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Guerras climáticas

Guerras climáticas

Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI

Guerras climáticas

Ficha Técnica

Título: “Guerras climáticas”. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI
Autor: Harald Welzer
Edita: katz editores, enero de 2011

Como resultado del modelo occidental de explotación del medio ambiente, los recursos naturales se agotan cada vez más en numerosas regiones del mundo. Así, cada vez mayor cantidad de personas dispondrán de menores recursos para su sobrevivencia. El resultado: conflictos violentos opondrán a todos aquellos que pretendan obtener alimentos de un mismo espacio geográfico, o beber de las mismas fuentes de agua. Dentro de poco, la distinción entre refugiados que huyen de las guerras y refugiados que huyen de su medio ambiente, entre refugiados políticos y refugiados climáticos, no tendrá más valor, puesto que se multiplicarán nuevas guerras provocadas por la degradación del medio ambiente.

Las guerras provocadas por el clima serán la forma directa o indirecta de la resolución de los conflictos en el siglo XXI. La violencia tiene un futuro promisorio: la humanidad asistirá no solamente a migraciones masivas, sino a soluciones violentas a los problemas de los refugiados, a verdaderas guerras por el acceso a los recursos.

En un magistral ensayo de configuración de nuestro futuro, nutrido de las enseñanzas de la historia pero analizadas en su especificidad, Harald Welzer ha escrito la primera historia del siglo XXI. Y esa historia debe ser, sin dudas, leída con preocupación.

Índice

Agradecimientos

1. Un buque en el desierto. Pasado y futuro de la violencia
2. Conflictos climáticos
3. Calentamiento global y catástrofes sociales
4. Cambio climático. Un panorama sintético
5. Matar ayer
6. Matar hoy. Ecocidios
7. Matar mañana. Guerras permanentes, limpiezas étnicas, terrorismo, desplazamiento de las fronteras
8. Personas transformadas en realidades transformadas
9. El renacimiento de viejos conflictos: fe, clases, recursos y la erosión de la democracia
10. Más violencia
11. Lo que se puede hacer y lo que no (I)
12. Lo que se puede hacer y lo que no (II)

Bibliografía
Índice analítico
Índice de nombres

Datos del autor

Harald Welzer Bissendorf nació en Alemania (1958), estudió sociología, ciencia política y literatura en la Universidad de Hannover, donde se graduó como sociólogo y psicólogo social. Actualmente es director del Center for Interdisciplinary Memory Research en Essen y profesor investigador en psicología social de la Universidad de Witten-Herdecke. En agosto de 2007, la revista Der Spiegel publicó una colección sobre científicos destacados en la que lo presentó ante el gran público como un «productivo pensador transversal». Sus principales áreas de investigación son los estudios sobre la memoria y el recuerdo, los modos de transmisión entre generaciones, la perspectiva psicológica sobre el Holocausto y los estudios sobre la violencia social.

Obras del autor

“Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI” (katz editores). En otras casas editoriales: “Das Ende der Welt, wie wir sie kannten. Klima, Zukunft und die Chancen der Demokratie” (en colaboración con Claus Leggewie), Frankfurt del Main, 2010; “Der Krieg der Erinnerung. Holocaust, Kollaboration und Widerstand im europäischen Gedächtnis”, Frankfurt del Main, 2007. “Warum Menschen sich erinnern können. Fortschritte der interdisziplinären Gedächtnisforschung”, Stuttgart, 2006. “Das autobiographische Gedächtnis. Hirnorganische Grundlagen und biosoziale Entwicklung” (en colaboración con H. J. Markowitsch), Stuttgart, 2005. “Täter. Wie aus ganz normalen Menschen Massenmörder warden”, Frankfurt del Main, 2005. “Opa war kein Nazi». Nationalsozialismus und Holocaust im Familiengedächtnis (en colaboración con S. Moller y K. Tschuggnall), Frankfurt del Main, 2002. “Das kommunikative Gedächtnis. Eine Theorie der Erinnerung”, Múnich, 2002. “Das soziale Gedächtnis”. Geschichte, Erinnerung, Tradierung, Hamburgo, 2001

Fragmento

Un sonido metálico a mis espaldas me hizo volver la cabeza. Seis negros avanzaban en fila, ascendiendo con esfuerzo visible el sendero. Caminaban lentamente, el gesto erguido, balanceando pequeñas canastas llenas de tierra sobre las cabezas. Aquel sonido se acompasaba con sus pasos. […] Podía verles todas las costillas; las uniones de sus miembros eran como nudos de una cuerda. Cada uno llevaba atado al cuello un collar de hierro, y estaban atados por una cadena cuyos eslabones colgaban entre ellos, con un rítmico sonido.

Esta escena, que Joseph Conrad describe en su novela El corazón de las tinieblas, transcurre durante el florecimiento del colonialismo europeo; desde la perspectiva actual, hace más de cien años.

La despiadada brutalidad con la que los países de industrialización temprana buscaron por entonces saciar su hambre de materias primas, tierras y poder, una brutalidad que dejó su marca en los continentes, ya no puede leerse a partir de las condiciones actuales de los países occidentales. El recuerdo de la explotación, la esclavitud y el exterminio cayó víctima de una amnesia democrática, como si los estados occidentales hubiesen sido siempre como lo son ahora, a pesar de que tanto su riqueza como la superioridad de su poder se construyeron sobre la base de una historia sangrienta.

En lugar de ello, estos países se enorgullecen de haber inventado los derechos humanos, de respetarlos y defenderlos, practican la corrección política, se comprometen con las causas humanitarias cada vez que una guerra civil, una inundación o una sequía en África o en Asia despojan a la gente de la base de su supervivencia. Deciden realizar intervenciones militares para propagar la democracia, olvidando que la mayoría de las democracias occidentales se apoyan sobre una historia de exclusión, limpieza étnica y genocidio. Mientras que la historia asimétrica de los siglos xix y xx se inscribió en el lujo de las condiciones en las que viven las sociedades occidentales, muchos países del Segundo y del Tercer Mundo cargan con el peso de esa historia que por entonces les dejara su legado de violencia: muchos países poscoloniales jamás llegaron a alcanzar un carácter de estados estables, y mucho menos bienestar; en muchos estados, la historia de explotación continuó bajo distinto signo, y en muchas de estas sociedades frágiles no se advierten indicios de mejoras, sino de un deterioro cada vez más profundo.

El calentamiento global, producido como consecuencia del hambre insaciable de energías fósiles en los países de industrialización temprana, afecta con máxima dureza a las regiones más pobres del planeta; una ironía amarga que se burla de cualquier expectativa de una vida justa. En la página 6 de este libro se reproduce la foto del buque correo “Eduard Bohlen”, cuyos restos llevan casi cien años cubiertos por la arena del desierto de Namibia. Este buque tiene un papel pequeño en la historia de la gran injusticia. El 5 de septiembre de 1909 quedó atrapado en la niebla y encalló frente a las costas de ese país, que por entonces se llamaba África del Sudoeste Alemana. Hoy, sus restos se hallan doscientos metros tierra adentro; el desierto fue avanzando cada vez más hacia el mar. El “Eduard Bohlen” integraba la flota de la Woermann-Linie, una compañía naviera de Hamburgo, y desde 1891 navegaba regularmente como buque correo hacia África del Sudoeste. Durante la guerra de exterminio que emprendió la administración colonial alemana contra los herero y los nama, se convirtió en un buque de transporte de esclavos.

Alicia Montesdeoca

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