Un estudio realizado por la investigadora Rita Law de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, ha evaluado los efectos a largo plazo de la situación conyugal y de la asistencia a la iglesia, en el estado de ánimo de las personas mayores.
Según se explica en un comunicado emitido por la Universidad de Arizona, la vejez suele estar asociada con un aumento de las depresiones, por lo que este tipo de estudios estaría encaminado a encontrar patrones que puedan contrarrestar el declive emocional de los ancianos.
El deterioro de la salud y la muerte de familiares y amigos cercanos propios de esta etapa de la vida resultan factores que, obviamente, afectan al bienestar de las personas mayores. ¿Hasta que punto pueden contrarrestarse estos efectos?
Estudiar los procesos
En su estudio, Law utilizó datos del Estudio Longitudinal Australiano sobre el Envejecimiento, para analizar cómo los servicios religiosos y el hecho de tener una pareja afectaba positivamente o no a los ancianos.
Los resultados obtenidos, que fueron publicados el pasado mes de septiembre en un artículo aparecido en la revista Journal of Aging and Health, sugieren en primer lugar que cuando se evalúan los efectos del estado conyugal de los ancianos en su vida emocional, resulta importante considerar los cambios en dicho estado, más que generar una imagen estática de un momento concreto de su vida de pareja.
En este sentido, poder conocer cómo las relaciones cambian con el tiempo aumenta la comprensión de cómo se va a enfrentar cada individuo a la vida en la vejez. En general, el estudio reveló que estar casado ayuda a evitar la depresión a estas edades.
En segundo lugar, la asistencia a servicios religiosos de diversa índole también parece tener un “efecto protector” contra los síntomas propios de la depresión, aunque con matices.
Buscarle sentido a la vida
Así, la investigación demostró que aquellas personas que nunca iban a la iglesia eran inicialmente menos tendentes a la depresión que aquéllas que iban regularmente o de forma ocasional.
Sin embargo, los resultados obtenidos señalaron que, en un periodo de cinco años, el estado de ánimo de las personas que no acudían a la iglesia empeoraba, a un ritmo más rápido que el de los que sí iban.
Según Law, es posible que una persona alcance un sentimiento de propósito o sienta que su vida tiene un sentido por ir a la iglesia y adscribirse a un sistema de creencias muy concreto.
Pero también es posible que personas que no van a la iglesia regularmente encuentren ese sentido en otros aspectos de la vida, posiblemente en una relación o en la participación en otro tipo de actividades también significativas para ellas.
Este sentido o propósito vital podría ser la clave del bienestar emocional de las personas en su vejez, por lo que deberían diseñarse intervenciones para ayudar a la gente a crear su propio propósito de vida, señaló Law, con el fin de mejorar su estado de ánimo.
Próximos pasos
A pesar de estos resultados, la autora de la investigación advierte que no puede asumirse que, simplemente, por acudir a la iglesia o estar casado se tiene un estado de ánimo mejor durante la vejez, dado que otros factores han de ser tenidos en cuenta para poder comprender mejor lo que sucede en la psicología de las personas de estas edades.
Law afirma que, por lógica, el siguiente paso sería analizar por qué existen estas relaciones entre estado de ánimo, matrimonio y asistencia a servicios religiosos.
Según la investigadora, existen numerosos desafíos asociados al envejecimiento, entre ellos, la pérdida de habilidades cognitivas o el sufrimiento por la pérdida de personas queridas.
Lo que se pretende en definitiva es comprender mejor todos estos desafíos para poder proteger a los ancianos del desarrollo de estados de ánimo depresivos.
Características del estudio
Según se explica en el artículo original, la presente investigación fue realizada con un total de 791 ancianos, de los cuales el 42.4% fueron hombres y el resto mujeres. La edad media de los participantes fue de alrededor de 75 años.
A todos ellos se les realizaron entrevistas en tres momentos distintos en un periodo de ocho años, con el fin de evaluar las progresiones en sus estados anímicos.
Los encuestados estaban casados, separados, divorciados, eran viudos o habían permanecido solteros durante toda su vida.
Sus afiliaciones religiosas fueron diversas o nulas: en el grupo estudiado había anglicanos, católicos, ortodoxos, miembros de la Iglesia Unida de Cristo y personas no religiosas.
Además de preguntarles por su vida conyugal y por su religiosidad, a los participantes también se les pidió que valoraran su salud y el tipo de apoyo social que recibían de sus familias, de sus amigos o de otras personas de su entorno.
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