La historia moderna parecía abocada a un laicismo generalizado pero, cada vez más, los sistemas políticos del mundo ven cómo Dios o los radicalismos religiosos se introducen en decisiones, partidos y demás organizaciones políticas, señala la revista Foreign Policy.
Foreign Policy (FP) es una revista fundada en 1970 que incluye entre sus lectores a algunos de los líderes más influyentes en las empresas, los gobiernos y otras áreas profesionales de Estados Unidos y de más de 160 países. Además de la edición en inglés, se publica en árabe, español, francés, italiano y turco. Foreign Policy ha ganado los principales premios de la industria editorial, incluyendo el "National Magazine Award" otorgado por la asociación norteamericana de editores.
En su última edición, FP señala cómo el residuo aparentemente olvidado de lo divino renace de sus cenizas para remover conciencias y para captar adeptos y votantes, aprovechando los logros de la modernidad para conseguir sus objetivos.
Nueva corriente
Desde la victoria de Hamás en las últimas elecciones de Palestina, hasta la invasión de los evangelistas en la política estadounidense, se están dando toda una serie de hechos a nivel mundial que señalan que existe una corriente cada vez menos soterrada de lo que estos especialistas han dado en llamar “política profética”, una corriente que ha ido tomando fuerza en las últimas décadas, señalan al respecto Timothy Samuel Shah y Monica Duffy Toft.
Los grupos religiosos son cada día más competitivos y cuando la gente, frente a la democracia, debe elegir entre lo sagrado y lo secular, elige la fe. Parece así que “Dios está en racha”: renacimiento chií, luchas religiosas en Irak, lucha contra el apartheid sudafricano liderada por prominentes líderes cristianos, o poderío evangelista en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2004, hacen pensar que la democracia no aleja del poder a los activistas religiosos, sino que, por el contrario, incrementa el alcance de estos movimientos políticos proféticos. Quizá surjan de la democracia, pero tal vez eso no los vuelva menos violentos, señalan Shah y Toft.
En 2001, los secuestradores de los aviones que arrasaron las Torres Gemelas de Nueva York lo hacían gritando “Dios es grande”. Así transformaron la política mundial. "Estamos viendo cómo cada día más pueblos de todo el mundo se encaminan en masa hacia un punto: el Dios Todopoderoso", declaró Ahmadineyad en una reciente carta al presidente Bush.
En la modernidad, vuelta a la fe
Por tanto, el mundo actual parece un lugar acogedor para las creencias religiosas, a pesar de que ahora es más moderno que nunca: disfruta de mayor libertad política, más democracia y más educación que quizás en ningún otro momento de la historia. Esta situación, al contrario de lo que se pensaba hace unas décadas, no ha hecho que los países se vuelvan más laicos: los diferentes tipos de fe han aumentado en todo el mundo y las mayores religiones se han expandido a un ritmo que supera el del crecimiento de la población global.
A comienzos de 1900, un 50% de la población mundial era católica protestante, musulmana o hindú. A principios del siglo XXI, este porcentaje ha alcanzado hasta casi el 64%, y la proporción podría estar próxima al 70% en 2025.
Además, no sólo se está extendiendo la observancia religiosa, sino que los fieles se están volviendo más devotos. Los países más populosos y de crecimiento económico más rápido del mundo, incluyendo Estados Unidos, están siendo testigos de un notable incremento de la religiosidad. En Brasil, China, Nigeria, Rusia, Suráfrica y EE UU, el sentimiento religioso se hizo más vigoroso entre 1990 y 2001.
El regreso de Dios con la aparición de la tecnología
¿A qué se debe el regreso de Dios? Según los autores del artículo, en gran parte a la expansión global de la libertad: gracias a la tercera oleada de democratización que se produjo entre mediados de los 70 y principios de los 90, así como otras más pequeñas de libertad que han tenido lugar desde entonces, en decenas de países se le ha dado oportunidad a la gente de dar forma a su vida pública de maneras que eran inconcebibles en los 50 y los 60. A medida que ejercían sus nuevas libertades políticas, surgió un patrón.
Así, lejos de erradicar la religión, la modernización ha creado una nueva generación de movimientos inteligentes y adeptos a la tecnología, incluyendo el protestantismo evangélico en Estados Unidos, la hindutva en India, el salafismo y el islamismo wahabí en Oriente Medio, el pentecostalismo en África y Latinoamérica, y el Opus Dei y el movimiento carismático en la Iglesia católica. La religiosidad más dinámica hoy día no es tanto una "religión de los tiempos antiguos" como radical, moderna y conservadora. El actual surgimiento de la fe es menos un regreso a la ortodoxia religiosa que una explosión de neo-ortodoxias.
Un denominador común de estas neo-ortodoxias es el despliegue de organizaciones sofisticadas y con capacidad política que coordinan de forma efectiva instituciones especializadas, así como las últimas tecnologías para reclutar a nuevos miembros, fortalecer las conexiones con los antiguos, prestar servicios sociales e impulsar sus intereses en la esfera pública. Las comunidades religiosas también están desarrollando unas notables capacidades transnacionales, apelando a gobiernos extranjeros y a organismos internacionales que consideran simpatizantes de su causa.
Casi la mitad de las guerras son religiosas
En la actualidad, las neo-ortodoxias pueden emplear de forma efectiva las herramientas del mundo moderno, pero ¿hasta qué punto son compatibles con la democracia actual? Después de todo, los radicales religiosos pueden causar un cortocircuito rápidamente en el sistema democrático obteniendo el poder y excluyendo después a los no creyentes.
También es peligroso que la religión politizada pueda provocar un conflicto civil. Desde 2000, el 43% de las guerras civiles han sido religiosas (sólo un cuarto fueron inspiradas por la religión entre los 40 y los 50). La ideología religiosa extremista es, por supuesto, una motivación de primer orden en la mayoría de los ataques terroristas transnacionales.
Y aunque el balance no es totalmente negativo, dado que la religión ha movilizado a millones de personas para que se opusieran a regímenes autoritarios, para que inaugurasen transiciones democráticas, para que apoyaran los derechos humanos y para que aliviasen el sufrimiento de los hombres, lo cierto es que los movimientos religiosos de hoy día podrían no tener tanto éxito en la promoción de la libertad sostenible.
La creencia de que los brotes de religión politizada son desvíos temporales en el camino hacia la secularización era plausible en 1976, en 1986 o incluso en 1996. Hoy día, este argumento es insostenible. Como marco para explicar y predecir el curso de la política global, el secularismo es cada vez menos sólido. Dios está ganando la batalla en la política global. Y la modernización, la democratización y la globalización solamente le han hecho más fuerte, según Shah y Toft..
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