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Hacia una nueva percepción de la inmortalidad

Algún día los humanos o sus descendientes, utilizando una tecnología y una base de conocimiento muy avanzadas, llegarán a estar en condiciones de reconstruir íntegramente a personas ya fallecidas. Las primeras personas que sean así recuperadas experimentarán un vivo deseo de recuperar a su vez a otras personas queridas o muy allegadas que, de esta manera, también volverían a la vida. Éstas últimas, por su parte, experimentarían también ese mismo deseo respecto de los suyos. De esta manera empezaría a trenzarse una larga cadena de recuperaciones que, aún procediendo de un futuro muy lejano, podría acabar alcanzándonos a nosotros y a nuestros mayores. Por Josep Burcet.

Hacia una nueva percepción de la inmortalidad

Recuperar a un organismo desaparecido, junto con su identidad, significa ser capaz de reconstruir no sólo su cuerpo, sino también su mente. Sería necesario reconstruir todo su organismo tal como estaba en algún momento determinado de su vida, antes de su fallecimiento. Y sería igualmente necesario reconstruir su memoria y todos los elementos constitutivos de su identidad tal como estaban en aquel momento.

Es cierto que esta posibilidad aparece ante nuestros ojos como algo absolutamente inconcebible porque se necesitaría reunir una cantidad casi infinita de información sobre esa persona. Una parte de esa información tal vez pudiera llegar a deducirse a partir de sus descendientes, como por ejemplo, el ADN. Pero reunir todo lo restante (todo lo relativo a los procesos mentales y emocionales, toda la memoria de esa persona y todos los datos pormenorizados de su entorno y de su biografía) resulta inimaginable.

Sin embargo, si Ervin Laszlo (El cosmos creativo, Kairós, 1997) estuviera en lo cierto acerca del vacío cuántico, toda esa información existe, está guardada y va a continuar ahí en tanto la naturaleza más íntima del Universo no se modifique substancialmente.

Tecnología apropiada

Según Laszlo, el vacío cuántico contiene una traza de todo cuanto ha acontecido, y podría considerarse como una especie de "disco duro" casi infinito con la información completa sobre todos los sucesos ocurridos desde el Big Bang, no sólo en el plano estrictamente físico, sino también en el plano de los sucesos emocionales y cognitivos.

Una vez la humanidad alcance la capacidad para leer y decodificar las super-tenues fluctuaciones que tienen lugar en este campo, y pueda procesar convenientemente porciones específicas de esa información, se dispondría ya de todos los datos relativos a la existencia completa de cualquier ser que haya vivido en el pasado. De ahi a recontruir el puzzle para reunir de forma exhaustiva toda la información relativa a una persona determinada, sólo sería cuestión de disponer de una tecnología apropiada.

Parece díficil de concebir, pero hace sólo quinientos años, a Galileo (1564) también le hubiera parecido descabellada la idea de poner un vehículo en las inmediaciones de Saturno o, sin ir tan lejos, a cualquier científico de principios del siglo XX, le hubiera parecido totalmente inverosímil la posibilidad de clonar una oveja o de crear animales transgénicos.

Naturalmente, ignoro si la recuperación llegará a ser factible alguna vez. Pero estoy seguro de que si algún día se puede hacer, se hará. Y si puede hacerse, estoy igualmente seguro de que se iniciarán cadenas de recuperación.

Cadenas de recuperación

Si la recuperación llega a ser finalmente factible, los primeros en ser recuperados serán, sin ninguna duda, personas muy excepcionales que hayan hecho alguna contribución capital para toda la humanidad. Es lógico suponer que los primeros proyectos de recuperación, si son posibles, vayan a requerir un esfuerzo colectivo descomunal y una ingente cantidad de recursos, incluso para una civilización extremadamente avanzada.

Sin embargo, los proyectos de recuperación que se lleven a cabo más tarde, podrían llegar a ser emprendidos por grupos más reducidos de personas o incluso, cerca de un límite, podrían resultar asequibles para una sola persona o un grupo muy reducido.

En ese momento, habrá muchas personas que pensarán en algún familiar o amigo recientemente desaparecido y desearán hacer todo cuanto sea posible para volverlo a la vida. La persona así recuperada, una vez reinstalada, curada y adaptada a la realidad, a buen seguro también experimentará un deseo similar respecto a sus propios seres más queridos, y éstos a otros, y así sucesivamente.

Hacia una nueva percepción de la inmortalidad

Democratización paulatina

La cadenas de recuperación empiezan siendo procesos muy elitistas, pero terminan democratizándose progresivamente. Llegados a este punto, se habrían alcanzado las condiciones para la formación de múltiples cadenas de recuperación que empezarían a propapagarse vertiginosamente hacia el pasado de una manera imparable y exponencial.

Mi impresión es que tan pronto como una persona normal esté en condiciones de recuperar a alguien especialmente querido o admirado, es díficil de imaginar que no vaya a hacerlo. Es por esta razón que parece plausible que, a la larga, muchas personas comunes llegarán a ser recuperadas. Solo será necesario que exista alguien que desee vívamente llevarlo a cabo.

Esto plantea la posibilidad de que tal vez no todas las personas que hayan vivido, vayan a volver a la vida. Van a regresar únicamente los que hayan sido llamados. Y van a ser llamados sólo los que hayan sido suficientemente queridos o admirados por parte de alguien.

En este momento no puede hacerse conjetura alguna sobre el tiempo que va a mediar hasta el momento en que las cadenas de recuperación alcancen a personas desaparecidas que hemos conocido. Pueden ser decenas, cientos, miles o tal vez millones de años.

Tiempo de espera

Pero para cada persona recuperada, el tiempo de espera será tan breve como un instante. Creo que podemos imaginar esto como algo parecido a lo que nos ocurre cada dia cuando nos vamos a la cama. Nos dormimos e inmediatamente después nos depertamos, sin que importe demasiado el tiempo transcurrido entre lo uno y lo otro.

Las personas creyentes que confían en una vida sobrenatural para después de la muerte y esperan el milagro de la resurección de los muertos, tienen el consuelo de acariciar la convicción de que volverán a ver y a abrazar a sus seres queridos.

La hipótesis de las cadenas de recuperación, tal vez pueda ofrecer un consuelo semejante a personas no creyentes que vean sin embargo alguna posibilidad, por remota que sea, a lo que la ciencia, la tecnología y las formas más avanzadas de comunicación y de cultura puedan ofrecer en el futuro.

( En homenaje a Javier Rodriguez Blanco )

Josep Burcet i Llampayas ha sido profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la Cátedra UNESCO TDSDCG de la Universidad Politécnica de Cataluña, así como Visiting Scholar en la Universidad de Michigan. Ha realizado seminarios en distintas universidades, empresas y organizaciones. Actualmente ha creado y administra un e-trekking sobre los paradigmas emergentes. Es autor de numerosos artículos, comunicaciones y libros. El último es El Agujero Blanco, Ingeniería de Intangibles. Este artículo se publicó originalmente en la web del autor. Se reproduce con su autorización.

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Josep Burcet i Llampayas

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