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La ciencia es compatible con la trascendencia

La ciencia es compatible con la trascendencia

Francis Collins, uno de los científicos más conocidos de la última década, cuyo nombre ha ido unido al formidable proyecto del Genoma Humano, ha publicado el libro “¿Cómo habla Dios?” en que expone su posición ante Dios y lo religioso. Después de haber sido ateo durante muchos años, Collins se ha vuelto al mundo de lo religioso con el compromiso explícito de contribuir al análisis y la valoración positiva del mundo de las creencias desde la ciencia. Su objetivo es argumentar que, de una u otra manera, la imagen del mundo en la ciencia – sobre todo en las ciencias de la vida – no impide la congruencia de una apertura creyente a la Transcendencia. Por Miguel Lorente.

La ciencia es compatible con la trascendencia

Uno de los científicos más destacados en el campo de la genética ha sido Francis S. Collins, director del Instituto para la investigación del Genoma Humano y coordinador de dos mil científicos de todo el mundo que trabajaron en el mismo Proyecto para encontrar la secuencia de más de tres mil millones de letras que forman el ADN en el Genoma Humano.

Collins pasó gran parte de su juventud como ateo, pero el contacto con enfermos terminales muy creyentes le hizo preguntarse por los fundamentos de la fe hasta llegar a aceptarla. Recientemente ha escrito el libro «¿Cómo habla Dios?» en el que de manera autobiográfica trata de ayudar a otros científicos a los que la ciencia les produce aislamiento y dudas frente al mundo religioso (ver al respecto la entrevista que hemos publicado con Francis Collins en esta misma sección).

Con un estilo muy claro y ameno Collins presenta en su libro los grandes descubrimientos de la ciencia y los choques contra la religión. Sobre todo se detiene en las posturas a favor o en contra de la religión producidas por la teoría de la evolución, el ateismo materialista, el creacionismo de la tierra joven, el diseño inteligente y la explicación teísta de la evolución.

Su objetivo es argumentar que, de una u otra manera, la imagen del mundo en la ciencia – sobre todo en las ciencias de la vida – no impide la congruencia de una apertura creyente a la Transcendencia.

Premio Príncipe de Asturias en 2001

El autor del libro ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe, que acaba de ser publicado por la Editorial «Temas de Hoy», es Francis S. Collins, médico genetista, Director del Instituto nacional de Estados Unidos para la investigación del Genoma humano, autor de más de 500 artículos y libros cientificos. Ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación 2001 en nuestro país.

Él mismo cuenta que cuando se acabó el proyecto para desvelar a secuencia del ADN en el Genoma Humano, con más de tres mil millones de letras, fue invitado por el Presidente Clinton en el verano de 2000 a la Sala Este de la Casa Blanca. Fue allí donde Clinton pronunció estas solemnes palabras «Hoy estamos aprendiendo el lenguaje con el que Dios creó la vida». Esta frase le inspiró a Collins el título del libro en la versión original («El lenguaje de Dios”). No le produjo asombro sino que le animó a contar su propia experiencia religiosa, del ateismo a la fe, para ayudar a otros científicos como él a responder «a las eternas preguntas de la existencia humana» .

Antes de presentar el camino de la conversión de Collins, queremos hacer un breve comentario a la traducción del subtítulo del libro «La evidencia científica de la fe». Este subtítulo no responde a la versión original ni en la forma ni en el contenido. En efecto, el subtítulo original en inglés es, literalmente, «un científico presenta evidencia para creer”, lo cual no supone que la ciencia sea el medio para llegar a la fe y que mucho menos que este camino sea la evidencia científica.

Collins no se aparta de lo que dice la teología cuando afirma que la fe no se puede probar como un enunciado científico, aunque la fe pueda hallar en la razón científica algunas evidencias que la apoyen y sean congruentes con ella. También la traducción «¿Cómo habla Dios?» puede inducir a pensar que Dios nos habla como directamente por el lenguaje del Genoma.

Esto recuerda la frase que George Smoot pronunció cuando se desveló la radiación de fondo proveniente de los primeros instantes del Universo descubierta por el satélite COBE: «Hemos visto el rostro de Dios». Ambas frases desbordan el ámbito de la ciencia y deben entenderse como recursos literarios para dar fuerza al pensamiento.

Del ateismo a la fe

Collins escribe su libro para científicos no creyentes con la intención de aclararles las dificultades que estos tienen contra la fe. Y lo hace contando su vida, primero como científico ateo en sus años de estudiante de medicina, después durante los años en los que ejercía la profesión médica en encuentros con pacientes terminales llenos de fe.

Fueron los años en que encontró la fe y para ello, según su confesión, le ayudó mucho la lectura de un libro del teólogo metodista C. S. Lewiss titulado Mero Cristianismo. Pronto se dio cuenta que la evidencia de la existencia de Dios tenía que llegar por otra dirección, y que “la decisión final tenía que estar basada en la fe, no en la evidencia».

Los argumentos de Collins, siguiendo el libro de Lewis, se basan en la existencia de la ley moral. Collins desarrolla con detalle la universalidad de la ley moral, que no puede ser producida por la evolución ni por presiones sociales, sino por un ser infinitamente justo y bueno que llamamos Dios.

Pero este argumento tiene la objeción que expone Hans Küng en su libro «¿Existe Dios?»: que el mero deseo y el cumplimiento de la ley moral no exige necesariamente la existencia de Dios. Pero Küng elabora una apologética de la fe, cercana al teólogo Karl Rahner, según la cual, el Dios que hay que probar, no se encuentra en el término del deseo. Hans Küng argumenta que la incondicionalidad de la exigencia ética, la incondicionalidad del deber, tiene su fundamento en algo incondicional, en Algo absoluto, que es Dios mismo.

Del Big Bang al Proyecto del Genoma Humano

En la parte segunda del libro, Collins presenta la historia del universo con un dominio y claridad admirable, en sus etapas más significativas: los orígenes del Universo, la aparición de los primeros seres vivos en el planeta tierra, su evolución hasta llegar a los niveles más altos del homo sapiens y el mecanismo de la actividad celular controlada por el genoma humano.

Aunque Collins deja para más adelante su planteamiento teológico de la relación entre ciencia y religión, subraya en esta segunda parte algunos puntos de la historia de la ciencia que han sido objeto de polémica entre los científicos y los creyentes: la teoría del Big Bang, la teoría heliocétrica de Copérnico y Galileo, el determinismo mecanicista de Laplace, la teoría de la evolución de Darwin y el descubrimiento de la estructura molecular del ADN por Watson y Crick. Estos temas son abordados por Collins como científico creyente que acepta por fe la interpretacion teológica de un mundo creado y dirigido por un Creador, pero sin aclarar todavía el poder de la teología para explicar los enigmas de la ciencia (que un materialista podría reducir a las leyes físico matemáticas).

La razón es porque todavía no ha presentado su planteamiento epistemológico de las teorías científicas, así como el valor y alcance de los conceptos de la teología y su relación con la ciencia. De esta manera se podría entender aquella frase misteriosa: «el lenguaje de Dios ha sido revelado».

El Principio antrópico

Antes de abordar la relación ciencia-teología, Collins considera que lo realmente lógico es encontrar las bases comunes a la ciencia y a la teología para intentar encontrar respuestas a los interrogantes que se presentan en la historia del Universo, como son: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? ¿existe espíritu además de la materia?

Estos interrogantes exigen tener una postura filosófica para entender conceptos tales como realidad, causa eficiente y causa final que luego aplicaremos a los conceptos que nos propone la ciencia, aunque ésta nos hable sólamente de los datos de observación y de las leyes, como dice la filosofía de la ciencia. El Principio Antrópico dice que se han dado unas circunstancias especiales en el Universo, en la proporción de elementos ligeros o pesados o en los valores de las constantes universales, hasta el punto de que con otros valores muy próximos no se hubiera producido la vida.

La solución que se propone a esta situación es doble. 1) Los valores de las constantes necesarias para que se diesen seres inteligentes es completamente casual (esta respuesta corresponde a una postura ateísta). 2) Existe un creador que ha diseñado creadoramente la proporción de átomos ligeros y pesados y los valores de las constantes universales de tal modo que sea posible la vida inteligente.

En el fondo se admite la existencia de la causa final en los procesos cosmológicos y biológicos. Dicha causa habría sido impuesta en los seres vivos intrinsecamente o por lo menos extrínsecamente.

Cuatro opciones en el debate ciencia-religión sobre la evolución

La tercera parte del libro está dedicada a las posturas que un científico puede tomar a favor o en contra de la fe en el tema de la evolución. Empieza recordando las controversias sobre el sentido de los primeros capítulos del Génesis, para acabar centrándose en el tema de la evolución iniciado por Darwin.

La primera postura es la de un ateo que rechaza la fe en nombre de la ciencia («La ciencia le gana a la fe»). Los argumentos que esgrimen los ateos y que ha resumido Dawkins son de tres tipos. 1) La evolución explica totalmente la complejidad biológica y los orígenes de la humanidad sin que haya más necesidad de Dios. 2) La fe, tal como la entiende Dawkins – confianza ciega en ausencia de una evidencia de Dios – es irracional. Para refutar a Dawkins presenta Collins los argumentos de Gould, según el cual la ciencia no puede negar objetos que están fuera del campo de la ciencia.

La segunda postura corresponde a los defensores del Creacionismo de la Tierra joven («La fe le gana a la ciencia»). Esta nueva versión del Creacionismo acepta la idea de la microevolución, en que pueden ocurrir pequeños cambios en las especies por selección natural, pero rechazan el concepto de la macroevolución, según la cual unas especies evolucionan a otras. Su argumentación consiste basicamente las brechas en el registro fósil.

Para responderles Collins recoge los argumentos de varios cientificos creyentes que rechazan las interpretaciones literales del Génesis por ir en contra de la ciencia. Al final del capitulo Collins hace una llamada a la Iglesia Anglicana, de la cual es miembro, para que esté abierta a todos los avances de la ciencia.

La tercera postura que critica Collins es la del Diseño Inteligente. El mismo la describe como «la ciencia necesita ayuda divina» y la considera como un substituto del Creacionismo, sobre todo a partir de una serie de derrotas judiciales sobre la enseñanza del Creacionismo en las escuelas de los Estados Unidos.

El movimiento del Diseño Inteligente descansa en la hipótesis según la cual la teoría de la evolución es básicamente fallida, ya que no puede explicar la intrincada complejidad de la naturaleza y, por consiguiente, debe existir un diseñador que funda el proceso para diseñar desde el principio sus componentes y valores necesarios.

Collins refuta dicho argumento demostrando que los ejemplos aducidos (cascada de coagulación de sangre humana, el ojo, el flagelo bacteriano), que parecían irreducibles, han sido explicados satisfactoriamente por la ciencia.

La evolución teísta

Collins propone la evolución teísta como alternativa a las propuestas anteriores con la finalidad de que «coexistan felizmente fe y ciencia». Las tesis de la evolución teísta se podrian enunciar abreviadamente de la siguiente manera:

1) El Universo surgió de la nada. 2) Las constantes del Universo parecen haber sido afinadas para que exista la vida. 3) Una vez que la vida surgió, el proceso de evolución permitió el desarrollo de la diversidad. 4) Una vez creado el universo no se requieren intevenciones sobrenaturales. 5) Los seres humanos son parte de este proceso natural. 6) Los seres humanos poseen una naturaleza espiritual, que desafía hasta ahora la explicación evolutiva.

Esta visión que hemos calificado como “teísmo evolutivo”, según Collins, es completamente compatible con todo lo que nos enseña la ciencia sobre el mundo natural y es también totalmente compatible con lo que nos enseñan las grandes religiones monoteistas. Dios ha diseñado un mundo capaz de evolucionar hasta el hombre, pero esta evolución es autónoma en sí misma.

Sin embargo, aunque la ciencia y la religión parezcan dos interpretaciones en completa armonía, en nuestra opinión se necesita una mayor elaboración filosófica para compararlas entre si. En efecto, la ciencia sólo habla de datos de observación y leyes matemáticas.

Es necesario hacer una lectura realista de los modelos matemáticos para que se pueda hablar de la creación del mundo por un Creador. Es necesario interpretar los procesos evolutivos como funcionales para poder aplicar las causas finales al proceso de la creación de los seres vivos.

Resulta muy problemático para la teología explicar la aparición del espíritu y se han propuestos recientemente mecanismos que suponen una nueva interpretación teológica de la evolución (Véase, por ejemplo, K. Schmidt Moorman, «Teología de a Creación de un mundo en evolución», E. V. D., Pamplona 2005).

Collins se ha basado en el libro de C.S. Lewiss, que fue muy popular en los Estados Unidos, y que presenta puntos de vista filosóficos y teológicos un poco antiguos que hoy han sido superados por perspectivas y análisis mucho más abiertos y modernos. Si Collins los hubiera tomado como punto de referencia es muy probable que su propuesta de síntesis entre la ciencia y lo religioso hubiera sido mucho más rica y matizada.

Buscar la armonía ciencia y fe

El último capítulo del libro de Collins es una exhortación del autor a los científicos a buscar la paz y la armonía entre la ciencia y la fe. Utilizando todos los recursos de la inteligencia para explicar los misterios de la naturaleza y tratar de encontrar razones que nos ayuden a comprender nuestra fe.

La fe nos traerá además el conocimiento de Dios hecho hombre por nuestro amor. La ciencia se convierte en un acto de adoración y la fe nos enseña a ver a Dios en la naturaleza. Dios no amenaza la ciencia, la mejora. Dios no es amenazado por la ciencia, ya que Él la hizo posible por el diseño creativo racional.

Miguel Lorente es catedrático jubilado de física en la Universidad de Oviedo. Artículo elaborado a partir el libro de Francis S. Collins ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe editorial Temas de Hoy.

Miguel Lorente

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