Javier Cacho es físico, científico, y escritor. Comenzó su carrera como investigador en 1976 en la Comisión Nacional de Investigación Espacial (CONIE), donde llevó a cabo investigaciones relacionadas con el estudio de la capa de ozono. En 1985 se incorporó al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) donde durante varios años fue responsable del Laboratorio de Estudios de la Atmósfera.
El descubrimiento del agujero de ozono en la Antártida hizo que volviese su atención a este continente. En 1986 fue miembro de la Primera Expedición Científica Española a la Antártida. Regresó durante varias campañas como jefe de la base antártica española Juan Carlos I, una de ellas en pleno invierno antártico, para continuar las investigaciones relacionadas con la destrucción del ozono.
En marzo de 1988 publicó en Tendencias21 (entonces Tendencias Científicas y Sociales) el primer artículo de divulgación en español sobre el agujero en la capa de ozono, junto a los también científicos María Jesús Sainz de Aja y Manuel Gil. Javier Cacho forma parte del Consejo Editorial de nuestra revista desde su formación y edita asimismo un blog en nuestra revista llamado Odisea, dedicado a la legendaria expedición a la Antártida de Ernest Shackleton en 1909.
Ahora, la máxima autoridad científica antártica, a propuesta del Profesor Christo Pimpirev, director del Programa Antártico Búlgaro, ha denominado una isla del continente helado Isla Cacho, como reconocimiento a su labor profesional en el campo de la atmósfera y a su tarea de divulgación de la historia de las expediciones polares.
Javier Cacho es autor de diversos libros relacionados con la historia de la exploración polar: Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida (2011, 6ª ed.); Shackleton el indomable (2013, 3ª ed.); Nansen, maestro de la exploración polar (2017, 2ª ed.; Yo, el Fram. El buque más famoso de la historia de la exploración polar (2018); y Héroes de la Antártida. Historia del descubrimiento del continente blanco (2019).
¿Qué significa para ti que en la Antártida figure una isla con tu nombre?
Es un cúmulo de sensaciones. He dedicado la mayor parte de mi vida a temas relacionados con la Antártida, me siento muy unido a aquel continente, a las gestas que protagonizaron sus exploradores, al clima de convivencia que reina entre las personas que trabajan en aquel lugar, luego que mi nombre se perpetúe en la Antártida significa mucho. Es un honor que nunca pude ni imaginármelo.
¿Qué importancia geográfica tiene el enclave en el que se encuentra la isla Cacho?
Isla Cacho forma parte del archipiélago de las Shetland del Sur, formado por 11 islas mayores y unas 30 islas menores, Cacho es una de ellas. Es la primera zona que se descubrió de la Antártida, hace ahora exactamente dos siglos, en 1820, su proximidad con Tierra del Fuego, el extremo sur de Sudamérica hace que en esa zona se concentren 17 bases científicas, entre ellas las dos españolas y la búlgara.
Si retrocedemos en el tiempo, fue también la primera zona de la Antártida visitada por los seres humanos, aunque su interés fuese para hacerse con el botín de las pieles de centenares de miles de focas que ocupaban sus playas. No es un motivo de orgullo, pero eran otros tiempos.
Precisamente la isla, que ahora lleva mi nombre, cerraba una ensenada que, durante ese periodo de cacerías de focas, permitía a los barcos foqueros fondear en un lugar protegido de las fuertes corrientes marinas y vientos tan frecuentes en esa zona. Luego, durante unos años los alrededores de isla Cacho fueron muy frecuentados.
¿Cuál ha sido tu contribución al conocimiento de la Antártida?
Como científico estoy orgulloso de haber realizado medidas de compuestos nitrogenados en la estratosfera. Sólo un equipo de científicos franceses había llevado a cabo esas observaciones (justo el año anterior a las nuestras). Esos compuestos tenían una gran importancia para “acondicionar” la atmósfera y que se produjese el agujero de ozono. Es un tema de especialistas, y por lo tanto poco conocido, pero se tenía que producir la desaparición de estos compuestos para que comenzase la destrucción de ozono. Como ya he dicho los científicos franceses ya lo habían detectado el año anterior a nuestros experimentos, pero había sido en la parte opuesta de la Antártida, luego pudimos comprobar que ese misterioso fenómeno se producía en toda la atmósfera del continente blanco.
Nos conocemos desde hace muchos y sabemos que siempre has compaginado tu labor de investigación con la divulgación científica ¿sigues haciéndolo?
Es cierto, he sido una persona que ha sentido la misma atracción por conocer -la investigación es precisamente eso- como por contar a los demás lo que sé, y en un lenguaje que lo pudiesen entender. El agujero en la capa de ozono en la Antártida me brindó la oportunidad para tratar de concienciar a la sociedad de la falta de respeto con que estábamos –y estamos- tratando al mundo natural que nos rodea. Aquellos eran años difíciles para la divulgación, ahora se la considera necesaria y se la estimula, en aquellos tiempos la comunidad científica, mis propios compañeros, veían con malos ojos esa actividad. Pero yo estaba convencido que había que hacerla y lo hice.
Ahora, desde hace años, y dado que he estudiado en profundidad las exploraciones antárticas y las vidas de sus exploradores, me dedico a escribir libros sobre ellos. No quiero que caigan en el olvido las gestas de aquellos hombres, su ejemplo de lucha contra las adversidades nos puede servir de acicate en nuestras vidas personales. Durante estos meses de pandemia, les he puesto de ejemplo en repetidas ocasiones.
LA ISLA CACHO
La isla nombrada en honor del científico y escritor español, Cacho Island, forma parte del archipiélago de las Shetland del Sur, un grupo de islas de muy diferentes tamaños que se extienden a lo largo de casi 500 kilómetros en paralelo a la Península Antártica, el extremo más septentrional del continente blanco. El archipiélago está formado por 11 grandes islas y un número mayor de otras de diferentes tamaños. Isla Cacho, es una de ellas.
Se trata de una isla rocosa de 750 m de largo y 350 m de ancho separada por un estrecho pasaje de la península de Hall, uno de los accidentes geográficos de la costa este de Snow Island.
Entre la isla Cacho y la península de Hall conforma una ensenada protegida de los fuertes vientos y corrientes marinas de la zona, que por ese motivo fue muy frecuentada por los cazadores de focas que visitaron la zona por primera vez a principios del siglo XIX.
¿Por qué crees que has sido elegido para disponer de una isla antártica?
Las razones que la Comisión de topónimos de Bulgaria presentó a la máxima autoridad científica antártica (SCAR, Scientific Committe on Antarctic Research) para asignar a esa isla mi nombre fueron dos. El primero fue mi labor de promoción de la Antártida, esas más de tres décadas de escribir, hablar y llevar al continente de la Paz y la Ciencia a todo aquel lugar donde alguien lo quisiera conocer. El segundo motivo fue el apoyo que les he prestado a su programa antártico. Para mí este es un motivo de orgullo, es verdad que les eché una mano en todo lo que pude mientras fui Jefe de la base científica española en la Antártida Juan Carlos I, que está muy próxima a la suya, pero hice lo que es propio en la Antártida: la cooperación entre países y la colaboración entre personas. Me siento muy agradecido porque ellos hayan resaltado ese apoyo prestado. Dice mucho de la generosidad del pueblo búlgaro, en tantos aspectos muy parecido al nuestro.
¿Qué piensas del impacto climático sobre la Antártida?
Hace años el agujero de ozono nos enseñó que todas nuestras acciones pueden tener una repercusión global. Todos los despropósitos que estamos haciendo en cualquier lugar del planeta tienen repercusión global. La Antártida no es ajena a todo esto. Aunque hay zonas de ese vasto continente más frágiles donde se están notando sus efectos, la mayor parte se encuentra, por el momento, en equilibrio. En cierta manera es una tranquilidad, pero también es una exigencia para que tratemos de evitar que los desmanes que estamos provocando en todas partes lleguen a romper ese equilibrio. Nos estamos jugando mucho, el futuro de la habitabilidad del planeta para las generaciones futuras.
¿Qué podemos hacer para preservar la Antártida?
Hemos creado un gran experimento político y social en la Antártida, es el único lugar del planeta sin fronteras, donde toda la actividad está marcada por el respeto y la ayuda mutua. Hemos prohibido la explotación de sus recursos minerales y tratamos de reducir al mínimo nuestro impacto ambiental en el continente. Tenemos medidas de protección sobre sus mares y sus animales, pero deberíamos ahondar algo más en la protección de sus recursos pesqueros, llegando a prohibir su explotación.
Debemos preservar la Antártida porque nos está señalando un camino para encauzar todo nuestro mundo, y la mejor manera de preservarla es cuidar de todo el planeta. Disminuir nuestro consumo exacerbado, ser conscientes de que el planeta no tiene recursos suficientes para seguir con este derroche. A mí me gusta decir que: no tenemos que “ver” la naturaleza, tenemos que «sentirla” y obrar en consecuencia.
¿Qué experiencias de la historia de la Antártida son útiles para los presentes momentos?
La Antártida ha pasado de ser un lugar para explotar de forma desmedida a un lugar de paz, amistad entre países/personas y respeto por la naturaleza. El agujero de ozono de la Antártida fue el primer gran problema medioambiental global y supimos abordarlo y tomar medidas a nivel planetario, gracias a ellas la destrucción de ozono está disminuyendo y desaparecerá. Es el gran éxito medioambiental de nuestra época. La Antártida nos enseña que: si lo hicimos una vez, podemos hacerlo también con otros temas.
También la historia de los exploradores antárticos nos señala cual puede ser nuestra forma de enfrentar los problemas, como el que nos afecta ahora del covid19. Uno de los más famosos, Ernest Shackleton hablaba de las dos cualidades más importantes para un explorador polar: optimismo, porque encierra la fuerza para afrontar la situación más desesperada, y paciencia, para no dejarse agobiar por las circunstancias que nos atenazan.
Sin lugar a dudas, la Antártida es una ventana abierta a la esperanza.
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