El auge de los juegos de azar no para de generar dinero en Macao: las ganancias derivadas del sector se dispararon a 45.000 millones de dólares el año pasado, con un incremento de 18,6 por ciento en relación a 2012. Resultó el sexto año consecutivo de ganancias sin precedentes para el ramo. Los casinos de […]
Por Martin Murphy
HONG KONG, Jul 11 2014 (IPS)
El auge de los juegos de azar no para de generar dinero en Macao: las ganancias derivadas del sector se dispararon a 45.000 millones de dólares el año pasado, con un incremento de 18,6 por ciento en relación a 2012.
Resultó el sexto año consecutivo de ganancias sin precedentes para el ramo.
Los casinos de la excolonia portuguesa, devuelta a China en 1999, ganan ahora siete veces más que los de Las Vegas, en Estados Unidos.
También emplean a casi la cuarta parte de la fuerza laboral, a la que pagan entre 30 y 40 más que otros sectores. Y si se suma otras actividades relacionadas a los casinos, como las ventas minoristas y la hospitalidad, alrededor de la mitad de la población que trabaja en esta ciudad de 600.000 habitantes está vinculada a la industria del juego.
El resultado es un desempleo envidiable, de apenas 1,8 por ciento.
Entonces, ¿por qué no dejar que continúe la bonanza?
La monoeconomía de los juegos de azar está creando en Macao una generación de empleados sumidos en tareas tan monótonas como hacer girar ruletas, pero con pocas de las habilidades que se requieren en la globalizada economía del conocimiento.
Sin embargo, como la economía y la fuerza laboral dependen cada vez más de los apostadores de China continental, hay poca presión por lograr un cambio, situación que puede ajustarse a los deseos de Beijing.
Algunos se sacan la lotería, otros pagan el precio
No sorprende que el auge de los juegos de azar, que representan 50 por ciento del producto interno bruto de Macao, haya generado también un lado oscuro. Prostitución, crimen organizado y lavado de dinero son realidades cotidianas.
Sin embargo, no son tan obvias las múltiples tensiones que ahora resquebrajan a una sociedad tradicional que intenta hacer frente a un desarrollo urbano descontrolado, a la pérdida de espacios verdes, al aumento de la adicción a los juegos y al deterioro general de la calidad de vida.
“Macao es una total ilusión de prosperidad, porque lo que estamos construyendo es solamente casinos, habitaciones y algunos comercios de marcas famosas”. – Legislador José Coutinho
Para el habitante promedio, los inconvenientes creados por el auge de la industria del azar pasaron a superar sus ventajas.
El transporte es de mala calidad, lo que empeora la contaminación aérea causada por los vehículos de los casinos que llevan y traen a los 29 millones de visitantes que llegan a la ciudad. Esto y la carestía de los bienes raíces son apenas una muestra de los efectos derivados del sector.
Las pequeñas y medianas empresas de Macao, que representan 95 por ciento de todos sus negocios, también sufren las consecuencias, pagando elevados alquileres y perdiendo tanto personal como clientes a manos de los casinos. A esto se agrega la alta criminalidad en casi todos los rubros.
Pese a todas las desventajas, inversores y ejecutivos de los casinos locales, entre ellos las grandes firmas estadounidenses de esta industria, ven posibilidades ilimitadas de un mayor crecimiento y expansión. Su principal motivo de queja, sin embargo, es la escasez de mano de obra calificada.
Al estar programada la inauguración de más megacasinos para 2016, Macao necesitará por lo menos 75.000 trabajadores más en sus casas de juegos y hoteles, según funcionarios.
Como las pequeñas y medianas empresas de la ciudad ya se esfuerzan por competir contra los casinos, que pagan mejor por talento limitado, Macao tendrá que importar no solo trabajadores para los casinos, sino también profesionales de todo tipo.
No obstante, ni Macao ni el gobierno chino parecen tener un plan para abordar el creciente déficit de mano de obra de la ciudad, y tampoco hay voluntad de poner coto a lo que se ha convertido en un tren desbocado de crecimiento sin regular.
Y, lo que es peor, Macao está dando la espalda a las políticas destinadas a preparar a sus futuras generaciones para una economía más globalizada y pautada por el conocimiento.
De continuar esta tendencia, corre el riesgo de convertirse en una sociedad de ignorantes, cuyo futuro estaría privado de profesionales calificados, porque su fuerza laboral es atraída cada vez más por el dinero fácil que gana en los casinos.
Cada pocos meses, nuevos informes dan la voz de alerta. En diciembre de 2013, un estudio mostró que casi la mitad de las empresas encuestadas “hallaron dificultades para reclutar profesionales de las tecnologías de la información” y pronosticó que la escasez “puede empeorar más”.
En abril de este año, un reporte de la industria citó la falta de profesionales contables, con “apenas aumentos fraccionales” desde 2007. Otro se quejó de la “falta de ingenieros”, entre otros. Todo esto apunta a una sociedad en un punto de inflexión, que está hipotecando a sus generaciones futuras a cambio de ganancias a corto plazo.
Incluso los parlamentarios de Macao ahora se lamentan de que el auge de los casinos ha estado construyendo castillos en el aire.
El año pasado, el legislador José Coutinho dijo a los medios de comunicación: “Macao es una total ilusión de prosperidad, porque lo que estamos construyendo es solamente casinos, habitaciones y algunos comercios de marcas famosas”.
Él y otros críticos son minoría en un cuerpo legislativo donde 12 de los 33 miembros son elegidos indirectamente por entidades de la industria y otros siete son designados por el jefe ejecutivo de Macao, elegido por el gobierno central chino.
Apostar todo al azar
Aunque los funcionarios de Macao ocasionalmente hacen declaraciones sobre la necesidad de reequilibrar la economía y presentan varias propuestas, hasta ahora ninguna ha tenido un efecto transformador para la ciudad.
Una de las propuestas más comentadas recomienda que Macao atraiga más de las “reuniones, incentivos, conferencias y exhibiciones” de la región. Pero le ha llevado tiempo despegar, y depende desproporcionadamente del sector de los casinos.
Por ejemplo, la mayor muestra de comercio de la ciudad es la Expo Mundial del Juego de Asia. Un plan para desarrollar la cercana isla de Hengqin como zona de libre comercio también hará poco por ayudar a la mayoría de las pequeñas empresas de Macao, dado su énfasis en los proyectos a gran escala.
Pero el principal obstáculo a un modelo económico más sostenible es que Macao continúa creciendo gracias a los apostadores de China, cuyos líderes todavía ven a la ciudad como importante centro para la clase media y rica del país.
El resultado es que nadie del gobierno siquiera contempla la posibilidad de que la economía china se enlentezca, que los jugadores dejen de llegar y que el auge de los casinos termine, aunque la historia ya ha mostrado que cuanto mayor es el “boom” de una monoeconomía, mayor es su potencial de caer estrepitosamente.
Aunque Beijing dice querer que Macao reequilibre su economía, no sorprende que se resista a imponer medidas políticas o a ofrecer incentivos para ayudarla a diversificarse.
Es por eso que tal vez Macao esté justo donde Beijing la quiere, así como a sus otras regiones periféricas: sociedades cuya prosperidad depende cada vez más de China continental y que, por lo tanto, están menos dispuestas a molestar con reclamos de democracia y mayor autonomía.
Martin Murphy es un exdiplomático estadounidense. Estuvo al frente de la Sección Político-Económica del Consulado de Estados Unidos en Hong Kong y Macao entre 2009 y 2012. Se lo puede leer en http://hongkongreporting.com/. Lea la versión original de este artículo en Foreign Policy In Focus.
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Fuente : http://www.ipsnoticias.net/2014/07/macao-pone-en-j…
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