En Tendencias21 de las Religiones hemos incidido reiteradamente en presentar a los lectores diversas perspectivas filosóficas sobre el valor de la religión en una sociedad secularizada y científico-técnica.
Especial atención han tenido las ideas de George Santayana (Madrid, 1863-Roma, 1952) uno de los pensadores actuales que han intuido nuevas formas de futuro. Se ha hecho referencia a Santayana al hablar filósofos contemporáneos, en un trabajo sobre Whitehead y la filosofía del proceso, y más recientemente en un artículo de Andrés Ortiz Osés sobre la verdad y la mentira como formas de existencia.
Presentamos aquí un extenso comentario a un estudio recientemente publicado sobre la religión vista por Santayana hace cien años, y que ha marcado una tendencia sobre el futuro de la religión en la sociedad científico-técnica. Este es el estudio al que nos referimos: George Santayana. Pequeños ensayos sobre religión. Madrid. Editorial Trotta, 2015; colección Estructuras y Procesos.
Los editores de este volumen (José Beltrán y Daniel Moreno) remiten a la experiencia de infancia de Santayana para explicar cómo se gestan en él las ideas sobre la religión. Su educación religiosa fue, sin duda, determinante. Sus padres no eran creyentes, sino deístas de tradición ilustrada. La juventud de su madre, Josefina Borrás, estuvo íntimamente ligada a los avatares del liberalismo español. Por esto, George Santayana asoció desde temprana edad ciertos aspectos de la religión con la superstición y con intereses demasiado mundanos.
Mística y magia de la religión
Tal como se desprende de la lectura de los 21 pequeños ensayos de este volumen, para Santayana “la función de la religión es ayudar al animal humano, que vive en medio de fuerzas y eventos que escapan a su control e ignoran sus intereses, proporcionándole una sabiduría de la renuncia y una perseverancia en el pensamiento y en la acción” (pág. 12). Para Santayana, por tanto, la religión puede tener un sentido ético y poético en la sociedad.
Tal como la observa desde su atalaya filosófica, “la religión se despliega en dos dimensiones, en dos perspectivas: una se dirige hacia el conocimiento, otra hacia el control. Una es mítica, la otra es mágica. El mito posee un valor positivo, mientras que la magia queda relegada en Santayana como una práctica irracional y supersticiosa” (pág 12-13). El mito construye sentido en el ser humano y lo lanza a la construcción de la historia.
Urde así Santayana en sus escritos, según los editores, “un brillante ejercicio de ironía y de lucidez extrema, mostrando el papel que un discurso apasionadamente racional puede jugar en la relación entre filosofía y religión” (pág. 13)
El papel de Logan Pearsall Smith
Pero ¿cómo se gestó este libro? Hace casi un siglo, en 1917, el crítico literario norteamericano, ensayista y estudioso de la semántica histórica, Logan Pearsall Smith (1865-1946) propuso al filósofo George Santayana (1863-1952) la edición de un volumen conteniendo una antología de textos selectos de sus escritos. Esta propuesta fue el inicio de una larga relación epistolar entre ambos que se puede seguir en la edición crítica de las cartas de Santayana (editada en 2001 por W. G. Holzberber y H. J. Saatkamp).
En el anexo final del estudio que aquí presentamos, sus editores, José Beltrán y Daniel Moreno, resumen las líneas fundamentales de esta relación epistolar entre Smith y Santayana. Para cumplir los deseos de Smith, Santayana tuvo que volver a leer sus propios escritos y sugerir a Smith sus propias ideas sobre lo que debería ser ese libro: ni una colección meramente de pensamientos, que él creía que podría “saturar y distraer” (carta de 9 de octubre de 1917); ni una sucesión de extractos cronológicos, que además no debían ser largos sino más bien concisos (página 105-106).
Como fruto de este diálogo epistolar, llegaron a un acuerdo. En 1920 ve la luz esa selección de textos más relevantes de Santayana ordenados por temas y dispersos en sus muchos libros que publicó mientras, siendo profesor en Harvard, impartía clases de estética y filosofía durante veintitrés años. El texto en inglés de Pequeños ensayos, extraídos de los escritos de George Santayana por Logan Pearsall Smith con la colaboración del autor, vio la luz en 1920 y fue publicado por la editorial londinense Constable.
En estos años, Santayana había sobrepasado la edad de 50 años y había publicado una gran parte de su extensa producción filosófica. Tal vez, en esos años, nuestro autor percibió atrayente la publicación de esa selección de 114 textos que había espigado Logan Pearsall Smith y había organizado en cinco núcleos temáticos. Estos núcleos temáticos intentaban abarcar toda la reflexión filosófica de Santayana de esta manera: I. Textos sobre la naturaleza; II. Textos sobre religión; III. Textos sobre arte y poesía; IV. Textos sobre poetas y filósofos; y V. Textos sobre materialismo y moral.
Los textos que ahora publica la editorial Trotta en el volumen que comentamos corresponden a la traducción castellana de la segunda parte de Pequeños ensayos titulada “Pequeños ensayos sobre religión” y consta de 21 textos sobre un total de 114. La edición que José Beltrán y Daniel Moreno han utilizado para este volumen ha sido Little Essays: Drawn From the Writings of George Santayana, by Logan Pearsall Smith with the collaboration of the autor (Books for Library Press, Freeport, New York, 1967).
Sobre la solvencia de los traductores y editores no hay duda. José Beltrán es autor de Celebrar el mundo. Introducción al pensar nómada de George Santayana (cuya segunda edición vio la luz en 2008) y de Un pensador en el laberinto. Escritos sobre George Santayana (2009). Por su parte, Daniel Moreno ha publicado en Trotta su estudio Santayana filósofo. La filosofía como forma de vida (2007). Para aquellos lectores no demasiado versados en la vida de Santayana presentamos un bosquejo de tan singular autor.
¿Quién es George Santayana?
Hasta hace relativamente pocos años, George Santayana era prácticamente desconocido en España. Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana fue un filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense.
A pesar de ser ciudadano español, Santayana creció y se formó en Estados Unidos. A los 48 años dejó de enseñar en la Universidad de Harvard y nunca más volvió a los Estados Unidos. Escribió sus obras en inglés, y es considerado un hombre de letras estadounidense. Su último deseo fue ser enterrado en el panteón español en Roma. Probablemente su cita más conocida sea «Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo», de La razón en el sentido común, el primero de los cinco volúmenes de su obra La vida de la razón.
Los padres de Santayana vivieron en Madrid y en Ávila hasta 1869. Entonces, la madre de Santayana volvió a Boston junto con los hijos de su anterior matrimonio, dejando a Jorge, que entonces tenía cinco años, con su padre en España. Jorge y su padre la siguieron en 1872, pero no encontrando Boston de su agrado, su padre pronto regresó solo a España, donde permaneció el resto de su vida.
Jorge no volvió a ver a su padre hasta las vacaciones de verano durante su periodo de estudiante en Harverd, así que los padres de Jorge vivieron separados desde que tenía cinco años. En algún momento a lo largo de este periodo, Jorge americanizó su nombre a George, su equivalente en inglés.
Santayana, asistió al Boston Latin School, una escuela pública de latín en Boston, Massachusetts y a la Universidad de Harvard, bajo la tutela de William James y Josiah Royce. Este último sería también su director de tesis. Después de graduarse en Harvard en 1886, estudió dos años en Berlín (Alemania) y regresó de nuevo a Harvard, para escribir una tesis sobre Rudolf Hermann Lotze y enseñar filosofía, llegando de esta manera a formar parte de la Edad de oro de Harvard, sobre la filosofía.
En 1912, una herencia de su madre le permitió retirarse de Harvard y pasar el resto de su vida en Europa. Después de residir algunos años en París, Oxford, estableció su residencia en Roma, alrededor de 1920. Finalmente moriría allí, en 1952.
Durante sus 40 años en Europa, escribió 19 libros y rechazó importantes posiciones académicas. La mayoría de sus amigos y corresponsales fueron estadounidenses, incluyendo su asistente y eventual productor literario, Daniel Cory. Ya anciano, Santayana estaba a gusto, en parte porque sus memorias convertidas en novela, The Last Puritan en 1935 había sido muy bien acogidas, generando muy buenas ventas, de esta manera, apoyó a otros filósofos como Bertrand Russell, aunque no estaba de acuerdo con él, ni en el terreno filosófico, ni en el político. Santayana nunca se casó.
El universo filosófico de Santayana
Las obras filosóficas principales de Santayana son: The Sense of Beauty (1896) cuya obra es un exponente ejemplar y tiene un prólogo de Arthur Danto, este fue su primer libro sobre la estética, escrita en los Estados Unidos. The Life of Reason (5 vols., 1905–1906), fue el punto más alto de su carrera en Harvard,y relata el camino «imaginativo» por el que las culturas y sociedades han ido conformándose.
Aunque Santayana no fue un pragmático a la manera de William James, Charles Peirce, Josiah Royce, o John Dewey, The Life of Reason puede ser la primera obra más extendida sobre el pragmatismo. Santayana también poseía amplios conocimientos sobre la Teoría de la Evolución. Fue un comprometido naturalista metafísico, en el cual la Cognición, las prácticas culturales, y las instituciones evolucionaban hasta armonizar con su ambiente, cuyo valor se extiende hasta facilitar la felicidad en el ser humano.
Su gran obra filosófica donde expone su ontología y su epistemología The Realms of Being (4 vols., 1927–1940) que nos habla de cuatro «regiones» o dominios de la realidad, el primero es «The Realm of Essence» que habla sobre la esencia que es parecida al Eidos platónico pero cuya diferencia es el estatus ontológico que posee. La esencia es un dato puro y todas las esencias posibles forman el reino de la esencia que curiosamente también es una esencia. La esencia fue el concepto clave en la contestación de los realistas críticos a los realistas ingenuos.
Aunque casi todo sea del dominio de la esencia se debe recordar que es un reino más. El segundo reino es «The Realm of Matter»: la materia es el fundamento de su filosofía porque ante todo es lo primero que hay, es lo que siempre ha existido, existe y existirá. Esta fuerza es equiparable a una matriz. El libro cuenta con algunos capítulos como «espacio y tiempo sentimental» y «tropo» que seria una esencia específica de un acontecimiento.
El otro reino es el de la verdad «The Realm of Truth» que es la intersección entre «Essence» y «Matter», este libro es una contestación a los pragmatistas y su concepción epistemólogica de la verdad mientras que la de Santayana es ontológica en el sentido platónico de que hay una realidad eterna que se descubre. El último libro dentro del libro de Los reinos del ser, «The Realm of Spirit» que es el más completo de los libros con capítulos como «intuición» «animismo cósmico» el espíritu según Santayana es «la actualidad pura» que permite el «moldeo» de la realidad y aquí la libertad adquiere una dimensión ontológica y no solo practica.
Santayana conserva su lado idealista heredado de Hegel cuando habla de la naturaleza y del espíritu como manifestaciones de la idea y de Rudolf Hermann Lotze estudiando no precisamente lo que hay sino lo que puede haber. Sobre su filosofía había hecho la tesis doctoral.
Santayana fue uno de los pioneros en adherirse al epifenomenalismo, pero también admiró las obras clásicas del materialismo de Demócrito y Lucrecio. Santayana también mantuvo el pensamiento de Baruch Espinoza en muy alta estima, aunque sin apegarse demasiado al racionalismo o panteísmo característicos de Spinoza.
Aunque agnóstico, Santayana se consideraba a sí mismo un «católico estético», y pasó los últimos 10 años de su vida en una residencia romana bajo el cuidado de unas monjas católicas.
Las obras de Santayana contienen opiniones personales y bon mots (‘buenas palabras’). Sus ensayos y libros tratan sobre una gran variedad de temas, incluyendo filosofía, crítica literaria, política, historia de las ideas, estudios sobre la naturaleza humana, la moral y una alusión a la influencia de la religión sobre la cultura y la sociabilidad de la psicología, todo escrito con ingenio y humor, dándole a la lengua inglesa un matiz distinto del habitual.
Mientras que algunos de sus libros específicamente filosóficos pueden parecer difíciles, la mayoría de sus escritos son más legibles para el público en general. Santayana escribió algunos poemas y piezas teatrales. A su muerte dejó una gran cantidad de correspondencia, la cual sólo a partir del año 2000 fue publicada.
Pequeños ensayos sobre religión
Los 21 fragmentos que componen este libro proceden de los numerados en el original: desde el texto 23 al 44 sobre un total de 114. Estos fragmentos sobre religión (sin artículo) componen la segunda parte de la obra completa. Es una parte que tiene unidad en sí misma y una coherencia difícil de rebatir, como expresan los mismos editores (página 11). Como escribe el mismo Logan Pearsall Smith en el prefacio (pág. 20):
“Afortunadamente, logré persuadir al señor Santayana para que realizara esta tarea; de modo que mientras la elección de estos pequeños ensayos es mía en buena medida, sus títulos, orden y disposición, y los cambios u omisiones que se han hecho en los textos originales, no se deben a mi sino a su autor”.
Esta referencia es de gran importancia para valorar el conjunto de textos contenidos en este volumen: sus títulos, el orden de las materias y la disposición corresponde al mismo Santayana, lo que revela una intencionalidad intelectual en el conjunto que presentamos.
Hay una característica importante: el pensamiento de Santayana que aquí se expresa no está aún marcado por la experiencia traumática de la Primera Guerra Mundial, que se refleja en sus trabajos posteriores no incluidos en esta antología y que fueron viendo la luz a partir de 1920.
Para una correcta interpretación de sus textos, es conveniente situarlos en el contexto cultural. Los editores de sus obras coinciden en la hipótesis de que la elaboración filosófica de Santayana (y especialmente sus reflexiones sobre religión) está impregnada por el cambio de paradigma que supuso la publicación en 1859 de El Origen de las Especies de Charles Robert Darwin y el debate filosófico, científico y religioso que trajo consigo (ver Daniel Moreno, Santayana filósofo. La filosofía como forma de vida. Trotta, Madrid, 2007; Santayana the Philosofer. Philosophy as a form of Life. Bucknell University Press, 2015).
La Inglaterra victoriana propició un tenso debate que se centró, entre otros temas, en la polémica que cruzó el Atlántico sobre la verdad en las Sagradas Escrituras. Y este debate se extendió al papel de las tradiciones religiosas, filosóficas y culturales, en la sociedad y en la cultura modernas. También en el departamento de Filosofía de la Universidad de Harvard discutían estos temas con Santayana sus colegas Josiah Royce (1855-1916) y William James (1842-1910).
Etiquetado como filósofo idealista objetivo, Royce reinterpretaba el fenómeno religioso desde el romanticismo. El Romanticismo es un movimiento cultural originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas.
La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el Romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla, incluso dentro de una misma nación, se manifiestan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.
Las obras clave de Royce son The World and the Individual (El mundo y el individuo) (1900-01) y The Problem of Christianity (El problema de la cristiandad) (1913), ambas basadas en lecturas previas. El corazón de la filosofía idealista de Royce era su concepción de que el mundo exterior aparente sólo tiene una existencia real como conocimiento de un Conocedor ideal, y que este Conocedor debe de ser real y no ficticio o una mera hipótesis. Ofreció diversos argumentos que apoyaban esta concepción en las dos obras citadas.
Por su parte, William James es conocido por un lado por sus Principios de psicología (1890), obra monumental de psicología científica, y por otro lado por Las variedades de la experiencia religiosa (1902), por la que se le considera como el fundador de la «Psicología de la religión«, culminación de una trayectoria vital apasionante. Entusiasta investigador de los procesos subliminales de la conciencia y de los fenómenos paranormales, escandalizó al mundo científico de su tiempo cuando defendió el ejercicio libre de los healers (curanderos o sanadores mentales) y de terapias como la mind-cure.
La verdad para James no es una propiedad inherente e inmutable a la idea, sino que es un acontecer en la idea según su verificabilidad. La verificabilidad consiste para James en un sentimiento agradable de armonía y progreso en la sucesión de ideas y hechos, es decir que, al tener tales ideas, éstas se siguen unas de otras y se adecuan también a cada suceso de la realidad experimentada.
Estas ideas verdaderas cumplen una función fundamental: son herramientas útiles para el individuo que lo guían en sus elecciones para dirigirse a la realidad de forma satisfactoria y no perjudicial. Su posesión es un bien práctico; lejos de ser un fin en sí mismo, es un medio para satisfacer otras necesidades vitales. En síntesis, para William James lo verdadero es lo útil, entendiendo utilidad como lo que introduce un beneficio vital que merece ser conservado.
En este debate filosófico en Harvard, la aportación de Santayana se centraba en el valor epistemológico de la religión. Desde su perspectiva, lo que filosóficamente se denomina religión es un fenómeno social universal respetable que reviste ropajes diferentes en las distintas tradiciones culturales desde la antigüedad. Por ello, Santayana niega que toda la religión sea una mentira inventada por parte de las clases pudientes para dominar y domesticar a la sociedad inculta, como parecían afirmar los positivistas. Toda expresión religiosa lleva consigo la honesta transmisión de una “verdad”. Pero, por otra parte, la religión no es una “verdad” total y absoluta, único referente para el sentido del mundo, como quería la tradición. La religión tiene un valor como concreción de un ideal, expresión de la posibilidad de lo bueno y de lo justo; y en este sentido contiene un valor simbólico, estético y poético humanizador.
Los textos que presentamos, expresión del pensamiento de Santayana en esa época, reflejan el fruto de estos debates en el departamento de Filosofía de Harvard. Si bien es verdad que los filósofos muestran su desilusión (en el sentido de “des-encantar” de Max Weber, desnudar de pretensiones mágicas y trascendentes) ante las llamadas “verdades” religiosas, no por ello creen que deba ser eliminada como una mala hierba. Sobre todo para Santayana, lejos de querer eliminar la función social de la religión, reitera una y otra vez que posee un valor poético y simbólico humanizador si se purifica de la pretensión de literalidad que la intoxica.
Tal vez sería el momento de intentar definir lo que Santayana nunca hace: ¿qué es lo que entiende por “religión” (sin artículo)? No se mueve nuestro autor en el terreno de la sociología de la religión sino en el campo de las esencias e ideales de corte platónico. En nuestra cultura existen diferentes expresiones sociales que hacen referencia a seres superiores trascendentes que en algunos casos adquieren la categoría de dioses. Son referentes ideales situados en el horizonte de los deseos de plenitud y felicidades más profundos del ser humano que busca lo bueno, lo bello y lo justo. Pero estos referentes no tienen por qué ser antológicamente reales y por tanto verdaderos.
Para Santayana, es necesario romper el vínculo entre religión y realidad. En lenguaje de Max Weber, es necesario des-encantar el mundo, acceder sin mitos a la realidad. No para eliminar la religión sino para purificarla de adherencias que impiden que sea lo que debe ser. De esta manera, pasa a primer plano la relación que Santayana considera fundamental: el vínculo entre religión y corazón humano. Hablar de los dioses es, así, una manera que los humanos tienen de darse a conocer a sí mismos (pág. 11).
Santayana habla en sus escritos de “desilusión”, en el sentido de desencantar la realidad para acceder como ser humano maduro al encuentro con lo real. Para él (como apuntan sus editores) la desilusión está preñada paradójicamente de ilusión. En el fondo de la apariencia de lo real se encuentra algo que la supera, la modifica, la enaltece. Los editores de este libro, José Beltrán y Daniel Moreno, describen así esta situación: para Santayana, la naturaleza plantea un ideal, hipostasiado en la figura de Dios, que apela al corazón; ese ideal es lo único salvable de la religión.
Nos encontramos aquí en el núcleo del pensamiento de Santayana sobre la religión. El concepto griego de hipóstasis es rescatado aquí de su valor teológico para significar ‘ser de un modo verdadero’, ‘ser de un modo real’ o también ‘verdadera realidad’. El término griego tiene como sentido fundamental (a) acción de situar debajo, (b) lo que se sitúa abajo, lo que está al fondo. A partir del segundo, se emplea para aludir a los cimientos de un edificio, a los depósitos o sedimento que puede dejar, por ejemplo, la orina, a los excrementos, al agua estancada; cobra, además de este valor físico, otro de tipo moral, empleándose entonces referido a lo que se encuentra en el fondo del alma, a la firmeza de carácter o al coraje, a lo que otorga fundamento a una obra o a un discurso, y, como término de filosofía, vendría a ser algo así como ‘sustancia’ individual, es decir, ‘realidad’ en oposición a ‘ilusión’.
Desde esta perspectiva –que se nos antoja de ecos platónicos- la invención de Dios (no solo en el sentido restringido de elaboración de una imagen falsa que se postula como real, sino también en su sentido latino de invenire, encontrar algo real que se encontraba oculto) no es mero juego de la fantasía. No es un sueño de la razón que fabula imágenes falsas. “La palabra y la figura ideal de un Dios surge en la mente cuando el ser humano, impulsado por un instinto natural, consigue liberarse de las presiones de la existencia y plasmar el ideal puro” (pág. 12).
Nos encontramos aquí con el esfuerzo epistemológico de Santayana para acceder racionalmente a lo que está oculto y sostiene la realidad de la naturaleza. “Por eso es ideal y por eso tiene fuerza, mueve porque es natural, pero lanza al hombre hacia arriba, a lo puro, perfecto y armonioso” (pág. 12). Este es el Santayana que escribe manteniendo un difícil equilibrio entre el positivismo y la tradición protestante-católica.
Y es una situación compleja: ni practica la religión como los creyentes, ni deja de disfrutar con lo que la rodea, a diferencia de los positivistas; ni eliminaría la religión, ni permitiría que dominara la cultura.
Los 21 textos
Como ya hemos dicho más arriba, los 21 fragmentos que aquí se presentan son una recopilación de textos realizada por Logan Pearsall Smith hacia 1916 de siete de las obras de Georges Santayana publicadas entre 1896 y 1916. Y como el mismo Smith apunta, “sus títulos, orden y disposición, y los cambios y omisiones que se han hecho en las textos originales, no se deben a mi sino a su autor”.
Esta precisión es sumamente importante como ya hemos apuntado. El lector encontrará por tanto en Pequeños ensayos sobre religión una aproximación casi fenomenológica a la necesidad de creer, a la piedad, a la oración, al miedo a la muerte y a la espera en una vida futura. Pero también en “Ciertos fenómenos psíquicos”, referencias irónicas al William James de Las variedades de la experiencia religiosa (1902).
Conclusión
La religión no trata, por tanto, de hechos; sino que idealiza la experiencia a través de la imaginación y de los deseos humanos. Y tampoco la religión trata del universo, ámbito reservado para la física o la cosmología. Por eso, Santayana equipara religión y poesía. Si la religión se lee literalmente se convierte en superstición.
Leandro Sequeiros es Catedrático de Paleontología, Academia de Ciencias de Zaragoza; y colaborador y coeditor de Tendencias21 de las Religiones.
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