Las personas religiosas tienden a tener más hijos, y este hecho hace que sus “genes religiosos” se expandan por la sociedad. Esto es lo que afirma Robert Rowthorn, profesor emérito de Economía de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, a raíz de una investigación realizada y de la que se ha hecho eco la revista Proceedings of the Royal Society B.
El estudio de Rowthorn también ha revelado que la predisposición genética a creer en Dios se está incrementando, debido a la alta tasa de nacimientos entre los grupos religiosos más tradicionales, publica la Universidad de Cambridge en un comunicado.
En la revista Physorg, se pone un ejemplo bastante ilustrativo de lo que Rowthorn sugiere: en los últimos 20 años, la población Amish de Estados Unidos se ha doblado, pasando de 123.000 individuos en 1991 a 249.000 en 2010. Este enorme crecimiento se ha debido casi por completo a la alta tasa de natalidad que exige la cultura religiosa Amish, y que propicia una media de seis hijos por mujer.
Genes, no destino
En su investigación, Rowthorn analizó el ejemplo particular de los Amish para comprender cómo las altas tasas de fertilidad de las personas religiosas en todo el mundo afectarían al futuro de la evolución genética humana, a la constitución biológica de las sociedades.
Para su análisis, el científico desarrolló un modelo numérico que demostró que los componentes genéticos que predisponen a un individuo a la religión “viajan” actualmente a través de las prácticas culturales religiosas que favorecen las altas tasas de natalidad.
Según Rowthorn, de esta forma, aunque haya personas que abandonen su religión original y terminen siendo laicas, los genes religiosos que portan (y que también condicionan otras características de la personalidad como la obediencia, el conservadurismo o la tendencia a realizar rituales) seguirán expandiéndose.
En declaraciones del investigador recogidas por Physorg, Rowthorn explica que: “Siempre que la fertilidad de los individuos religiosos se mantenga en una media más alta que la de los seculares, los genes que predisponen a la población a la religiosidad se extenderán. Cuanto mayor sea el diferencial de fertilidad entre religiosos y no religiosos, más rápidamente se producirá esta transformación genética”
El científico añade que, sin embargo: “Esto no significa que todo el mundo se vaya a volver religioso. Los genes no son destino. Mucha gente que está genéticamente predispuesta a la religión puede, de hecho, llevar una vida secular como consecuencia de otras influencias culturales”.
Basado en estudios anteriores
El modelo desarrollado por Rowthorn se basó en datos de anteriores estudios que habían demostrado que la gente religiosa tiene, como media, más hijos que las personas seculares (definidas en este caso como “indiferentes” ante la religión).
Cuanto más ortodoxa es una secta religiosa, mayor es la tasa de natalidad de sus adeptos. Así, sectas como las de los Amish, los Huteritas o los Jaredíes, de judíos ortodoxos, tienen cuatro veces más hijos que la media de la población laica.
Según información obtenida por la World Values Survey de 82 países del mundo, los adultos que asisten a servicios religiosos más de una vez por semana tienen como media 2,5 hijos, las personas que asisten a estos servicios una vez por semana, tienen una media de 2,01 hijos, y aquéllas que acuden a servicios religiosos una vez al mes tienen como media 1,67 hijos.
Gen de la religiosidad
En su modelo matemático, Rowthorn utilizó un “gen de la religiosidad” para representar diversos factores genéticos que se combinan para predisponer a un individuo a la religiosidad, para mantenerse religioso desde la juventud o para convertirse a alguna religión, a pesar de tener un origen laico. Por otra parte, el alelo de la no-religiosidad de este “gen” propiciaría que las personas siguieran siendo o se volviesen seculares.
Si ambos progenitores presentan el alelo de la religiosidad, sus descendientes tenderán más a tener este mismo alelo que los hijos de progenitores que no lo porten. Sin embargo, hijos nacidos de padres religiosos pueden ser portadores del alelo de la no-religiosidad y viceversa: hijos nacidos de padres seculares pueden presentar el alelo de la religiosidad.
Tener este alelo no hace religiosa a una persona, pero sí propicia que ésta presente características inclinadas hacia la religiosidad, explica el investigador. Todos los individuos, tanto de origen religioso como de origen laico, tienen la posibilidad de abandonar la religión o de secularizarse, en función del momento o el lugar en que se encuentren.
Así, “entre las iglesias cristianas de Europa y Norteamérica, las tasas de abandono de la religiosidad son más altas que las de conversión. En algunos casos, como en el de los Amish, estas tasas de abandono están superadas con creces por la alta tasa de natalidad. Sin embargo, en las iglesias principales, como la católica o la anglicana, la tasa de natalidad no es lo suficientemente alta como para compensar los abandonos. Estas iglesias tienen que apoyarse en la inmigración para mantener su número de adeptos. En otras partes del mundo, como el Este de Asia, las iglesias cristianas están creciendo gracias a las conversiones”, explica Rowthorn.
El alelo religioso triunfa
En términos generales, el modelo matemático creado demostró que, incluso cuando la tasa de abandono religioso es alta, la tasa de natalidad general de las personas religiosas puede provocar que el alelo de la religiosidad se imponga finalmente en la sociedad global.
Además, según dicho modelo, las diferencias entre religiosos y no religiosos en las tasas de natalidad podrían tener un efecto genético significativo en tan sólo unas generaciones.
En un futuro, explica Rowthorn, la fracción religiosa de la población se estabilizará y el porcentaje de personas seculares será amplio. Sin embargo, casi toda esta población secular también portará el alelo religioso, es decir, que casi toda la población tendrá una predisposición genética hacia la religión, aunque lleve una vida secular.
La conclusión del científico es, por tanto, la siguiente: el alelo de la religiosidad triunfará finalmente, modificando la composición genética de la población.
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