Una investigación realizada por científicos de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, ha verificado a través de escáneres cerebrales que los recién nacidos no disponen de las conexiones necesarias para relacionar la información que reciben a nivel visual o auditivo con emociones precisas, como sí sucede en los adultos. De acuerdo a un comunicado, la madurez de estas conexiones llegaría unos meses después del nacimiento.
Una de las conclusiones más importantes de este trabajo, publicado en la revista Plos One, es que los cerebros de los recién nacidos no disponen de la madurez necesaria para procesar las emociones como lo hacen los adultos. Esto se debe a la inexistencia de una conexión completa entre las regiones del cerebro dedicadas a experimentar emociones y aquellas que procesan los estímulos visuales o auditivos.
En los adultos, esto permite que las cosas que vemos o escuchamos se conecten inmediatamente con emociones específicas. Por ejemplo, si estamos solos en la noche y creemos ver la figura de una tarántula sobre uno de los muebles de nuestra habitación, sentiremos miedo de forma instantánea. En el mismo sentido y en una situación similar, si escuchamos el lento crujido de una puerta al abrirse experimentaremos la misma emoción de temor.
Según Zeynep Saygin, coautor del estudio y profesor asistente de psicología en la Universidad Estatal de Ohio, “los recién nacidos analizan el contenido emocional de su entorno a un nivel muy básico». El especialista agregó que “se necesitan al menos unos meses de vida para que los bebés puedan conectar lo que ven con emociones específicas de nivel superior”.
El papel central de la amígdala
Para arribar a estas conclusiones, los investigadores analizaron escáneres de resonancia magnética funcional de los cerebros de 40 recién nacidos con menos de una semana de vida, comparándolos con escaneos similares de 40 adultos. El propósito era hallar las conexiones entre la amígdala, el área del cerebro involucrada en experimentar emociones, y la corteza visual u occipitotemporal y las regiones auditivas, implicadas en el procesamiento de estímulos a partir de aquello que vemos o escuchamos.
Saygin explicó que “la amígdala marca los estímulos visuales con un valor emocional”. Esto significa que, por ejemplo, “seremos capaces de preguntarnos en una situación específica: ¿es peligrosa esta cosa que estoy viendo? ¿Debería tener miedo? ¿Debería acercarme a ella o evitarla?».
El estudio comprobó nuevamente que en los adultos existe una conexión funcional entre las dos partes del cerebro mencionadas previamente. En consecuencia, la amígdala tiene una integración más fuerte con las regiones sensoriales de alto nivel de la corteza visual, o sea la zona dedicada a procesar rostros, cuerpos, objetos y toda clase de estímulos con potencial para justificar una reacción emocional.
Por el contrario, la amígdala muestra una conexión más leve con las regiones sensoriales primarias de la corteza visual, dedicadas al reconocimiento de líneas, bordes, ángulos o grados lumínicos, aspectos que no presentan relevancia emocional para la mayoría de las personas.
También en las regiones auditivas
Algo similar sucede con las regiones auditivas, ya que la amígdala se integra mayormente con las zonas de alto nivel, sobretodo las relacionadas con el habla, en tanto que disminuye la estrechez de la conexión en los sectores auditivos primarios, ligados por ejemplo a los datos de frecuencia. Nuevamente se aprecia una mayor relación con las áreas de contenido emocional más fuerte.
Los resultados de la investigación indican que en los recién nacidos no existe una variación en las conexiones que permita relacionar la información sensorial con las emociones, una característica que llegará luego de los primeros meses de vida. Ahora, los especialistas están estudiando a bebés desde el nacimiento hasta los 3 años, para descubrir cómo y cuándo los niños desarrollan la capacidad de conectar lo que ven y oyen con la emoción indicada.
Los expertos destacaron que este descubrimiento puede tener importantes aplicaciones terapéuticas, ya que la amígdala posee un papel primordial en el desarrollo temprano de trastornos como el autismo y la ansiedad, entre otros.
Referencia
Adults vs. neonates: Differentiation of functional connectivity between the basolateral amygdala and occipitotemporal cortex. Heather A. Hansen, Zeynep Saygin et al. Plos One (2020).DOI: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0237204
Foto: Pixabay en Pexels.
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