La Revista internacional de Teología, CONCILIUM, ha publicado como número monográfico de septiembre de 2010 que lleva por título “¿Ateos de qué Dios?”. Han sido editores del mismo Solange Lefebvre (directora del Centro de Estudios de las Religiones de la Universidad de Montreal), Andrés Torres Queiruga (profesor de Filosofía de la Religión de la Universidad de Santiago) y Maria Clara Bingemer (profesora de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro).
Renacer de la propaganda atea en el siglo XXI
El siglo XX centró su propaganda atea en torno al bloque soviético, defensor del materialismo dialéctico que excluía a Dios. El colapso del muro de Berlín creó un vacío del que emergió el concepto de “nuevo ateismo”. En el terreno editorial, se habla de “los cuatro jinetes” del ateismo: Richard Dawkins, Sam Harris, Daniel Dennett y Christopher Hitchens. A ellos habría que incluir, tal vez, a Stephen Hawking. Se puede decir, que la crítica atea a las religiones se ha convertido en un gran negocio que mueve millones en todo el mundo.
“Desde una perspectiva más concreta de los hechos – leemos en el Editorial del número de CONCILIUM – algunos ateos en Inglaterra manifestaron no sin humor su rechazo a una serie de propagandas cristianas evangélicas realizadas en autobuses que prometían el infierno a los no creyentes: “There´s probably no God. Now stop worrying and enjoy your life” [Probablemente Dios no existe. Deja ya de preocuparte y disfruta de la vida]”. Esta campaña, que ha llegado incluso a España, fue promovida por el biólogo Richard Dawkins, una de las figuras mediáticas más señeras del nuevo ateísmo. Incluso en internet es muy seguido el blog “Ateismo para cristianos” que no pretende convencer sino presentar los argumentos ateos para que los creyentes los conozcan. Y lo mismo se puede decir de los grupos “escépticos” y racionalistas que impulsan el pensamiento racional siguiendo a Mario Bunge.
La batalla contra la intolerancia religiosa
Estos autores –junto con otros- están librando una batalla contra la intolerancia, la ignorancia religiosa, el mito, la superstición y diversas formas de adoctrinamiento, mostrando que sólo visiones y comprensiones del universo de corte naturalista, irreligioso y ateo sirven para el avance de la sociedad.
A ello se agrega que el año 2009, con ocasión del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin (1809-1882) tuvo lugar una gran cantidad de conmemoraciones que en muchos casos se centraron en las funestas consecuencias de las religiones sobre la humanidad y la naturaleza. Como ejemplo, la tertulia que tuvo lugar en Barcelona promovida por círculos ateos.
Sin embargo, no todo es ataque a la religión. Hay pensadores ateos que reflexionan honestamente acerca de un ateísmo que puede vivirse y experimentarse como un tipo de espiritualidad, sin asumir una confrontación con los creyentes. Así, en este número de CONCILIUM se incluye un artículo escrito por André Comte-Sponville, un filósofo francés que se declara ateo, y que elabora un ateísmo abierto, receptivo ante ciertos valores religiosos.
Ateísmo y ciencia
Muchas de las objeciones a la existencia de Dios proceden de ámbitos científicos. El llamado ateísmo científico parece extenderse como una mancha de aceite entre las capas más receptivas de Era de la Ciencia, de la sociedad científico-técnica. Dos interesantes trabajos publicados en este número de CONCILIUM ahondan en estas situaciones.
Alister E. McGrath, un ex ateo que estudió inicialmente Ciencias Naturales en la Universidad de Oxford y, a continuación, Teología Cristiana, de la que fue profesor, titula su aportación como “Los ateísmos de superventas. El nuevo cientificismo”. Para los nuevos ateos, el cristianismo representa un anticuado modo de explicar las cosas que pueden descartarse en la época científica moderna. En una de las afirmaciones maravillosamente gratuitas que forma parte de su oposición contra la religión, Christopher Hitchens nos dice que, desde la invención del telescopio y del microscopio, la religión “ya no ofrece ninguna explicación de nada importante”.
El artículo finaliza con esta frase: “Tal vez, una de las lecciones más importantes que debemos aprender del “nuevo ateísmo” es la importancia de que los científicos que están comprometidos religiosamente puedan y quieran defender y, sobre todo, explicar su fe a sus propios colegas”.
Por su parte, Philip Clayton, doctor en Filosofía y en Teología en la Universidad de Yale y profesor de la cátedra Ingraham en la Claremont School of Theology, se pregunta: “¿Por qué debe evolucionar el teísmo en la Era de la Ciencia?”
Una de las consecuencias de su trabajo es: el consenso general en las universidades de todo el mundo es que los teólogos trabajan con creencias que tienen poco interés para el mundo contemporáneo; conciben a Dios tan distante de esta era científica como irrelevante para las inquietudes contemporáneas. Cuando los teólogos se defienden ante este juicio, suelen hacerlo de uno de estos dos modos: en ocasiones, apelan a la invencible autoridad de sus sagradas escrituras o antiguos credos. Probablemente, quienes están fuera de los círculos cristianos no disputen el derecho que tienen los teólogos a realizar esta apelación, pero no le conceden apenas relevancia en la cultura contemporánea. O bien, los creyentes y los teólogos pueden apelar a sus experiencias subjetivas para dar garantías a lo que dicen sobre Dios. De nuevo, la gran comunidad intelectual está dispuesta a tolerar estas apelaciones como experiencias subjetivas, pero está menos dispuesta a admitir que sean indicadores de verdad o que deben ser adoptadas como algo normativo para los demás.
El resultado evidente ha sido una notable “guetización” de la teología. Sus preocupaciones parecen cada vez más irrelevantes a la sociedad y a sus más urgentes desafíos. Incluso muchos que aún se mantienen en la órbita de la Iglesia, han comenzado a desarrollar una actitud similar sobre su propia tradición religiosa. Así pues, aun cuando usen un lenguaje bíblico y de la fe y puedan haber tenido experiencias espirituales que suenan a cristianas, no opinan que ese lenguaje se oponga a la visión secularizada del mundo que han asumido por su educación, sus colegas y sus lecturas. Todo un signo realmente grave de que la teología cristiana se ha hecho irrelevante incluso para los cristianos.
Desgraciadamente, muchos dirigentes cristianos enseñan que el único camino para permanecer fieles a la tradición es oponerse a los nuevos modelos, que ellos consideran relativistas o sincretistas, como claudicación ante la modernidad o incluso como expresión de un “humanismo secularizado”.
“La Iglesia como tal – concluye Clayton – puede aún sobrevivir. Pero a menos que permitamos que nuestros conceptos de Dios evolucionen, de modo que afronten esta crisis de relevancia y hablen con más fuerza al mundo contemporáneo, la influencia de la Iglesia sólo puede ir mermando cada vez más”.
El Dios cristiano, ¿es el Dios negado por los ateos?
La posición atea se extiende por nuestro mundo. Pero, ¿es el Dios cristiano quien que es objeto de negación por parte de los ateos? ¿De qué Dios reniegan los ateos? Esta es la cuestión de fondo en el Foro teológico de este número de CONCILIUM, con intervenciones de Jean Grondin, Klaus Müller, Christopher Higgins, Joaquín Perea y Jon Sobrino.
Se incluyen aquí dos lecturas acerca de la cuestión de Dios en el pensamiento contemporáneo. Jean Grondin, profesor de filosofía en Ottawa, nos ofrece una visión de conjunto de lo que él llama el espectacular regreso de Dios a la filosofía. Pero ¿es ese el Dios cristiano? ¿Es ése el que niegan los ateos?; por su parte, Klaus Müller, ofrece una reflexión sobre naturalismo y Dios en los debates contemporáneos.
“A partir de los años ochenta, Dios comenzó a retornar tímidamente entre ciertos filósofos, sobre todo en los escritos del pensador judío Emmanuel Lévinas”, -apunta Grondin. “Esta mejora se limitó inicialmente a ciertos filósofos marginales (Jean Luc Marion, Michel Henry, Rémi Brague), que fueron adquiriendo cada vez más notoriedad con el paso de los años. La mejora se amplió a lo largo de los años noventa, inmediatamente después del derrumbamiento del marxismo y de su “metafísica de la secularización”, antes de conocer una verdadera explosión a partir del año 2000, con el revuelo provocado el 11 de septiembre”.
“Desde entonces – continúa -, todos los filósofos importantes se han puesto de nuevo a hablar de Dios, incluso los que desde hace mucho tiempo están cercanos al marxismo, como Jürgen Habermas, Jacques Derrida y Gianni Vattimo”.
Diagnóstico similar fue ya apuntado por José Maria Mardones en su trabajo “Síntomas de un retorno”, donde en el año 2000, poco antes de su fallecimiento, presentaba un diagnóstico optimista. Para Grondin, la carencia de sentido en las sociedades occidentales, relativamente prósperas y pacíficas, y que contribuyen a reducir las desigualdades sociales (las sociedades de la cultura del bienestar), no responden a la pregunta radical: sobre el sentido de la existencia humana: ¿por qué se vive? Ciertas reflexiones de autores que se manifiestan ateos, como Luc Ferry y André Comte-Sponville, intentan remediar el problema desarrollando formas de espiritualidad humanistas y ateas.
Con el título “Salvar el espíritu”, Comte-Sponville, que se define a sí mismo como “filósofo materialista, racionalista y humanista y ateo no dogmático y fiel”, autor de L´esprit de l´athéisme (2006) aboga por un humanismo de la vigilancia. “¿Creer en el hombre? Es inútil. ¿Adorarlo? Imposible. Más vale comprenderlo, tanto como se pueda, respetar a aquellos con quienes nos encontramos, desconfiar cuando los desconocemos (…), perdonarlos siempre, y ayudarlos a veces, amarlos cuando se pueda.. Es el espíritu de los Evangelios. Es el espíritu de Montaigne y de Spinoza. Según mi opinión, este es el espíritu auténtico. El humanismo de la vigilancia (“Sé cauto”, decía Spinoza: “no te fíes”) y de la misericordia (“tan sabio como quiera, escribe Montaigne, pero, en última instancia, es un hombre: ¿qué hay de más caduco, más miserable y más nulo?”). El humanismo no es nuestra religión, es nuestra moral. El hombre no es nuestro Dios: es nuestro prójimo. En suma: no busquemos sustitutos de Dios: no sacrifiquemos a los ídolos, sean humanos o humanistas”.
En algunos medios se ha calificado a Comte-Sponville de “ateo cristiano”. La ambivalencia de la expresión le confiere cierto halo de misterio seductor. “Lo importante no es creer o no en Dios. Lo importante es no traicionar este poder que tenemos de pensar, juzgar y amar: lo importante es el espíritu, que es gracia y misericordia (…) Lo importante no es que el espíritu sea inmortal o no (no confundamos eternidad con perpetuidad). Lo importante es que sigo vivo mientras vivimos, mientras viven nuestros hijos y los hijos de sus hijos. Sólo esto depende de nosotros y exige todo nuestro cuidado”.
La imagen del Dios cristiano
De modo más amplio, y desde la perspectiva cristiana, Andrés Torres Queiruga desarrolla el tema “Ateísmo e imagen cristiana de Dios”. Citando al Papa Pablo VI, reconoce que el ateísmo es “el mayor problema de nuestro tiempo”. El ateísmo es un síntoma de un cambio cultural tan grande y variado que no caben explicaciones simples: no hay una sola causa. “Donde antes, en terremotos o sequías, en problemas sociales o ambigüedades morales, pensábamos espontáneamente en Dios, hoy pensamos en leyes físicas o trabajos interdisciplinares (…) Para muchas personas el etsi Deus non daretur [como si Dios no existiera] se ha convertido en asunción evidente, en la “posición por defecto”. Lo mismo sucedió con la cultura. El mundo físico, el social, el psicológico, incluso el moral descubren la legalidad autónoma y, en su comprensión científica, prescinden de Dios, repitiendo la respuesta de Laplace a Napoleón: Sire, no necesito esa hipótesis”.
Para Torres Queiruga, “los lugares donde descubrir la presencia de Dios han experimentado un desplazamiento radical. Si la religión no cambia la mirada y sigue empeñada en buscarlo dónde y cómo ya no puede encontrarse, el ateísmo será la respuesta. El Concilio lo comprendió promoviendo el aggiornamento, es decir, una reconfiguración global, un cambio de paradigma en la comprensión de la fe”. Este cambio de paradigma implica una reelaboración de toda la teología, insistiendo en cuatro ejes: el eje de la creación-salvación, el eje de la revelación y el eje de la espiritualidad.
Y concluye: “Si lográsemos aunar todo esto en una figura que, siendo fiel a la experiencia originaria, responda a las justas exigencias de la cultura actual, la idea de Dios brillaría con una luz más comprensible. No convencería a todos (nunca lo ha hecho), pero ofrecería la posibilidad de un nuevo encuentro. (…) El desencuentro moderno ha sido en muchos aspectos brutal. Sin embargo, no es una fatalidad inmutable. Como la “noche oscura” en la experiencia individual, también los eclipses de Dios en el desarrollo histórico pueden ser promesa de un nuevo amanecer. (…) Tal vez entonces, al revés de lo que sucedió con Sartre, algunos contemporáneos tengan la oportunidad de reconocer a “Aquel que –tal vez innominado – ansía su alma”.
En el Foro interviene Christopher Higgins (doctor en botánica y rector de la Universidad de Durham desde 2007) que ha aceptado amablemente escribir unas palabras sobre su propia opción a favor de un ateísmo abierto a la discusión con los creyentes. Con el título “la fe en Dios: una emoción humana conveniente”, concluye: “La única esperanza para la supervivencia de nuestra civilización en algo semejante a la forma en que se encuentra actualmente es que una comprensión científica fiable nos desarrolle soluciones para controlar la población, la seguridad alimentaria, la difusión de las enfermedades, la escasez de energía y el cambio climático. Estas soluciones no vendrán por cierto de “Dios” y se verán impedidas si la “fe” revoca la razón y la racionalidad. La “fe” debe seguir siendo una emoción privada, si es conveniente. La racionalidad y la comprensión científica son una fuerza esencial para el bien en la sociedad y hoy en día nos ofrecen nuestra única esperanza de que nuestras comunidades y civilizaciones humanas, basadas o no en la “fe en Dios”, tengan un futuro positivo hacia el cual mirar”.
Dios, la fe en Dios y la religión
Cuando hablamos de Dios ¿nos estamos refiriendo a lo mismo? Esta es la cuestión que aborda Thierry-Marie Couran, Solange Lefevbre y María Clara Lucchetti Bingemer.
Thierry-Marie Couran, [religioso dominico, ingeniero y doctor en Teología (Estrasburgo)] concluye que “poco importa que sea europeo, cristiano, ateo, chino, budista; el que pregunta [sobre Dios] tiene la respuesta a su cuestión entre sus manos. Es él quien construye la pareja pregunta-respuesta. Si busca lo universal, lo encontrará. Si busca a Dios, lo encontrará. Si busca la cuestión de Dios la encontrará. Y viceversa. Ahora bien, lo que encontrará ¿será lo que busca? Pues su pregunta procede de un lugar más íntimo de lo que cree.(…) Renunciamos a dar una respuesta. Reconocemos que en lugar de dejar de creer en una posible satisfacción de la interrogación que suscitan, los dos, lo universal y la cuestión de Dios, se mantienen separadamente y conjuntamente como operadores de que evitan saturarse a una humanidad que quisiera hacer uniforme y homogéneo su mundo y, así, la “mantienen en búsqueda”.
Solange Lefebvre aborda la cuestión del sentimiento de hostilidad contra las posiciones religiosas institucionales que algunas posturas ateas muestran. Se trata de la militancia contra la presencia de expresiones religiosas en la vida pública. En su opinión, “Los ateos y los creyentes pueden entenderse en cuanto a la necesidad de distinguir claramente entre la esfera pública y la religión”. Para ello, esboza los elementos para una teología pública de la diversidad. “Especialmente, el teólogo escocés David Fergusson aboga a favor de una desinstitucionalización de las Iglesias oficiales. Apela al desarrollo del pluralismo. La eficiencia pública y el respeto a las libertades exigen el distanciamiento entre la Iglesia y el Estado. En un contexto pluralista, los ciudadanos desean elegir su identidad política, moral y espiritual en lugar de que se la impongan”. Y concluye: “El ateísmo, como la fe religiosa, es igualmente una apuesta de la razón. Existe, por tanto, una voz atea que debe integrarse en el concierto pluralista de las convicciones, sin reducirla al espacio común del más pequeño denominador”.
Por su parte, María Clara Luchetti Bingemer, – de la que ya hemos hablado – reflexiona sobre la cuestión de si el cristianismo es una religión. Parte del hecho social de que “según los nuevos ateos, se debería erradicar de la conciencia humana la creencia religiosa, con el fin de salvar a toda una civilización de normas e instituciones que fomentan una fuerte intolerancia, prejuicios y guerras”.
En este artículo, la teóloga cree que la crítica de ese grupo de ateos se dirige hacia una institución. Y justifica teológicamente que el cristianismo debe ser entendido más como fe y menos como religión, y que es urgente recuperar sus fuentes y su núcleo vivo de fe, con el fin de responder no sólo a la crítica atea, sino también a los deseos y expectativas del hombre y de la mujer contemporáneos.
Y concluye proponiendo “un cristianismo que debe redescubrir su narrativa”. “Frente a una religión que muchas veces es idolátrica, una fe purificada y coherente basada en una experiencia que dé sentido a la vida se revela como camino y posibilidad de futuro. Del mismo modo que un cristianismo que ante la acusación de consentir la violencia y la exclusión desea reencontrar la pureza de sus fuentes, redescubrir la narrativa de Jesús, es fundamental”. “Hoy en día es necesario narrar a Dios más que buscar expresarlo en el marco de ritos que ya no tengan significado o en formulaciones dogmáticas que no suenen positivas para un oído contemporáneo. Y sólo es posible hacerlo retomando la narrativa de Jesús de Nazaret, compuesta de parábolas e historias cuyos personajes son visibles y están al alcance de los sentidos. Y cuyos gestos inclusivos y amorosos son la confirmación viva y palpable de la narrativa emprendida”.
Conclusión
Hoy, más que nunca, es necesario tender puentes y encontrar lenguajes y plataformas de diálogo entre los creyentes en cualquier religión y los hombres y mujeres que se consideran ateos. En este brillante número de la revista Concilium, creyentes y ateos manifiestan sus convicciones íntimas, abren su corazón y caminan juntos. Todavía hay prejuicios y malentendidos. Pero hay más puntos de contacto de lo que se creía. Sorprende encontrar a hombres que se manifiestan ateos y materialistas haciendo una apología del espíritu y de la espiritualidad. Tal vez los humanos tengamos mucho que avanzar para delimitar en qué Dios creemos, qué relación tenemos con ese Dios y qué es en definitiva lo que llamamos “religión”.
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