientos son únicos. Y eso no es una forma de hablar, es realmente cuantificable; usted no es el mismo que cualquier otro».
Uso
Laszlo y Jin no creen que Brainprint se produzca en masa, para aplicaciones de baja seguridad (al menos no en un futuro próximo), pero se podría utilizar en controles de lugares de alta seguridad como el Pentágono, bases navales de investigación y laboratorios de instrumentación nuclear.
«El gasto de los equipos y la cantidad de tiempo que se tarda en recoger una huella cerebral es, al menos ahora, demasiado para alguien que quiera acceder a un iPhone o a un ordenador, porque no va a querer dedicar dos minutos a registrar su actividad cerebral», dice Jin. Una vez establecida la huella cerebralde una persona, se necesitan varios minutos para recoger un huella fresca con el fin de verificar la identidad de esa persona. «Esto es para lugares donde no se permite el acceso a muchas personas», explica Jin.
Además, los gorros de electroencefalogría son más incómodos que poner un dedo en un cristal, aunque Jin cree que la tecnología será más rentable y fácil de usar en el futuro.
¿Puede ser ‘hackeado’?
La estudiante de doctorado Mavi Ruiz-Blondet se encargó de analizar si el sistema está a prueba de hackeo. Para ello, entrenó a una persona para que se hiciera pasar por el cerebro de otra.
Sentó un voluntario en una pequeña habitación y le iluminó con luz en la misma frecuencia que la persona que estaban tratando de imitar. El objetivo era conseguir que ambas ondas cerebrales se sincronizaran, un proceso conocido como arrastre.
En las tres sesiones que llevó a cabo la investigadora, la diferencia entre ondas cerebrales de los sujetos disminuyó, de hecho. No fue suficiente para entrar en el sistema, dice, pero el proceso definitivamente cambiaba las ondas cerebrales de los voluntarios y las volvía más similares a las de la persona por la que estaban tratando de hacerse pasar. «Con más sesiones, podría prácticamente entrar en el sistema», afirma Ruiz-Blondet.
Referencia bibliográfica:
Maria V. Ruiz-Blondet, Zhanpeng Jin, Sarah Laszlo: CEREBRE: A Novel Method for Very High Accuracy Event-Related Potential Biometric Identification. IEEE Transactions on Information Forensics and Security (2016). DOI: 10.1109/TIFS.2016.2543524.
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