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Los mamíferos se vuelven nocturnos para evitar a los humanos

Los mamíferos se vuelven nocturnos para evitar a los humanos

Los mamíferos silvestres están prefiriendo desempeñar su actividad durante la noche para eludir la presencia humana, algo que no ocurría desde la extinción de los dinosaurios. Este patrón de conducta se repite en decenas de especies de todos los continentes (menos la Antártida), independientemente de la naturaleza de la actividad humana, y podría afectar a los ecosistemas.

Los mamíferos se vuelven nocturnos para evitar a los humanos

Durante sus primeros 100 millones de años en el planeta, nuestros antepasados mamíferos hacían su vida la mayor parte del tiempo durante la noche, para evitar a los depredadores. Sin embargo, cuando se produjo la extinción de los dinosaurios, que dominaban el reino animal, aquellos mamíferos pudieron volver a vivir a plena luz del día con mayor seguridad.

Esta situación se ha mantenido hasta ahora, ya que según un estudio de la Universidad de California en Berkeley, liderado por Kaitlyn Gaynor, los mamíferos están volviendo a la noche para eludir la presencia de las personas, que ha pasado a ser tan disuasoria como la de los dinosaurios.

El resultado de este trabajo, publicado en junio pasado en la revista Science, fue demoledor:  las especies animales del mundo están volviendo a desarrollar la mayor parte de su vida en la noche para evitar la presencia humana. Nuestra especie está creando un mundo natural más nocturno.

Gaynor y su equipo utilizaron datos de 62 especies de los seis continentes para buscar cambios globales en los tiempos de actividad diaria de los mamíferos en respuesta a los humanos. De media, los mamíferos se han vuelto 1,36 veces más nocturnos en respuesta a la perturbación humana.

Metaestudio

“Una vez descubrimos este fenómeno, nos dimos cuenta de que se generalizaba por todas partes”, escribe Gaynor en el artículo publicado en Science.

«Los animales responden con intensidad a todos los tipos de perturbación humana, independientemente de si las personas realmente representan una amenaza directa, lo que sugiere que nuestra sola presencia es suficiente para interrumpir sus patrones naturales de comportamiento», explica en un comunicado de su universidad.

En consecuencia, decenas de especies de todos los continentes (menos la Antártida) prefieren cambiar su ritmo de vida a compartir espacios con los seres humanos. Esta situación podría llevar a ciertas especies a desarrollar nuevas características: su cornamenta podría crecer, sus orejas se harían más sensibles ante la falta de luz, al igual que su sentido del olfato.

En un artículo publicado en The Conversation, Gaynor amplía detalles de su descubrimiento. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores realizaron un metanálisis o estudio de estudio. Revisaron la literatura científica sobre los patrones de actividad durante 24 horas de grandes mamíferos, seleccionados porque son los que más inciden con la actividad humana.

Compararon esos datos con los aportados por las cámaras, collares de radio y observaciones directas para establecer el porcentaje de actividad que cada animal desarrollaba durante el día y la noche. Y luego los combinaron con datos relativos a las perturbaciones humanas en esos entornos.

Fenómeno generalizado

Así descubrieron que el 83% de los casos examinados mostraron algún aumento en la actividad nocturna en respuesta a la perturbación humana. El resultado es consistente en todas las especies, continentes y tipos de hábitats. Antílopes de la sabana de Zimbabwe, tapires de las selvas ecuatorianas, gatos monteses de los desiertos del suroeste de Estados Unidos, todos hacen lo que pueden para cambiar su actividad al amparo de la oscuridad, escribe Gaynor.

Otro dato sorprendente es que este patrón se mantiene con diferentes tipos de perturbación humana, ya sea la caza, el senderismo, el ciclismo de montaña, la construcción de infraestructuras o de asentamientos residenciales, e incluso con la agricultura. Todo provoca la prudente retirada a la noche de las diferentes especies.

“Parece que la presencia humana por sí sola es suficiente para interrumpir sus patrones naturales de comportamiento. La gente puede pensar que nuestra recreación al aire libre no deja rastro, pero nuestra mera presencia puede tener consecuencias duraderas”, señala Gaynor.

Un claro ejemplo de esto es el de los osos malayos: en áreas no perturbadas, menos del 20 por ciento de su actividad se desarrolla por la noche. Pero en áreas con presencia humana, como partes del bosque de Sumatra donde la investigación forestal perturba el entorno, la actividad nocturna ha subido hasta el 90 por ciento.

Este aumento en la nocturnidad entre ciertas especies puede tener consecuencias de gran alcance para los ecosistemas, la remodelación de las interacciones entre especies y la formación de cascadas a través de la cadena alimentaria, avierte Gaynor.

Referencia

The influence of human disturbance on wildlife nocturnality. Kaitlyn M. Gaynor et al.  Science  15 Jun 2018: Vol. 360, Issue 6394, pp. 1232-1235. DOI: 10.1126/science.aar7121

RedacciónT21

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