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La llevaré al silencio. Una experiencia de encuentro en el desierto

La llevaré al silencio. Una experiencia de encuentro en el desierto

Al poner en vuestras manos este escrito, pongo en ellas mi propia intimidad

La llevaré al silencio. Una experiencia de encuentro en el desierto

Ficha Técnica

Título: La llevaré al silencio. Una experiencia de encuentro en el desierto
Autora: Belén María Ridruejo
Prólogo: Jaume Boada
Edita: Narcea, S.A. de Ediciones
Colección: Espiritualidad
Encuadernación: Tapa blanda
Número de páginas: 142
ISBN: 978-84-277-1821-0
Precio: 12,50 euros

Hay que advertir de antemano que la autora de este precioso libro es religiosa. Por tanto, su experiencia sobre el retiro, la soledad, el silencio, viene marcada por tal carácter, por una personal experiencia de retiro espiritual. Lo que, evidentemente, no supone un matiz peyorativo, ni mucho menos. Simplemente, denota un punto de vista, una manera de enfocar el contenido de la obra. Lo que no implica, tampoco, que estas páginas no puedan ser de utilidad para quienes busquen una manera de retirarse al interior, aunque no compartan con la autora sus creencias u opiniones en materia de religión. Porque lo que hace Belén María Ridruejoes contarnos su experiencia, de una manera clara, sencilla, sin ambiciones de docencia, pese a ser la docencia su profesión. Nos abre su interior, nos muestra los caminos que ha seguido, los resultados logrados, las aspiraciones alcanzadas en su afán de compartir con los posibles lectores los beneficios obtenidos en su retiro. Y sazona su escrito aportando textos de numerosos autores, muy adecuados para ilustrar los contenidos.

¿Cómo nació esta obra? Nos lo explica la autora: “El origen de este libro está en las comunicaciones a través de internet de las personas que me acompañaban. Cada día, escribía en un cuaderno lo que acontecía, lo resumía los domingos y lo enviaba por internet. Cuando decidí publicarlo, añadí textos de las lecturas que iba haciendo, reflexiones que me habían iluminado, así como otras referencias de autores que venían a mi mente”.

Arranca con el deseo de ir a la soledad para comprender cómo ha de vivir, pues la soledad la llevará al nivel de lo esencial, de lo profundo, de lo auténtico, de lo bello. Pero no se trata de una huida, ni de nada ni de nadie.

Y comienza la experiencia. Una experiencia de desnudez que empieza con la pérdida de información del disco duro de su ordenador. En la soledad, se fija en su interior, porque la soledad es un espejo y en ella encuentra el silencio; el silencio que se apodera de la autora haciéndola soportar la aridez y la nada. Pero es el paso necesario para dejar espacio a la palabra de Dios. Renunciar a las muchas palabras para saborear y disfrutar las esenciales.

Curiosamente, esta situación la hace sentirse en comunión con todos los seres, y sentir que forma parte de un Todo, que incluye el dolor humano. Y también le hace percibir la importancia del trabajo. Ese sentimiento comunitario, la lleva a compartir su experiencia personal y religiosa, comentando sus meditaciones sobre el pecado, la soledad de la adúltera ante Jesucristo, o sobre sus temores a la noche.

El silencio actúa como una medicina. “La Palabra y el silencio me están curando”, dice Ridruejo. Y, sin embargo, vivimos una vida agitada, alborotada, en la que, entre todos, estamos matando al silencio sin saber que con él damos por muerta a la interioridad. Y, pese a sus atractivos, el silencio no es solo pacífico, es belicoso, pues tiene que librar batallas: contra los propios pensamientos, la batalla de la compañía contra la soledad o la de la propia verdad frente a la imagen; son batallas que no se pueden perder, porque el desierto aplasta a los débiles. Como resultado, la autora experimenta una mayor intensificación de su vida.

Y, si al finalizar este retiro, alguien le preguntara qué ha aprendido, le costaría explicarlo; al comenzarlo, las palabras le salían a borbotones, pero, a estas alturas de su experiencia, les cuesta más esfuerzo emerger. Todo ello, sin dejar, a lo largo de las páginas y capítulos, de irnos comentando sus meditaciones concretas durante estos ejercicios espirituales.

Y, en el desarrollo de los ejercicios, llega a la contemplación que “es una empresa ardua porque es sumergirse en la nada, sin pensamientos, sin meditaciones sobre Dios, solo un amoroso silencio”, como bien describe la autora. Y surge una nueva batalla: nunca el desierto ha sido algo seguro, pero cuesta la inactividad, el no programarse y controlar la situación; no tener reloj, sino tiempo.

Es dura la soledad y grande el deseo de comunicarse con alguien buscando consuelo. Pero, en su marchar al desierto descubre que, más que sola, se encuentra llena de sí misma, llena de palabras que considera huecas. Y, a fin de combatir el parloteo interior que la libere para la contemplación, ejercita la respiración. La experiencia es positiva: “Mi cuerpo no estaba acostumbrado a tanto oxígeno: es un milagro ser sacada de la muerte de continuo, o, mejor dicho, respirar la vida a cada instante. No la tengo en mí, he de recibirla. Fue una sensación muy gratificante contemplar la receptividad de la vida a través de la respiración”. Al igual que el contacto con la naturaleza es productor de bienestar ante su inmensidad; se impone el silencio interior, tanto para renovarnos en lo más profundo o, sencillamente, para descansar de la presión de un ritmo de vida tan vertiginoso.

La autora continúa su viaje hacia el interior, en esa aventura de profundidad, hundiéndose en el silencio que cura el permanente vaivén de la mente y adelgaza el ego que comienza a fundirse progresivamente gracias al calor del sol interior. Así lo explica Ridruejo: “el silencio es lo único que puede abarcar al Infinito. Su superioridad sobre la palabra es notoria (…) Para beber de la fuente interior hay que entrar dentro, en el templo del silencio”.

No se trata de una soledad egoísta, separada del resto de la humanidad por infranqueables fronteras. No. Provoca una presencia de los otros, especialmente de quienes no la buscan y, sin embargo, tampoco la disfrutan, pues su soledad viene dada por el alejamiento y el rechazo de los demás, no es voluntaria. Y tampoco es ajena a la última soledad, a la de la hora del adiós, a la muerte. Y la compasión despierta.

Finalizada su experiencia concreta, la autora se enfrenta de nuevo a su misión, a su vida diaria. Pero a buen seguro que el silencio, el desierto, la soledad experimentados marcan una manera nueva, renovada, de ver el mundo.

Para un creyente y, más concretamente, para un cristiano, este conjunto de experiencias interiores, cargadas de espiritualidad, de búsqueda de Dios, de contacto con el Maestro, constituyen un delicioso mensaje y, probablemente, una orientación para seguir las huellas de Belén María Ridruejo en el proceso que nos expone. Pero, también el no creyente en busca del encuentro consigo mismo, del silencio y la paz interior, encontrará en ellas una fuente de propuestas que le ayudarán en su propio recorrido.

Índice

Prólogo

Introducción
Silencio y descanso en Dios
Silencio y comunión
Silencio y mi verdad
Silencio y terapia
Silencio y lucha
Silencio y renovación del amor
Silencio y otoño
Silencio y descubrimiento de la ceguera
Silencio y deseo de Dios
Silencio y soledad
Silencio y solidaridad
Silencio y sed de presencia
Silencio y misión

Notas sobre la autora

Belén María Ridruejo es religiosa, maestra y licenciada en teología. Desde hace más de veinticinco años se dedica a la educación religiosa de los jóvenes.

RedacciónT21

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