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Las tradiciones religiosas necesitan dialogar con las culturas, las ciencias y las tecnologías

Las tradiciones religiosas necesitan dialogar con las culturas, las ciencias y las tecnologías

Las tradiciones religiosas van siendo conscientes de que en el siglo XXI es mucho más necesario el diálogo con las culturas, las ciencias y las tecnologías. Por esa razón, el papa Benedicto XVI inició en 2009 lo que denominó el “Atrio de los Gentiles”; un espacio de encuentro entre creyentes y no creyentes en un ámbito interdisciplinar. ¿Es eso posible? Por Leandro Sequeiros.

Las tradiciones religiosas necesitan dialogar con las culturas, las ciencias y las tecnologías

El papa emérito, Benedicto XVI, es un gran intelectual preocupado por el diálogo con otras religiones y el encuentro con los que se definen como ateos. Por eso, en 2009 creó lo que se ha dado en llamar “El Atrio de los Gentiles”, un espacio interreligioso e intercultural al servicio de la humanización integral. Pero esta idea fue surgiendo en su mente desde años atrás.

En un discurso de Benedicto XVI, “Discurso al mundo de la cultura”, celebrado en París, en 2008, en el colegio de los Bernardinos, dijo:

“Para mucha gente, en realidad, Dios se ha convertido en el gran desconocido. A pesar de todo, así como antes tras las múltiples representaciones de divinidades la cuestión del Dios desconocido quedaba escondida y presente, de la misma manera la actual ausencia de Dios queda tácitamente fijada por una cuestión que la concierne”.

Ese mismo año 2008, Benedicto XVI, en su ya famoso “Discurso en la Universidad de la Sapienza”, Roma, dijo:

Quaerere Deum, buscar a Dios y dejarse encontrar por Él: esto es muy necesario también hoy en día. Una cultura positivista, que retornara al dominio subjetivo considerando no científica la cuestión de Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus mayores posibilidades y, por tanto, un fracaso del humanismo. Las consecuencias serían gravísimas. La búsqueda de Dios y la disponibilidad a escucharle fueron los fundamentos de la cultura europea y son aún el fundamento de toda auténtica cultura”.

Y prosigue: “El peligro para el mundo occidental —por hablar sólo de éste— es que el hombre precisamente, considerando la grandeza de su saber y poder, se rinde ante la cuestión de la verdad. Y esto significa a su vez que la razón, al final, se rinde ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad y se ve forzada a reconocerla como criterio último”.

Los humanos nos preguntamos qué somos

En la web del El Atrio de los Gentiles, leemos que con frecuencia los grandes interrogantes sobre el sentido de la vida y su valor ya no son el centro de la existencia humana. Es este deseo de verdad, de sentido, que el Atrio de los Gentiles —paréntesis gratuito de silencio y de diálogo en el espacio social— quisiera suscitar. El hombre es un animal de deseo y esa fuerza interior que le empuja a buscar algo superior no se puede dejar de lado sino que debe tomarse seriamente en consideración.

Actualmente la línea a de demarcación del Atrio de los gentiles ha cambiado de lugar. El apóstol Pablo de Tarso anunció que el mismo Cristo ha venido a “derribar el muro que divide” hombres y creencias, judíos y gentiles y a buscar la unidad del género humano.
Actualmente «gentiles» es más bien una categoría «interior». El límite ya no está entre los que y creen y los que no creen en Dios, sino entre los que quieren defender al hombre y la vida y los que quieren ahogarlos en un utilitarismo material o incluso espiritual.

El límite, ¿no es entre quienes reconocen el don de la cultura y de la historia, de la gracia y la gratuidad, y los que lo ponen todo bajo el culto de la eficiencia ya sea cientificista o sacra?

El Atrio de los Gentiles invita a compartir una sed común en una perspectiva universal, global, católica: la de la apertura al otro como dinamismo de la vida humana. El valor del Atrio se descubre ante todo en los rostros que viven, en las identidades que le aportan vida, en el encuentro respetuoso, en el diálogo sincero y en la búsqueda apasionada. Esta respetuosa apertura al otro puede impulsar un mismo esfuerzo hacia la razón, con la idea de poner en marcha una dinámica creadora y fecunda.

Nueva etapa del diálogo entre creyentes y ateos

Según informa la agencia ZENIT.org la iniciativa vaticana de un Atrio de los Gentiles fue lanzada el 24 de marzo de 2011 en París, en el curso de dos días de encuentro y diálogo entre creyentes y no creyentes, del 24 al 25 de marzo.

Así comenzó en París, ciudad símbolo de la Ilustración, una nueva iniciativa vaticana, el Atrio de los Gentiles. Este espacio virtual fue promovido por Benedicto XVI en diciembre de 2009, cuando presentó la imagen del patio que se encontraba junto al Templo de Jerusalén al que podían acceder los no judíos.

«Complemento al diálogo interreligioso que se ha desarrollado desde hace décadas –explicó el cardenal Gianfranco Ravasi, creador del foro y presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, en un encuentro con los periodistas en la Sala de Prensa del Vaticano–, el Atrio de los Gentiles constituye un compromiso a largo plazo de la Iglesia».

El objetivo, aclaró, consiste en contribuir a que sean tenidos en cuenta en las sociedades actuales y debatidos con una reflexión racional común los grandes interrogantes de la existencia humana, sobre todo los de carácter espiritual.

En los encuentros del Atrio de los Gentiles no habrá «cátedra», y por tanto no tendrá carácter académico, ni tendrá una finalidad estrictamente pastoral. Es más bien una iniciativa «lanzada en un horizonte indiscriminado», añadió el purpurado italiano, «de libertad de interacción», sin «la obligación de encontrar un mínimo común denominador».

Si se resquebraja «el muro de separación» que separa a quien no tiene una misma visión del mundo, el diálogo resultará enriquecido. «Es importante el diálogo con los ateos ‘convencidos’, pues como decía el escritor italiano Gesualdo Bufalino, ‘sólo en los auténticos ateos sobrevive la pasión por lo divino’, mientras que Pierre Reverdy escribía que «hay ateos feroces que tienen más interés por Dios que los creyentes'».

«En esta primera fase el diálogo será estimulado de manera ‘elevada’, involucrando a figuras representativas de los diferentes horizontes científicos y culturales, y tocando temas candentes y fundamentales de la existencia», explicó el purpurado.

El Atrio de los Gentiles une fe y laicismo en Barcelona

Nos trasladamos ahora al mes de mayo de 2012. Según la prensa, en esa fecha, El Atrio de los Gentiles une fe y laicismo en Barcelona. La basílica de la Sagrada Familia acogió la culminación del Atrio de los Gentiles que, promovido por el Papa Benedicto XVI, busca tender puentes de diálogo entre creyentes y no creyentes a través del diálogo y los elementos espirituales.

Durante cuatro jornadas, Barcelona ha acogido diferentes actos sobre la cultura y la fe con el objetivo de demostrar que “el diálogo entre ambas es un forma de expresar el mensaje de Jesús”. Porque, “crear espacios de diálogo es una forma de mostrar que la causa de la humanidad pide el esfuerzo conjunto de todos los que se sienten llamados a sostenerla”, señalaron desde el Arzobispado de Barcelona.

Más de 4.000 personas asistieron al “Diálogo de las voces: poesía y música en la Sagrada Familia”. El acto, presidido por los cardenales Gianfranco Ravasi y Lluís Martínez Sistach, supuso, a los presentes y a aquellos que siguieron la celebración vía internet, un viaje hacia la majestuosidad de la Sagrada Familia, amplificada por la música, el juego de luces y la belleza de las palabras, que puso el punto final al Atrio.

La belleza, el arte, la trascendencia, el amor, el pensamiento fueron algunos de los aspectos que los intelectuales y cantantes interpretaron el acto. La celebración contó con una actuación muy esperada, la de Montserrat Caballé, que estuvo acompañada por el maestro de órgano Juan de La Rubia. Además, 615 cantores interpretaron ocho piezas entablando así un diálogo entre las 24 corales participantes. La última pieza –“Hoy es el día que ha hecho el Señor”–, obra del director de la Escolonía de Montserrat, Bernat Vivancos, fue compuesta especialmente para la ocasión.

La música estuvo acompañada por la lectura de dos poemas, dos textos teológicos y de fragmentos bíblicos. Francesc Figueres y Ester Romero fueron los encargados de leer, al inicio del acto, los primeros textos del Libro del Génesis y del Evangelio según San Juan. Sus palabras fueron posteriormente interpretadas por el cardenal Gianfranco Ravasi. Los responsables del diálogo entre teólogos fueron los profesores Santiago del Cura y Armand Puig y Tàrrech. Por su parte, David Jou, profesor de física de la materia UAB y poeta; y Gemma Gorja, también poeta y profesora de filología de la UB, fueron los encargados de entablar el diálogo de la poesía.

“La fiesta del espíritu”, que duró casi tres horas, culminó con el canto del “Hallelujah” tras la intervención del cardenal Sistach que subrayó la importancia del encuentro entre creyentes y no creyentes como primer paso de reflexión sobre lo común.

Una actitud interdisciplinar

En un artículo anterior publicado en Tendencias21 de las Religiones, abogábamos por la interdisciplinariedad para superar el conflicto de racionalidades.

En el presente artículo, nos situamos en un plano más amplio: la necesidad de un espíritu interdisciplinar para hacer posible el encuentro necesario (al estilo del Atrio de los Gentiles) entre culturas y tradiciones religiosas. No se trata de caer en el “todo vale”, ni suscitar falsos irenismos. Se trata de pensar la realidad de forma plural. Como también hemos escrito en esta revista, nadie posee en exclusividad el monopolio de la verdad; todos mantenemos nuestra perspectiva de la realidad.

Ello implica que la perspectiva interdisciplinar es imprescindible en este gran Atrio de los Gentiles que es la sociedad del siglo XXI. Pero ¿qué entendemos por interdisciplinariedad? Una experiencia concreta cumple cuarenta años: la Asociación Interdisciplinar José de Acosta, más conocida por sus siglas, ASINJA.

Durante 40 años, los socios y los amigos de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA) se han reunido anualmente. Según sus Estatutos (Artículo 2) ASINJA nació con una vocación “interdisciplinar”.

Pero el hecho de habernos reunido hombres y mujeres procedentes de muy diversas disciplinas para dialogar sobre un tema visto desde diversas perspectivas, ¿nos constituye en grupo interdisciplinar? ¿Creemos que tratar sobre un tema, charlar, discutir, dialogar, escuchar críticamente nos constituye en Asociación Interdisciplinar? ¿Hemos construido conocimientos nuevos o simplemente hemos acumulado información? ¿Ha emergido algo diferente? ¿Hemos hecho interdisciplinariedad o transdisciplinariedad? ¿Emergencia o acumulación de conocimientos? ¿No habrá sido más bien confusión, mezcla de elementos que no eran homogéneos?

Desde el punto de vista epistemológico ¿hemos aceptado el pluralismo en los conocimientos? ¿Hemos practicado en el relativismo, el perspectivismo, la tolerancia? ¿Creemos que es posible la interdisciplinariedad? ¿Qué concepto de verdad estaba debajo de nuestra búsqueda? ¿Hemos soportado la diferencia en los enfoques, metodologías, perspectivas? ¿Creemos que todos los conocimientos humanos tienen el mismo rango? ¿Hemos superado el obstáculo de las dos culturas? ¿Nos situamos en la “tercera cultura” de Brockman (o en su versión española de Cultura3.0) en la que la ciencia subsume todos los demás conocimientos? ¿Hemos respetado la autonomía epistemológica de las ciencias sociales?

Repensar la interdisciplinariedad

Pero ¿qué es la interdisciplinariedad? No cabe duda de que hay multitud de sinónimos y sentidos muy diferentes. Desde luego se puede encontrar una enorme diversidad en la interpretación y definición de lo que es esta palabra. En primer lugar, es una tarea. Y además, un proyecto intelectual, una opción epistemológica.

El término interdisciplinariedad surge por primera vez en 1937 y le atribuyen su invención al sociólogo Louis Wirtz. Este texto de Carl Hempel puede ser iluminador:

“Tal vez la palabra clave sea “integración”: diversos saberes, epistemológicamente distintos, se pueden integrar sistémicamente en una unidad superior de conocimiento que supone mayor unidad. Progresivamente, el esfuerzo de muchos investigadores se dirige hacia la construcción de puentes conceptuales, metodológicos y epistemológicos que sitúan determinados aspectos del conocimiento de la realidad en niveles superiores del saber. La sistematización científica requiere el conocimiento de diversas conexiones, mediante leyes o principios teóricos, entre diferentes aspectos del mundo empírico que se caracterizan mediante conceptos científicos. Así los conceptos de la ciencia son nudos en una red de interrelaciones sistemáticas en la que las leyes y los principios teoréticos constituyen los hilos… Cuantos más hilos converjan o partan de un nudo conceptual, tanto más importante será su papel sistematizado o su alcance sistemático”. (Carl Hempel, Philosophy of natural science, Prentice-Hall, 1966 ).

Las aportaciones de la sociología del conocimiento

Este texto es suficientemente expresivo pero conviene describirlo más minuciosamente. La sociología del conocimiento es consciente que, con el transcurrir del tiempo, el propio desarrollo científico-técnico hizo que fueran surgiendo paulatinamente numerosas ramas científicas.

En general empezaron a aparecer especialistas en cada una de esas disciplinas que no eran especialistas en otras áreas de conocimiento, por lo que ciertos estudios que requerían de conocimientos en diversas áreas eran inasequibles a la mayoría de científicos especializados en una cierta área. Y ello se relaciona con la historia del esfuerzo humano para unir e integrar situaciones y aspectos que su propia práctica científica y social separan.

Demanda el conocimiento del objeto de estudio de forma integral, estimulando la elaboración de nuevos enfoques metodológicos más idóneos para la solución de los problemas, aunque su organización resulta compleja, ante la particularidad de cada disciplina científica, que posee sus propios métodos, normas y lenguajes.

Es en fin una filosofía y marco metodológico que podría caracterizar la práctica científica consistente en la búsqueda sistemática de integración de las teorías, métodos, instrumentos, y, en general, fórmulas de acción científica de diferentes disciplinas, a partir de una concepción multidimensional de los fenómenos, y del reconocimiento del carácter relativo de los enfoques científicos por separado. Es considerada una apuesta por la pluralidad de perspectivas en la base de la investigación.

Para algunos, el trabajo interdisciplinar es una postura que conlleva al desafío de superar las visiones fragmentadas y asumir una posición más radical con el objetivo de erradicar las fronteras entre las disciplinas, el trabajo interdisciplinar lleva implícito romper las barreras entre la teoría y práctica.

Por lo que la interdisciplinariedad esencialmente, consiste en un trabajo colectivo teniendo presente la interacción de las disciplinas científicas, de sus conceptos directrices, de su metodología, de sus procedimientos, de sus datos y de la organización en la enseñanza.

El pensamiento interdisciplinario

Aunque la palabra interdisciplinariedad aparece por primera vez en 1937, y su inventor es el sociólogo Louis Wirtz, la Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos había empleado la expresión «cruce de disciplinas», y el Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale había propuesto el término «demolición de las fronteras disciplinarias».

Es sorprendente comprobar que Thomas Kuhn, en su obra por lo demás capital para la sociología de la ciencia, La Estructura de las Revoluciones científicas (1962) no abordó el problema de la interdisciplinariedad, aunque sí trató el problema de la especialización.

Tampoco hay referencia alguna a la interdisciplinariedad en el libro clásico de Robert Merton sobre la sociología de la ciencia, pero Merton se interesó en este problema a partir de 1963, cuando escribió en su obra «The mosaic of the behavioral sciences» lo siguiente: «los intersticios entre las especialidades se van llenando gradualmente con especialidades interdisciplinarias» (Merton, 253). Obsérvese que Merton habla de «especialidades» y no de «disciplinas».

La aventura interdisciplinar

Hoy en día nadie puede conocer más de una sola disciplina en su totalidad. La ambición de dominar dos o más disciplinas completas es poco realista y utópica. A partir del supuesto de que es posible conocer y combinar disciplinas completas, la noción de interdisciplinariedad induce a engaño.

La dificultad de que un solo científico sea verdaderamente multidisciplinario ha movido a algunos especialistas en metodología a preconizar el trabajo de equipo. Esto es lo que propuso Pierre de Bie en la obra mencionada de la UNESCO. El trabajo de equipo es productivo en los grandes laboratorios de ciencias naturales, peo con las ciencias sociales es difícil de poner en práctica. Los únicos ejemplos de investigación en equipo que hayan tenido éxito son los relativos a la producción o la recolección de datos, y muy pocas veces ocurre lo mismo con un trabajo de interpretación o de síntesis, excepto en el campo de la arqueología.

Los grandes programas de las instituciones internacionales o nacionales consisten en general en el fomento y la coordinación de investigaciones que se consideran prioritarias. Las publicaciones resultantes llevan con frecuencia la firma de una sola persona, o a lo sumo de dos o tres, pero pocas veces más.

La historia de las ciencias sociales ofrece numerosos ejemplos de proyectos interdisciplinarios que fracasaron. Me limitaré a uno solo, la encuesta realizada en el Finistère, en Plozevet (Francia), a comienzos de los años sesenta. Era un proyecto ambicioso, que en Francia absorbió gran parte de los recursos financieros disponibles en aquella época para las ciencias sociales, y movilizó a sociólogos, demógrafos, especialistas en genética, etnólogos, psicólogos, lingüistas e historiadores.

Los organizadores de la encuesta querían que la investigación realizada en Plozevet fuera «colectiva y total». Esta encuesta interdisciplinaria no dio resultados dignos de mención, pero de todos modos la lección se aprendió, y la experiencia no se ha repetido más en Francia.

En la obra de la OCDE sobre «La interdisciplinariedad» de lee lo siguiente: «las primeras experiencias analizadas en tres países (Alemania, Francia e Inglaterra) dan una impresión general de fracaso (OCDE, 25). El capítulo de este mismo trabajo titulado «El archipiélago interdisciplinario» acaba reconociendo el «sentimiento de una simple amalgama» (idem, 71). Se habla de la interdisciplinariedad como de un concepto «epistemológicamente ingenuo» (idem, 71).

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Ambigüedades de la interdisciplinariedad

El enfoque multidisciplinario es engañoso porque propugna la división de la realidad en diversos fragmentos. En algunos trabajos se procede por divisiones: enfoque filológico, antropológico, histórico, etnológico, psicológico y sociológico. Este desfile de disciplinas, que no coinciden casi nunca, permite en el mejor de los casos un paralelismo útil, pero no una síntesis.

Esto es lo que hizo el historiador de las religiones Mircea Eliade que, en su búsqueda de los dioses, movilizó a ocho disciplinas: la etnología, la filología, la lingüística, la antropología, la psicología, la historia, la sociología y la filosofía, que no convergen nunca. El autor procede a un erudito paralelismo disciplinario, pero no a una conjugación de los factores (Eliade).

En realidad, cuando se emprenden investigaciones relativas a varias disciplinas, lo que se hace es combinar segmentos de disciplinas y de especialidades, no disciplinas completas. Por ello yo prefiero la noción de hibridación, que denota la recombinación de fragmentos de ciencias.

Hoy en día la especialización a la vanguardia de la ciencia pocas veces es monodisciplinaria: «un investigador en cancerología, por ejemplo, puede tener una licencia en física, un diploma en biofísica y trabajar con inmunologistas en un centro de investigación médica, enseñar la bioquímica en una facultad de ciencias, publicar en revistas científicas o médicas…» (de Certaines, 117).

En las ciencias sociales, como en las ciencias naturales, el progreso científico se logra sobre todo en las interfaces, en los intersticios de las disciplinas. Las innovaciones más originales y fecundas resultan de la recombinación de especialidades situadas en el punto de confluencia de varias disciplinas, que no son necesariamente contiguas.

El punto de contacto fecundo se establece entre especialidades y sectores, y no paralelamente a las fronteras disciplinarias. François Kourilsky plantea el problema en sus verdaderos términos: «Entendámonos bien sobre lo que es o no es interdisciplinariedad. Si se quiere conseguir progresos, la investigación debe ser extremadamente especializada y traspasar la frontera de los conocimientos en puntos muy precisos, y con un temario estrechamente definido» (Kourilsky, 16).

Una gran biblioteca especializada, por ejemplo de bioquímica, solo abarca una pequeña parte de la química y de la biología, que coinciden en determinados puntos. Observemos lo que hacen los investigadores en esta biblioteca: se concentran en un punto preciso de la clasificación numérica de materias, que representa menos de un uno por mil de la documentación sobre el tema.

Buscan una información precisa en un sector sumamente especializado. En el mismo momento, centenares de investigadores hacen lo mismo, cada uno en su hiperespecialidad. La investigación se efectúa simultáneamente sobre centenares de puntos. Pero esos puntos no están necesariamente dispersos, sino que forman parte de un conjunto de conocimientos, conceptos, métodos, intuiciones, hipótesis y visiones.

Con frecuencia sucede, como demuestra la historia de las ciencias, que algunos de estos puntos chocan entre sí haciendo saltar chispas. En este momento, previsto o fortuito, es que se produce el descubrimiento, programado o inesperado. Estos puntos pueden situarse en sectores distintos, a veces alejados entre sí. Se habla entonces de un descubrimiento interdisciplinario. Pero, como en realidad son especialidades y no disciplinas completas las que coinciden, la noción de interdisciplinariedad debería sustituirse por la noción, más adecuada, de transespecialidad o poliespecialidad.

Pluralismo e interdisciplinariedad

No es fácil realizar un “cambio de chip” mental para pensar de otra manera. No es fácil “integrar” niveles de conocimiento diferentes. Tal vez no hemos integrado suficientemente el hecho de que desde cada disciplina se entiende de modo diverso lo que es la interdisciplinariedad. Para otros autores, la interdisciplinariedad, es una relación de reciprocidad, de mutualidad, pues ella no se enseña ni se aprende, apenas se vive, se ejerce, por eso exige una nueva pedagogía, una nueva comunicación.

El concepto de interdisciplinariedad, abarca no solo los nexos que se pueden establecer entre los sistemas de conocimientos de una disciplina y otra, sino también aquellos vínculos que se pueden crear entre los modos de actuación, formas del pensar, cualidades, valores y puntos de vista que potencian las diferentes disciplinas.

La interdisciplinariedad es la relación de cada disciplina con el objeto y entre ellas, la relación constitutiva de un objeto específico y propio de todas ellas, un ”interobjeto” que constituye un contenido sustancial en su desarrollo histórico en ciertos ámbitos científicos.

Para Wikipedia, Interdisciplinariedad es un término que expresa la cualidad de ser interdisciplinario. Un campo interdisciplinario es un campo de estudio que emerge de la sinergia de varias disciplinas que dan lugar a sistemas conceptuales nuevos que superan la mera yuxtaposición de saberes. Un campo transdisciplinario atraviesa los límites tradicionales entre varias disciplinas académicas o entre varias escuelas de pensamiento, por el surgimiento de nuevas necesidades o la elección de nuevas profesiones.

En principio, el término «interdisciplinario» se aplica en el campo pedagógico al tipo de trabajo científico que requiere metodológicamente de la colaboración de diversas y diferentes disciplinas y, en general, la colaboración de especialistas procedentes de diversas áreas tradicionales.

La interdisciplinariedad involucra grupos de investigadores, estudiantes y maestros con el objetivo de vincular e integrar muchas escuelas de pensamiento, profesiones o tecnologías, –aun con sus perspectivas específicas–, en la búsqueda de un fin común. La epidemiología del SIDA o el calentamiento global requieren comprender varias disciplinas para resolver problemas irresolutos.

Otros autores han definido la interdisciplinariedad como un conjunto de disciplinas conexas entre sí y con relaciones definidas, a fin de que sus actividades no se produzcan en forma aislada, dispersa y fraccionada.

Desde el punto de vista educativo, la interdisciplinariedad es el proceso significativo de “enriquecimiento” del currículo y de aprendizaje de sus actores que se alcanza como resultado de reconocer y desarrollar los nexos existentes entre las diferentes disciplinas de un plan de estudio por medio de todas las componentes de los sistemas didácticos de cada una de ellas.

¿Cómo proceder para desarrollar la interdisciplinariedad?

La palabra clave es “integración”. La integración es un momento de organización y estudio de los contenidos de las disciplinas, es una etapa para la interacción que solo puede ocurrir en un régimen de coparticipación, reciprocidad, mutualidad (condiciones esenciales para la efectividad de un trabajo interdisciplinar), se considera entonces la integración como una etapa necesaria para la interdisciplinariedad.

Una vía para contribuir al desarrollo de la interdisciplinariedad entre las materias es la aplicación de tareas integradoras. La tarea integradora se define como una situación problemática estructurada a través de un eje integrador el Problema científico conformado por problemas y tareas interdisciplinarias.

Su finalidad es aprender a relacionar los saberes especializados apropiados desde la disciplinariedad, mediante la conjugación de métodos de investigación científicas, la articulación de las formas de organización de la actividad. Su resultado es la formación de saberes integrados expresados en nuevas síntesis y en ideas cada vez más totales de los objetos, fenómenos y procesos de la práctica educativa y en consecuencia de comportamientos y valores inherentes a su profesión con un enfoque interdisciplinario, lo que implica un modo de actuación.

Artículo elaborado por Leandro Sequeiros, Doctor en Ciencias y Catedrático de Paleontología, Licenciado en Teología, profesor de Filosofía, Miembro de la Academia de Ciencias de Zaragoza, Coeditor de Tendencias21 de las Religiones, y Colaborador de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión.

RedacciónT21

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