Investigadores del Centro Internacional de Investigación de Radioastronomía (ICRAR) han descubierto la mayor explosión jamás observada en el universo después del Big Bang.
La explosión ocurrió en el interior de un agujero negro supermasivo, situado en una galaxia que está a 390 millones de años luz de la Tierra.
La galaxia está en el cúmulo galáctico de Ofiuco, donde se localizan varias de las estrellas más cercanas a nuestro sistema solar.
Los cúmulos de galaxias son las estructuras más grandes del Universo unidas por la gravedad: contienen miles de galaxias individuales, materia oscura y gas caliente.
Gigantesca y lenta
La explosión fue gigantesca y lenta: abrió un enorme boquete en el plasma del cúmulo galáctico, el gas caliente que rodea a los agujeros negros.
En el cráter abierto por la explosión podrían caber hasta 15 galaxias del tamaño de la Vía Láctea, que es donde está nuestro sistema solar y nuestro planeta.
La potencia de esta explosión ha sido cinco veces superior a la que hasta ahora se consideraba como la más importante desde el nacimiento del universo.
Esa explosión anterior ocurrió en MS 0735.6 + 7421, un cúmulo de galaxias ubicado en la constelación Camelopardalis, y ha liberado tanta energía como cientos de millones de estallidos de rayos gamma.
Desconcierto científico
Los astrónomos están desconcertados respecto a las dimensiones de esta nueva explosión, sin precedentes en la historia del universo conocido.
Melanie Johnston-Hollitt, de la Universidad de Curtin (Australia), explica: «Hemos visto otras explosiones en los centros de las galaxias, pero esta es realmente enorme, aunque no sabemos por qué. Lo que sí sabemos es que sucedió muy lentamente, como un estallido a cámara lenta que tuvo lugar durante cientos de millones de años».
Johnston-Hollitt, experto en cúmulos de galaxias, compara el hallazgo con el descubrimiento de los primeros huesos de dinosaurio.
Arqueología cósmica
«Es un poco como la arqueología. Ahora disponemos de nuevas herramientas para ‘cavar’ más profundo, que son los radiotelescopios de baja frecuencia: con ellos podremos encontrar más explosiones como esta. Probablemente es la primera de muchas otras», señala Johnston-Hollitt.
Simona Giacintucci, autora principal, explica que esa explosión cósmica también se puede comparar con la ocurrida en el monte Santa Helena (USA) en 1980, una de las erupciones volcánicas más catastróficas del siglo XX.
Solo la primera erupción tuvo una fuerza equivalente a la de 500 bombas atómicas como la de Hiroshima y se escuchó a más de 300 kilómetros de distancia.
Las siguientes erupciones que le siguieron liberaron una energía equivalente a la de 27 000 bombas como la de Hiroshima.
Sorpresa
El descubrimiento de esta explosión tuvo lugar mientras los astrónomos estaban estudiando un remoto cúmulo de galaxias.
A través de los telescopios de rayos X, que absorben los rayos X emitidos por los cuerpos celestes, se dieron cuenta del boquete abierto en el cúmulo galáctico.
Primero pensaron que el boquete era demasiado grande para deberse a un estallido energético.
Solo se dieron cuenta de lo que había pasado cuando usaron radiotelescopios, que captan ondas de radio (en vez de rayos X) emitidas por fuentes de radiación.
Entonces compararon los datos obtenidos por ambos telescopios y descubrieron que la información que proporcionaban ambos era coherente.
Eso fue suficiente para deducir que el enorme boquete apreciado en el cúmulo galáctico solo podía haber sido causada por una explosión colosal.
Nuevas perspectivas
Para realizar el descubrimiento se utilizaron cuatro telescopios: el observatorio de rayos X Chandra de la NASA, el telescopio espacial XMM-Newton de la ESA, el Murchison Widefield Array (MWA) en Australia occidental y el radiotelescopio gigante de Metrewave (GMRT) en India.
Este resultado, publicado en la revista The Astrophysical Journal, subraya la importancia de estudiar el universo en diferentes longitudes de onda: rayos X, infrarrojo y radio, señalan los investigadores.
«Volver y realizar un análisis múltiple con diversas longitudes de onda es lo que ha marcado la diferencia. Hicimos el descubrimiento con la primera fase de MWA, cuando el telescopio tenía 2.048 antenas apuntadas hacia el cielo, pero pronto tendremos 4.096 antenas, que deberían ser diez veces más sensibles», señala Johnston-Hollitt, director del telescopio MWA.
Los astrónomos están emocionados por lo que puedan descubrir a partir de ahora.
Referencia
Discovery of a Giant Radio Fossil in the Ophiuchus Galaxy Cluster. S. Giacintucci et al. The Astrophysical Journal, Volume 891, Number 1. DOI:https://doi.org/10.3847/1538-4357/ab6a9d
Hacer un comentario