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Sobre la libertad creativa del científico y la estética de la física

Sobre la libertad creativa del científico y la estética de la física

Desde un punto de vista general, el pensamiento del científico del siglo XIX Pierre Duhem hay que entenderlo dentro del debate entre románticos e ilustrados. Ha existido siempre una polarización entre lo sentimental y lo racional, y lo que Duhem hizo en este sentido fue proponer una respuesta integradora al debate entre ilustración y romanticismo. Insistió en la libertad creativa del científico y en las cualidades estéticas de la teoría física, sin olvidar los aspectos lógicos y empíricos de la ciencia. Por Alfredo Marcos.

Sobre la libertad creativa del científico y la estética de la física

Pierre Maurice Marie Duhem (París, 1861 – Cabrespine, 1916) fue un sabio francés, destacado en los campos de la termodinámica y el electromagnetismo. Como físico, podemos encuadrar su obra dentro de la escuela energeticista, a la que se asocian también los nombres de Ernst Mach, Goerg Helm o Wilheim Ostwald [1].

Esta escuela inició un movimiento de reflexión sobre la interpretación y fundamentos conceptuales y epistemológicos de la mecánica, una revisión del newtonianismo, que no era ya visto como la última verdad, sino como una construcción teórica con elementos convencionales y susceptibles de cambio.

Adoptaron puntos de vista alejados del mecanicismo y próximos al análisis matemático, a una interpretación más analítica y matemática de la mecánica. Duhem se alinea aquí con otros continentales y en contra de la tendencia entonces en boga entre los físicos ingleses. En esta época, y en lo que a la interpretación de las teorías físicas se refiere, lo alemán era sinónimo de riguroso análisis lógico y lo inglés de modelos mecánicos. Es importante recordar aquí que el precedente más claro de una interpretación analítica de la mecánica y de una exposición de la misma a partir de principios muy generales, lo encontramos en la Mécanique Analytique de Lagrange.

El energeticismo y sus precedentes son el caldo de cultivo en el que se formó la idea duhemiana de la ciencia, no sólo su práctica como científico, sino también su filosofía de la ciencia.

Destacó también Duhem en filosofía de la ciencia y en historia de la ciencia [2]. Por añadidura, fue un más que notable pintor [3]. Fue el heroico descubridor de la historia de la ciencia medieval y uno de los fundadores de la historia de la ciencia como disciplina académica. Su influencia en toda la filosofía de la ciencia anglosajona ha sido decisiva. Impartió clases en Lille y Burdeos, pero nunca obtuvo un puesto en París.

De hecho, el reconocimiento en su país natal ha sido tardío e insuficiente, en gran parte debido al hecho de que Pierre Duhem se desenvolvió siempre al margen del establishment académico y político de su tiempo [4]. Su sincero y hondo catolicismo no le hacía particularmente grato a las élites laicistas que detentaban el poder. Sin embargo, aun en su tierra, el reconocimiento ha acabado por llegar.

Así, por ejemplo, la Société de Philosophie des Sciences organiza desde 2006 las prestigiosas “Conférences Pierre Duhem” en L’École Normale Supérieur de París.

Ahora se aproximan una serie de aniversarios duhemianos de importancia, con ocasión de los cuales parece más que justo rendir tributo a este gran científico, historiador y filósofo. En 1913 se publicó el primer volumen de su magna obra histórica Le système du Monde [5]. Se cumplirá, por tanto, próximamente un siglo de este acontecimiento decisivo para toda una disciplina académica.

Por otra parte, en 2014 se cumplirá un siglo de la publicación de la segunda edición de su obra señera y más influyente en el terreno de la filosofía de la ciencia, La theorie physique [6], traducida por primera vez al español -con lamentable retraso- en 2003, es decir hace ahora diez años [7].

Como homenaje a Pierre Duhem, pues, reúno aquí tres reflexiones acerca de su obra histórica y filosófica. En primer lugar, veremos las funciones que Duhem atribuía a la historia de la ciencia. En segundo término, me referiré a su obra filosófica, La theorie Physique, en la que desempeñan un papel protagonista las nociones de libertad y de belleza. Y, en tercer lugar, haré algunas consideraciones acerca del contexto cultural en el que se fraguó la obra de Pierre Duhem. Dicho contexto estaba profundamente marcado por la filosofía positivista y por la pugna entre los enfoques ilustrado y romántico.

Funciones de la historia de la ciencia

La historia de la ciencia, según Duhem, desempeña funciones importantes en relación con la enseñanza de la ciencia, la epistemología y la práctica científica.

Historia y enseñanza de la ciencia

La historia de la ciencia cumple, en primer lugar, una función pedagógica y propedéutica en la formación de los científicos. El recurso pedagógico a la historia permite la elección de ejemplos especialmente claros y probatorios, y nos facilita el encuentro con la persona que hace física. Convierte esta disciplina en una más de las humanidades. Vemos cómo la teoría física es obra de mujeres y de hombres, al igual que lo técnico y lo artístico. A través de la historia sale a la luz el aserto de Pierre Duhem: «Desde Platón hasta nosotros, las facultades de las que dispone la razón humana para buscar la verdad han sido las mismas» [8]. También en la diacronía vemos nacer y crecer conceptos, transformarse o desaparecer. Vemos cómo el idioma de la ciencia es vivo y cercano.

Duhem piensa que sólo una visión histórica de la física nos acerca al centro de su naturaleza, donde late lo humano. Estas características se ponen de manifiesto cuando el pensador francés se pregunta: «¿Por qué no hemos de imitar, en la formación espiritual de cada hombre, el progreso por el cual se ha formado la ciencia humana?». Y continúa con una comparación, según la cual este proceso educativo sería parecido a «las metamorfosis mediante las cuales un ser pasa del estado de embrión al estado adulto, que reproducen, según dicen los naturalistas, la línea real o ideal a través de la cual este ser se remite a la raíz primera de los seres vivientes» [9].

En definitiva, y resumiendo: según Duhem, el método legítimo, seguro y fecundo para preparar un espíritu para recibir una hipótesis científica, es el método histórico.

Historia y filosofía de la ciencia

Pero nuestro autor da un paso más y coloca la historia en la base de su epistemología o filosofía de la ciencia: «nuestras consideraciones lógicas sobre el método propio de la física no pueden ser sanamente valoradas más que si se las confronta con las enseñanzas de la historia» [10]. Es más: «hacer historia de un principio físico es, al mismo tiempo, hacer análisis logico del mismo»[11].

El estudio de la historia sirvió a Duhem para la génesis de sus ideas filosóficas, sugún propia confesión. Fue a partir de este estudio y de su intento de exponer con claridad las teorías físicas a sus alumnos de Lille, como surgió su epistemología: «Fue así como las necesidades de la enseñanza, por su presión urgente e incesante, nos llevaron a producir una concepción de la teoría física muy diferente de la que circulaba hasta entonces» [12].

La historia de la ciencia, además de contribuir a la génesis de las ideas filosóficas, sirve de apoyo y de corroboración para las mismas a través de una doble vía. En primer lugar, haciendo historia de las ideas metacientíficas, se obtiene un cierto apoyo psicológico, al comprobar que uno no está sólo en el mundo defendiendo ciertos postulados, sino que estos son compartidos por toda una tradición, que tiene tanta antiguedad como la primera ciencia matematizada, la astronomía. «La epistemología que defiende Pierre Duhem –afirma Boudot- nació, pues, en la Antigüedad. Al estudio de sus vicisitudes se consagra L’Essai sur la notion de théorie physique, títulado también, Sotzein ta phainomena» [13].

El propio Duhem valora esta línea de confirmación de los presupuestos metodológicos: «Esta importancia que adquiere, para el estudio de la física, la historia de los métodos por los cuales se han hecho los descubrimiento, marca, de nuevo, la extrema diferencia exsistente entre la física y la geometría» [14]. Continúa el escrito afirmando que la geometría y la matemática no precisan de la historia para su cabal comprensión.

Nos interesa remarcar la importancia concedida a la historia, no sólo de la ciencia, sino también de la metodología y epistemología científicas. Son la garantía de que nuestras ideas tienen tradición y pueden beneficiarse del respaldo del sentido común, elemento éste de especial importancia en el pensamiento duhemiano.

Hay, aun, una segunda vía de apoyo de la historia a la epistemología. La denominaremos «experimental». Es decir, si la epistemología científica es una teoría de la ciencia, la historia de la ciencia es la fuente de «hechos» que pueden contribuir a respaldar «experimentalmente» la teoría. Hemos citado una frase en la que Duhem afirmaba que los resultados del análisis lógico han de ser confrontados con las enseñanzas de la historia. No es una mera declaración de principios. En la introducción a La Théorie Physique, recuerda: «Nos hemos esforzado por aclarar cada una de nuestras afirmaciones con ejemplos, temiendo, por encima de todo, el discurso sin contacto con la realidad»[15].

Siguiendo este método, Pierre Duhem, argumenta contra la concepción ingenuamente realista de la ciencia, mostrando cómo conduce inevitablemente a la pérdida de la autonomía de la física frente a la metafísica mecanicista. La consecuencia funesta sería, de ser aceptado este punto de vista, que la ciencia positiva se vería arrastrada por la metafísica mecanicista fuera del seguro camino que, según Kant, recorre.

Comenzaría lo que Duhem ha llamado «la querella de las causas ocultas», según la cual, cada escuela convierte sus presupuestos metafísicos en normas metodológicas y requisitos mínimos de inteligibilidad de la ciencia, acusando de “no científico” a todo el que no profese ciertas ideas metafísicas. Con todo, estas afirmaciones han de ser matizadas, ya que, a la postre, el propio Duhem recupera un cierto realismo para la ciencia física. Y, por otra parte, tampoco critica la metafísica en bloque, pues él mismo acaba por adoptar una metafísica de corte aristotélico, sino que más bien su crítica se dirige a la metafísica mecanicista, que muchas veces se incorpora a la ciencia, de modo un tanto acrítico, bajo forma de metodología.

Duhem busca hechos históricos que confirmen estas tesis suyas, hechos que se hallan expuestos en La Théorie Physique. Aplica el método histórico para argumentar contra el uso de modelos mecánicos, así como en la crítica del método newtoniano a través de los ejemplos de la mecánica celeste y el electromagnetismo. El estudio histórico que realiza sobre las teorías de Maxwell es utilizado para rechazar la tendencia a crear modelos mecánicos, tan en auge en la ciencia británica [16].

Pero donde más falta hace el método histórico, donde llega a ser indispensable y va más allá, incluso, que el análisis lógico, es en el combate contra las posiciones convencionalistas, ya que aquí se trata de dotar a la teoría física de un cierto realismo. Intenta, Duhem, demostrar que nuestras teorías científicas no son arbitrarias o meramente instrumentales, que tienen alguna relación con la realidad, pues progresan hacia el ideal de «clasificación natural». Las teorías científicas se desarrollan continuamente hacia un modelo que representa la realidad, que es imagen y reflejo de ella. De esto, claro está, no hay demostración lógica. Aquí, más que al análisis, hay que apelar al bon sens mediante la historia de la ciencia.

La historia de la ciencia es la única que puede guardarnos de las locas ambiciones del dogmatismo, tanto como del escepticismo desesperado. Esta era la opinión de Pierre Duhem, quien afirmaba que «al presentar la tradición continua por la cual la ciencia de cada época se nutre de los sistemas de siglos pasados y pasa a engrosar la física del futuro, al citar las predicciones formuladas por la teoría y realizadas en la experiencia, la historia de la ciencia crea y fortalece en el físico la convicción de que la teoría física no es un sistema puramente artificial, útil hoy y mañana carente de uso, sino que es una clasificación cada vez más natural, un reflejo cada vez más claro de las realidades » [17].

A partir de aquí podemos percibir uno de los sentidos que adquiere el término «clasificación natural» en Pierre Duhem. Se relaciona estrechamente con el sentido común (bon sens), y este se forma a través del conocimiento histórico de las ciencias. Un sentido común que opera a través de la conciencia estética, de las consideraciones de la economía mental, de las convicciones metafísicas y de la experiencia, tanto ordinaria como científica. Pero se trata del bon sens de personas no ajenas a la ciencia, sino curtidas en la diaria labor científica y en el conocimiento histórico de la misma.

Este equilibrio sutil y alejado tanto del dogmatismo realista como del escepticismo convencionalista, garantizado por el sentido común y por la historia, es a lo que hace referencia Pierre Duhem cuando dice que «cada vez que el espíritu del físico está a punto de caer en algún exceso, el estudio de la historia lo reconduce mediante una apropiada corrección. Para definir el papel que desempeña en relación al físico, la historia podría tomar prestadas estas palabras de Pascal: ‘Si se envanece, lo humillo; si se humilla, lo ensalzo’. Ella lo mantiene así en un estado de perfecto equilibrio desde el cual él puede apreciar sanamente el objeto y la estructura de la teoría física» [18].

Quizá porque todo lo que acabamos de nombrar es difíclimente formalizable, el neopositivismo abandonó, desgraciadamente, este equilibrio entre enfoque histórico y análisis lógico. Sólo recientemente, y tras una pasada por la obra kuhniana hemos recuperado esta doble perspectiva.

Historia y práctica de la ciencia

La historia es parte esencial de la páractica de la ciencia, según nuestro autor. Es necesaria, en su enseñanza, como apoyo didáctico. Nos enseña el valor y la naturaleza de la teoría física e incluso nos muestra sus métodos. Todo ello equivale a decir que es parte integrante de la ciencia, ya que nos ayuda a decidir cuando hacemos ciencia y cuando no. Se sigue de todo lo dicho que el conocimiento histórico es fundamental para la práctica científica, ya que nos muestra sus posibilidades, límites y valor. E incluso, a veces, el sentido de sus conceptos.

Como ejemplo práctico de esta tendencia podemos destacar, con Boudot, que «en el umbral de su Traité d’énergétique, Duhem anuncia que no dispone de demostración lógica de los principios que va a enunciar, pero añade que tales principios comportan una justificación histórica»[19].

Historia de la ciencia medieval

Pierre Duhem ha sido el descubridor de la historia de la ciencia medieval. Es importante, pues existe un caso especial de revolución científica: la revolución científica por antonomasia, la que muchos historiadores identifican con el comienzo de la ciencia tal y como hoy la entendemos.

Este cambio supuestamente revolucionario significa, para algunos, la salida de la larga noche medieval y el desarrollo de la ciencia a expensas de la religión, que habría axfisiado el pensamiento científico durante siglos. Esta postura ignorante y extrema ha dominado en algunas épocas las concepciones historiográficas. Duhem la describe como propia de los que oponen «la marcha siempre ascendiente de la ciencia a la decadencia cada vez más profunda de la religión «, de los que «pintan con espanto la noche de la Edad Media, durante la cual las escuelas sirvieron al cristianismo, cuidándose solo de discusiones teológicas, sin recoger la herencia científica de los griegos» [20].

A quien así piensa, Duhem trata de mostrar la inmensa riqueza científica de la Edad Media. No sólo ciencia y religión son lógicamente independientes, sino que el espíritu científico y religioso no son en absoluto incompatibles. Copérnico y Galileo -señala Duhem- son, a la par que cristianos, discípulos de Jean Buridan y de Nicolas D’Oresme, maestros, éstos, de la escolástica parisiense.

En definitiva, como afirma Duhem en su carta a Bulliot, «la enseñanza que pretende establecer un antagonismo irreductible entre el espíritu científico y el espíritu cristiano es la más colosal de las mentiras, la más atrevida de las que han intentado jamás engañar a los hombres… Mentira en el dominio de la lógica, mentira en el dominio de la historia» [21].

En definitiva, Duhem encuentra en la historia de la ciencia medieval una confirmación de que las relaciones entre religión y ciencia no son habitualmente conflictivas, sino fructíferas en la mayor parte de los casos.

Libertad, belleza y sentido común en “La Théorie Physique”

El libro de Pierre Duhem titulado La Théorie Physique ha tenido una gran influencia en autores de las más variadas tendencias. El análisis de la teoría física influyó notablemente sobre los neopositivistas. Su crítica al verificacionismo precede a la de Popper. A partir de la crítica duhemiana al falsacionismo se desarrolla una concepción holística de la ciencia y de su relación con la experiencia que ha servido de inspiración a Quine. El holismo también ha sido utilizado por los estructuralistas, y alguno de ellos, como Ulises Moulines, han defendido una concepción instrumentalista próxima a la de Duhem. La importancia que otorgó a la historia ha tenido su reflejo en la obra de los historicistas, como Kuhn. La libertad metodológica que Duhem propone, así como su tendencia a rehabilitar tradiciones distintas de la ciencia, le aproximan a Feyerabend. Por último, Duhem también ha servido de inspiración a los que defendemos una concepción prudencial de la racionalidad.

La lógica de la ciencia y su conexión con la experiencia

La filosofía de la ciencia de Duhem se presenta en un doble recorrido. Por una parte, el autor hace un análisis lógico de la teoría física y de su conexión con la experiencia. Por otra, muestra el desarrollo histórico de la física y sus relaciones con la metafísica, con el sentido común y estético y con el lenguaje común. El resultado del primer recorrido es un claro instrumentalismo; en el segundo, la física recobra en parte su realismo.

Sigamos a Duhem en su primer recorrido. Antes que nada habrá que tener en cuenta las restricciones que él introduce. Sus consideraciones atañen a la física y sólo a la física, renuncia explícitamente a extrapolar sus conclusiones a otras ciencias, como pudieran ser las matemáticas o la biología. Se ocupa de la génesis de las teorías físicas. En sus primeros escritos Duhem no se había separado todavía del inductivismo, pero en La théorie physique su posición es claramente contraria al método inductivo. Sebastián Álvarez de Toledo afirma al respecto: «Resulta particularmente notable como aún dentro de unos cauces claramente positivistas hizo frente al experimentalismo de su época con su crítica al inductivismo, con su versión holista de las teorías y con su concepción de éstas como sistemas deductivos» [22].

A partir de Duhem se hace difícil sostener que las teorías científicas surgen por generalización inductiva. De hecho, el inductivismo posterior, por ejemplo el de los neopositivistas, versa sobre la justificación de las teorías, no sobre su génesis o descubrimiento. La metodología duhemiana es hipotético-deductiva. Ahora bien, el surgimiento de las hipótesis en la mente del científico requiere trabajo, maduración reflexiva, familiaridad con el ámbito de fenómenos en cuestión.

Duhem comenta con ironía que quien cree que la idea brota en el científico de la nada, como por arte de magia, es como el niño que ve salir el pollo de su cascarón y le parece que se hizo en ese instante, no imagina siquiera la complejidad de un largo proceso de gestación. El científico suele preparar el terreno mediante el estudio, la meditación, el progreso en la correcta formulación del problema, la conversación, la observación, la lectura… A pesar de todo, la hipótesis -según Duhem- «germina en él sin él» [23]. Y, una vez que concibe una idea, de nuevo su «libre y laboriosa actividad debe entrar en juego» [24] para «desarrollarla y hacerla fructificar» [25]. No hay lógica inductiva que nos lleve simplemente de las observaciones a las teorías, hay un acto creativo preparado por un proceso de maduración, pero que no tiene carácter lógico ni siquiera estrictamente voluntario.

La experiencia interviene de modo sistemático al final del proceso. El científico, después de desarrollar la hipótesis y hacerla fructificar en predicciones, puede tratar de comparar éstas con la experiencia. Pero de nuevo Duhem se muestra escéptico en cuanto a los resultados que se pueden obtener de dicha comparación. Pone en pie una muy seria crítica tanto al verificacionismos como al falsacionismo, que, desde el punto de vista del análisis lógico resultan insostenibles.

Luego en estricta lógica, no hay modo de verificar una hipótesis. Tampoco de refutarla. Para obtener la predicción de un hecho observable necesitamos, además de la hipótesis, un amplio conjunto de enunciados que actúan como supuestos auxiliares.

Podemos optar por revisar la hipótesis o por revisar alguno de los supuestos auxiliares, pero esa decisión no nos la dicta ya ni la lógica ni el experimento, sino el buen sentido del científico. Este buen sentido metodológico es fruto de una buena formación científica, de un cierto sentido común y estético, incluso de un conocimiento histórico de su disciplina.

La crítica duhemiana a la verificación afecta también al verificacionismo posterior de los neopositivistas (ni siquiera la salida probabilista es transitable) y encuentra su eco en la obra de Popper. Pero el propio Popper no ha podido dar respuesta a la crítica a la falsación dentro del terreno de la lógica.

Hay que reconocer que lo que se expone a la crítica experimental no son enunciados aislados, sino grandes zonas de la física, quizá incluso un ciencia entera, y algunos, como es el caso de Quine, han sugerido que toda la ciencia en su conjunto. Esta doctrina se denomina habitualmente holismo o tesis Duhem-Quine. Pierre Duhem fue su primer defensor, Quine la amplió.

Cuáles son los límites del holismo de Pierre Duhem es una cuestión para el debate, a veces habla como si lo comparado con la experiencia fuese una de las disciplinas físicas, como por ejemplo la óptica, otras veces parece estar pensando en toda la física, pero en todo caso, no llega a afectar a las matemáticas ni a la lógica, no va más allá del terreno de la física. Si tomamos la versión extrema del holismo propugnada por Quine, entonces los límites entre lo analítico (matemáticas y lógica) y lo sintético (resto de las ciencias) desaparecen.

Cae así una de las distinciones más queridas por los neopositivistas y en general por la tradición empirista desde Hume. Ante el fallo experimental de una predicción podemos optar incluso por revisar enunciados de la lógica o de las matemáticas, nada está a priori a salvo y la decisión es meramente metodológica, no lógica. Duhem nunca pensó que las matemáticas pudiesen resultar afectadas por un experimento físico y tampoco la lógica. Es más, siempre creyó que la única geometría aceptable para la física sería la euclidiana, y la única lógica la clásica, pero indudablemente abrió el camino hacia posiciones holistas más radicales.

El edificio de la física se levanta, pues, de un modo hasta cierto punto convencional, ni la lógica estricta ni los puros datos experimentales nos dan las decisiones ya determinadas. En estas condiciones, no se puede esperar de la teoría física una explicación de los fenómenos ni un conocimiento cierto de la realidad misma. Lo más que podemos esperar es una clasificación útil de los hechos y las leyes, una ayuda para la economía mental y una fuente de predicciones eficaces. En suma, estamos ante una concepción claramente instrumentalista de la física. Hasta aquí el recorrido del análisis lógico. Pero esta posición tan cruda se matiza con el recorrido histórico.

Sentido común y estético

Duhem es conocido como historiador de la ciencia por sus posiciones continuistas. La física se ha desarrollado, según él, sin convulsiones revolucionarias. Puede sostener esta tesis precisamente gracias a la distinción entre la finalidad explicativa y la finalidad clasificatoria de la teoría, entre la parte «explicativa» y la parte «representativa» de la teoría física. La parte explicativa es fruto de la interpretación de la teoría, que ya va en cierto modo más allá de la propia teoría.

Si tomamos las teorías científicas como explicaciones de los fenómenos, entonces observamos que unas explicaciones caen y otras surgen, que la luz es tomada como un haz de partículas, o como una onda, o ambas cosas, que los fenómenos relacionados con el calor se explican ora como las variaciones de un fluido, ora como el movimiento de las partículas que supuestamente componen los cuerpos. Sin embargo, cuando vemos el desarrollo de la teoría física como una clasificación de los hechos y de las leyes, nos percatamos de que es cada vez más abarcadora, cada nueva teoría recoge los avances clasificatorios de la anterior.

Así, la mecánica newtoniana puede ser tomada como un caso especial, establecidas ciertas restricciones, de la mecánica relativista. Si consideramos las dos teorías como dos explicaciones alternativas de los fenómenos, entonces no hay continuidad ni acumulación, si las tomamos en su aspecto instrumental y clasificatorio, entonces se da un crecimiento acumulativo.

La teoría física, pues, sólo describe, no explica, pero la historia de la física nos hace ver que cada vez la representación de los hechos es mejor, más ordenada, simple, exacta y coherente. El horizonte último de la teoría física, según Duhem, es llegar a ser una «clasificación natural». La clasificación natural, tal como dice Duhem, «es la forma ideal hacia la que debe tender la teoría física»[26]. Es pues un límite, un horizonte de progreso.

El desarrollo de la teoría física busca que el orden lógico coincida con el orden real de producción de los hechos, de forma que las leyes se agrupen no por su parecido superficial, sino en función de que representan hechos más o menos afines. El concepto de clasificación natural es clave en Duhem, a través del mismo se introducen matices en su concepción instrumentalista, a través del mismo se tiende un puente entre la teoría física y la realidad. El instrumentalismo de Duhem no se convierte en craso escepticismo, pero los matices que introduce Duhem tampoco convierten su filosofía de la física en una forma de realismo ingenuo. Quizá una cita de Pascal, con la que Duhem cierra La théorie physique, sea el mejor exponente de su actitud: «Tenemos una incapacidad de probar invencible para todo dogmatismo; tenemos una idea de verdad invencible para todo pirronismo»[27]. Por eso quizá lo más acertado sea hablar de «instrumentalismo matizado».

La idea de que la ganancia en simplicidad y orden nos aproxima a la realidad no deriva del análisis lógico de la ciencia, sino de la suposición de que la naturaleza es simple y ordenada. Contiene, además, connotaciones estéticas que aproximan la ciencia al arte. En Duhem, la libertad metodológica es muy amplia, y la función del científico es básicamente creativa, como la del artista.

En el fondo late aquí la vieja idea platónica del mundo como un cosmos, en su triple sentido de orden, belleza y realidad. La idea, en definitiva, es que lo bello nos acerca a lo real, y que la teoría científica tiende históricamente hacia un estado de clasificación natural que contiene las notas de simplicidad y orden, de belleza.

La reintroducción de factores realistas en la epistemología duhemiana la aleja de otras formas de positivismo, ya que está en clara continuidad con ciertas ideas estéticas, éticas y metafísicas, incluso teológicas. Dicho de otro modo, si Duhem hubiera pretendido mantenerse dentro de un positivismo ortodoxo, dentro del rechazo plano de la metafísica, dentro del emotivismo moral y estético, de la separación tajante entre ciencia y arte, entonces hubiera tenido que aceptar sin más las conclusiones instrumentalistas de su recorrido lógico, sin matices.

El positivismo heterodoxo de Duhem, su apelación a fuentes cognoscitivas distintas de la propia ciencia, es lo que le permite salir también del instrumentalismo puro y duro, y conferir a la ciencia un cierto grado de realismo. «Para encontrar los títulos que establezcan su legitimidad – escribe Duhem-, la teoría física debe reclamarlos de la metafísica» [28]. Tal y como resume B. Ginzburg: «La importancia cultural de esta concepción de la ciencia reside en el hecho de que automáticamente reinstaura la validez de otras perspectivas, de otras funciones del espíritu humano, en su trato con la realidad. Si la ciencia no es una revelación de la realidad en su carácter absoluto, sino sólo una revelación de la realidad dentro de los aspectos y las limitaciones de las ciencias, entonces la poesía, la ética, la religión, todas ellas deben tener su validez dentro de su propia perspectiva» [29].

Hay que considerar que la captación del progreso de la teoría física hacia una clasificación natural no es estrictamente lógica. El método que utiliza el científico no puede probar que el orden lógico en que dispone su teoría sea exactamente reflejo del orden ontológico. Sin embargo, según progresa y se perfecciona la teoría física esta convicción se hace más fuerte. El mensaje de este progreso no se dirige en exclusiva a nuestra capacidad lógica, por eso no es captado por el recorrido de análisis lógico, sino que va dirigido al ser humano completo, también con sus emociones, sentimientos, sentido estético y, sobre todo, sentido común.

Se puede decir que el elemento de realismo que Duhem reintroduce en la física lo puede captar el sentido común. El juicio humano sobre la teoría física va más allá de los criterios mecánicos de decisión, en él juega también la prudencia y el bon sens. Uno de los principales estudiosos de la obra de Pierre Duhem, Stanley Jaki, afirma: «El papel del sentido común en la filosofía de Duhem es el aspecto más central, pero también el más olvidado e invariablemente malinterpretado»[30]. La capacidad de aportar conocimiento realista por parte de la ciencia no se apoya en la lógica, sino en el sentido común y estético.

Sobre la libertad creativa del científico y la estética de la física

El contexto cultural: entre ilustrados y románticos

Podemos tomar el positivismo como una de las más representativas corrientes del pensamiento ilustrado. Y Pierre Duhem se encuentra precisamente entre dos generaciones de positivistas. Recibe influencias del positivismo clásico comtiano, y a su vez ejerce una influencia muy importante sobre el movimiento neopositivista. En cierto modo, el propio Duhem podría ser calificado como positivista.

Sin embargo, el positivismo de Pierre Duhem es muy peculiar, hasta tal punto que su obra ha servido también de inspiración a los críticos del neopositivismo de la segunda mitad del siglo XX, muchos de ellos encuadrables dentro de una tendencia romántica. Según la interpretación que he anticipado, en realidad lo que hace Pierre Duhem es proponer una respuesta específica al debate moderno entre ilustración y romanticismo. Todo ello hace que sus ideas tengan un indudable interés y actualidad.

Así pues, lo que me propongo a continuación es presentar la filosofía de la ciencia de Pierre Duhem en su relación con el positivismo y con el contexto cultural del mundo moderno.

Características principales del positivismo

Se reconoce habitualmente la existencia de una corriente de pensamiento positivista que recorre el siglo XIX y XX. Hay más discrepancias en cuanto a su caracterización y en cuanto a sus antecedentes, que se suelen remontar al menos hasta Hume. Leszek Kolakowski ha resumido los rasgos esenciales del positivismo en cuanto doctrina normativa que rige los modos de empleo de términos tales como «saber», «ciencia», «conocimiento», «información».

El positivismo «formula normas que permiten establecer una distinción entre el objeto de una cuestión posible y lo que, razonablemente, no se puede presentar como cuestión» [31]. Las normas a las que se refiere Kolakowski son las siguientes:

i) «Regla del fenomenalismo: no existe diferencia real entre esencia y fenómeno […] Tenemos derecho a registrar lo que se manifiesta efectivamente a la experiencia; las opiniones sobre existencias ocultas de las que las existencias sensibles serían sus manifestaciones, no son dignas de fe […] La ‘materia’ y el ‘espíritu’ constituyen ejemplos clásicos de esas entidades»[32] que los positivistas rechazan. En líneas generales los positivistas han dirigido sus críticas hacia toda clase de metafísica.

ii) Regla del nominalismo: un saber formulado en términos generales sólo se puede referir a los objetos concretos singulares. «En otras palabras […] todo saber abstracto es un modo de ordenación concisa y clasificadora de los datos experimentales» [33], no nos da acceso a ningún supuesto territorio de la realidad alejado de lo empírico.

iii) Regla que niega todo valor cognoscitivo a los juicios de valor y a los enunciados normativos. No hay fuera del mundo de la experiencia una esfera de los valores. Más bien los enunciados valorativos y normativos son expresiones de preferencias, sentimientos o emociones. El positivismo epistemológico lleva aparejado normalmente un emotivismo moral.

iv) Regla de la unidad fundamental del método de la ciencia. Los modos válidos mediante los cuales adquirimos el saber son fundamentalmente los mismos en todos los campos de la experiencia. Se puede esperar que el progreso del conocimiento acabe por reducir todos los ámbitos del saber a una sola ciencia, probablemente la física. En especial los positivistas tienden a creer que en las ciencias los métodos y principios de la metafísica no tienen ningún valor, ya que la ciencia busca establecer relaciones entre fenómenos sin profundizar en la supuesta naturaleza escondida de los mismos.

La caracterización del positivismo que desarrolla Kolakowski es válida en lo esencial para el positivismo de todas las épocas y autores, aunque, claro está, con importantes matices en cada caso. Por supuesto, Comte sería uno de los pensadores que podríamos clasificar como positivistas, casi diríamos que en sus textos encontramos el positivismo clásico por antonomasia. Además, las ideas de Comte estaban muy presentes en la cultura francesa en los días en los que se formó como científico Pierre Duhem. Por lo tanto, nos interesa de modo especial el positivismo comtiano. Podríamos preguntarnos qué entendía Comte por filosofía positiva, o, de modo más breve, por positivismo. Pues bien, Comte atribuye al término «positivismo» cinco significados [34].

i) En primer lugar positivo significa real, efectivo, por oposición a lo quimérico, es decir, a los mundos de la imaginación y el sentimiento. En este sentido el positivismo nos previene contra toda especulación que nos lleve más allá del campo de la experiencia, de lo verificable o constatable, hacia los dominios de las causas ocultas y de la metafísica. Hereda en este punto el espíritu de la tradición empirista. «Toda proposición que no sea estrictamente reductible a la simple enunciación de un hecho, o particular o general – afirma Comte – no puede ofrecer ningún sentido real o inteligible»[35].

ii) En segundo lugar, positivo es tanto como útil y se opone a lo inútil y ocioso. Aquí el positivismo recoge el programa baconiano de empleo de las ciencias al servicio del bienestar humano, aproxima la ciencia a la técnica y la pone, al menos en parte, a su servicio y en general al servicio del bienestar humano: «No merece ser tomado como conocimiento – escribe Comte – lo que no produce, inmediata o mediatamente, algún fruto socialmente útil para la vida» [36].

iii) En un tercer sentido positivo significa cierto, seguro. Se opone así a lo inseguro e indeciso.

iv) El cuarto sentido está muy vinculado al anterior. Positivo significa no sólo cierto, sino también preciso, por oposición a lo difuso, impreciso, nebuloso. Tanto en la valoración de la certeza, como en la valoración de la precisión, el positivismo puede buscar sus antecedentes en la tradición cartesiana. En Descartes se da una valoración extrema de la certeza y se toma como indicador de la misma la claridad y distinción de las ideas. En conjunto, estos cuatro sentidos de lo positivo nos sirven para perfilar también lo objetivo.

v) Por último, lo positivo se asocia a lo constructivo, a un cierto espíritu de realización, a un cierto optimismo (aunque Comte mismo no era partidario de este término), a un espíritu de evolución y progreso, por oposición a las tendencias nostálgicas que miran al pasado, y por oposición también a la exacerbación del espíritu crítico sin contrapartida constructiva. En este sentido se aproxima al espíritu de progreso propio de la modernidad y de la ilustración, pero al mismo tiempo impugna el criticismo radical, el afán de destrucción – ¿hoy diríamos deconstrucción? – y el negativismo. Comte veía el positivismo como una actitud filosófica en continuidad con el sentido común (le bon sens).

Antes de entrar en la exposición del pensamiento de Duhem y en su comparación con las características del positivismo, tenemos que introducir otras consideraciones más alejadas del núcleo filosófico del positivismo, pero también de importancia a la hora de establecer las relaciones entre esta corriente de pensamiento y la obra de Duhem. Me refiero a los aspectos culturales, sociales y políticos del positivismo.

Desde el punto de vista cultural, tenemos que destacar la estrecha vinculación existente entre positivismo e Ilustración. Podemos decir que el positivismo ha constituido durante muchas décadas, especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, el exponente más relevante de la Ilustración. El espíritu ilustrado está presente en diversas corrientes filosóficas al margen del positivismo, por lo tanto no podemos hacer equivaler sin más positivismo e Ilustración, pero las señas de identidad básicas de la Ilustración sí están presentes, por lo general, en los pensadores positivistas: «En todos ellos – resume Pedro Cerezo – pueden reconocerse las señas de la Ilustración […] la liberación mediante el conocimiento, […] la crítica al sobrenaturalismo, […] la secularización de la cultura, la emancipación política del Antiguo Régimen, el progreso científico/técnico y la racionalización del orden social»[37].

Por lo que hace a la sociología, es clara la vinculación entre positivismo y modernidad burguesa. De modo más concreto se puede identificar el positivismo como parte importante del bagaje ideológico de la burguesía. No es casual que el positivismo floreciese en Inglaterra y Francia, donde estaba asentada la revolución burguesa, con más intensidad que en países menos industrializados y socialmente más tradicionales como Alemania y España. Y, en lo político, el positivismo clásico ha estado próximo al liberalismo no revolucionario.

Duhem, el positivismo y los tiempos modernos

Comparemos ahora lo que sabemos del pensamiento de Duhem con las caracterizaciones del positivismo que hemos recogido, la de Kolakowski y la propia de Comte.

Como hemos visto, el pensamiento de Pierre Duhem se atiene, por lo que a la física se refiere, a las dos primeras reglas del positivismo que hemos enunciado más arriba (fenomenalismo y nominalismo). Sin embargo, es muy cuidadoso a la hora de evitar extrapolaciones metodológicas a otras ciencias, de forma que no afirma la unidad del método científico y mucho menos la reducción de todas las ciencias a la física. Además, su actitud respecto de la metafísica es muy distinta de la que se suele asociar con el positivismo más ortodoxo. Esta diferencia en cuanto al valor de la metafísica hace que incluso las dos primeras normas, en su aplicación a la física, tengan que ser matizadas y reinterpretadas. El reconocimiento de valor epistémico a la metafísica le salva de paso de la necesidad de aceptar el emotivismo moral.

También hemos observado que Duhem no acepta el punto primero de los señalados por Comte – positivo igual a real -, es decir, cree que hay una realidad metafísica, o más bien, que la metafísica tiene acceso a lo real. Pero es positivista en el sentido de que niega la posibilidad de acceso de la ciencia a una esfera de la realidad compuesta por causas ocultas que supuestamente explicarían los fenómenos observables. La aproximación entre ciencia y técnica sí está presente en Duhem, dado el carácter instrumental de la ciencia.

De hecho, la técnica es vista por Duhem como un banco de pruebas experimental para la ciencia y un criterio de progreso. En cuanto a la valoración de la certeza y de la precisión, introduce severos matices, pues constata que el conocimiento científico siempre tiene un resto, por pequeño que sea, de incertidumbre e imprecisión [38]. Por último, en Duhem existe una fuerte tendencia crítica, que conduce a resultados negativos en su análisis lógico de la física, pero compensada con valoraciones más optimistas obtenidas en su recorrido histórico. Además, el sentido común tiene una enorme importancia en la economía de su pensamiento.

Entre Comte y Duhem podemos hablar también de la conexión Lagrange. Hemos visto más arriba que la interpretación duhemiana de la física newtoniana está dentro de la escuela energeticista, y hemos reconocido como precedente de la misma a Lagrange. El precedente es aquí de gran interés histórico, porque, dada la cronología, podemos constatar también la opinión que el enfoque de Lagrange le mereció a Comte.

Éste preconizó siempre la interpretación analítica de la mecánica ofrecida por Lagrange, incluso en contra de otras más recientes, pero de tendencia más “física” y “mecanicista”, como las de Laplace y su escuela. “Comte y Duhem – afirma Anastasios Brenner – se unen pues en la perspectiva lagrangeana. Ambos sacan partido filosófico de esta elección. Aunque Duhem silencia totalmente la obra de Comte, esta proximidad inesperada entre los dos pensadores merece profundización. Creemos que el método de Lagrange constituye un observatorio privilegiado para estudiar la relación entre los dos hombres” [39].

Por último, dentro de esta comparación entre las ideas de Duhem y las que podríamos atribuir a un positivismo más estándar, tenemos que reparar en que la filosofía de Pierre Duhem, por más que en algunos aspectos está muy próxima a las ideas positivistas, no participa de las mismas connotaciones y vínculos culturales, sociales y políticos del positivismo más ortodoxo.

Nos resta hacer algunas consideraciones acerca de la influencia de Duhem en el debate sobre la racionalidad científica habido en el siglo XX. Este debate ha sido de gran importancia para la reevaluación de la modernidad, y en él ha tenido una posición central la tradición positivista en su versión neopositivista. Cabe recordar, que la filosofía de Duhem ha proporcionado importante munición a los dos bandos, positivistas y antipositivistas, ilustrados y románticos. Es una prueba más de lo especial que resulta el positivismo duhemiano y de la amplitud de su influencia contemporánea.

La mentalidad cientificista ha tratado en algunos momentos de anular la metafísica en pro de la ciencia. Según Comte la ciencia se sitúa en un nivel superior al de la metafísica y la religión. Duhem, en cambio, pretende que la metafísica y la física coexistan de modo separado y paralelo.

Pretende, a través de esta autonomía mutua, que la ciencia no esté sujeta a las discrepancias filosóficas. El positivismo más ortodoxo trató de solventar las discrepancias entre la ciencia y la metafísica o la religión sencillamente negando todo valor cognoscitivo a estas últimas.

Pero, en contra de la ortodoxia positivista, Duhem encuentra que la metafísica tiene perfecto sentido. La ciencia no agota el campo del conocimiento válido ni tampoco el de la racionalidad humana. Según Duhem es perfectamente razonable mantener, junto a la investigación científica, la metafísica, la religión y el arte como fuentes de conocimiento y de orientación vital. Stanley Jaki ha denominado la filosofía de Pierre Duhem «un positivismo cristiano» [40].

Quizá el propio Duhem hubiese objetado ante esta denominación. Es correcta, pero se presta a cierta confusión. Duhem se ocupó de deshacer todo posible equívoco en un artículo titulado «La física de un creyente» [41]. En este texto, Duhem señala que su física es la de un creyente tan sólo en el sentido trivial de que él es un creyente, pero en ningún otro. Es decir, su física, remarca el autor, es positiva por sus orígenes y por sus conclusiones. Lo mismo puede afirmarse de su filosofía de la ciencia, cuyo origen está en el análisis lógico, en el estudio histórico y en la práctica cotidiana de la ciencia, y no se deriva en modo alguno de sus creencias religiosas.

Lo que sí es cierto es que con la autonomía que establece entre ciencia y religión, Duhem pretende haber resuelto el conflicto que la tradición ilustrada percibe entre ambas. Según Duhem, tal conflicto es fruto de un malentendido, no hay terreno común sobre el que disputar, dado el carácter instrumental de la teoría física. Obviamente, tampoco es posible utilizar la ciencia en apoyo de la religión, ni derivar consecuencias científicas de presupuestos extracientíficos.

Aclarados así los posibles equívocos, podemos dar por buena la fórmula de Jaki, «positivismo cristiano». Esto equivale, según entiendo, a una filosofía positivista de la ciencia (física) incluida dentro de una filosofía y de una visión del mundo no positivista (aristotélico-tomista). Esta sería una buena definición de la filosofía de Duhem.

Desde un punto de vista más general, el pensamiento de Duhem hay que entenderlo dentro del debate entre románticos e ilustrados. Ha existido siempre una polarización entre lo sentimental y lo racional. La manifestación histórica de esta dicotomía antropológica la vemos en el debate “eterno” entre tendencias románticas e ilustradas. Gerald Holton caracteriza incluso la posmodernidad como una revuelta neorromántica [42].

Ciertos autores se han puesto descaradamente del lado del sentimiento o del lado de la razón, han adoptado posiciones claramente románticas o ilustradas, pero no son pocos los que han pretendido algún género de integración que permita la convivencia de los dos polos, sin sometimiento del uno al otro. Duhem, según mi interpretación, propone una respuesta integradora al debate entre ilustración y romanticismo.

En este sentido resulta muy valiosa su insistencia en la libertad creativa del científico y en las cualidades estéticas de la teoría física, sin que ello le haga olvidar los aspectos lógicos y empíricos de la ciencia. En esta clave hay que entenderlo. La respuesta de Duhem a la perenne tensión entre ilustrados y románticos resulta valiosa y sugerente también hoy día en muchos sentidos, y, en consecuencia, digna de ser recordada y estudiada.

Notas:

[1] Puede verse para este punto C. Ulises Moulines: Exploraciones metacientíficas. Alianza, Madrid, 1982, pp. 314 y ss.
[2] Véase en este sentido Alfredo Marcos: Pierre Duhem: la filosofía de la ciencia en sus orígenes. PPU, Barcelona, 1988, págs.
[3] Véase Stanley Jaki: The Physicist as Artist: The Landscapes of Pierre Duhem. Scottish Academic Press, Edimburgo, 1988.
[4] Para los datos biográficos, véase el libro de su hija Hélène Pierre-Duhem: Un savant français: Pierre Duhem. Gauthier-Villars, París, 1921. La esposa de Pierre Duhem murió al dar a luz a su segundo hijo, que tampoco sobrevivió. La vida de Duhem, en lo personal, se centró desde entonces en el cuidado de Hélène. Véase la correspondencia que Duhem dirigió a su hija (recuerda la relación epistolar y de cariño que existió entre Galileo y su hija): Stanley Jaki (ed.): Lettres de Pierre Duhem à sa fille Hélène. Beauchesne, París, 1994.
[5] Pierre Duhem : Le système du monde. Histoire des doctrines cosmologiques de Platon à Copernic. Hermann, Paris, 1913-1959, 10 vols.
[6] Pierre Duhem: La théorie physique, son object et sa structure. Chevalier et Rivière, París, 1906. La segunda edición, ampliada con dos artículos, es de 1914.
[7] Pierre Duhem: La teoría física. Su objeto y su estructura. Herder, Barcelona, 2003. Trad. de María Pons, presentación de Antoni Martínez.
[8] P. Duhem: La Science Allemande. Hermann, París, 1915, p. 93.
[9] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 421.
[10] P. Duhem: «Notice sur les titres et travaux», Mem. de la Soc. des Sc. Phy. et Nat. de Bordeaux, 7ª serie, Iº cahier, 1917, p. 138.
[11] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 410.
[12] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, pp. 408-9.
[13] M. Boudot: «L’Histoire des Sciences selon Pierre Du¬hem». Les Etudes Phi¬losophiques, 22, 421-432, 1967, p. 425.
[14] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, pp. 409-410.
[15] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. VIII.
[16] Véase La Théorie Physique, cap. I, apt. IV; cap. IV apt. IX; cap. VI, apts. IV y V.
[17] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 411.
[18] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 411.
[19] M. Boudot: «L’Histoire des Sciences selon Pierre Du¬hem». Les Etudes Philosophiques, 22, 421-432, 1967, p. 428.
[20] Citado en Hélène Pierre-Duhem (1936): Un Savant Français: Pierre Duhem. Plon, París, 1936, p. 162.
[21] Citado en Hélène Pierre-Duhem (1936): Un Savant Français: Pierre Duhem. Plon, París, 1936, p. 163.
[22] Sebastián Álvarez de Toledo: «Holismo y falsacionismo en la filosofía de Pierre Duhem», en Estudios de lógica y filosofía de la ciencia. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1982, pp. 185 y ss..
[23] P. Duhem: La théorie physique. Marcel Rivière, París, 1914, pg. 337.
[24] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 390.
[25] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 391.
[26] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 32.
[27] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 509.
[28] P. Duhem: La Théorie Physique. Son objet. Sa structure. 2ª ed, Marcel Rivière, París, 1914, p. 453.
[29] B. Ginzburn, en Isis, XXXIV, pág. 34. Reseña a Armand Lowinger: The Methodolgy of Pierre Duhem. Columbia University Press, Nueva York, 1941.
[30] Stanley Jaki: Uneasy Genius: The Life and Work of Pierre Duhem. Martinus Nijhoff, La Haya, 1984, pág. 319.
[31] Leszek Kolakowski: La filosofía positivista. Cátedra, Madrid, 1979, pág. 15
[32] Leszek Kolakowski: La filosofía positivista. Cátedra, Madrid, 1979, pág. 16
[33] Leszek Kolakowski: La filosofía positivista. Cátedra, Madrid, 1979, pág. 19
[34] Puede verse Auguste Comte: Discours sur l’esprit positif. Vrin, París, pp. 64 y ss.. Sigo en este punto la exposición que hace Pedro Cerezo en su libro El mal del siglo. El conflicto entre Ilustración y Romanticismo en la crisis finisecular del siglo XIX. Biblioteca Nueva, Granada, 2003.
[35] Auguste Comte: Discours sur l’esprit positif. Vrin, París, 1995, p. 19. (Primera edición de 1844)
[36] Auguste Comte: Discours sur l’esprit positif. Vrin, París, 1995, p. 25. (Primera edición de 1844)
[37] Pedro Cerezo: El mal del siglo. El conflicto entre Ilustración y Romanticismo en la crisis finisecular del siglo XIX. Biblioteca Nueva, Granada, 2003, p. 255.
[38] Puede verse Duhem , op. cit., cap. III de la Segunda Parte.
[39] Anastasios Brenner: Duhem. Science, réalité et apparence. Vrin, París, 1990, pág. 111.
[40] Stanley Jaki: Uneasy Genius: The Life and Work of Pierre Duhem. Martinus Nijhoff, La Haya, 1984, pp. 355-9.
[41] El texto se incluyó en la segunda edición de La théorie physique.
[42] Véase Gerald Holton: Einstein, historia y otras historias. La rebelión contra la ciencia en el final del siglo XX. Taurus, Madrid, 1998

Artículo elaborado por Alfredo Marcos, Catedrático en la Universidad de Valladolid , miembro del Consejo Asesor de la Cátedra CTR y colaborador de Tendencias21.

Alfredo Marcos

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