La Luna, que se formó hace 4.600 millones de años, podría haber sido bombardeada en el pasado por agujeros negros de tamaño atómico que hoy podríamos rastrear, según un estudio publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society
El estudio considera que las huellas de esos impactos todavía deben estar en nuestro satélite y que deberíamos buscarlas porque, si realmente están ahí, el misterio de la materia oscura podría quedar resuelto, destaca Singularity Hub.
Para comprender lo que plantea este estudio, meramente teórico, hay que partir de la base de que, en los comienzos del universo, se habría producido una eclosión de agujeros negros de todos los tamaños, tal como sugirió Stephen Hawking en los años 70 del siglo pasado.
De estos agujeros negros surgidos después del Big Bang, unos fueron los precursores de los agujeros negros supermasivos, y en el otro extremo del espectro, habrían surgido también agujeros negros de tamaño atómico.
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Vestigio de materia oscura
Algunos astrónomos consideran que la enorme abundancia de agujeros negros en los primeros momentos del universo podría constituir una manifestación de la materia oscura, aunque nunca se ha podido comprobar que esos agujeros negros primordiales existieron alguna vez en realidad.
Pero si realmente existieron, esos enjambres de agujeros negros atómicos habrían cruzado el sistema solar y muchos habrían impactado sobre lunas y planetas, dejando una huella que, en algunos casos, perduraría hasta nuestros días, según este razonamiento.
Si algún agujero negro microscópico hubiera caído en la Tierra, lo más probable es que su impacto ya habría desaparecido como consecuencia de la erosión, el agua y la tectónica de placas.
Pero, si también alguno de esos agujeros negros impactó la Luna, lo más probable es que todavía esté allí su huella y podríamos reconocerla: sería la reliquia más valiosa para conocer los orígenes del universo.
Larga vida
La idea de que agujeros negros primordiales estuvieron deambulando por el universo en sus primeros momentos ha llevado a los científicos a pensar que, si pudiéramos investigar a fondo alguno de ellos, podríamos palpar la materia oscura, que suponemos representa el 80 por ciento del total de la masa del universo.
Acercarnos al interior de un agujero negro de los que hemos localizado en el universo es algo que está fuera del alcance de la ciencia, pero explorar la huella de un agujero negro del tamaño de un átomo es algo imaginable y potencialmente muy revelador, aunque esa huella esté en la Luna y no en la Tierra.
Los astrónomos consideran que los agujeros negros primordiales, con una masa no mayor que la de un átomo, podrían tener una vida útil más larga que la del universo y estar esperando tal vez que demos con el rastro de alguno de ellos.
Los autores de la nueva investigación han profundizado en esta hipótesis y modelaron el impacto de un asteroide o meteorito promedio contra la Luna y lo compararon con el hipotético impacto de un mini agujero negro.
Cráter reconocible
Descubrieron que los dos serían notablemente diferentes: el cráter que dejaría un agujero negro podríamos reconocerlo con la tecnología adecuada entre los numerosos cráteres presentes en nuestro satélite.
Desde luego, ese reconocimiento no sería suficiente: sería necesario enviar nuevas misiones para buscar entre los cráteres lunares los restos del impacto del minúsculo agujero negro primordial.
Los autores calculan que las probabilidades de se haya producido al menos un impacto de agujero negro en la Luna es del 10 por ciento y que el cráter que habría dejado, según otras estimaciones, podría durar hasta 13.000 millones de años antes de desaparecer.
El nuevo estudio puede suponer que futuras misiones espaciales incluyan en sus programas la búsqueda impactos de mini agujeros negros primordiales en Mercurio, Marte, Plutón o lunas rocosas en el sistema solar exterior.
Referencia
Crater morphology of primordial black hole impacts. Almog Yalinewich, Matthew E Caplan. Monthly Notices of the Royal Astronomical Society: Letters, Volume 505, Issue 1, July 2021, Pages L115–L119. DOI:https://doi.org/10.1093/mnrasl/slab063
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