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Una película sobre la Guerra Cristera levanta una vieja polémica

Una película sobre la Guerra Cristera levanta una vieja polémica

Entre 1926 y 1929 tuvo lugar en México la llamada Guerra Cristera o Cristiada. La política laicista del presidente Plutarco Elías Calle desató la violencia entre el ejército y las asociaciones católicas. Violencia que se cobró muchos muertos. Según algunas fuentes, 250.000 muertos y otros tantos deportados a EEUU. ¿Qué pasó en realidad? El estreno en España de la película mexicana rodada en inglés “El precio de la Libertad: Cristiada (For Greater Glory)”, de Dean Wright, ha levantado la polémica sobre lo que realmente ocurrió. Por María Dolores Prieto Santana.

Una película sobre la Guerra Cristera levanta una vieja polémica

Con un cierto retraso ha llegado a las pantallas españolas una película que ha provocado vivos debates entre sectores de la población española y latinoamericana. Los posibles paralelismos con la Guerra Civil española y con otros acontecimientos acaecidos al otro lado del Atlántico, han suscitado pasiones que, en ocasiones, parecen desmesuradas.

Podría ser que las heridas de contiendas civiles con trasfondo religioso no estén aún cicatrizadas. Estas películas ¿ayudan a la pacificación y a la reconciliación? ¿Justifican determinadas posturas violentas si hay situaciones en las que las convicciones religiosas están amenazadas? En el caso de la Guerra Cristera, existe incluso una encíclica del Papa Pío XI en las que se intenta justificar el alzamiento armado mexicano.

¿Qué tendencias para las religiones del siglo XXI se apuntan en este debate en torno a una simple película que, como veremos, fue rodada en inglés y ha tenido problemas para llegar al público español?

Hemos acudido para este artículo a la crítica cinematográfica de un experto: Francisco José García Lozano, crítico de cine en la revista Razón y Fe (Madrid). Y, dada la complejidad del tema, accedemos a la Guerra Cristera desde varios puntos de vista.

La Guerra Cristera

Si acudimos a Wikipedia, la enciclopedia libre, tenemos muchos datos. Pero se avisa al lector de que el tratamiento no parece muy objetivo: “Existen desacuerdos sobre la neutralidad en el punto de vista de la versión actual de este artículo o sección”. Lo cual nos hace pensar que es un tema religioso, cultural, histórico y político poco claro.

La Guerra Cristera (también conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada) en México fue un conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929 entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos que resistían la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la participación de la Iglesia católica sobre los bienes de la nación así como en procedimientos civiles.

Y Wikipedia da esta explicación: “La Constitución mexicana de 1917 establecía una política que negaba la personalidad jurídica a las iglesias, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias del derecho a poseer bienes raíces e impedía el culto público fuera de los templos. Algunas estimaciones ubican el número de personas muertas en un máximo de 250 mil, entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y del Ejército Mexicano”.

Boicot en contra de la Ley Calles

Según los datos históricos, en 1927, el presidente Plutarco Elias Calles y José Fernando Rodríguez Rojas, general revolucionario, promovieron la reglamentación del artículo 130 de la Constitución a fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los controles que la Constitución de 1917 estableció como parte del modelo de sujeción de las iglesias al Estado aprobado por los constituyentes.

Según Wikipedia, “estos instrumentos buscaban limitar o suprimir la participación de las iglesias en general en la vida pública, pero dadas algunas características de la legislación, en algunos estados se llegaron a establecer leyes que obligaban a que los ministros de culto fueran personas casadas y se prohibía la existencia de comunidades religiosas. Es posible afirmar que la ley tenía un claro sesgo anti-católico por ser esta confesión la única que en México contaba con ministros célibes y con comunidades en las que las personas decidían convivir”.

“La ley reglamentaria del 130 constitucional facultaba, siguiendo el dictado de la Constitución, a los gobernadores de los estados de la República a imponer cuotas y requisitos especiales a los «ministros del culto». Tal fue el caso de los gobernadores más radicales, como Tomás Garrido Canabal del estado de Tabasco quien decretó normas que iban incluso más lejos, pues obligaban a los «ministros del culto» a ser personas con estado civil de casados para poder oficiar, mientras que en estados como Chihuahua se pretendió forzar a la Iglesia católica a operar con un número mínimo de presbíteros, mientras que en Tamaulipas se prohibió oficiar a los sacerdotes extranjeros”.

Y más adelante: “En 1925, con apoyo de la CROM se creó la Iglesia Católica Mexicana, dotándola de edificios, recursos y medios para romper con El Vaticano. Confrontada con esta situación, la Iglesia intentó reunir dos millones de firmas para proponer una reforma constitucional. La petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Los católicos llamaron y realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de productos comercializados por el gobierno, no comprar billetes de la Lotería Nacional, ni utilizar vehículos a fin de no comprar gasolina. Esto causó severos daños a la economía nacional, al tiempo que sirvió para que las posiciones de distintos grupos dentro de la propia Iglesia católica en México se radicalizaran”.

Los Cristeros

Pero las posturas parece que se endurecieron: “La radicalización hizo que en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de San Luis Potosí al igual que Zacatecas, en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán creciera un movimiento social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México.

La dirigencia del movimiento, cercana pero autónoma respecto de los obispos mexicanos, creyó viable una salida militar al conflicto. En enero de 1927, empezó el acopio de armas; las primeras guerrillas estuvieron compuestas por campesinos. El apoyo a los grupos armados fue creciendo, cada vez se unían más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes fueron conocidos como los cristeros”.

La Guerra Cristera

Según la fuente de Wikipedia, “Los alzamientos siguieron en Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán por el año 1926, luego se sumó casi la totalidad del centro del país. El conflicto tuvo un carácter fundamentalmente rural aunque la dirección de la Liga fue eminentemente urbana. Los cálculos más optimistas consideran que hacia 1927, las fuerzas cristeras rondaban los 12 mil efectivos y dos años después, en 1929, habían alcanzado los 20 mil”.

Y más adelante: “Citando vivencias sobre personas que vivieron en carne propia la guerra, cuentan que el gobierno mandó quemar todos los documentos de la iglesia, incluidas la Fe de bautismo de todas las personas. Fue una guerra muy tortuosa. Finalmente, a diferencia muchos grupos armados durante la revolución y antes, durante el siglo XIX, el mercado estadounidense de armas estuvo —al menos formalmente– cerrado para este grupo, por lo que no pudieron adquirir armas o municiones y debían depender de armamento anticuado (mucho de él excedente de la Revolución de 1910-1917) y operar con muy escasa munición”.

Las negociaciones

A partir de 1928, comenzó una larga negociación, en la que participó como mediador, el recién llegado embajador estadounidense Dwight Morrow. Por su parte, la Santa Sede designó al todavía Obispo de Tabasco, el jesuita Pascual Díaz Barreto, como secretario del Comité Episcopal nombrándolo «intermediario oficial» para solucionar el conflicto Iglesia-Estado. Junto con el delegado apostólico Señor Leopoldo Ruiz y Flores, se entrevistaron con el presidente, Lic. Emilio Portes Gil, para llegar a un acuerdo el 21 de junio de 1929 sobre la cuestión religiosa.

Se logró un acuerdo de amnistía general para todos los levantados en armas que quisieran rendirse. Se acordó devolver las casas curales y episcopales, y evitar mayores confrontaciones en lo sucesivo. Sin embargo, para ese entonces existía una profunda división en el seno de la Iglesia en México. La fractura afectaba desde la cúpula episcopal hasta los laicos.

Entre los obispos, la mayoría estaba a favor de un acuerdo con el gobierno, pero había tres, muy combativos, opuestos al acuerdo. El más decidido de los obispos en contra del acuerdo fue monseñor Leopoldo Lara y Torres, obispo de Tacámbaro en Michoacán. En el otro extremo, presionando para que se lograra un acuerdo con el gobierno, se encontraban los obispos de la Ciudad de México José Mora y del Río y de Tabasco, Pascual Díaz Barreto.

Más importantes, acaso, que las divisiones fueron las consecuencias que el conflicto y el desempeño de los laicos católicos vinculados a la Liga tuvieron para marcar el futuro de las relaciones entre laicos y obispos en el seno de la Iglesia católica en México.

Como consecuencia de la ruptura entre la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa y los obispos mexicanos, estos últimos desarrollaron una política de creciente centralización y control de las actividades de los laicos católicos mexicanos por medio de la Acción Católica Mexicana.

En todo caso, la Liga y la mayoría de los efectivos de los ejércitos cristeros no aceptaron el acuerdo, así que estimaciones de personajes cercanos a la Liga señalan que de unas 50 mil personas involucradas directa o indirectamente en las acciones militares, sólo 14 mil depusieron las armas, aunque estas cifras han sido motivo de debate.

Otros calificaron a este periodo, que se extendería hasta 1929, como un «modus vivendi», un modo de vivir, en el que el Estado renunciaba a la aplicación de la ley y la Iglesia renunciaba a exigir sus derechos. Estas relaciones nicodémicas o modus vivendi debieron enfrentar, sin embargo un severo momento de prueba cuando Calles, presionado por los efectos devastadores de la crisis de 1929 pronunció el así llamado Grito de Guadalajara.

Desde Roma, el Papa Pío XI, consternado ante lo que parecía el inicio de un nuevo ciclo de violencia en México, publicó la encíclica Acerba Animi en septiembre de 1932. Acerba Animi pertenece, junto con Non abbiamo bisogno (junio de 1931), Mit Brennender Sorge (Con viva preocupación) dependiendo de lo dicho anteriormente en marzo de 1937, y Nos es muy conocida de marzo de 1937 a un muy reducido número de encíclicas dedicadas a criticar las políticas de los gobiernos de México (Acerba Animi y Nos es muy conocida), de la Alemania Nazi (Con viva preocupación), y de la Italia de Mussolini (Non abbiamo bisogno), especialmente por las políticas anti-católicas desarrolladas durante este periodo por los gobiernos de esos tres países.

El modus vivendi

A pesar de las tensiones generadas por el Grito de Guadalajara, el gobierno mexicano contribuyó a esta fórmula de relaciones nicodémicas decidiéndose a no aplicar la legislación en materia de cultos, a moderar las reformas en materia educativa (la así llamada «educación socialista» era un lejano recuerdo ya para finales de la década de los cuarenta), pero sobre todo a centralizar, una vez más en la figura del presidente, el manejo de la relación con la Iglesia, con lo que se evitaban nuevos episodios de radicalización a cargo de gobernadores como sucedió en Tabasco con Tomás Garrido Canabal.

Esta decisión fue correspondida por la Iglesia. Los obispos mexicanos «ungieron» al arzobispo de México como interlocutor oficioso con las autoridades federales (los obispos del país no se pronunciarían en materias de política nacional, dejando cualquier opinión en manos del arzobispo de México). No sólo eso, México fue uno de los pocos países del mundo en el que el delegado apostólico fue un obispo del propio país.

Esto fue así en el periodo 1927-1951. Durante este tiempo, la representación de la Santa Sede en México fue ejercida sucesivamente por los arzobispos Pascual Díaz Barreto (de la ciudad de México de 1929 a 1936), Leopoldo Ruiz y Flores (de Morelia de 1936 a 1941) y Luis María Martínez (de la ciudad de México de 1941 a 1951).

Al hacerlo así, se constituyó en México lo que distintos analistas de las relaciones Estado-Iglesia han calificado como un modus vivendi, un «modo de vivir» entre las autoridades civiles que optaban por no aplicar las leyes y las autoridades religiosas que decidieron no disputar de manera pública las condiciones que les habían sido impuestas.

“Cristiada”: la película

Hecha esta introducción histórica (que, insistimos, no hay certeza de objetividad), pasemos ahora a la crítica de la película que ha hecho para Tendencias21 de las religiones el crítico Francisco José García Lozano:

EL PRECIO DE LA LIBERTAD: CRISTIADA, de Dean Wright

Película: For greater glory (Cristiada). Dirección: Dean Wright. País: México. Año: 2012. Género: Drama histórico, bélico. Interpretación: Andy Garcia (general Enrique Gorostieta), Oscar Isaac (Victoriano “El Catorce” Ramírez), Catalina Sandino Moreno (Adriana), Santiago Cabrera (padre Vega), Eduardo Verástegui (Anacleto Gonzales Flores), Eva Longoria (Tulita Gorostieta), Peter O’Toole (padre Christopher), Bruce Greenwood (embajador Dwight Morrow), Rubén Blades (presidente Plutarco Elías), Nestor Carbonell (mayor Picazo). Guion: Michael Love. Producción: Pablo Jose Barroso. Música: James Horner. Web oficial: http://www.cristiadapelicula.com/.

Llega a nuestras pantallas uno de los capítulos más controvertidos y sangrientos de la reciente historia mejicana, la comúnmente conocida como Guerra Cristera. La Guerra Cristera en México consistió en una fuerte contienda que duró tres años (1926-29) entre el Gobierno y la Iglesia, de la cual se prohibió hablar durante mucho tiempo en México y también se tienen muy pocos documentos que hablen de ella.

El 14 de junio se aprueba la llamada Ley Calles, que desarrollaba el artículo 130 de la Constitución de 1917 (sólo en 1992 se modificó para permitir la libertad religiosa) y limitaba el número de sacerdotes autorizados para dar culto. En respuesta, el 31 de julio de 1926 el episcopado mexicano ordenó la suspensión del culto.

Desde la aprobación de la Constitución, los católicos estaban organizándose para defender su fe y sus derechos como ciudadanos. La Liga Nacional de Defensa Religiosa (LNDR), fundada en marzo de 1925, comenzó un boicot económico. El 3 de agosto se produjo una batalla en el santuario de la Virgen de Guadalupe tras difundirse el rumor de que el Gobierno iba a cerrarlo. A lo largo de ese mes se producen las primeras escaramuzas entre fieles y uniformados del Gobierno, que prosiguen en septiembre. El Gobierno responde con tal represión, que a finales de 1927 había en torno a 20.000 cristeros en armas.

Los cristeros eran en su gran mayoría campesinos, gente en absoluto rica, que sólo habían recibido del Gobierno de la capital y de los militares y funcionarios revolucionarios insultos, humillaciones, impuestos, requisas y persecuciones de orden religioso. Mientras el Ejército lo formaban mercenarios, conscriptos, delincuentes y hasta asesores de Estados Unidos, armados con ametralladoras, trenes, aviones y cañones, los rebeldes eran todos voluntarios, familias enteras, cuyas principales armas eran machetes, viejos fusiles y sus caballos. Su grito de guerra era «¡Viva Cristo Rey!», por lo que se les conoció como cristeros.

«La cristiada –escribe Jean Meyer, el historiador que mejor conoce el movimiento cristero– fue una guerra que llegó a movilizar cincuenta mil combatientes, apoyados por todo un pueblo. Emiliano Zapata no tuvo más de diez mil hombres; Pancho Villa, veinte mil en su apogeo; ambos son mundialmente famosos; los cristeros, no, que son comparables a los campesinos católicos de la Vandea, a esos chuanes que la Revolución Francesa no pudo vencer. Napoleón tuvo que hacer la paz con la Iglesia para desarmarlos. Le pasó lo mismo a los gobiernos anticlericales de la Revolución Mexicana» (MEYER, J. A., La cristiada: La guerra de los cristeros, Siglo XXI Editores, México, 1997)

Principalmente fue una guerra contra la libertad y contra la religión que encontró resistencia entre el pueblo, decidido a plantar cara a semejante atropello con la formación de un ejército cuyo mando encomendarían al general Gorostiega, militar retirado e indiferente religioso, pero con fuertes principios liberales y una decidida voluntad de justicia.

La historia de ese levantamiento y represión, de esa persecución sangrienta y salvaje, de ese odio a todo lo que supusiera un credo es lo que Dean Wright recoge en For greater glory (Cristiada), drama histórico de carácter épico que llega con vocación de testimonio y como evidente apuesta a favor de la libertad. La película es el debut de Wright como director, quien es un conocido realizador de efectos visuales en películas como El Señor de los Anillos: Las dos torres (2002) y El retorno del Rey (2003).

El verdadero tema de la película es la violencia cristera como ejercicio de libertad frente a la tiranía. Las leyes del presidente Plutarco Elías Calles contra los católicos, provocaron un choque brutal de violencia que generó un levantamiento popular. La opresión es capaz de oscurecer la perspectiva, y el miedo –que es un sentimiento común ante la fuerza- puede llevar a la obediencia y a la incertidumbre.

Ante este panorama, las creencias y la fe son las más grandes armas que puede tener un ser humano, y esto es lo que se ha tratado de demostrar durante las dos horas de duración que tiene la película.

En el film están nítidamente dibujadas los principales prototipos que se pueden encontrar en una disyuntiva histórica como la guerra cristera: el mártir, el apóstata, el converso, el cura guerrillero, el vengativo…, y la película deja muy claro que la posición del mártir es la más fiel a la vocación cristiana.

En ese escenario las vidas de mártires como Anacleto González, apenas son perfiladas con pequeños esbozos, debido principalmente al carácter coral de la propuesta. Está más definido el papel del niño cristero y también mártir, José Sánchez del Rio aunque las exigencias del guión muevan a ciertas licencias argumentales, por ejemplo al situar al general Gorostieta y al niño José Sánchez del Río en el mismo lugar del conflicto, cuando Gorostieta falleció en Atotonilco el Alto, Jalisco, en junio de 1929 y Sánchez del Río falleció el 10 de febrero de 1928 en Sahuayo, Michoacán.

Como todas las revoluciones, y la cristera lo fue, los hombres quedan a merced de los acontecimientos. La línea entre el bien y el mal queda en ocasiones desdibujada, y en todas las guerras se comenten atrocidades en ambos bandos. El acercamiento a la figura del general cristero Enrique Gorostieta Velarde, interpretado con solvencia por Andy García, muestra bien el paso de la indiferencia al compromiso y su lucha por encontrar la misma fe que sus hombres.

Ésta es tratada con gran acierto y en los últimos minutos de la película con celeridad. Es necesario acotar que, en la etapa a la que nos estamos refiriendo, Gorostieta era un hombre que no se distinguía por ser un católico fervoroso, pero tampoco como un anticlerical a ultranza, pero al ver las restricciones a la libertad religiosa, se incorpora al movimiento cristero.

Combatió en los estados de Jalisco, Michoacán, Colima y Zacatecas. Reorganizó y disciplinó al ejército cristero. Murió en la Hacienda del Valle, en Atotonilco el Alto, Jalisco, en junio de 1929, apenas 19 días antes de la firma de los tratados de paz. Se oponía a éstos y expuso sus razones en un documento que escribió semanas antes de su muerte y solicitó a la LNDR que hiciera llegar a las autoridades eclesiásticas que negociaban con el gobierno.

Desde el mes de mayo ya se rumoraban los acuerdos, por tal motivo el General Gorostieta fue el primero en levantar su voz en contra de lo que él llamó, no arreglos, sino traición. Se afirma que fue traicionado mediante una emboscada para que no representara un obstáculo para dichas negociaciones. La muerte de Gorostieta se ha considerado un asesinato artero, Jean Mayer se refiere a ello como «acaecida en circunstancias tan perturbadoras que es difícil creer en el feliz azar».

La historia del cristianismo es la historia de la continua persecución y de la fuerza de la fe. No es la primera vez que nos la cuentan. Pero nunca viene mal recordarla. Y menos aún en nuestros días, donde dicha historia continua repitiendose. Durante décadas, se ocultó la Guerra Cristera se excluyó de los libros de historia, no se enseñó en las escuelas y solo se habló al respecto prácticamente en secreto entre los miembros de aquellas familias que habían dado la vida en ambos bandos del enfrentamiento. Quizás por ello se haya querido sacar a la luz esta parte desconocida y oculta de la historia de Méjico.

Cristiada es una cinta hecha y producida en México, pero con un reparto internacional, hablada casi en su totalidad en inglés y dirigida por un norteamericano. Aunque se entienden las razones de estas decisiones para su proyección internacional, tal vez no logra cuajar del todo con esta amalgama de nacionalidades involucradas en el proyecto. Sin embargo, resulta innegable la extraordinaria ambientación de distintas poblaciones del país en donde existió el movimiento cristero, así como los vestuarios, la utilería y las referencias al contexto de principios del siglo XX en México.

La película tiene magníficos valores de producción, pero carece de la profundidad que hubiera sido deseable. Wright es un artesano que conoce el oficio, sobre todo a la hora de abordar las escenas épicas. No obstante, quizá por culpa de un guión demasiado episódico y deslavazado, la película acaba adquiriendo una textura de miniserie, reforzada por la evidente simplificación de los hechos históricos.

Opiniones contrapuestas: cine y política

El cine no es solo un medio de evasión. Desde los primeros tiempos del cinematógrafo muchos cayeron en la cuenta del poder movilizador de ideas, valores y actitudes que podía tener lo que se llamó el séptimo arte.

Presentamos dos puntos de vista bien diferentes. Tal vez excesivamente polarizados. Cada uno ve la realidad desde supuestos diferentes:

1) La perspectiva apologética:

Desde un punto de vista beligerantemente defensor, está la opinión de la revista “religión en libertad”. Firmada por Juan Manuel de Prada, y bajo el titular “Cristiada”, leemos en su entradilla: “Disfrutarán de un cine épico y vibrante que ya no se estila; y saldrán de la sala oscura conteniendo a duras penas la emoción que les anuda la garganta y preguntándose por qué una película así es inconcebible en España”.

Espigamos algunos fragmentos del texto: “Se estrena, al fin, en los cines españoles For Greater Glory, la película sobre la Guerra Cristera o Cristiada (1926-1929), desatada en México después de que el gobierno del laicista Plutarco Elías Calles cometiera los más inicuos atropellos contra los católicos, incluidas matanzas de sacerdotes y fieles. La película, de factura técnica más que notable, incorpora un elenco de campanillas (con nombres tan vistosos como los de Andy García, Eva Longoria, Peter O’Toole o Rubén Blades) y denota un esfuerzo de producción en verdad llamativo. Se trata de una obra de declarada militancia católica; pero muy alejada del temible tono empalagoso –cuando no aciagamente buenista— que suele lastrar las películas que se presentan bajo este marbete”.

For Greater Glory es una película épica al modo clásico, llena de lances heroicos y pasajes conmovedores, muy alejada del cine de acción de los últimos años, donde las pirotecnias y aspavientos propios del género enmascaran argumentos vacuos y personajes sin encarnadura. En For Greater Glory no faltan, desde luego, las secuencias trepidantes, los tiroteos y escaramuzas bélicas; pero, al hilo de tales secuencias, se nos plantean conflictos humanos vigorosos y desgarradores y se nos presenta una panoplia de personajes de lo más variopinto. Desde el Beato Anacleto González Flores, un líder católico que acaudilló la resistencia pacífica contra Calles antes de ser martirizado, al aventurero Victoriano Ramírez, alias “el Catorce”, cuyas hazañas sanguinarias lo envolverían en una aureola de leyenda”.

“Desde el niño José Sánchez del Río, también beatificado por la Iglesia, quien fuera martirizado del modo más sañudo, al cura cristero José Reyes Vega, responsable de ordenar incendiar un tren sin evacuar antes a los pasajeros. Y, por encima de todos, el general Enrique Gorostieta, comandante del ejército cristero, un hombre más bien descreído que acabaría convirtiéndose, impresionado por la fe de sus soldados. For Greater Glory, que se permite ciertas licencias en la reconstrucción biográfica de sus protagonistas (así, por ejemplo, en la relación entrañable que se entabla entre el general Gorostieta y el niño José Sánchez del Río, que tal vez ni siquiera llegaran a conocerse), no escamotea sin embargo los aspectos de su personalidad más vidriosos o problemáticos, que deja al juicio del espectador; tampoco, oculta, por cierto, las disensiones en el seno del bando cristero, y aun de la propia jerarquía católica”.

El autor insiste en el espíritu de cruzada: “Pero si hay algo que For Greater Glory no oculta es que la Cristiada fue, en su esencia y por encima de otras circunstancias políticas o económicas, una guerra religiosa, desatada por odio a la fe católica. El “¡Viva Cristo Rey!” que los cristeros lanzan, a modo de proclama inquebrantable, antes de entrar en la batalla, y que sus mártires repiten ante sus ejecutores, después de haberlos perdonado, así nos lo recuerda constantemente. En España también tuvimos otra guerra en la que muchos inocentes murieron lanzando ese grito, pero ninguna película los conmemora. En este sentido, For Greater Glory resultará para muchos espectadores españoles una película incómoda; no sólo para los laicistas satisfechos de su hegemonía, sino también para los tibios, los “políticamente correctos” y demás faunas gallináceas autóctonas. Al resto, la película no les defraudará: disfrutarán de casi dos horas y media de un cine épico y vibrante que ya no se estila; y saldrán de la sala oscura conteniendo a duras penas la emoción que les anuda la garganta y preguntándose por qué una película así es inconcebible en España. Si alguno llegara a responder esta pregunta, ya no dejaría de llorar».

Que el lector saque sus consecuencias.

Una película sobre la Guerra Cristera levanta una vieja polémica

2) La otra mirada: «Cristiada» y la falsificación de la historia mexicana

Desde otra perspectiva diferente, Rafael Azul (18 Junio 2012) habla de “falsificación de la historia mexicana”.

El autor del comentario expone desde el principio su postura: “La película Cristiada presenta una versión distorsionada de la Guerra Cristera (1926-1929), una guerra civil entre guerrillas campesinas que defendían la Iglesia católica y el estado Mexicano. Actualmente esta siendo exhibida en cines a través de los Estados Unidos con el nombre For Greater Glory”.

Y continúa: “La película, dirigida por Dean Wright, se apodera de un conflicto social complejo y lo transforma en un cuento de David y Goliat. Al hacerlo, enmascara el papel reaccionario de la iglesia en México. Uno no puede imaginarse como tal enfoque del tema pudiera convencer o educar a algún espectador, incluyendo al que no esté familiarizado con la historia del conflicto. Cristiada narra la historia del General Enrique Gorostieta (Andy García), el principal comandante Cristero. Gorostieta es contratado por la Liga Nacional Para la Defensa de la Libertad Religiosa (LNDLR). En la cinta, los lideres de la organización se encargan de coordinar una respuesta a la ley anticatólica aprobada en julio de 1926: con peticiones, manifestaciones, un boicoteo económico y, por ultimo; organizando la rebelión Cristera, que es desvirtuada como simple reacción popular y espontánea a la persecución de católicos por el gobierno”.

Y más adelante: “Cristiada cuenta con el tipo de violencia que es común en las películas de acción de verano. La cámara sigue a las fuerzas cristeras durante enfrentamientos sangrientos, entrando en pueblos destrozadas por las tropas federales y vengando a clérigos ejecutados. Los héroes casi siempre salen ilesos y sus tiros jamás fallan (…). Las escenas iniciales de esta película pintan una placidez urbana y adquieren un aspecto irreal cuando se toma en cuenta que México se encontraba en la tercera década de revolución y guerra civil. Incluso cuando la acción se desplaza de la ciudad al campo de batalla, el espectador no aprende nada de las condiciones de vida de los soldados campesinos e indígenas que fueron los que realmente lucharon y murieron”.

Y más adelante: “Correspondiendo a una película de propaganda unidimensional, las actuaciones son por la mayor parte insípidas y caricaturescas, desde García como un comandante mascando puros, a Catalina Sandino, interpretando una valiente, y bien parecida, contrabandista de municiones, hasta Kury como un joven que con entusiasmo elije hacerse mártir. La cinta – filmada en México – reúne a actores latinoamericanos y estadounidenses. Es el debut de director de Dean Wright, productor de efectos ópticos en la trilogía de El Señor de los Anillos y supervisor de efectos ópticos para Las Crónicas de Narnia. Pablo Barroso, el productor de Cristiada, fundo una empresa de producción que – según las notas de producción – «fue creada como parte de un ministerio que produce películas con el objeto de comunicar mensajes de fe y valores de la familia”.

Y concluye el comentarista: “La iglesia católica recibió al estreno de Cristiada con entusiasmo. En Hollywood, el Arzobispo de Los Angeles, José Gómez fue el co anfitrión del estreno en la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. El evento contó con lo que una publicación describió como «un quien es quien» del mundo del espectáculo y lideres católicos. Gómez y otros obispos estadounidenses pregonan el mensaje que la película trata con el tema de la persecución de los católicos. Según Gómez, trae un «mensaje oportuno» sobre la libertad religiosa. Se ha dicho que la audiencia estallo en cantos espontáneos de ‘Viva Cristo Rey!’ a fines de la proyección en Los Ángeles. El estreno de la película en México coincidió con la visita del Papa en abril. Escuelas católicas llevaron sus estudiantes, monjas y sacerdotes a verla y instaron a los demás que siguieran a su ejemplo”.

Y finaliza: “Es irónico que una película que pretende escenificar una lucha popular en defensa de la religión deliberadamente ignore a los protagonistas principales: a los campesinos mismos, tanto como individuos o en su acción colectiva. Ni las fuerzas campesinas ni los soldados del gobierno enviados en su contra son presentados como seres humanos de verdad. Esta celebración de fe y el carisma – resumida con el grito «!Viva Cristo rey!» – es un vulgar esfuerzo cuyo objeto es ocultar el subyacente conflicto de clases que dio lugar a los cristeros, un movimiento social no ampliamente entendido”.

Conclusión

En otras ocasiones, a través de Tendencias21 se han ofrecido reflexiones sobre la necesidad de la aceptación del pluralismo, la tolerancia, el diálogo y el respeto. El siglo XXI, siglo de explosión de la diversidad, exige por nuestra parte la aceptación de las diversas perspectivas desde las cuales se examina la realidad social, política, religiosa y cultural que nos rodea.

María Dolores Prieto Santana es Antropóloga y Educadora. Colaboradora de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión.

RedacciónT21

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    Pablo Javier Piacente
  • Un completo atlas celular humano muestra como nunca los misterios de nuestro mundo interno 22 noviembre, 2024
    Los científicos han dado un gran paso adelante en el mapeo de los más de 37 mil millones de células presentes en el cuerpo humano: en una serie de estudios realizados como parte del proyecto llamado Atlas de Células Humanas (HCA), los investigadores aplicaron Inteligencia Artificial (IA) y complejas técnicas genéticas para identificar gran parte […]
    Redacción T21
  • Un aprendizaje social integró a los niños a las sociedades durante nuestra historia 21 noviembre, 2024
    Los científicos pudieron revelar cómo aprenden los niños en las comunidades africanas de cazadores y recolectores, en una forma de transmisión cultural que se mantiene desde los inicios de la historia humana: el aprendizaje se caracteriza por ser más veloz y temprano que en las sociedades modernas, y es además fuertemente social, apoyándose en los conocimientos […]
    Pablo Javier Piacente