Abordamos esta reflexión actualizada sobre el emergentismo con ocasión de un amplio informe aparecido en Science&Theology News en el número del pasado mes de marzo, firmado por Matt Donnelly. Consideramos el análisis de Donally correcto, aunque quizá se hubieran podido destacar con más fuerza algunos conceptos a nuestro entender fundamentales.
El reduccionismo en biología fue una derivación inmediata de la pretensión de que la explicación de la vida fuera científica: por tanto congruente, dentro una visión unitaria del universo, con los paradigmas ya formados de las ciencias físico-químicas que llevaban delantera de varios siglos en su matematización cuantitativa. Los fenómenos biológicos debían explicarse, pues, por causas de naturaleza físico-química, dadas en el marco de las interacciones causales propias de las ciencias físico-químicas.
El término “reduccionismo” nació con un sentido en parte peyorativo, ya que servía para valorar que la pretensión explicativa de la vida desde la físico-química suponía “reducir” la biología a la físico-química, sin entender el carácter propio que debía tener la epistemología biológica (por ejemplo, nuevas formas de explicar teleonómicas, no conocidas por las ciencias del mundo inorgánico). Este enfoque insuficiente para explicar la vida era “reduccionista” porque reducía los fenómenos vitales superiores al orden inorgánico inferior (físico-químico), derivando a una explicación mecanicista, determinista y, en el fondo robótica, de los seres vivos.
Este reduccionismo clásico ha recibido modernamente dos apoyos de gran importancia. Primero el desarrollo de la bioquímica de los ácidos nucleicos (el ADN) que ha permitido entender que la vida se construye desde un mecanicismo estricto (herencia y embriogénesis). Segundo los formalismos computacionales que han conducido a las teorías computacionales de la vida: la complejidad observacional de ésta (muy difícil de explicar hasta ahora por el mecanicismo clásico del XIX) derivaría de que la evolución habría diseñado los seres vivos como computadores “biológicos”.
El reduccionismo sigue siendo hoy la posición teórico-epistemológica de una gran parte de la biología. Por tanto, la idea pura y dura del “hombre máquina” (ya formulada por Lametrie en la ilustración francesa del XVIII) sigue estando hoy vigente para muchos. El mecanicismo se ha convertido ahora en la metáfora fuerte del ordenador, y parece más fácil explicar la complejidad mecánica de las respuestas humanas desde el modelo de la velocidad y complejidad de las respuestas de los sistemas de computación.
El mundo interior del hombre, su conciencia y la actividad psíquica (conocer, sentir, emoción, pensamiento …), para el reduccionismo, es un epifenómeno: un fenómeno que está ahí pero que no juega ningún papel en producir la conducta, sin capacidad causal descendente que controle la clausura total de las cadenas de interacción físico-química.
La alternativa del emergentismo
Para Donnelly el emergentismo fue formulado ya por el mismo Darwin en El Origen de las Especies, al decir que “desde lo más simple un conjunto de formas sin fin, las más hermosas y maravillosas, han surgido y están en surgimiento (evolved)”. Nadie parece hoy dudar de que la historia natural muestra fenómenos incuestionales de emergencia (el mismo hombre es un ejemplo notable). Por ello, según la opinión de Terrence Deacon (antropología biológica en la Universidad de California en Berkeley), entender estos fenómenos de emergencia es para la ciencia una vía no sólo para explicarlos en su individualidad, sino para entender también a través de ellos las claves que explican en general el proceso evolutivo.
Según la exposición de Nancey Murphy (conocida filósofa y epistemóloga del Fuller Theological Seminary de Pasadena, California), en los años veinte había una controversia con tres alternativas: el reduccionismo, el vitalismo (que hablaba de entelequias, principios vitales o cuasi-formas aristotélicas y el emergentismo). En realidad, según nuestra opinión, el vitalismo no se tomó nunca en serio, pero sí la alternativa de la doctrina dualista clásica, que todavía perdura. Quizá hoy estas sean las alternativas con fuerza real: dualismo (muy minoritario, aunque presente en personajes influyentes como John Eccles), el reduccionismo y el emergentismo.
Pero, ¿qué dice el emergentismo? Su lema científico esencial consiste en decir que el conjunto es siempre más que la suma de las partes. Así, la materia, al unirse de acuerdo con las leyes físico-químicas, produce sistemas cuyas propiedades son nuevas y no se reducen a ninguna de las propiedades de las partes integrantes aisladas. Por tanto, las propiedades emergentes se producen por una organización sistémica nueva de la materia. Un aspecto esencial es que estas propiedades emergentes contribuyen a producir el comportamiento de los sistemas reales o vitales (tienen causalidad descendente en contra de lo que afirma el reduccionismo).
A nuestro entender los rasgos básicos del emergentismo son: el monismo (no es dualista, sino que todo surge de la unidad ontológica básica del universo), la unidad continua del proceso evolutivo (las emergencias no son saltos o discontinuidades evolutivas), las propiedades emergentes (sistémicas) son irreductibles a las anteriores (la especie humana tiene unas propiedades que son irreductibles al mundo animal, aunque pueda haber continuidad). En realidad, lo que emerge son nuevas formas de ser real (el hombre es irreductible al modo de ser animal, la vida es irreductible al mundo inorgánico).
Momentos en la historia del emergentismo
Ciñéndonos a algunas observaciones modernas, Darwin es considerado por muchos como el primer emergentista (no sería, pues, reduccionista). Joseph Hooker (1871) y George Henri Lewes (1875) serían pasos adelante en la formulación del emergentismo anglosajón. Hans Driesch y Henri Bergson hacen propuestas hacia el vitalismo al comenzar el siglo XX. En este tiempo, sin embargo, se produce un renacer del emergentismo con Samuel Alexander (1920), C.D. Broad (1925) y Stephen Pepper (1926). En alguna manera A. N. Whitehead defendía ya en estos años, en Harvard, un tipo de emergentismo fundado en la física. Desde los años treinta hasta los sesenta se produjo una atención preferente al reduccionismo, en parte producida por el conductismo y las teorías computacionales aplicadas en ciencias humanas (Newell, Simon, Minsky …).
A lo largo de los sesenta y en los setenta aparecieron nuevos autores que contribuyeron al avance conceptual del emergentismo. Recordemos a Ernest Nagel (1961) y P.W. Anderson (1972). Ya en los ochenta y noventa aparecen nuevos emergentistas como Michael Silverstein, Paul Humphreys, Tim O´Connor, Robert Klee, Terry Deacon, Philip Clayton y otros. En 1992 comienzan las importantes aportaciones de Stuart Kauffman en el estudio de las leyes de la autoorganización de la materia; su obra parecía apoyar al reduccionismo, pero hoy se considera que es armonizable con las posiciones del emergentismo.
El estado actual de las aportaciones puede seguirse por el libro de Philip Clayton y Paul Davies The Re-emergence of Emergente (2006). En España, ya desde los años ochenta, muchos profesores universitarios han defendido el emergentismo (como José Luis Pinillos). Por otra parte, coincide con las filosofías de Amor Ruibal y de Xavier Zubiri, así como con las corrientes de antropología médica, representadas por Barraquer Bordás, Laín Entralgo o Diego Gracia.
Emergencia débil y emergencia fuerte
David J. Chalmers ha propuesto dintinguir dos formas de emergentismo, el débil y el fuerte. La débil responde al reduccionismo clásico: es la misma evolución mecánica de los sistemas físico-químicos la que hace emerger propiedades nuevas y sorprendentes, pero se trata sólo de nuevos estados y estructuras físicas. No emerge algo nuevo, sino una mayor complejidad de lo físico-químico. En este emeregentismo cree Daniel C. Dennett y lo llama “emergencia inocente”.
Paul Davies es uno de los representantes de la emergencia fuerte. Para esta la continuidad evolutiva físico-química hace “emerger” propiedades nuevas no reducibles a las anteriores y que, además, tienen efectos sobre los mismos sistemas físicos que las han producido. Davies ha propuesto incluso que la ciencia debe diseñar experimentos para comprobar la emergencia en sentido fuerte. Esta debiera dejar de ser algo cuasi-filosófico y pasar a ser algo constatado por las evidencias científicas.
Michael Silverstein y las causas físicas de la emergencia
Que las nuevas propiedades reales surgidas en la evolución lo sean por “emergencia” es una hipótesis explicativa. Ahora bien, si emergencia supone la continuidad del proceso evolutivo, la ciencia debe mostrar que el soporte físico que constituye el universo pueda llegar a producir (sea capaz de) las propiedades emergentes. Por ejemplo: la sensibilidad-conciencia en el mundo biológico, así como el psiquismo animal y humano. Michael Silverstein ha insistido en estas cuestiones y considera que todo depende, en último término, de que se llegara a explicar cómo el mundo mecano-cuántico hace surgir el mundo macroscópico clásico.
Matt Donnelly, en su informe sobre el emergentismo en Science&Theology News, no lo relaciona con los avances actuales en neurología cuántica que muestran, por ejemplo, entre otras muchas cosas, la coherencia cuántica constituida en enjambres de tejidos celulares que permitirían entender cuál es el soporte físico que explica la emergencia evolutiva de propiedades cómo la sensibilidad o la conciencia. En nuestra opinión, la convergencia entre emergentismo y neurología cuántica permitiría avances significativos en la explicación científica de las causas reales que han producido las emergencias del proceso evolutivo.
Philip Clayton y el teísmo emergentista
Philip Clayton es hoy uno de los principales representantes de la filosofía del proceso en América. Ha investigado repetidamente el emergentismo (Mind and Emergence, 2004) y ha firmado escritos sobre la misma temática con Paul Davis y Stuart Kauffman. Considera que el emergentismo no tiene, evidentemente, ningún “valor probatorio” en relación a la cosmvisión religiosa. Pero, sin embargo, entiende que frente al reduccionismo, la hoy crecientemente extendida teoría emergentista representa un punto de vista que contribuye a hacer más verosímil la idea de Dios y del proceso creador. El reduccionismo clásico reducía al hombre a una dimensión robótica, incompatible con el humanismo de la libertad y de la responsabilidad, así como con el humanismo cristiano fundado también en una idea libre y responsable del hombre.
Digamos, por último, desde el punto de vista católico, que la dogmática cristiana no está identificada ni con el aristotelismo ni con el dualismo (aunque ambos enfoques se hayan aplicado durante siglos para explicar el cristianismo). Filósofos, sin duda ninguna cristianos, como Xavier Zubiri no han sido ni aristotélicos ni dualistas. La antropología bíblica hebrea tampoco fue ni aristotélica ni dualista (en el sentido griego), como hoy muestran los estudios de antropología hebrea. Desde estas perspectivas podemos entender que el emergentismo es asumible por el pensamiento cristiano.
Guillermo Armengol es miembro de la Cátedra CTR. Artículo elaborado sobre el informe de Matt Donnelly dedicado al emergentismo en la revista Science&Theology News, marzo 2006.
Hacer un comentario