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El cerebro moral

El cerebro moral

Lo que la neurociencia nos cuenta sobre la moralidad

El cerebro moral

Ficha Técnica

Título: El cerebro moral
Autora: Patricia S. Churchland
Edita: Paidós Ibérica. Primera edición. Barcelona, mayo, 2012
Traducción: Carmen Font Paz
Colección: Transiciones
Materia: Neurofilosofía
Número de páginas: 320 págs.
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-493-2715-5
PVP: 25,90 €

¿Cuál es el origen de nuestros valores? ¿Qué es lo que tienen los cerebros de los mamíferos altamente sociables que permite la sociabilidad, y como consecuencia de ello, lograr una mayor comprensión de los fundamentos de la moralidad?

“El fenómeno de nuestros valores morales, que hasta hace poco era tan desconcertante, ahora lo es menos”, dice Patricia Churchland en la introducción de su obra El cerebro moral. “No es que las cosas estén del todo claras, sino que son menos confusas. Al aunar nuevos datos coincidentes de los campos de la neurociencia, la biología evolutiva, la psicología experimental y la genética, y al proporcionar un marco filosófico que encaje con esos datos, nos encontramos en situación de aproximarnos a la pregunta del origen de nuestros valores”, afirma.

El objetivo que se plantea en esta obra es el de explicar lo que es probable que sea cierto en relación a nuestra naturaleza social, y que es lo que implica a la hora de ofrecer una plataforma neuronal de conducta moral: “adquirir una comprensión más profunda de lo que predispone a cuidar de los demás puede conducirnos a una mejor comprensión del modo en que abordamos nuestros problemas sociales”. Optando, explica más adelante, por una perspectiva neurobiológica más profunda (que la usada hasta ahora), aunque programática, sobre la naturaleza del razonamiento y la resolución de problemas, el modo como funciona la navegación social, de qué modo los sistemas nerviosos acometen procesos de evaluación y cómo los cerebros de los mamíferos toman decisiones.

La tesis más importante de mi proyecto, explica la autora, es bastante sencilla: el que no se pueda derivar un condicional de un hecho tiene por ahora poca influencia en cuanto a la resolución de problemas en el mundo.

“Los cerebros se ubican en el mundo causal reconociendo y categorizando episodios por los que se preocupan, del mismo modo que el animal procura el sustento: qué bayas son las más sabrosas, dónde encontrar jugosas termitas y cómo pescar. La hipótesis del trabajo es que el tránsito del mundo social depende en gran medida de los mecanismos neuronales –motivación e impulso, recompensa y predicción, percepción y memoria, control de los impulsos y toma de decisiones- . Estos mismos mecanismos pueden emplearse para tomar decisiones físicas o de carácter social; para construir un conocimiento del mundo o de la sociedad, como, por ejemplo, qué personas son irascibles o cuándo se espera de mí que comparta el alimento o defienda al grupo de los intrusos o me enfrasque en una pelea”.

La hipótesis dominante, expone Churchland, es que lo que nosotros, los humanos, llamamos “ética” o “moralidad” es una estructura de conducta social en cuatro dimensiones que viene determinada por la interrelación de distintos procesos cerebrales: (1) el cuidado o la atención a los demás; (2) el reconocimiento de los estados psicológicos de los demás; (3) la resolución de problemas en un contexto social y (4) el aprendizaje de prácticas sociales. “La sencillez de esta estructura no significa que sus formas, variaciones y mecanismos neuronales sean simples. Al contrario, la vida social es increíblemente compleja, puesto que el cerebro es el órgano que la administra”.

Siguiendo el orden de los capítulos, Patricia Churchland desarrolla el argumento central siguiendo los siguientes pasos: en el capítulo dos trata del trasfondo de las restricciones evolutivas en la conducta moral. En el tres se adentra en la evolución del cerebro de los mamíferos y el modo en que éste favorece el cuidado y la atención a los demás. En el cuarto reflexiona sobre la cooperación, sobre todo la cooperación humana. En el quinto se centra en lo que se conoce y lo que se ignora acerca de los “genes” de los módulos morales que se hallan en el cerebro. En el sexto capítulo trata la importancia social de la capacidad para atribuir estados mentales, así como la posible base cerebral para una capacidad de este tipo. En el siete, el tema de las normas y del papel que adoptan las leyes en la conducta moral lleva la discusión a un formato filosófico más tradicional. En el capítulo de conclusiones toca las cuestiones que afectan a la religión y su relación con la moralidad.

Sumario

1. Introducción
2. Valores de base cerebral
3. Cuidar de los demás y apreciarlos
4.Cooperar y confiar
5. Redes de contacto: genes, cerebros y conductga
6. Habilidades para la vida social
7. No como norma
8. Religión y moralidad

Listado de ilustraciones
Notas
Bibliografía
Agradecimientos
Índice analítico de nombres

Datos de la autora

El cerebro moral

Patricia Smith Churchland es una filósofa canadiense norteamericana nacida el 16 de julio de 1943. Desde 1984 desarrolla su labor en San Diego, en la Universidad de California. Actualmente es profesora en el departamento de filosofía de la Universidad de San Diego, profesora adjunta en el Instituto Salk para estudios Biológicos, y asociada al Laboratorio Computacional de Neurociencias (Sejnowski Lab) en el Instituto Salk. Ganó el premio MacArthur en 1991. Estudió en la Universidad de la Columbia Británica, la Universidad de Pittsburgh, y la Universidad de Oxford. Enseñó filosofía en la Universidad de Manitoba desde 1969 a 1984. Es la esposa del filósofo Paul Churchland.

Sus estudios se centran en la neurofilosofía y la filosofía de la mente. Churchland ha enfocado sus estudios en la relación entre las neurociencias y la filosofía. De acuerdo con ella, los filósofos se están dando cuenta de que para entender la mente primero debe entenderse el cerebro. Se asocia a la escuela de pensamiento llamada eliminativismo o materialismo eliminativo, la cual argumenta que los conceptos de la psicología popular como «creencia», «voluntad libre» o «conciencia» necesitarán ser revisados cuando la ciencia entienda más acerca de las funciones del cerebro. Sigue el llamado «Programa de Coevolución de las Ciencias», según el cual las ciencias menos desarrolladas deben evolucionar presididas por aquellas otras que son más completas, que en el caso de los problemas que nos ocupan serían las neurociencias. Es por esto que, según Churchland, tantas ramas de la psicología están destinadas a desaparecer. También podemos llamarla naturalista, debido a que piensa que la investigación científica es la mejor fuente para entender la naturaleza de la mente. En definitiva, el objetivo más ambicioso de sus investigaciones es alcanzar una ciencia unitaria de la mente/cerebro. Sus trabajos más recientes se centran también en la neuroética, e intentan entender la elección, la responsabilidad y las bases de las normas morales en términos de funciones cerebrales, evolución del cerebro, e interacciones cerebro/cultura.

RedacciónT21

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