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Las sorpresas se suceden en torno a Marte

Las sorpresas se suceden en torno a Marte

El descubrimiento de una red de lagos salobres bajo la capa de hielo del polo sur de Marte afianza la idea de que no solo pudo haber vida en Marte, sino de que todavía podría estar presente.

La sonda Mars Express de la Agencia Espacial Europea, que ha estado orbitando el Planeta Rojo desde 2003, ha utilizado un georradar y descubierto un grupo de lagos de agua salada que está a 1,5 kilómetros por debajo de la capa de hielo del polo sur marciano.

En esa misma región se descubrió en 2018 un gran lago de agua salada, que se considera la primera evidencia de agua líquida en el planeta rojo y de un posible hábitat para la vida.

La prospección de Mars Express no solo ha confirmado la existencia de ese inmenso lago, de 20 kilómetros de ancho, sino que también ha detectado la presencia de al menos tres lagos más, de unos pocos kilómetros de ancho, separados entre sí por regiones de piedra seca.

Estos depósitos salobres, que se extienden sobre unos 75.000 kilómetros cuadrados, serían los restos de un antiguo océano donde tal vez ha podio surgir alguna forma de vida, según los investigadores.

Agua muy salada

El agua de estos depósitos salobres debe ser muy salada porque si no se habría congelado. Graziella Caprarelli, investigadora adjunta del Centro de Astrofísica de la Universidad del Sur de Queensland, señala al respecto que la estabilidad de las soluciones acuosas hipersalinas (salmueras), como las detectadas en Marte en 2018, pueden persistir durante períodos de tiempo geológicamente significativos, incluso a las temperaturas típicas de las regiones polares marcianas (considerablemente por debajo de la temperatura de congelación del agua pura).

Por lo tanto, concluye, “pensamos que cualquier proceso de formación y persistencia de agua subglacial debajo de los casquetes polares marcianos requiere que el líquido tenga una alta salinidad”.

Los científicos consideran que Marte pudo haber tenido muchos lagos similares en el pasado, cuando el calor procedente de las profundidades del planeta rojo derritió parte del hielo que cubre los polos.

De hecho, el año pasado, Mars Express estableció la primera evidencia geológica de un sistema de agua subterránea a escala planetaria en Marte: antiguos lagos interconectados entre sí y con el supuesto océano marciano que habría existido hace entre 3.000 y 4.000 millones de años.

Indicios de vida

Si la vida prosperó alguna vez en estos lagos subterráneos antiguos, estos descubrimientos fortalecen la idea de que la vida podría todavía persistir de alguna forma en Marte.

El investigador principal del georradar (MARSIS), Roberto Orosei, explica al respecto en un comunicado: «si bien la existencia de un solo lago subglacial podría atribuirse a condiciones excepcionales como la presencia de un volcán bajo la capa de hielo, el descubrimiento de todo un sistema de lagos implica que su proceso de formación es relativamente simple y común, y que estos lagos probablemente han existido durante gran parte de la historia de Marte».

Y añade: «por esta razón, aún podrían retener rastros de cualquier forma de vida que podría haber evolucionado cuando Marte tenía una atmósfera densa, un clima más suave y la presencia de agua líquida en la superficie, similar a la Tierra primitiva».

Sin embargo, se trata de una hipótesis controvertida. Nature advierte que “los lagos con un contenido de sal que es aproximadamente 5 veces mayor que el del agua de mar pueden sustentar la vida, pero a medida que la concentración se acerca a 20 veces la del agua de mar, la vida ya no está presente”.

Sin embargo, lagos similares a los detectados en Marte existen debajo de los casquetes polares terrestres, así como lagos y llanuras saladas en todos los continentes de nuestro planeta: en todos ellos ha aparecido vida. Si existen reservorios semejantes en Marte, podrían ser hábitats potenciales para la vida, concluye Nature.

Referencia

Multiple subglacial water bodies below the south pole of Mars unveiled by new MARSIS data.  Sebastian Emanuel Lauro et alia. Nature Astronomy (2020) DOI:https://doi.org/10.1038/s41550-020-1200-6

 

 

 

RedacciónT21

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