La tecnología de impresión 3D está cambiando radicalmente los modelos de negocio y la forma de fabricar los materiales que dan forma a los objetos de uso cotidiano, que satisfacen las exigencias de las sociedades actuales.
Su aplicación en las distintas esferas de las ciencias abre una nueva ventana de creatividad, además a menor costo y en cuestión de horas.
De este modo se han desarrollado prótesis a medida, casas con materiales reciclables, automóviles, alimentos, células madre, drones automáticos y toda una larga lista. Ahora, esta tecnología ha permitido fabricar brackets -o alineadores– invisibles de plástico (acetato), a partir de un software preparado para diseñar piezas dentales.
“Lo que hicimos fue diseñar alineadores invisibles, que son como los aparatos tradicionales pero transparentes y con el beneficio de poder quitarlos, por ejemplo, para ir a cenar”, cuenta Mario Barra, ingeniero en Sistemas de Información de la Universidad Tecnológica Nacional, de Córdoba (Argentina), en la información de la Agencia CTyS, adscrita a la Universidad Nacional de La Matanza, de Buenos Aires.
Estos aparatos, que tradicionalmente recetan los odontólogos, son piezas metalizadas que permiten corregir imperfecciones dentarias y modificar en ocasiones las dimensiones del maxilar superior y la mandíbula.
Los problemas que actualmente presenta la aparatología fija es que ocasionan molestias (y dolores) a la hora de ingerir alimentos, que causan heridas leves en la cavidad bocal por sus poderosos filos, y que algunas personas los consideran antiestéticos a la hora de esbozar una sonrisa.
“Para cada paciente el tratamiento es personalizado porque primero se toma una impresión de la boca de la persona, y un ortodoncista la lleva a la posición en la cual debería tener una dentadura perfecta y bien alineada. Después el software determina todos los movimientos que se tienen que realizar para llegar de la posición inicial a la posición final y cada uno de esos movimientos es una imagen que se manda a una impresora 3D, que luego imprime cada uno de los alineadores que son los que el paciente utilizará”, explica el ingeniero. En los brackets tradicionales las posiciones y movimientos los diseña el ortodoncista.
La experiencia del 3D
La experiencia fue bastante compleja, porque las impresoras 3D deben tener un mantenimiento constante, explican los investigadores.
"Son muy propicias a romperse y el costo de los materiales es bastante caro. Una impresora de la que nosotros utilizamos vale entre 70 y 100 mil dólares, porque son aparatos muy complejos que cuentan con una calidad muy superior a otras. En muchos casos el negocio de las impresoras no es venderla sino vender el material".
Pero, al margen de eso, los investigadores creen que esta tecnología va a seguir creciendo mucho y va a seguir revolucionando la industria. "Lo que falta es un poco más de evolución para que tengan menos mantenimiento. Estoy convencido que en poco tiempo, en cada casa, vamos a tener una impresora 3D", señala Barra.
Diferencias
La principal diferencia entre estos alineadores y los brackets tradicionales es que son removibles, es decir, se pueden sacar y limpiar. Además, no se notan porque son transparentes: "Uno se pone a 10 centímetros y no se nota que están, además son más suaves y, por ende, no duelen tanto como los brackets comunes", añade Barra.
El desarrollo del proyecto se inició en 2007. Luego de finalizar el software que le dio vida a los alineadores, se aplicó en pacientes para probar su correcto funcionamiento.
Dado que los resultados fueron muy prometedores, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina les otorgó una subvención para que el producto se desarrollara a mayor escala.
“Al principio recibimos financiación para el perfeccionamiento del software y luego nos otorgaron otra subvención mayor para la comercialización de los alineadores. Con ese incentivo económico, compramos impresoras, escáneres y todo el equipo necesario para su rápida producción”, resume Barra.
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