Rupert Sheldrake (1942) es un controvertido biólogo y filósofo británico, desarrollador de la hipótesis de los Campos mórficos y autor de publicaciones e investigaciones relacionadas con temas como el desarrollo y la conducta o la percepción.
En 2012, Sheldrake publicó el libro The science delusion, en el que afirmaba que la “cosmovisión científica” se ha convertido en un sistema de creencias cuyos dogmas condicionan y limitan la labor científica, que debería estar basada en la indagación, la formulación y prueba de hipótesis, la atención a la evidencia, y la discusión crítica , según explica el propio autor en la siguiente entrevista.
La versión española de esta obra acaba de ser publicada por la editorial Kairós bajo el título El espejismo de la ciencia. En ella, se revisan y se ponen en cuestión 10 dogmas científicos de nuestra época. De estos dogmas, el principal, según Sheldrake, es la creencia en que la ciencia conoce la naturaleza de la realidad. El autor señala asimismo que la intención de este trabajo es alejar a la ciencia de sus creencias, para posibilitar su expansión y desarrollo.
El título del libro claramente lo ha situado en el mercado como un contra-manifiesto del El espejismo de Dios, un famoso ensayo de 2006 escrito por el etólogo británico Richard Dawkins, profesor de Entendimiento Público de la Ciencia de la Universidad de Oxford, en el que se afirma que la fe en un creador supernatural se puede calificar como una falsa creencia mantenida frente a fuertes evidencias contradictorias.
Aunque Sheldrake ha defendido, en una entrevista en ForteanTimes, que la obra de Dawkins no inspiró su propia obra y que el título de esta se debe a “la insistencia de los editores”, su objetivo parece similar: desmontar creencias para buscar verdad.
En términos generales, el trabajo de Rupert Sheldrake ha tenido una acogida desigual en la comunidad científica. Así, por ejemplo, algunos miembros de esta han considerado la hipótesis de la causación formativa como “pseudociencia”, mientras otros, como el físico David Bohm, la han apoyado.
En “El espejismo de la ciencia” usted cuestiona dogmas científicos imperantes –vinculados al materialismo o al reduccionismo- y defiende una labor científica más libre para imaginar y lanzar nuevas propuestas. Por tanto, una labor científica capaz de profundizar en aspectos de la realidad que ciertas disciplinas o corrientes ni siquiera contemplan, a pesar de que su existencia haya sido constantemente observada (por ejemplo, la conciencia obviada por el materialismo- que ha considerado a los organismos como máquinas- o la variabilidad de constantes universales supuestamente inamovibles pero que ciertos experimentos han demostrado que no lo son tanto, como la velocidad de la luz). ¿Cómo sería esa ciencia alternativa, basada en los supuestos de libertad científica creativa que usted propone?
No pienso en un nuevo tipo de ciencia “alternativa”, sino más bien en un desarrollo de la tradición científica en sí misma. La ciencia, en su sentido más positivo, supone indagar, formular y probar hipótesis, prestar atención a la evidencia, y fomentar la discusión crítica. Por esto abogo. Sugiero que la ciencia se expanda para incluir el cuestionamiento de dogmas que actualmente son incuestionados.
Para observar la variabilidad de constantes fundamentales, el mejor punto de partida serían las observaciones existentes de la constante de gravitación universal (G), conservadas en los archivos de laboratorios de todo el mundo. En lugar de promediarlos, como se ha hecho hasta ahora, estos datos brutos podrían publicarse online para que cualquiera que esté interesado tenga la oportunidad de buscar correlaciones o patrones. G varía en más de un 1%, según observaciones recientes, y este hecho ha sido asumido simplemente como errores aleatorios.
Pero podría resultar que G aumente, según algunos datos obtenidos en el mundo, o disminuya, según otros datos. Esto podría sugerir la existencia tanto de variaciones de la propia constante como de cambios en el entorno terrestre a medida que nuestro planeta viaja a través del sistema solar y de la galaxia. El próximo paso podría ser investigar estas fluctuaciones con más detalle para ver cómo se correlacionan en términos astronómicos.
En estudios sobre la conciencia, la investigación podría incluir la posibilidad de que la mente se extienda más allá del cerebro, en lugar de hallarse confinada al interior de nuestras cabezas. Yo sugiero que los campos mentales podrían extenderse más allá del cerebro, del mismo modo que los campos magnéticos se extienden más allá de los imanes o que los campos gravitacionales terrestre sobrepasan nuestro planeta.
A partir de su trabajo en el campo de la biología, usted ha concluido que las entidades materiales (entiéndanse como tal desde los átomos y las células, hasta los organismos e incluso –por extensión- las sociedades), se conforman por hábitos, siguiendo patrones de memoria o “campos mórficos” integrados, que trascienden el espacio-tiempo para pasar de unas entidades a otras de su misma especie. A este fenómeno de transferencia y de recepción de dicha memoria lo ha denominado usted “resonancia mórfica”. Por otra parte, en algún momento en su libro usted señala que los campos mórficos se asimilan a los campos cuánticos en el sentido de que, al igual que estos, son “campos de probabilidad”. Teniendo en cuenta que las ondas de los campos cuánticos “conectan el pasado y el futuro”, como se explica en “El espejismo de la ciencia”, ¿en qué temporalidad funcionaría la resonancia mórfica?
La resonancia mórfica presenta dos aspectos. Por un lado, posibilita que patrones organizados de actividad –como los electrones, las moléculas, las plantas o los animales- resuenen consigo mismos, con su pasado. Esta resonancia primaria ayuda a mantener la continuidad de la forma y del comportamiento de los organismos, y preserva su identidad en el tiempo.
Por otro lado, la resonancia mórfica permite a todos estos sistemas de actividad auto-organizados resonar con sistemas similares del pasado. Así, por ejemplo, cada cristal y cada animal se sincronizan con la memoria colectiva de los cristales o los animales que han sido similares a ellos en el pasado, lo que les ayuda a compartir su forma.
Además, cada organismo aprovecha la memoria colectiva de su especie y contribuye a ella. Desde este punto de vista, la memoria individual y la colectiva son dos aspectos del mismo fenómeno, que difieren en grado pero no en tipo.
¿Podría explicar el concepto de “propósito” aplicado a la biología? ¿Cree usted que la naturaleza es creativa?
Todos los organismos biológicos están dirigidos por un propósito, en el sentido de que su objetivo primario es la supervivencia y la reproducción. Un embrión siempre se desarrolla hacia un organismo adulto, y si está dañado, a menudo alcanza el mismo objetivo siguiendo rutas que difieren del proceso corriente.
Del mismo modo, el comportamiento animal es intencional. Si un perro hambriento ve un jugoso hueso, su comportamiento lo dirigirá hacia la consecución de éste, incluso a pesar de los obstáculos que encuentre en su camino. Encontrará otra manera de conseguir el mismo fin.
Las palomas mensajeras vuelan hacia su hogar, incluso si han sido alejadas de este 500 kilómetros, y situadas en un sitio donde nunca antes han estado. Esta navegación está dirigida por un objetivo: volver a casa, desde donde quiera que hayan sido liberadas.
La naturaleza es, por otro lado, claramente creativa. La evolución nos muestra una vasta variedad de plantas y animales que son el resultado de la creatividad evolutiva. La resonancia mórfica mantiene los hábitos de animales y plantas, pero en sí misma no produce nuevas formas o nuevos patrones de comportamiento. La evolución implica una interacción entre el hábito y la creatividad.
Otra cuestión tratada en su libro es la de la imposibilidad de ubicar la memoria humana en un punto concreto del cerebro. La explicación que da usted a este hecho es que nuestra memoria es un fenómeno resonante, como ha dicho, se originaría a partir de patrones de auto-resonancia (del pasado de cada individuo) y por patrones de memoria colectiva (heredados de la familia, de la sociedad o de la especie misma). Si cada ser humano se conforma, según su propuesta, por una confluencia de la memoria personal y de la memoria común, ¿cómo definiría usted la identidad?
La memoria humana, como otras formas de memoria de la naturaleza, implica tanto la auto-resonancia como la memoria colectiva, compartida con otros miembros de cada especie. La identidad depende de la auto-similitud, y la auto-similitud depende de la resonancia mórfica.
En la práctica, esta auto-similitud es preservada a través de la continuidad del cerebro y del cuerpo, que en sí mismos se renuevan continuamente, incluso las proteínas y otras sustancias de estos están cambiando de continuo. La más estable de las moléculas dentro de las células son las moléculas de ADN de los genes, que proporcionan en último término las bases de la continuidad individual.
Pero esto no significa que todas las características hereditarias de un organismo y todos los aspectos de la memoria individual estén codificados en el ADN. El ADN simplemente codifica la estructura primaria de las proteínas, y a veces está implicado en el control de la síntesis de proteínas. Sin embargo, proporciona una estabilidad subyacente que permite que la resonancia mórfica pueda tener lugar.
Como hemos visto, su hipótesis sobre los campos mórficos propone la reiteración de las estructuras en la conformación de cualquier entidad, ¿tiene este hecho alguna relación con la geometría fractal, cuya reiteración, según algunos matemáticos, conforma numerosas unidades naturales aparentemente no geométricas?
Muchos organismos vivos implican fractales auto-similares, como los patrones de las nervaduras de las hojas, las ramificaciones de los árboles o los complejos foliolos de los helechos. En algunos casos, la resonancia mórfica puede funcionar a través de diversos niveles fractales, pero normalmente funciona en el mismo nivel, más que de una forma fractal.
Es importante recordar que no todos los fractales son auto-similares, no todos implican estructuras similares a diversos niveles, y que no todas las estructuras biológicas son fractales. Así que, aunque los fractales son muy interesantes matemáticamente y se despliegan en muchos fenómenos naturales, no veo los fractales en sí mismos como clave en la morfogénesis o en la organización biológica.
En otra de las partes de su libro usted afirma que nuestras mentes “se extienden más allá de los cerebros, en el tiempo y en el espacio, y nos conectan con nuestros propios pasados a través de la memoria y también con los futuros virtuales, entre los que elegimos”. ¿Existe alguna prueba científica que respalde esta afirmación?
La mera experiencia revela que nuestras mentes se conectan con nuestro pasado a través de la memoria. La cuestión controvertida para la ciencia es cómo funciona esa memoria. La mayoría de los científicos asume que los recuerdos se almacenan en trazas físicas en el cerebro, aunque los detalles a este respecto han resultado engañosos durante más de un siglo. Como ya he dicho, sugiero que la memoria depende de la resonancia mórfica, más que encontrarse centrada en el cerebro, por razones que explico en “El espejismo de la ciencia”.
De nuevo, es la propia experiencia la que nos demuestra que nuestras mentes contienen futuros virtuales. Hacemos planes sobre lo que haremos mañana o el próximo año, y todas esas posibilidades alternativas co-existen en nuestras mentes. Todo el mundo tiene pruebas suficientes de esto. Las características virtuales no son detectables con instrumentos físicos porque existen en un entorno virtual, el entorno de la conciencia. Pero la conciencia es una realidad que debe ser reconocida por la ciencia. Negarla o ignorarla es permanecer intencionadamente ciegos.
De manera coherente con la propuesta inicial de “El espejismo de la ciencia”, en su libro usted expone los resultados de estudios realizados sobre fenómenos normalmente no atendidos por la ciencia, como la telepatía, los presentimientos, la sensación de sentirnos observados o la influencia de la mente sobre la salud física. A grandes rasgos, ¿cuáles han sido los resultados de estas investigaciones?
Hay bastantes evidencias de que la telepatía se da entre miembros de grupos animales vinculados unos con otros. Creo que este es un aspecto corriente de la comunicación animal, por ejemplo entre los miembros de jaurías de lobos. Los animales pueden asimismo formar lazos con personas, como en el caso de las mascotas. He hecho muchos experimentos que han demostrado que los perros pueden entender los pensamientos e intenciones de sus dueños de manera telepática, al igual que los gatos y otros animales domésticos.
En el terreno humano, también existen evidencias de telepatía entre muchas madres y sus bebés. El tipo de telepatía más común en el mundo moderno se manifiesta en las llamadas telefónicas, cuando la gente piensa en alguien que a continuación le llama. He realizado numerosos experimentos sobre esta cuestión, que aparecen recogidos en El espejismo de la ciencia, y que muestran que este hecho es real y no una simple e ilusoria capacidad.
Por ejemplo, en pruebas realizadas, dimos a una serie de participantes cuatro candidatos posibles a llamarles. Uno de ellos era escogido aleatoriamente por el autor del experimento, y el participante debía adivinar quien llamaba cuando sonaba el teléfono, antes de contestar (en estos tests se usó una línea telefónica sin identificador de llamada, por supuesto). Según la casualidad, la probabilidad de aciertos era del 25% (un acierto por cada cuatro llamadas), pero la tasa de aciertos alcanzó en realidad el 45%, una tasa mucho más alta.
Hay además muchas evidencias de la influencia de nuestras mentes en nuestra salud física. Por ejemplo, la gente que práctica la oración o la meditación regularmente tiende a tener mejor salud. También está ampliamente reconocida la importancia de las creencias y de la esperanza dentro de la medicina oficial, en lo que se denomina “efecto placebo”. En pruebas clínicas, personas a las que se les han suministrados píldoras vacías y que creían que eran un potente medicamento nuevo a menudo mejoraron, incluso cuando estas píldoras no contenían ninguna sustancia activa. Este efecto fue consecuencia de las creencias o expectativas de los pacientes.
El título de su libro inevitablemente recuerda al de “El espejismo de Dios”, de Richard Dawkins. En esta otra obra, Dawkins afirma que la fe en un creador supernatural es una falsa creencia mantenida frente a fuertes evidencias contradictorias. ¿Insinúa usted con la elección de su título que la ciencia –o al menos una parte de esta- presenta los mismos defectos que achaca Dawkins a la fe religiosa?
La principal diferencia entre los dogmas religiosos y los científicos es que la gente religiosa sabe que sus creencias son creencias. Las personas que creen en el materialismo científico dogmático, a menudo no son conscientes de que sus creencias son creencias. Simplemente piensan que conocen la verdad. En este sentido, sus creencias son incluso más dogmáticas que las de los fundamentalistas religiosos.
Mi libro, El espejismo de la ciencia, cuestiona los 10 dogmas básicos de la ciencia y los examina científicamente. Resulta que estos dogmas no se corresponden con las evidencias y son falsos o demasiado limitados. Cuando nos liberemos de estas asunciones restrictivas y obsoletas será posible un tipo de ciencia mucho más interesante y emocionante.
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