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El Principio Copernicano descarta que otras civilizaciones nos estén enviando señales

El Principio Copernicano descarta que otras civilizaciones nos estén enviando señales

La misteriosa señal de radio BLC1 que intriga a los astrónomos no puede proceder de otra civilización porque esa hipótesis viola el Principio Copernicano. Mejor buscar restos tecnológicos que vida fuera de la Tierra.

La probabilidad de que la misteriosa señal de radio BLC1 captada por los telescopios terrestres proceda de una civilización situada en torno a la estrella Alpha Centaury es de una entre cien millones, según el Principio Copernicano.

Lo destaca el afamado astrónomo de la Universidad de Harvard, Abraham Loeb, en un artículo publicado en Arxiv, que firma junto al estudiante de astrofísica Amir Siraj, y que está siendo revisado para su publicación en The Astrophysical Journal Letters.

Todavía no existe una explicación sobre el origen de la señal BLC1, pero los artífices de su descubrimiento señalan que tiene unas propiedades particulares: superó los controles que eliminan ruido en la búsqueda de señales de posible vida inteligente extraterrestre.

También destacan que la señal ocupa una banda muy estrecha del espectro de radio: 982 megahercios, una región típicamente desprovista de transmisiones de satélites y naves espaciales humana.

Por todos estos motivos, la señal ha sido universalmente reconocida como el más potente candidato a ser una firma tecnológica de una civilización lejana.

Fuera del Principio Copernicano

Sin embargo, Loeb y Siraj aplicaron el principio copernicano para determinar la probabilidad estadística de que una civilización extraterrestre avanzada en el exoplaneta Próxima b fuera la responsable de la transmisión de la señal BLC1.

En declaraciones a la revista Universe Today, Siraj señala que aceptar que la señal BLC1 sea de origen artificial viola el principio copernicano en aproximadamente ocho órdenes de magnitud.

“Principalmente porque solo hemos sido una civilización tecnológica durante una pequeña fracción de la vida de la Tierra, y no hay ninguna razón para que seamos especiales.”

El Principio Copernicano establece que la Tierra no es el centro del universo y que, como observadores, no ocupamos un lugar privilegiado en el cosmos.

Declarado por primera vez por el astrónomo prusiano​​​ Nicolás Copérnico en el siglo XVI, el Principio Copernicano está totalmente aceptado en la actualidad por los científicos y es un concepto asumido en muchas teorías astronómicas.

Estadísticamente incorrecto

En su estudio, Siraj y Loeb consideran que no es necesario recurrir a otra civilización existente en la actualidad para explicar el origen artificial de BLC1.

Especular con que ahora estamos recibiendo una transmisión de una civilización vecina, cuando no hemos escuchado nada de ellos anteriormente, no es estadísticamente correcto, añaden.

En consecuencia, concluyen que, más que buscar señales o indicios de civilizaciones actuales, deberíamos centrarnos en localizar restos tecnológicos de civilizaciones extintas, que tienen más posibilidades de subsistir en el universo que la vida de anteriores civilizaciones.

Oumuamua en su trayectoria de salida del sistema solar. Crédito: NASA/ESA/STScI

Reencuentro con Oumuamua

Como ejemplo de esta conclusión, Abraham Loeb está convencido de que el objeto interestelar que pasó por la Tierra en octubre de 2017, y que los astrónomos llamaron Oumuamua, podría ser una vela solar fabricada con tecnología extraterrestre por una civilización ya desaparecida.

La naturaleza de este objeto interestelar intriga a los astrónomos, que todavía no han encontrado una explicación plausible sobre su naturaleza.

Destaca por su extrañeza la forma alargada, que no sea un cometa y que haya sufrido una importante aceleración al salir del Sistema Solar, lo que es consistente con la presión de la radiación solar.

Investigaciones posteriores determinaron que otros objetos extraños han estado atravesando nuestro sistema solar a lo largo sus 5.000 millones de años de vida.

“Estos hallazgos nos dicen que podríamos tener más éxito en la búsqueda de civilizaciones muertas que de las vivas, ya que es probable que firmas como basura, contaminación y sondas espaciales, persistan más que las propias civilizaciones tecnológicas”, dijo Siraj, citado por Universe Today.

La conclusión de Loeb es “busquemos sondas alienígenas, no solo señales alienígenas”. El resultado de aplicar el Principio Copernicano a la misteriosa señal BCL1 le confirma en esa percepción.

Referencia

The Copernican Principle Rules Out BLC1 as a Technological Radio Signal from the Alpha Centauri System. Amir Siraj, Abraham Loeb. arXiv:2101.04118

 

Imagen superior: Creación artística de la sonda Voyager1. NASA.

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe, periodista científico, es el Editor de Tendencias21.

1 comentario

  • En prensa científica yo había oído hablar del principio Anti-Copernicano como una reconsideración de la hipótesis de que la Tierra sí ocupa un lugar privilegiado en el Universo en lo concerniente a la vida inteligente y consciente, siendo aceptable plantear, por no descabellada, la hipótesis de que sea el único lugar del Universo que albergue seres conscientes equiparables a nosotros. No se entiende entonces cómo recibir señales de civilizaciones y además próximas, debiera significar una vulneración del principio Copernicano cuando las hipótesis derivadas que favorece este forma de entender las cosas «por defecto», consisten precisamente en que nuestro «aquí y ahora» local no supone nada especial. La predisposición a aceptar vida extraterrestre inteligente irrumpió precisamente bajo el amparo de esta revolución científica en la astronomía.

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