Los extraordinarios avances de la robótica vuelven cada vez más difusos los límites entre lo posible y lo imposible. La creación de prótesis es cada vez más común, con resultados muy realistas. Sin embargo, no siempre se busca un buen resultado estético, sino una funcionalidad que mejore la capacidad de quien lo usa.
Es el caso de dos brazos robóticos creados recientemente con funciones totalmente distintas. Por un lado, investigadores estadounidenses han desarrollado un miembro robótico portátil que permite tocar la batería con tres brazos, pues en este caso no está pensado para discapacitados. Si lo está el segundo de los artefactos, diseñado para niños con piezas Lego para que puedan utilizarlo, manipularlo y adaptarlo a sus necesidades.
El tercer brazo es fruto del trabajo de un equipo de investigación del Instituto de Tecnología Georgia Tech, en Estados Unidos, un dispositivo que se coloca en el hombro del músico y responde tanto a gestos humanos como a la música que escucha. «Proporciona una experiencia mucho más rica y creativa, permitiendo tocar la batería con un virtuosismo y sofisticación que sería imposible de otra manera», asegura el profesor Gil Weinberg, supervisor del proyecto, en un comunicado del Instituto.
El brazo robótico es inteligente por varias razones. En primer lugar, sabe qué tocar en función de la música que escuche; improvisa siguiendo el ritmo. Así, si el músico está tocando a un ritmo lento, el brazo hace lo mismo, acelerando si el batería toca más rápido. Por otra parte no tiene problemas de localización, sabe dónde se encuentra en todo momento, donde está cada pieza de la batería y la proximidad de los brazos humanos, gracias a los sensores de dirección y proximidad que incorpora.
Segunda parte
El brazo se mueve de forma natural con gestos intuitivos, ya que fue programado utilizando tecnología de captura de movimiento humano. De esta forma dan continuidad a un proyecto de 2014 en el que crearon una prótesis robótica para un batería de Atlanta. Aparte de permitir al músico tocar como antes de perder uno de sus antebrazos en un accidente, el dispositivo permitía integrar una segunda baqueta motorizada, con un acelerómetro y un micrófono para detectar el ritmo, para complementar la actuación con sus propios golpes.
Jason Barns, como se llama el joven músico estadounidense, consiguió así convertirse en el baterista más rápido del mundo. Su éxito llevó al equipo a diseñar este tercer brazo robótico, una herramienta que cualquiera puede usar para convertirse en un ciborg de la batería. «Tener un dispositivo robótico formando parte del cuerpo es una sensación completamente diferente a trabajar con un robot», explica Weinberg. «La máquina aprende el movimiento del cuerpo, aumentando y complementando su actividad», añade el profesor.
El siguiente paso es vincular los movimientos del brazo con la actividad cerebral. Para ello el equipo está ya experimentando con una diadema de electroencefalograma (EEG), para analizar la actividad cerebral del batería mientras toca. El objetivo es identificar aquellos patrones que permitan reaccionar al brazo simplemente cuando el músico piense en cambiar el tempo o si va a tocar plato o bombo.
Sin embargo, la aplicación de este brazo robótico podría llegar a muchos otros campos, por ejemplo a la medicina. En el ámbito musical se está poniendo a prueba una herramienta que necesita movimientos muy oportunos y precisos, lo que se podría extrapolar a una cirugía, como una mano extra para manejar los instrumentos, materiales y equipos propios de una sala de operaciones.
IKO Creative prosthetic system from Carlos Arturo Torres on Vimeo.
Prótesis de Lego
Una prótesis de brazo creada con piezas de Lego para los niños discapacitados puedan personalizarla y adaptarla a sus necesidades es la propuesta del sistema protésico creativo IKO, ideado por el diseñador colombiano Carlos Torres. El proyecto propone una nueva forma de entender las prótesis, cómo la combinación de tecnología e imaginación puede fortalecer la autoestima y ayudar a los niños a superar una discapacidad.
La falta de una extremidad no debe ser un impedimento para que un niño pueda explorar, crear, jugar y aprender. En muchas ocasiones un elemento funcional es todo lo que necesitan, pero en otras puede ser una nave espacial, una casa de muñecas, un telescopio o un mando de videojuego. IKO lo pone fácil con una herramienta que se puede personalizar con diferentes formas, colores y accesorios.
Durante la fase inicial del proyecto, Torres estudió el caso de dos niños con esta discapacidad, descubriendo que tenían enormes necesidades relacionadas no sólo con la actividad física, sino también con su bienestar psicológico. Por ello trató de buscar un equilibrio entre la experiencia lúdica y funcional de la prótesis, que cambiara la concepción tanto del propio paciente como de los demás niños, para evitar el temido aislamiento social a causa de su condición.
Recurriendo a Lego conseguía por una parte cubrir el contenido creativo, y también la función social, pues se trata de un juego capaz de congregar tanto a grandes como pequeños. Así, durante las pruebas del prototipo llevó a cabo dos sesiones diferentes, una difícil de conseguir en la que el niño debía recurrir a su familia y personas cercanas, y otra más fácil para involucrar a otro niño y ver cómo interactuaban.
El proyecto ya tiene un mercado mundial previsto. La asociación con empresas estratégicas permitiría una mayor flexibilidad y precios más accesibles al público. Ello implica la compatibilidad con otros productos aparte de Lego de compañías de renombre como Marvel, Mattel o Nintendo.
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