La información de la que disponemos en nuestra memoria sobre las personas que conocemos está codificada en patrones neuronales que se comparten entre diferentes cerebros de un mismo grupo de personas, según un estudio del Dartmouth College de Estados Unidos, cuyos resultados se publican en Proceedings of the National Academy of Sciences.
«Dentro de las áreas de procesamiento visual, hemos descubierto que la información sobre rostros familiares se comparte en el cerebro de personas que tienen los mismos amigos y conocidos«, explica el primer autor del artículo, Matteo Visconti di Oleggio Castello, en un comunicado.
«La parte más sorprendente de nuestro hallazgo fue, sin embargo, que la información compartida sobre rostros familiares se extiende incluso a áreas que no son visuales, pero que son importantes para el procesamiento social, lo que sugiere que también hay información social compartida entre cerebros«, añade Castello.
Procesando información
Nuestro cerebro recoge información permanentemente de las personas que nos rodean y es capaz de distinguir a las que conocemos de las que no hemos visto nunca.
Cuando almacena la información de las personas que conocemos, no solo guarda la imagen de su cara para que podamos reconocerla, sino que también archiva la información relacionada con esa persona, como su estatus social, tipología, etc.
Aunque esta manera de proceder es perfectamente conocida desde hace tiempo, la nueva investigación ha descubierto que esos mecanismos cerebrales para gestionar la información de nuestros familiares, amigos y conocidos, son los mismos en todos los cerebros del mismo círculo social.
Es decir, en nuestros cerebros existen los mismos patrones neuronales que gestionan la información de nuestros amigos y conocidos de la misma manera, a través de los mismos circuitos cerebrales.
Por tanto, no tenemos privacidad para archivar la información sobre los demás: todos los cerebros procesan de la misma manera la información sobre las personas con las que nos relacionamos más estrechamente.
De tal manera es así, que los científicos han podido saber cómo va a gestionar una persona la información sobre otras personas conocidas, sabiendo cómo lo han hecho los demás respecto a los mismos amigos y familiares.
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Imágenes cerebrales
Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigadores utilizó datos de imágenes de resonancia magnética funcional de la actividad cerebral de 14 estudiantes, obtenidas durante tres tareas que formaban parte del experimento.
En las dos primeras tareas, a los participantes se les presentaron imágenes de otros cuatro estudiantes conocidos, así como de otras cuatro personas desconocidas, mientras se hacía un seguimiento de su actividad cerebral.
En la tercera prueba, los participantes vieron partes del largometraje “The Grand Budapest Hotel”, dirigido en 2014 por Wes Anderson, que tiene un gran elenco con muchos actores famosos.
A lo largo de la película, las tomas de la cámara resaltan rostros y expresiones que son fundamentales para comprender su compleja narrativa: un conserje de hotel que se une a otro empleado para demostrar su inocencia en un asesinato.
Alineando respuestas
Esta película fue elegida por los investigadores para observar la actividad cerebral de los participantes, relacionada específicamente con las interacciones sociales y el procesamiento facial, durante la proyección de la película.
El conjunto de datos cerebrales obtenido permitió a los investigadores observar los procesos cognitivos sociales y el procesamiento facial de los participantes durante las tres pruebas realizadas.
Esos datos se utilizaron para alinear las respuestas cerebrales de los participantes en un espacio de representación común.
Esto permitió a los investigadores usar clasificadores de aprendizaje automático para determinar qué imágenes estaba mirando un participante en cada momento, en función de la actividad cerebral de los otros participantes.
Resultados sorprendentes
Los resultados mostraron que la identidad de rostros visualmente familiares se decodificó con precisión en las áreas cerebrales que están involucradas principalmente en el procesamiento visual de rostros, tal como era de esperar.
Sin embargo, fuera de las áreas visuales, aunque no hubo mucha decodificación relacionada con la información facial, sí se registró mucha más información sobre la actividad social de las personas ya conocidas, algo que sorprendió a los investigadores.
Fuera del sistema visual, hubo una alta precisión de decodificación en otras cuatro áreas cerebrales: la corteza prefrontal medial dorsal, el precuneus, la ínsula y la unión temporoparietal.
Todas estas regiones, implicadas en el reconocimiento de las otras personas, tienen que ver con el procesamiento de las intenciones ajenas, de los rostros conocidos, de las emociones y de las representaciones que hacemos del estado mental de los demás (por ejemplo, cuando vemos que alguien está deprimido).
«Este espacio conceptual compartido para el conocimiento personal de los demás nos permite comunicarnos con las personas que conocemos», explica la autora principal de esta investigación, Maria (Ida) Gobbini.
Interacción ad hoc
Investigaciones anteriores del mismo equipo, que utilizaron experimentos de resonancia magnética funcional, descubrieron que estas mismas áreas cerebrales se activan cuando una persona ve a alguien que le resulta familiar.
«Cuando vemos a alguien que conocemos, activamos inmediatamente la información sobre quién es esa persona», añade Gobbini. «Esto es lo que nos permite interactuar de la manera más adecuada con alguien que nos es familiar».
“Habría sido deseable que todo el mundo tuviera su propio código privado de cómo es la gente, pero este no es el caso”, especifica el coautor James Haxby, profesor de ciencias psicológicas y cerebrales en Dartmouth.
Y añade: «Nuestra investigación demuestra que el procesamiento de rostros familiares realmente tiene que ver también con el conocimiento general sobre las personas».
Referencia
Shared neural codes for visual and semantic information about familiar faces in a common representational space. Matteo Visconti di Oleggio Castello et al. Proceedings of the National Academy of Sciences (2021). DOI:10.1073/pnas.2110474118.
Imagen superior: Mohamed Hassan en Pixabay
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