Científicos del laboratorio de investigación Helmholtz-Zentrum Dresden-Rossendorf (HZDR) en Dresden, Alemania, han concluido en un estudio que los ciclos solares reciben una influencia planetaria más determinante de lo pensado hasta el momento. Los ciclos solares de 11 años y el resto de las fluctuaciones que periódicamente experimenta el Sol se sincronizan a partir de la fuerza de atracción de los planetas.
Según una nota de prensa, las fuerzas de marea de los planetas Venus, Tierra y Júpiter funcionan como un «reloj externo» que maneja los ciclos solares de 11 años. Su efecto es mayor cuando los planetas están alineados: una constelación que ocurre precisamente cada 11,07 años.
Además de esta influencia planetaria, la investigación publicada recientemente en la revista Solar Physics sostiene que los pronósticos de actividad solar a muy largo plazo, que se utilizan por ejemplo para determinar el impacto de esta dinámica en los desarrollos climáticos, son casi imposibles.
Los investigadores creen que más allá de la sincronización planetaria de los ciclos solares cortos y medios, las fluctuaciones más largas en la actividad del Sol, que se registran durante miles de años, son realmente un proceso caótico y no es factible predecirlas con rigurosidad.
Ciclos solares que se superponen
Los ciclos solares relacionados con las manchas del Sol, que tienen una duración de 11 años, son los más conocidos y estudiados. Sin embargo, existen múltiples variaciones en la dinámica solar y en la cantidad de energía que emite el astro rey, tanto en lo referido a la luminosidad como con relación a los cambios en el viento solar y el campo magnético.
De esta manera, las fluctuaciones y ciclos solares se dan en muchas ocasiones de forma superpuesta, un dato que hace más complejo su pronóstico y dificulta su caracterización. Junto a los ciclos de 11 años, existen otros que se concretan aproximadamente cada 85 años, como el denominado «ciclo de Gleissberg».
Cada 200 años tiene lugar el llamado «ciclo de Suess-de Vries», mientras que los denominados «eventos Bond» ocurren cada 1.500 años y también determinan otros ciclos solares mucho más extensos. El campo magnético del Sol es clave en todas estas variaciones, pero de acuerdo a la nueva investigación recibe una influencia determinante desde los planetas.
En función de los cálculos realizados por los científicos, los planetas funcionarían como una especie de «metrónomo» para el Sol: este mecanismo rítmico condicionaría los ciclos solares y determinaría la fuerza de su campo magnético. La influencia planetaria impactaría al mismo tiempo que la propia dinámica interna del Sol y el campo gravitacional de todo el sistema solar.
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A largo plazo reina la incertidumbre
Pero los especialistas creen que estas dinámicas acompasadas se concretan únicamente en los ciclos de corta y media duración. Cuando se analizan períodos más extensos, el Sol no presenta procesos cíclicos que puedan regularse o predecirse: por el contrario, son fenómenos que siguen una actividad absolutamente aleatoria.
Para confirmarlo, los investigadores realizaron simulaciones sobre un período de 30.000 años de actividad del Sol. Descubrieron que se producen caídas repentinas e irregulares en la actividad magnética cada 1.000 a 2.000 años. En determinados momentos, el sistema se ve dominado por el caos y pierde la sincronización que lo guía, hasta que vuelve a regularse junto a la influencia planetaria.
Estos descubrimientos son cruciales para entender la estrecha relación existente entre la dinámica del Sol y de los planetas. Además, sirven para comprender que algunos fenómenos resultan impredecibles: ¿hasta qué punto estaremos a merced de los «caprichos» de nuestra estrella más importante?
Referencia
Shaken and stirred: When Bond meets Suess-de Vries and Gnevyshev-Ohl. F. Stefani, R. Stepanov, T. Weier. Solar Physics (2021).DOI:https://doi.org/10.1007/s11207-021-01822-4
Foto: el sol lució alrededor de una docena de regiones activas durante un período de cinco días en mayo de 2015, según muestra la imagen. Según la investigación, la influencia planetaria sobre esta actividad es más fuerte de lo pensado habitualmente. Además, es prácticamente imposible poder predecirla a largo plazo. Crédito: Solar Dynamics Observatory, NASA.
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