Después de 12 años de tranquilidad, el Sol comienza a recuperar su dinamismo y se adentra en un nuevo ciclo solar, el vigésimo quinto desde 1755, cuando comenzó el registro sistemático de la actividad de las manchas solares.
Nuestro Sol es una enorme bola de gas caliente cargada eléctricamente, explica la NASA. Este gas cargado se mueve, generando un potente campo magnético. El campo magnético del Sol pasa diferentes ciclos, llamados ciclos solares, que le han acompañado a lo largo de sus 4.500 millones de años de antigüedad.
Cada 11 años más o menos, el campo magnético del Sol cambia completamente. Esto significa que los polos norte y sur del Sol cambian de lugar. Después de 11 años, vuelven a su posición anterior.
El ciclo solar afecta la actividad en la superficie del Sol, provocando las manchas solares causadas por los campos magnéticos. A medida que los campos magnéticos cambian, también lo hace la cantidad de actividad en la superficie del Sol.
Contando manchas
Una forma de llevar la cuenta del ciclo solar es contando el número de manchas solares. El comienzo de un ciclo solar es un mínimo solar, o cuando el Sol tiene menos manchas solares. Con el tiempo, aumenta la actividad solar y también el número de manchas solares.
La mitad del ciclo solar es el máximo solar, o cuando el Sol tiene la mayor cantidad de manchas solares. A medida que el ciclo termina, vuelve al mínimo solar y comienza un nuevo ciclo.
En el último año y medio, el Sol ha estado bastante apagado: apenas una mancha solar cubrió su superficie, apenas una llamarada solar arrojó radiación y partículas al espacio.
Sin embargo, durante los últimos nueve meses la actividad solar se ha estado recuperando lentamente. Ya en diciembre de 2019, nuestra estrella superó su mínimo de actividad, inaugurando así el ciclo 25.
Impacto tecnológico
Este dinamismo solar no deja indiferente a nuestro planeta. «En las fases de alta actividad, las erupciones violentas de partículas y la radiación del Sol también pueden afectar a la Tierra», explica Robert Cameron, del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (MPS), en un comunicado.
Y añade: “En el peor de los casos, esto puede causar daños a sistemas técnicos como satélites o poner en peligro a los astronautas”.
Sin embargo, el nuevo ciclo solar debería dar pocos motivos de preocupación sobre esas eventualidades, si bien pueden ocurrir erupciones violentas del Sol en cualquier momento.
Durante más de 30 años, la NASA y la NOAA reúnen a expertos internacionales para predecir la actividad solar de los próximos años.
Este Panel de Predicción estima que el ciclo solar 25 será similar a su predecesor, el ciclo 24, y por ello mantendrá bastante débil su eventual impacto sobre la tecnología de nuestro planeta.
Tendencia a la baja
La fuerza de los ciclos solares ha mostrado una clara tendencia a la baja desde la década de 1980. «Como parece, el período actual de baja actividad solar, en comparación con los ciclos fuertes durante la mayor parte de los últimos 50 años, continuará durante los próximos once años», dice Cameron.
Este Panel de Predicción estima que el próximo máximo solar (con el mayor número de manchas solares) será bastante débil y que ocurrirá entre noviembre de 2024 y marzo de 2026.
El ciclo solar 26 se calcula que comenzará en el año 2031 (marzo), que alcanzará su máximo en 2036 (junio) y que durará hasta el año 2041 (febrero). Se presume que continuará su tendencia a la baja respecto a los ciclos anteriores.
Otras estimaciones señalan un posible cambio de tendencia después de 2041: el ciclo 27 sería más fuerte que el ciclo 26 y más débil que el ciclo 28. El ciclo 29 sería a su vez más fuerte que los ciclos 28 y 30.
No habrá mini edad de hielo
Los ciclos solares inciden en el clima terrestre: cuando se ven muchas manchas solares, el Sol es algo más brillante que en tiempos “tranquilos” e irradia considerablemente más en el ultravioleta.
Por otro lado, con una mayor actividad solar (y campos magnéticos más fuertes), la intensidad de los rayos cósmicos disminuye y con ella la cantidad de cobertura de nubes, lo que resulta en un aumento de las temperaturas en la Tierra.
Por el contrario, una reducción de la actividad solar, como la que se está observando, produce temperaturas más bajas. Al respecto, la NASA ha desmentido que estos cambios auguren una nueva mini edad de hielo, como la que se produjo entre 1650 y 1715 relacionada con un descenso de la dinámica solar. La situación de entonces no es comparable con la actual.
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