Píldoras que aumentan el altruismo, tratamientos para la erradicación de pensamientos racistas o terapias que incrementan la capacidad empática hacia los habitantes de otros países son cosas que pueden sonar a ciencia ficción.
Sin embargo, estas posibilidades han sido analizadas en un libro reciente editado por prestigiosos especialistas, entre ellos, Guy Kahane, subdirector del Centro Oxford de Neuroética y ganador de un premio Wellcome Trust de ética biomédica.
Medicamentos para responder a dilemas morales
En la actualidad, medicamentos como el Prozac ya alteran el estado mental de los pacientes, y tienen un impacto en el comportamiento moral de éstos.
Kahane y sus colaboradores van más allá, vaticinando en su obra, publicada bajo el título “Enhacing human capacities”, que futuros avances médicos permitirán manipulaciones morales mucho más sofisticadas.
Según publica guardian.co.uk, aunque el campo de investigación del condicionamiento moral a través del uso de medicinas aún se encuentra en sus estadios iniciales, podría llegar muy lejos.
Kahane afirma que “la ciencia ha ignorado la cuestión de la mejora moral (con farmacología), pero esta posibilidad actualmente está generando un intenso debate”.
De hecho, según el co-editor de la obra, existe ya un conjunto creciente de investigaciones que demuestran que ciertos medicamentos afectan a la manera en que la gente responde a dilemas morales: tratamientos que incrementan el sentido de empatía, de afiliación grupal o que reducen la agresividad.
Además, actualmente, los científicos se interesan cada vez más en el desarrollo de tecnologías biomédicas capaces de intervenir en los procesos biológicos que condicionan el comportamiento y el pensamiento morales por lo que, ahora mismo, este terreno de investigación se está convirtiendo en un área de gran actividad.
Antecedentes muy actuales
Como se ha dicho, ya existen medicamentos que afectan a la moralidad humana, pero hasta la fecha no se había pensado en ellos en el sentido que aborda “Enhacing human capacities”.
Por ejemplo, el Prozac, normalmente indicado para tratar la depresión, reduce la agresividad y el rencor hacia la sociedad, por lo que puede hacer que la gente sea más amable.
Se sabe, además, que la hormona oxitocina, también conocida por el sobrenombre de “hormona del amor”, aumenta el sentimiento de unión social y la empatía, además de reducir la ansiedad.
Según Kahane, los científicos podrían desarrollar más medicamentos de este tipo y crear nuevas fórmulas para suministrarlos. Ya existe, por ejemplo, la posibilidad de proporcionar dosis de oxitocina en forma de spray nasal.
En este sentido, un estudio realizado en 2010 por investigadores de la Universidad de Bonn demostró que el spray de oxitocina puede incrementar la capacidad empática de los varones.
Más eficientes que la cárcel
Aunque Kahane no defiende el uso de acciones generales, como el suministro de medicamentos para aumentar la moralidad a través del agua, sí sugiere que si se administrasen por extenso dichas medicinas se podría ayudar a la humanidad a afrontar temas globales.
“La sensibilidad hacia las penurias de personas que viven en otras partes del mundo o hacia los problemas que enfrentarán las generaciones futuras no es parte de nuestra naturaleza. Estos nuevos tratamientos podrían ayudar a generalizar sentimientos de empatía global o de empatía hacia generaciones futuras”, afirma el investigador.
Otro de los editores de “Enhacing human capacities”, el director del Centre for Ethics on Medicine de la Universidad de Bristol, Rud Teer Meulen, señala en guardian.co.uk que los medicamentos para la mejora de los comportamientos morales podrían ser utilizados, además, dentro del marco de los sistemas judiciales. Meulen cree que este tipo de tratamientos podría ser más efectivo en la prevención y la mejora de la moralidad humana que la cárcel.
A pesar de todo lo dicho, Kahane reconoce que este tipo de medicamentos pueden conllevar una importante pega: Existe la posibilidad de que “convertirse en personas más confiadas, simpáticas, menos agresivas o menos violentas nos haga también ser más vulnerables a la explotación”, afirma.
El tercer editor del presente libro ha sido Julian Savulesco, un filósofo especializado en bioética, director del Centre Uehiro for Practical Ethics de la Universidad de Oxford, y editor de la prestigiosa publicación Journal of Medical Ethics.
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