Las personas creyentes o religiosas piensan, de forma intuitiva, que sus deidades son agentes con intención y estados mentales, capaces de anticiparse y de responder a las creencias, deseos y preocupaciones de los humanos.
Según un estudio reciente, esta atribución conceptual a Dios u otras divinidades es posible gracias a lo que se denomina “teoría de la mente”: la capacidad de nuestra especie de atribuir pensamientos e intenciones a otras personas o entidades.
Esto es lo que sugieren los resultados de un estudio llevado a cabo por los psicólogos Ara Norenzayan y Will Gervais, de la University of British Columbia, en Canadá, y Kali H. Trzesniewski, de la Universidad de California en Davis.
En su investigación, los científicos analizaron la fe en Dios de personas con rasgos de autismo, un trastorno que daña las capacidades sociales y de comunicación, publica LiveScience.
Los investigadores descubrieron en su análisis que los individuos con más rasgos de autismo son menos propensos a creer en Dios que aquellos que no presentan dichos rasgos. Según los autores del estudio, estos resultados sugieren que la fe podría estar relacionada con la capacidad de “comprender” la mente de otros, a la que hace referencia la “teoría de la mente”.
De hecho, las personas creyentes a menudo tienen la sensación de mantener una relación personal con su Dios o sus deidades, y la oración y el culto requieren de cierta empatía con lo que Dios podría estar pensando.
Un primer estudio con niños
Los investigadores explican en un artículo aparecido en PlosOne, que diversos estudios basados en imágenes del cerebro habían demostrado ya que, cuando la gente piensa en Dios o reza a Dios, se activan áreas del cerebro clave para la teoría de la mente.
Asimismo, se ha constatado que, a medida que los niños crecen y su capacidad para comprender los pensamientos y motivaciones de los otros aumenta, sus explicaciones sobre los pensamientos y motivaciones de Dios también lo hacen.
Todo ello había dejado entrever una relación entre la fe en Dios y la capacidad de adivinar los pensamientos ajenos. Por eso, en la presente investigación, los científicos se propusieron averiguar si el autismo, que interfiere con la teoría de la mente, podía influir o no en las creencias religiosas de las personas.
Para lograrlo, Norenzayan y sus colaboradores empezaron haciendo un pequeño estudio con 12 niños con autismo y 13 no autistas, procedentes del mismo vecindario y similares en edad, sexo o religión familiar. En este caso, los científicos descubrieron que los pequeños con autismo eran menos propensos a creer en Dios que sus iguales neurotípicos.
Pero, dado que el autismo, y la capacidad para empatizar con los pensamientos y sentimientos de otros, presenta un amplio espectro, los investigadores quisieron profundizar aún más en el tema.
Resultados de investigaciones consecutivas
Para ello, realizaron una segunda investigación, en este caso con una muestra de 327 estudiantes universitarios de Canadá. En ella, los autores del estudio analizaron concretamente si una mayor cantidad de rasgos autistas (en ausencia de diagnóstico clínico de autismo) estaba relacionada con la fe en Dios.
Los participantes en el estudio rellenaron una serie de cuestionarios sobre la potencia de sus creencias religiosas, así como una encuesta diseñada para situarlos en el espectro del autismo (la Autism Spectrum Quotient, que pregunta por el acuerdo o desacuerdo con enunciados como “encuentro sencillas las situaciones sociales” o “prefiero hacer las cosas de igual modo una y otra vez”).
Por último, los universitarios también rellenaron encuestas destinadas a evaluar su capacidad de empatizar con otros y su habilidad para sistematizar o razonar sobre objetos mecánicos y físicos y procesos.
Esta segunda fase de la investigación reveló que, a mayor puntuación en la evaluación sobre autismo, menos propensos eran los estudiantes a creer en Dios; una relación que se explicaría parcialmente desde la perspectiva de la teoría de la mente antes mencionada.
Los investigadores repitieron el experimento dos veces más, con adultos americanos (706 participantes y 452 participantes respectivamente), y en ambos casos se dieron escasas variaciones con respecto a los resultados anteriores. En todos los análisis, por tanto, se constató que los rasgos autistas estaban relacionados con una reducción de la fe religiosa.
Otros factores influyentes
Los psicólogos señalan que otros factores cognitivos, como el nivel cultural o la tendencia hacia el pensamiento analítico, también jugarían un papel clave en el grado de fe en Dios de cada individuo.
En este sentido, un estudio recientemente realizado también por Norenzayan y Gervais, reveló que el pensamiento analítico es uno de los factores cognitivos capaces de reducir la fe, tanto de escépticos como de creyentes devotos.
En esta otra investigación, los psicólogos utilizaron tareas de resolución de problemas y aplicaron condicionamientos experimentales sutiles para provocar en los participantes la activación del pensamiento analítico.
Posteriormente, se comprobó que las creencias religiosas de los voluntarios se redujeron cuando estos se implicaron en tareas analíticas, en comparación con otros participantes no implicados en este tipo de tareas.
Con sus análisis, Norenzayan y Gervais están intentando establecer qué procesos cognitivos propician el escepticismo religioso. Su enfoque en el estudio de la religiosidad humana resulta novedoso, porque normalmente lo que se intenta es desentrañar los factores cognitivos subyacentes a la fe.
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