Adam Frank, profesor de astrofísica de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos, dedicado a estudiar la formación y la muerte de las estrellas utilizando ordenadores superpotentes, acaba de publicar un libro titulado The Constant Fire: Beyond the Science vs. Religion Debate (“El fuego constante: más allá del debate ciencia-religión”), en el que se aleja de los estancados parámetros de la discusión ciencia-religión para adentrarse en un campo más amplio: el de la experiencia espiritual de los seres humanos.
Tal y como se describe en la presentación del libro, Frank aborda en su obra el sobrecogimiento que le produce la observación científica que, según él, es un sobrecogimiento puramente espiritual.
La coexistencia de ciencia y religión (especialmente de los mitos) no sólo es posible, sino necesaria, señala el autor, puesto que ambas explicaciones del universo están llenas de sentido y aportan valor a lo que nos rodea.
The Constant Fire (el título del libro procede de un verso del poeta estadounidense Wallace Stevens) surge de la combinación de la experiencia de Frank como astrofísico y de sus lecturas de los grandes intelectuales de la religión, la filosofía y la mitología.
Y alcanza a encontrar el “tejido conectivo” entre ciencia y religión, su aspecto común como objetivos sagrados, mostrando cómo se puede ir más allá del enfrentamiento entre ambas interpretaciones de la realidad para alcanzar una experiencia más profunda del mundo como sagrado. Según Frank, se puede abrazar la ciencia sin renunciar a la espiritualidad humana.
Nuevos ateos
De hecho, el autor cree que las religiones están enraizadas en mitos de los que podemos aprender hoy día muchas cosas. Él los relaciona con la actualidad, viendo similitudes entre lo que relatan y lo que ocurre hoy, como en el caso del diluvio universal bíblico y el actual calentamiento global.
En una interesante entrevista realizada al autor en el Rochester CITY newspaper, Frank afirma sentirse como un evangelista de la ciencia, porque considera que es ésta la que le ha enseñado que hay algo más, que la experiencia contiene una cualidad sagrada.
El autor señala que, aún no estando interesado en deidad alguna ni en ninguna doctrina particular, la ciencia le ha permitido comprender lo que siente la gente verdaderamente religiosa, profundamente implicada en sus vidas espirituales.
Por eso, considera que hacer llegar los avances científicos a todo el mundo conlleva respetar la sensibilidad espiritual de los demás, y no enfrentar de manera sistemática a ateos y religiosos, como han intentado en los últimos años científicos como Sam Harris, Christopher Hitchens o Richard Dawkins.
Estos “nuevos ateos” no comprenden que la religión siempre ha jugado un importante papel dentro de la sociedad y que es un fenómeno humano, afirma Frank.
Sensibilidad religiosa y desafíos actuales
Los mitos son un tema central de “The Constant Fire” porque Frank no está interesado en dogmas o doctrinas sino, más bien, en la experiencia individual de las personas con un propósito espiritual.
Este propósito es importante, independientemente de su forma, porque sólo nos quedan unos 100 años para encontrar la manera de gestionar el proyecto de esta civilización.
Cambio climático, fin del petróleo, la superpoblación: nuestra sociedad global se enfrenta a desafíos que nunca antes había tenido que afrontar. La ciencia será parte de la solución, pero la ciencia por sí sola no puede dar respuesta a todos los problemas.
Por eso, resulta esencial que la gente posea ese sentimiento innato de que vive y participa en un mundo, un mundo en el que cada uno puede mantener su sensibilidad religiosa particular, y que ésta tiene su sitio dentro de una cultura científica.
Según Frank, el camino para que esta combinación sea posible pasa porque las doctrinas particulares abandonen las interpretaciones literales de sus mitos: debemos aprender a dar una interpretación más abierta y menos literal de todas estas tradiciones para poder encontrar la comprensión mutua.
Origen común
Desde la perspectiva científica, por otro lado, se debe comprender que existe un logos (lógica y razón) en la construcción de los mitos, y que éstos responden a las mismas cuestiones que intenta responder la ciencia, pero a un nivel mucho más profundo, el nivel mítico.
Acercarse a la mitología permite entender que la ciencia nunca ha existido sola, que siempre hemos contado con relatos más profundos que nos muestran el sentido de la belleza de un orden presente en el mundo, e invisible.
Si a ese orden se le quiere llamar “Dios”, adelante. Si se le quiere llamar “misterio”, realmente existe un nivel de la existencia que es misterioso. Desde la perspectiva científica, ninguna ecuación que podamos desarrollar podrá alcanzar y terminar con dicho misterio.
Si se estudia la herencia mitológica humana, afirma Frank, se encuentran respuestas a las grandes preguntas científicas, por ejemplo, en las historias de Indra, dios principal de la cultura védica en la India, podemos encontrar referencias a los múltiples universos. Debemos ir más allá del enfrentamiento entre ciencia y religión, para encontrar las raíces de donde ambas corrientes de conocimiento emanaron.
Hacer un comentario