Un equipo de científicos de la universidad Ben-Gurion, en Israel, en colaboración con científicos belgas y americanos, ha puesto en marcha un sorprendente proyecto con el que se pretende modificar la cantidad de lluvia que cae anualmente en ciertas zonas del planeta.
Con este sistema se acabaría con los incipientes problemas de falta de agua en la Tierra. El sistema se denomina Greshem Project (greshem quiere decir “lluvia” en el hebreo bíblico) y en teoría producirá artificialmente lluvia en las áreas sub-tropicales durante los secos meses de verano.
En los últimos años, la ciencia ha avanzado mucho en la comprensión y el estudio del clima. Sin embargo, controlarlo suena aún a ciencia ficción. Ahora, un equipo internacional de especialistas ha ideado un sistema para provocar lluvia que quizá convierta este sueño en realidad.
Liderado por el profesor Leon Brening del departamento de físicas de la universidad de Bruselas, el equipo de investigadores está formado por científicos israelíes de la universidad Ben Gurion of the Negev, por analistas computacionales de la universidad de California, en los Ángeles, y por especialistas en imaginería espacial de la NASA.
Superficie negra
La técnica para provocar la lluvia consiste en extender una gran superficie negra de absorción de luz solar sobre varios kilómetros cuadrados de tierra, la cual generaría intensas y asimétricas emisiones térmicas.
La energía solar sería así absorbida por el material y después irradiada por éste de nuevo hacia la parte más baja de la atmósfera, sin que apenas afecte al suelo. El aire caliente se elevaría produciendo una condensación de aire en dicha área atmosférica lo suficientemente alta como para formar nubes y producir lluvias en las estaciones del año no lluviosas.
De esta manera, informa Israel21c; en una región en la que, por ejemplo, cayeran anualmente 150 mm de agua, pasarían a caer entre 600 y 700 milímetros anualmente. La técnica incrementaría la producción agrícola de los cultivos en un 40%. Las áreas sub-tropicales del planeta son vulnerables a la sequía durante el verano. El caluroso verano ecuatorial calienta el aire de la baja atmósfera haciendo que ésta se desplace desde el ecuador hacia el norte y el sur.
Las corrientes termales transportan la condensación del agua hasta que ésta forma nubes y produce las lluvias en los climas ecuatoriales húmedos. Sin embargo, cuando dichas corrientes de aire alcanzan las regiones subtropicales, se produce un enfriamiento y descenso, lo que evita que la condensación de agua local se eleve lo suficiente como para formar nubes. De esta forma, en las zonas tropicales no llueve durante los meses más cálidos de la primavera y el verano.
Los investigadores estiman que el aire que salga de la superficie negra llegará a una temperatura de entre 40 y 50ºC más que la de la temperatura circundante, creando así una “chimenea” de corrientes de aire más cálido. Así, se fomentará la formación de vapor de agua a unos 3.000 metros de altura, vapor que se condensará en gotas de lluvia y creará las nubes.
Buscando el material
La superficie negra la fabricará Acktar, una empresa israelí especializada en materiales de propiedades superficiales singulares. Acktar es un líder mundial en desarrollo tecnológico, y en la producción de recubrimientos de absorción de luz cuyo rendimiento se debe a las superficies altamente específicas. Aunque existen otros materiales que absorben y emiten luz, los paneles de Acktar son únicos en sus propiedades altamente asimétricas y de fácil instalación.
Los materiales que utilizan son tan ligeros que varios kilómetros de superficie negra podrán ser enrollados para su fácil transporte y reinstalación. Estará compuesta de paneles situados en largos módulos que permitirán a los equipos de mantenimiento reparar los paneles desde vehículos conducidos entre las filas.
La superficie negra, que recubrirá un área de entre cinco y nueve kilómetros cuadrados, haría que la lluvia cayese en un entorno alrededor de ella y con el viento a favor de entre 40 a 100 kilómetros cuadrados. Las nubes se formarán en una franja tan ancha como la superficie negra instalada y de una longitud de 30 kilómetros entre el mediodía y las cinco de la tarde.
El coste de la superficie es de 80 millones de euros, aproximadamente lo que cuesta la instalación de una planta de desalinización. Sin embargo, el coste de operaciones es mínimo y la tecnología sencilla, además de ecológica y solar. Puede instalarse en cualquier región seca localizada en las latitudes tropicales o subtropicales en cualquier área que diste hasta 150 kilómetros del mar o de un gran lago.
En las regiones costeras con una alta intensidad de radiaciones solares, el viento dominante durante el día es la estable brisa marina que fluye desde la costa hacia el interior. Este aire predecible causaría lluvias en zonas de cultivo determinadas con exactitud en el interior del continente casi a diario durante las estaciones calurosas. Para hacer un uso óptimo de las lluvias artificiales, podrían aplicarse técnicas adaptadas de agricultura y recogida de agua.
Simulación informática
La idea de utilizar una superficie de calentamiento solar para producir nubes existe desde la década de los 60. Sin embargo, el único material disponible para tal propósito hasta hace poco era el asfalto, y la energía necesaria para probar su funcionamiento teórico aún no estaba disponible. El nuevo material, en cambio, ya puede ser probado.
En la actualidad, los investigadores trabajan en la simulación informática de experimentación y esperan lograr el apoyo necesario para realizar una prueba dentro de un año en un área del desierto israelí de Negev de 3.000 metros cuadrados. Para la prueba se utilizarán el vapor de agua y las brisas procedentes del cercano mar Mediterráneo.
El coste del experimento será de unos dos millones de euros, que los científicos intentan obtener de la Comisión Europea y de la OTAN. Las autoridades israelíes ansían respaldar el proyecto y ya han aprobado la utilización del área de territorio solicitada.
De salir bien, se harán muchas más pruebas posteriores en regiones subtropicales, que se esperan puedan superar así la desertificación. El noreste de Brasil, el norte de África, y los desiertos del Kalahari y del Sáhara podrían beneficiarse todos de este método. También el sudeste de España, cuyas autoridades ya han indicado que financiarán una prueba en nuestro país.
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