Normalmente, tendemos a ver mejor aquellas cosas a las que dirigimos nuestras miradas directamente pero, según una nueva investigación, también afecta a nuestra percepción visual otro factor: las suposiciones que hacemos acerca del entorno que rodea nuestros objetivos visuales.
Un estudio dirigido por el investigador E.M. Brenner, de la Universidad holandesa de Vrije, ha permitido comprender un poco más el mecanismo de colaboración que se establece entre el cerebro y los ojos a la hora de interpretar lo que vemos diariamente. Los resultados de su investigación han sido publicados por la revista especializada Journal of Vision.
Presunciones y entorno
En su artículo, los científicos explican que la manera en que interpretamos la luz que llega a nuestros ojos está condicionada por las presunciones que nos hacemos sobre el entorno. Por ejemplo, cuando confiamos en las sombras para juzgar la forma de un objeto, en realidad lo que hacemos es suponer la reflectancia de la superficie del objeto, así como su iluminación.
Al parecer, sin este tipo de presunciones las posibilidades de interpretar los estímulos visuales serían muy limitadas, por lo que es normal que “aceptemos” que no nos fallarán o que no nos engañan.
Anteriores estudios habían confirmado que la familiaridad con un entorno determinado permite que nos parezcan más creíbles estas presunciones o suposiciones acerca de lo que vemos. Para desarrollar esta línea de investigación, el estudio de la universidad holandesa se propuso descubrir de qué forma el ser humano interpretaría visualmente un entorno en constante cambio o un entorno “cuestionable”, en ausencia de las presunciones visuales comunes.
Realización del experimento
Para descubrirlo, se reunió a ocho individuos, dos de ellos autores de la investigación y otros seis que desconocían la hipótesis que pretendía demostrar el estudio. Todos ellos habían trabajado juntos en investigaciones sobre psicofísica, que es el estudio de la relación entre las estimulaciones físicas y la forma en que se interpretan o registran mentalmente.
El experimento consistió en que estos individuos identificaran la localización, en una pantalla de ordenador situada a metro y medio de ellos, de un objetivo que daba saltos (un cursor verde circular), moviéndose hacia diferentes sitios dentro de cinco círculos concéntricos (colocados alrededor de un punto de fijación), cada 250 milisegundos.
Los participantes debían colocar un cursor de ratón en el lugar en el que estaba el objetivo en el momento en que aparecía en la pantalla un flash (en la primera fase del experimento) o un color (en la segunda fase del experimento) para indicarles el momento en que debían señalar el lugar donde supuestamente se encontraba el objetivo en ese momento.
Los saltos pretendían generar incertidumbre en los voluntarios acerca de dónde se encontraba el objetivo en el momento en que debían señalar su posición, al ritmo que marcaba el flash o el color, permitiendo así que las presunciones se expresaran. Es decir, señalaban donde estaba el esquivo objetivo basándose únicamente en las presunciones subjetivas acerca de su posicionamiento.
Resultados
En cada fase los participantes dieron hasta 250 respuestas. Según informa The Association for Research in Vision and Ophthalmology en un comunicado, los investigadores descubrieron que los participantes prefirieron principalmente señalar las posiciones del objetivo que eran más cercanas a las que sus ojos estaban mirando, independientemente de que fuera un flash o un color lo que les indicara el momento en el que debían señalarlas.
Por otro lado, en los casos en que estuvieron dudosos, los participantes tendían a creer que habían estado mirando directamente lo que supuestamente habían visto, cuando en realidad el objetivo ya no estaba donde ellos miraban.
Según Brenner, el experimento confirma que nuestra experiencia con el mundo nos enseña qué suposiciones sobre nuestro entorno debemos aceptar. Además, corroboró asimismo que tendemos a creer que, si vemos algo, es porque lo hemos estado mirando directamente.
La vista como proceso constructivo
Esta no es la primera investigación dirigida a descubrir la colaboración entre cerebro y ojos en el procesamiento e interpretación de las señales visuales. En 2006, la revista Nature Neuroscience publicaba un artículo sobre el trabajo de un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Washington y de la Universidad de Minnesota, gracias al cual se había descubierto que una región de la corteza cerebral del ser humano es la encargada de procesar la información visual acerca del tamaño de los objetos, lo que supondría que los ojos sólo son responsables de una parte de la percepción visual.
Otra parte de esta percepción es realizada por el cerebro, que hace suposiciones o infiere, de la información que recibe de los ojos, acerca de todo aquello que nos rodea. Tal como informamos entonces en Tendencias21, estas experiencias confirman que la imagen final percibida por un individuo es resultado de un proceso constructivo.
La universidad holandesa añade una nueva información sobre la relación entre cerebro y percepción visual, destacando la importancia de las suposiciones en la imagen que construimos del mundo y que la visión directa de un objeto no siempre nos aporta una visión fiable de la realidad.
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