La necesidad de sentirse amado y de pertenecer a un grupo impulsa la fe en Dios, sugieren los resultados de una investigación reciente realizada por científicos de la Universidad Humboldt de Berlín y de la Universidad Cardiff, de Gales.
Los psicólogos Gregory Maio y Jochen Gebauer, autores del estudio, han publicado un artículo al respecto en PubMed.org, revista que edita el National Institute of Health de Estados Unidos.
Presentación de artículos falseados
El estudio de Maio y Gebauer fue realizado en cuatro fases de experimentos. Según se explica en Epiphenom, en un primer experimento, los investigadores reunieron a 40 estudiantes galeses, cuya fe en Dios fue manipulada de manera sutil.
Para llevar a cabo esta manipulación, se dividió a los participantes en dos grupos. A uno de ellos se le presentó un artículo científico falseado, en el que se explicaba que se había descubierto que la llamada “Teoría del todo” (teoría hipotética de la Física teórica que explica y conecta en una sola todos los fenómenos físicos conocidos) demostraba la acción de Dios en el universo.
A la otra mitad de los participantes, se les presentó otro artículo falseado, también sobre la “Teoría del todo”, pero en el que se concluía que dicha teoría “no podía ayudar a probar la existencia de Dios”.
Antes de que los voluntarios leyeran ambas versiones del artículo, se les preguntó sobre su perspectiva de Dios, en concreto, si pensaban que Dios era aceptador o rechazador, controlador o no controlador. Después de leer los artículos, los investigadores volvieron a preguntar a los estudiantes, ahora sobre la fuerza real de su fe (o ausencia de fe) en Dios.
Efectos del amor en la fe
Los resultados de este cuestionario revelaron que aquellos estudiantes que habían leído el segundo artículo (que decía que no existía evidencia alguna de Dios) informaron de niveles similares de fe en Dios, independientemente de su imagen previa de Dios.
Sin embargo, entre aquellos estudiantes que leyeron el artículo sobre “la evidencia de Dios”, la fe en Dios sí había aumentado, aunque sólo en el caso de los participantes que tenían una imagen mental previa de un Dios “aceptador”.
Entre aquéllos que tenían una imagen previa de Dios como “rechazador”, los niveles de fe en él realmente se redujeron, incluso después de que estos participantes leyeran que había evidencias científicas de su existencia.
De estos resultados, podría deducirse que la idea de un Dios “rechazador” propicia activamente el abandono de la fe, algo que fue constatado en un segundo experimento.
En éste participaron 72 estudiantes universitarios, explican los investigadores en PubMed.org. A la mitad de ellos, se les pidió que dedicaran un par de minutos a pensar en alguien que “vivía cerca, en su barrio, pero a quien no conocían bien”.
Un factor más
A la otra mitad de los participantes se les pidió que pensaran en alguien que “los aceptaba y amaba y que los ayudaba siempre que lo necesitasen”. La idea era que el segundo grupo recordase la sensación de sentirse amado y aceptado, de manera que su “necesidad de pertenencia” se viera reducida temporalmente.
Acto seguido, todos los participantes leyeron los mismos artículos del experimento anterior. Los estudiantes del primer grupo, que habían pensado en una persona a la que no conocían muy bien, presentaron resultados similares a los obtenidos en el primer experimento.
En el segundo grupo, sin embargo, los resultados fueron drásticamente distintos: la lectura del artículo no produjo cambio alguno en el grado de fe en Dios de los participantes. Los investigadores señalan que, una vez satisfecha la necesidad de pertenencia, los estudiantes con una imagen de Dios como “aceptador” no se sintieron motivados a aumentar su fe en Dios, con el fin de sentirse amados. Y los estudiantes con una imagen de Dios como “rechazador” tampoco sintieron la necesidad de rehuir la fe en Dios, por miedo a ser rechazados.
En un tercer experimento, los científicos manipularon la imagen de Dios que tenían 79 voluntarios, que participaron en dicho experimento a través de Internet.
En este caso, se demostró que los participantes a los que sutilmente se les hizo considerar que Dios era “rechazador” informaron seguidamente de niveles más bajos de fe, y también de una menor propensión a asistir a la iglesia.
En un experimento final, realizado también a través de Internet, en este caso con 106 voluntarios, demostró que los creyentes con una imagen de Dios como “aceptador” informaron que su fe en Dios estaba motivada por su necesidad de pertenencia.
Todos estos experimentos demuestran no sólo que la fe en Dios puede hacer sentir a los creyentes que son amados y aceptados sino que, en el sentido inverso, la necesidad de pertenencia también puede propiciar la fe en Dios. Sin embargo, los investigadores advierten de que éste no sería el único factor de motivación de la fe religiosa, sino tan sólo uno de ellos.
Llenar el vacío
Los resultados de la investigación de Maio y Gebauer coinciden en cierta manera con los obtenidos en un estudio anterior, realizado en 2009 por la antropóloga de The College of William and Mary, de Estados Unidos, Bárbara King.
En este estudio se reveló que la necesidad de pertenencia de los individuos de nuestra especie, así como el desarrollo de lazos afectivos individuales y sociales cada vez más complejos, llevó al ser humano a establecer conexiones también con sus ancestros fallecidos, los espíritus de los animales y los “seres superiores”.
Según King, habría sido la necesidad terrenal de pertenencia -nuestra búsqueda del sentido de pertenencia- lo que condujo a la aparición de la imaginación religiosa humana, y a la necesidad de relación con los dioses, los espíritus o con un solo Dios.
Hacer un comentario