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El cuidado necesario

El cuidado necesario

La Tierra puede vivir sin nosotros, como vivió miles de millones de años, pero nosotros no podemos vivir sin ella

El cuidado necesario

Ficha Técnica

Título: El cuidado necesario
Autor: Leonardo Boff
Edita: Editorial Trotta, S.A., 2012
Colección: Estructura y Procesos
Serie: Religión
Traducción: María José Gavito Milano
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 169
ISBN: 978-84-9879-301-7
Precio: 16 euros

A quien lea o haya leído con cierta asiduidad a Leonardo Boff, no le resultará ajeno el concepto de “cuidado” que tanto se ha esforzado en clarificar y en difundir. Sin ir más lejos, ya Editorial Trotta publicó, en 2002, su El cuidado esencial, del que este nuevo título es una prolongación y una profundización. En esta década transcurrida, el autor no ha dejado de proclamar su mensaje que, a la vista del desarrollo de los acontecimientos, parece que no ha tenido la atención que se merece; aun así, Boff no ceja en su empeño y ojalá que no se rinda, pues testimonios como el suyo son cada día más angustiosamente necesarios.

Comienza esta obra con una introducción en la que concreta la idea de sostenibilidad, a veces entendida de manera adjetiva (sin modificar la naturaleza de la cosa que califica) y otras veces en sentido sustantivo, que exige un cambio de relación con el sistema-naturaleza, el sistema-vida y el sistema Tierra.

Estamos llegando a los límites de nuestro planeta, tan esquilmado y tan empobrecido; pero, también, nos hemos empobrecido en gente solidaria, compasiva, respetuosa con cuidado y amor hacia todos. Ante esta situación, “tenemos que reinventar un nuevo modo de estar en el mundo con los otros, con la naturaleza, con la Tierra y con la Última Realidad. Aprender a ser más con menos y a satisfacer nuestras necesidades con sentido de solidaridad con los millones de personas que pasan hambre y con el futuro de nuestros hijos y nietos”.

La solución la resume en dos palabras: cuidado y sostenibilidad, objetivo que no podrá alcanzarse si ambos no vienen acompañados de una revolución espiritual, una espiritualidad que, desde luego, no es monopolio de las religiones. “Ser espiritual es despertar a la dimensión más profunda que hay en nosotros, que nos hace sensibles a la solidaridad, a la justicia para todos, a la cooperación, a la fraternidad universal, a la veneración y al amor incondicional. Y controlar sus contrarios”. Es la espiritualidad la que nos conecta y re-conecta con todas las cosas, la que nos abre la experiencia de pertenecer al gran Todo y que nos hace crecer en esperanza de que el sentido es más fuerte que el absurdo.

Tras esta importante introducción, necesaria para la comprensión de la obra, Boff destina un capítulo a la definición de ese concepto tan querido por él, el cuidado, un cuidado que, de no practicarlo, puede borrar a la especie humana de la Tierra. Ya lo dice la Carta de la Tierra, asumida por la Unesco en 2003: “o hacemos una alianza global para cuidar unos de otros y de la Tierra o corremos el riesgo de autodestrucción y de destrucción de la diversidad de vida”. Y, tras un corto recorrido sobre la idea del cuidado a través de la historia, nos conduce hasta cuatro sentidos de este concepto, complementarios entre sí.

Este cuidado no es algo sobrevenido, sino que está implícito en el proceso evolutivo. Desde el Big-Bang inicial, con un delicado equilibrio de fuerzas, hasta su culminación con la aparición del ser humano que, ya conscientemente, se propone cuidar de otro. Un cuidado que requiere un tipo de inteligencia y de razón, inscrito en el mundo de los fines, las excelencias y de los valores. Y concluye: “En la situación actual en la que vivimos se hace urgente recuperar la razón sensible y cordial, dejada de lado por la razón científica e, incluso, difamada como obstáculo para la objetividad de la razón. Con esto, hemos permitido que surgiese un mundo frío, calculador, abarrotado de objetos, pero sin corazón, sin sueños y sin compasión”. De haber actuado conforme a este criterio, no tendríamos los millones y millones de personas que sufren, los ecosistemas devastados y un planeta amenazado por el calentamiento global.

Expuesto todo lo anterior, Leonardo Boff busca los fundamentos filosóficos y antropológicos del cuidado, al que considera, no un aditamento a la naturaleza humana, sino como parte esencial de ella. Y lo hace apoyándose en Heidegger y en la fábula de aquel bibliotecario egipcio de César Augusto, Higinio, ampliamente detallada en su obra anterior El cuidado esencial. Su argumentación va en la línea de que el cuidado forma parte de la esencia del ser humano: sin él, no se darían las condiciones para su existencia. Y solo porque el ser humano recibió cuidado puede cuidar de sí mismo y de los otros. Este cuidado presupone, evidentemente, que el hombre es vulnerable, por lo que ha de ser amoroso, a la par que preocupado por la necesidad de evitar lo que amenace su vida, así como cauto y precavido. La tarea de la vida ha de consistir en cuidar del ser. Y concluye: “El ser humano, para superar las contingencias de la condition humaine, precisa ser cuidado y así garantizar su humanidad. Y tiene también que cuidar del otro para humanizarse, mostrar sus posibilidades en el ejercicio de su libertad y expandir su humanidad”. Y, de la comprensión del cuidado como naturaleza del ser humano, surge la ética.

Se llega, así, a uno de los capítulos troncales de la obra: El paradigma del cuidado. Un nuevo modo de habitar la tierra. Ya se ha visto cómo el cuidado no es algo adjetivo, añadido, sino que lo es sustantivo, esencial y necesario. Y, en esta línea, surge la necesidad de plantear un nuevo paradigma. ¿Qué se entiende por paradigma? Para Boff, “toda una constelación de visiones de mundo, de valores, de conceptos clave, de ciencias, de saberes, de sueños, de utopías colectivas, de prácticas espirituales y religiosas y de hábitos asumidos colectivamente, factores que orientan a una determinada sociedad y le confieren sentido y la necesaria cohesión interna”. Y proclama el autor que el paradigma del cuidado y de la sostenibilidad son los dos pilares estructuradores de la nueva civilización que ha de venir. Y su implantación ha de sustituir al actual paradigma vigente, que denomina de dominación y conquista, en contraposición al emergente que es el de la transformación y la liberación.

Tras un breve recorrido histórico sobre este paradigma vigente, analiza las exigencias del nuevo, basándose en un texto de la Carta de la Tierra: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a un nuevo comienzo, que requiere un cambio de las mentes y los corazones, un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal”. Reclama una refundación del pacto natural, porque, si la Tierra está viva y nosotros somos su parte consciente e inteligente, entonces los lazos de mutua pertenencia y de profunda reciprocidad son fuertes; también, respeto y veneración a la Madre Tierra, ya que, siendo un organismo vivo, tiene sus derechos y nosotros, deber de respetarlos; igualmente, la justa medida, como una exigencia del cuidado, evitando los excesos depredadores; no falta la autocontención, como una demanda del cuidado. Aporta su propia experiencia para transmitir la oportunidad de revisitar la sabiduría indígena ancestral y propone formas alternativas de producción a partir del cuidado, incorporando el concepto de florestanía, como ciudadanía en y de la floresta-selva. Apuesta por el buen vivir, como una ética de lo suficiente y de lo decente para toda la comunidad y no solamente para el individuo, como otro modo de habitar la Tierra. Y aborda, finalmente, la cuestión de la ecología interior, como sentimiento profundo de conexión con la Tierra y la totalidad de los seres, necesaria para alimentar el cuidado. Se trata, en definitiva, de un capítulo que merece una lectura reflexiva.

En el apartado siguiente, aborda Boff la ética del cuidado necesario. Plantea que todo paradigma moldea una forma de estar-en-el-mundo-con-otros, lo que, necesariamente, implica una ética. A continuación, deduce que los discursos éticos dominantes están marcados por las culturas en las que se han formado, hecho que, ante un paradigma de ámbito universal, requiere una superación de tales planteamientos culturales de espacios más reducidos; es decir: requieren un discurso ético fundamentado en algo realmente universal. Y ese algo es, justamente, el cuidado, ya que pertenece a la esencia concreta del ser humano. Y ¿cuál es el discurso ético del actual paradigma? Pues el de la justicia. Esto no supone que ambos conceptos, justicia y cuidado, sean opuestos, sino que tienen lógicas diferentes que los hacen complementarios. Para el autor, la ética de la justicia tiene un sustrato masculino, basado en la razón analítica, preponderante en el hombre, mientras que en la del cuidado, el sustrato es femenino, donde el acceso a lo real se produce más con el corazón que con la razón; no habla de hombre y mujer, sino de lo masculino y lo femenino, presentes tanto en varones como en las féminas. De ahí que la ética integral, la de justicia y cuidado, sea fruto de la complementariedad y reciprocidad de lo femenino y lo masculino.

Con todo lo expuesto, el autor desciende a concretar el cuidado, comenzando por el de uno mismo, el de los otros y el de la tierra. En un capítulo de gran belleza, comienza buscando la definición de qué somos como humanos, para explicarnos que cuidar de sí mismo es acogerse jovialmente tal como se es, sabiendo combinar las aptitudes con las motivaciones, sabiendo y aprendiendo a convivir con la paradoja de nuestra vida (tener pulsiones de bondad, solidaridad y compasión simultáneamente con las llamadas del egoísmo), sabiendo renunciar y yendo contra ciertas tendencias en nosotros; y finaliza: “cuidar de sí mismo es amarse, acogerse, reconocer nuestra vulnerabilidad, saberse perdonar y desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de dar la vuelta y aprender de los errores y contradicciones”. Hay que preocuparse por el modo de ser y ejercer el cuidado como precaución con nuestros actos y actitudes. Acude luego el cuidado de nuestra relación principal, que es la de la amistad y la del amor y finaliza este apartado con una serie de anotaciones sobre cómo cuidar nuestra Casa Común, el planeta Tierra, considerándola como un todo vivo y orgánico, al que hemos de cuidar en su integridad y vitalidad, mimando los bienes y servicios que nos facilita gratuitamente, cuidando su belleza, su mejor producción y los sueños que ella suscita en nosotros. Porque cuidar la tierra es, finalmente, cuidar de nosotros mismos que somos Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera.

Cuidar el cuerpo, el propio, el de los otros y el de la Tierra. Éste es el objetivo. Pero, cuidado, por cuerpo se entiende que no es algo que tenemos, sino algo que somos. Biológicamente, somos seres carentes, al no estar dotados de órganos especializados que nos garanticen la supervivencia o nos defiendan de los peligros. En consecuencia, necesitamos del cuidado, que viene de dos fuerzas, una de autoafirmación (instinto de conservación) y otra de integración, por la que nos descubrimos integrados en una red de relaciones sin las cuales, como individuo solo, no viviríamos ni sobreviviríamos. Nuestro cuidado ha de pivotar en el equilibrio entre ambas fuerzas. Y ¿cómo cuidar el propio cuerpo? Aquí se nos presenta una serie de reflexiones; por ejemplo, sobre el esfuerzo por mantener nuestra integridad y unidad compleja, oponiéndonos conscientemente a los dualismos que se nos pretende imponer, con un culto al cuerpo, al vestuario, y otras sugerencias para centrarse únicamente en este componente de nuestro ser. Y, además, por la fuerza de la integración, hemos de cuidar de tantos cuerpos humanos enfermos, delgados y deformados por demasiadas carencias; y del cuerpo de la Tierra, nuestra madre, marcado por heridas que no se cierran.

Y a la par que cuidamos del ser humano-cuerpo, también hemos de cuidar del ser humano-psique, tanto propio como el de los otros; porque aquel posee interioridad y subjetividad; él, todo entero, es un ser de interioridad (vida psíquica y mental), entretejida de emociones, sentimientos, pasiones, sueños y utopías. Y Boff propone un viaje hacia el propio centro, un viaje que, según C.G. Jung, puede ser más largo y peligroso que el viaje a la luna y a las estrellas. Y se pregunta: ¿cuál es la estructura de base de nuestra interioridad, de nuestro ser psíquico? Cuestión nada baladí y para la que hay muy variadas propuestas de respuesta; pero, para Boff, el estatuto de base del ser humano no reside en el cogito cartesiano (cogito, ergo sum), sino en el sentio (sentio, ergo sum), en el sentimiento profundo. Es el sentir lo que nos pone en contacto vivo con las cosas, haciendo que nos sintamos parte de un todo mayor, siendo afectados por el mundo circundante y afectándolo por nuestra parte. De ahí que, para él, lo primero es la razón cordial, sensible, emocional, pues sus bases biológicas son las más antiguas; lo que contradice no poco al pensamiento clásico occidental, que relega el sentimiento a un segundo plano, llegando, incluso, a considerarlo una amenaza para la objetividad exigida por el conocimiento científico. De ahí la defensa apasionada del autor de esta razón cordial que, para la exposición de la obra, la concreta en un apartado que dedica a la estructura del deseo del ser humano.

Y, lógicamente, aborda el cuidado del propio espíritu y del espíritu de los otros. Es este otro de los capítulos troncales de la obra. Comienza con un intento de definir el concepto de espíritu, con la ayuda de las ciencias de la vida y la nueva cosmología que, en el proceso evolutivo, no solo toman en consideración sus aspectos físicos y determinísticos, sino que incluyen lo que es más importante, como la vida, la subjetividad y la conciencia. En efecto, la idea de que el espíritu tiene la misma ancestralidad que la energía y la materia originaria se volvió más convincente cuando se descubrió que la materia no posee solamente masa y energía, sino que tiene también una tercera dimensión: es portadora de información. Una información que, a nivel humano, alcanza un elevadísimo estadio de complejidad hasta el punto de aparecer tal información como conciencia refleja. Y se pregunta Boff: ¿qué es el ser humano-espíritu o el espíritu humano? “Es aquel momento de la conciencia en que él se da cuenta de sí mismo, se siente parte de un todo mayor y se abre al Infinito. El espíritu es el ápice de la autoconciencia”. Y continúa: “Y cuál es la singularidad del espíritu? Reside en su capacidad de crear unidad, de hacer una síntesis de las informaciones y formar un cuadro coherente; es la capacidad de discernir en las partes el Todo y en el Todo las partes”. Se detiene, seguidamente, en las características del ser humano-espíritu, que sintetiza en un constituir un ser de trascendencia, en su conexión con el Todo, en un ser de libertad como autodeterminación, en su capacidad de amar y de perdonar, en su capacidad de compasión, en ser un eterno buscador, y un ser capaz de una gran Síntesis. Es este espíritu una realidad tan sutil y sujeta a tantos percances que debemos cuidarlo celosamente y preocuparnos de preservarlo con todo su carácter infinito; y da una serie de orientaciones para llevar a cabo tal cuidado: considerar la espiritualidad más allá de la religión, la importancia de la meditación, la comunión con el Misterio y con Dios y el cuidado del ambiente social. Y finaliza taxativamente: el nuevo mundo será espiritual o no será.

¿Cómo ha de ser el cuidado en la medicina y en la enfermería? Hay que comenzar ampliando los conceptos de salud, enfermedad y curación, a la luz de la perspectiva venida de la ecología integral y de la nueva cosmología, que ve una conexión entre la Tierra y la humanidad y entre la salud de la Tierra y la salud humana. Para ello, hay que superar el antropocentrismo, que considera la salud, la enfermedad y la curación como cuestiones que conciernen solamente al ser humano, sin tener en cuenta su realidad concreta, relacionada siempre con la sociedad y con la naturaleza; y superar también el sociocentrismo que considera la sociedad como si existiera aparte, fuera de la naturaleza y sin ella. La salud es equilibrio de cuerpo-mente-espíritu-naturaleza; lo que supone ir algo más allá de la definición de la OMS: “Es un estado de total bienestar, corporal, espiritual y social y no solo la ausencia de enfermedad y debilidad”, que no incluye la naturaleza y la muerte. Junto a la vida sana hay que integrar la muerte, con su complejidad, cuidando el luto y las pérdidas y reconociendo la importancia de la espiritualidad para la salud. Algo muy a tener en cuenta a la hora de aportar el cuidado en la medicina y la enfermería, pues este cuidado es la ética natural de los trabajadores de la salud. ¿Qué cuidados requiere un enfermo de quien le atiende? Pues compasión, el toque de la caricia esencial, la asistencia sensata, el que pueda recuperar la confianza en la vida, la ayuda para acoger la condición humana y el acompañamiento en la gran travesía. Y cabe preguntarse por quién cuida al cuidador, que ha de ser la comunidad en la que se halla inserto por su actividad. Es este un capítulo muy cargado de humanidad, muy a tener en cuenta y que merece reposada reflexión.

Y “siendo el cuidado un paradigma que propone un nuevo modo de habitar la Tierra y de organizar las relaciones del sistema-vida, del sistema-sociedad y del sistema-Tierra, es natural que presente también su propia propuesta de educación y de métodos pedagógicos”. Boff distingue, de manera resumida, cuatro momentos en el proceso educativo de nuestra cultura occidental: a) La educación en la edad de la razón: la crítica; b) La educación en la edad de la Técnica: la creatividad; c) La educación en la edad de las opresiones: la liberación; y d) La educación en la edad de la Tierra: el cuidado; en este último bloque es en el que más se detiene, añadiendo el “aprender a cuidar” como uno de los pilares básicos a los que proponía el informe de Jacques Delors de la UNESCO: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Y cierra el capítulo con el apartado dedicado a las exigencias de una educación para el cuidado y a la celebración de la vida humana individual.

La obra culmina con una conclusión: una utopía necesaria. Sí, porque, aunque puedan parecer sus propuestas una utopía, hemos de hacerla topía, porque, de lo contrario, nuestro futuro peligra. Y concluye con una nueva génesis, redactada por Robert Müller, el “ciudadano del mundo”; no podía proponer un final más hermoso.

Se trata, en definitiva, de un libro que, como los de Leonardo Boff, no decepciona, nos invita a la reflexión y nos propone pautas de acción encaminada a evitar la destrucción de la Tierra que nos sostiene.

Índice

Introducción

1. El cuidado: la construcción del concepto
1. La urgencia del cuidado
2. La emergencia del cuidado en tiempos de crisis
3. En busca de un concepto de cuidado
4. Dos expresiones del mismo cuidado

2. El cuidado en el proceso evolutivo
1. El cuidado como constante cosmológica
2. Recuperar la razón sensible y cordial

3. Fundamentos filosóficos-antropológicos del cuidado
1. El cuidado en Martin Heidegger: origen y evolución
2. La fábula del cuidado
3. El cuidado como esencia de lo humano
4. El cuidado como precaución y prevención
5. La tarea de la vida: cuidar del Ser

4. El paradigma del cuidado: un nuevo modo de habitar la tierra
1. El cuidado: ¿adjetivo o sustantivo?
2. El cuidado como nuevo paradigma de civilización
a) Los impasses del viejo paradigma de la conquista
b) las ventajas del nuevo paradigma del cuidado
3. Exigencias nuevas del paradigma del cuidado
a) El rescate de la razón cordial
b) La reciprocidad: refundar el pacto natural
c) Los derechos de la Madre Tierra, el respeto y la veneración
d) La justa medida como exigencia del cuidado
e) La autocontención como demanda del cuidado
4. Revisitar la sabiduría indígena ancestral
5. Formas alternativas de producción a partir del cuidado
6. El buen vivir: otro modo de habitar la Tierra
7. El alimento del cuidado: la ecología interior

5. Hacia una ética del cuidado necesario
1. La ética de la justicia y su sustrato masculino
2. La ética del cuidado y su sustrato femenino
3. Justicia y cuidado: una ética integral

6. Cuidar de sí mismo, de los otros, de la Tierra
1. ¿Qué somos como humanos?
2. Cuidar de sí mismo: acogerse jovialmente
3. Cuidar de sí mismo: preocuparse del modo de ser
4. Cuidado como precaución con nuestros actos y actitudes
5. Cuidado de nuestra relación principal: la amistad y el amor
6. Cómo cuidar de nuestra Casa Común, el planeta Tierra

7. Cuidar el propio cuerpo y del cuerpo de los otros
1. La unidad compleja cuerpo-espíritu
2. Las fuerzas de autoafirmación y de integración
3. Los desafíos del cuidado del propio cuerpo
4. El cuidado del cuerpo de los otros, de los pobres y de la Tierra

8. Cuidar de la propia psique y de la psique de los otros
1. El viaje hacia el propio Centro
2. Siento, luego existo
3. La estructura del deseo del ser humano
a) La acogida de la condición humana
b) La construcción de la síntesis personal
c) Cuidado como precaución contra las asechanzas de la vida
d) Cuidado como precaución por la salud social

9. Cuidar del propio espíritu y del espíritu de los otros
1. Qué es el espíritu en la nueva cosmología
2. Características del ser humano-espíritu
a) Un ser de trascendencia
b) La conexión con el Todo
c) Un ser de libertad como autodeterminación
d) La capacidad de amar y de perdonar
e) La capacidad de compasión
f) El eterno buscador
g) Un ser capaz de una gran Síntesis
3. Cuidar del espíritu: vivir la espiritualidad
a) La espiritualidad más allá de la religión
b) La importancia de la meditación
c) La comunión con el Misterio y con Dios
d) El cuidado del ambiente social

10. El cuidado en la medicina y en la enfermería
1. Superación del antropocentrismo y del sociocentrismo
2. Salud: equilibrio de cuerpo-mente-espíritu-naturaleza
3. Vida sana e integración de la muerte
4. Cuidar el luto y las pérdidas
5. La importancia de la espiritualidad para la salud
6. El lugar del cuidado en la medicina y en la enfermería
7. Las actitudes de cuidado
8. ¿Quién cuida al cuidador?

11. El cuidado y la educación en la era planetaria
1. La educación en la edad de la Razón: la crítica
2. La educación en la edad de la Técnica: la creatividad
3. La educación en la edad de las Opresiones: la liberación
4. ¿Dónde quedó el cuidado?
5. La educación en la edad de la Tierra: el cuidado
a) El cuidado: admiración por la belleza y la complejidad de la Tierra
b) El cuidado: fruto de los peligros para la Tierra y para la vida
c) El cuidado: un imperativo categórico ético
6. Exigencias de una educación para el cuidado
7. La celebración de la vida humana individual

12. Conclusión: Una utopía necesaria

Bibliografía

El cuidado necesario

Notas sobre el autor

Brasileño universal, nació en Concórdia, Estado de Santa Catarina (Brasil). Estudió y trabajó en Petrópolis, conjugando los ambientes académicos con los medios populares y pobres. De ahí surgió la reflexión que desembocó en un discurso indignado ante la miseria y la marginación, y que generaría la conocida teología de la liberación, con la que se le identifica. Él, junto con otros, ayudó a formularla y la sigue animando hasta hoy.

Profesor de teología, filosofía y ética, reconocido defensor de los derechos humanos, miembro de la comisión que elaboró la Carta de la Tierra, peregrina por el mundo dando cursos y conferencias, participa en encuentros y foros, asesora movimientos sociales de cuño popular liberador, como el movimiento de los Sin-Tierra y las comunidades eclesiales de base, y escribe con asiduidad.

De su prolífica obra, traducida a numerosas lenguas, destacamos los libros más recientes publicados en esta misma Editorial: La dignidad de la Tierra (2000); El despertar del águila (2000); Ética planetaria desde el Gran Sur (2001); Gracia y experiencia humana (2001); El cuidado esencial (2002); La voz del arco iris (2003); Femenino y Masculino (con Rose Marie Muraro, 2004); El águila y la gallina, una metáfora de la condición humana (2006), Evangelio del Cristo cósmico. Hacia una nueva conciencia planetaria (2009), y Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres (2011).

RedacciónT21

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