De acuerdo a un nuevo estudio realizado en Dartmouth College, los recuerdos de lugares familiares y favoritos que nos acompañan toda la vida se concretan a partir de tres áreas del cerebro, que unen los sistemas de percepción visual y la memoria del entorno. Gracias a este mecanismo, la información referida a los lugares preferidos se va anexando a la memoria, construyendo un mapa mental de nuestros espacios significativos.
Las áreas del cerebro implicadas en este proceso han sido denominadas por estos autores «red de memoria de lugar»: tiene como centro de su actividad tres sectores específicos de la corteza cerebral, según se informa en una nota de prensa.
Además de facilitar los recuerdos, esa red de memoria del lugar también nos permite ubicarnos correctamente en el espacio para encontrar aquellos lugares que nos marcaron a fuego. El estudio de los investigadores estadounidense fue publicado en la revista Nature Communications.
«Cuando miramos la ubicación de las áreas del cerebro que procesan las escenas visuales y las que procesan los recuerdos espaciales, estas áreas de memoria de lugar forman literalmente un puente entre los dos sistemas. Cada una de las áreas del cerebro involucradas en el procesamiento visual está emparejada con un lugar, que es la contraparte de memoria», explica al respecto el autor principal de esta investigación, Adam Steel.
Una red de interacciones
La información que ingresa a la corteza visual es, sencillamente, aquello que percibimos con nuestros ojos. Pero mediante un complejo mecanismo, estos datos se transforman en coordenadas geográficas y ubicaciones precisas, que hacen posible que nos ubiquemos y recordemos nuestros lugares predilectos y familiares. ¿Cómo se concreta este increíble proceso?
Para descifrarlo, los científicos realizaron pruebas con la participación de 14 voluntarios y las analizaron mediante imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), que muestran las regiones cerebrales activas cuando se ejecuta una tarea.
En principio, descubrieron que los tres sectores de la corteza cerebral involucrados en este proceso se van superponiendo para concretar la recuperación de la información. Esto sucedió cuando los participantes observaron imágenes de lugares significativos y luego tuvieron que imaginarlos sin la presencia del estímulo visual directo.
La red neuronal va construyendo la memoria de lugar anexando capas de información: si no cuenta con la imagen en concreto, la recupera desde otro recuerdo para que la persona pueda experimentarla en forma de imagen mental, en el marco de una experiencia con el mismo peso sensorial y grado de realismo.
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Lugares familiares
En el mismo sentido, la red reconoce los lugares significativos para el individuo. Cuando se solicitó a los participantes que observaran imágenes de sitios familiares para ellos y, al mismo tiempo, de otros absolutamente desconocidos, pudo comprobarse que las áreas de la corteza cerebral que gestionan la memoria de lugar se activaban con mayor ímpetu en el caso de los lugares familiares.
De esta forma, el nuevo estudio comprueba que los sectores ligados a la percepción visual y a la memoria del entorno, actúan integrados cuando se trata de reconocer y ubicar los lugares más importantes para una persona.
Este sistema hace posible que, de todas las casas ubicadas a lo largo de una calle, recordemos solamente una: aquella en la cual pasamos nuestra infancia o en la que vivimos situaciones trascendentes.
Todo indicaría que la carga emocional de los recuerdos incide directamente en el ordenamiento que realiza la red: siempre privilegia a aquellos con mayor relevancia para la persona.
Actualmente, el equipo de investigación a cargo de este estudio está utilizando tecnologías de realidad virtual para entender cómo evoluciona la memoria de lugar a lo largo del tiempo, concretamente a medida que las personas se familiarizan con los nuevos entornos que van conociendo.
Referencia
A network linking scene perception and spatial memory systems in posterior cerebral cortex. Steel, A., Billings, M.M., Silson, E.H. et al. Nature Communications (2021).DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-021-22848-z
Foto: Anita Jankovic en Unsplash.
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