En un artículo publicado por la revista Guardian Unlimited Network se advierte de que el estudio de las enfermedades mentales en el mundo occidental está provocando un desarrollo sin precedentes de una serie de tecnologías que suministran gran cantidad de información acerca de los procesos moleculares y celulares que subyacen a nuestras reacciones.
En Tendencias21 ya hemos hablado de las posibilidades que ofrecen técnicas como la del escáner cerebral para anticipar las reacciones humanas. ¿Qué pasaría si estas técnicas se utilizaran para manipular dichas reacciones?
El TAC (o tomografía axial computerizada que produce, gracias a la exploración de rayos X, imágenes detalladas de cortes axiales del cuerpo), el TEP (tomografía por emisión de positrones) o el RMN (resonancia magnética nuclear) son métodos que nos permiten conocer los impulsos que se producen en el cerebro a partir de ciertos estímulos. Pensar en alguien de quien estemos enamorados, resolver un problema matemático o, simplemente, elegir un producto determinado a la hora de comprar pueden ser acciones del cerebro “mesurables” gracias a estos aparatos.
El neuromarketing y la neuroeconomía
Y aunque, en principio, la tecnología ha sido creada para ponerla al servicio del bienestar de sus usuarios, enseguida han surgido intenciones con fines muy distintos. Por ejemplo, compañías como Coca-Cola o BMW han utilizado ya estos dispositivos electrónicos para recabar imágenes cerebrales de clientes potenciales, con el fin de estudiar cómo responden éstos a los nuevos diseños o marcas.
Los especialistas se preguntan si ahí estará el futuro del marketing. Estudios realizados han intentado desentrañar las ventajas de la aplicación de estos aparatos de medición de la actividad cerebral, con el fin de establecer las marcas y los productos más propicios para “activar” nuestro deseo de compra. Gracias a ellos, se pueden las razones por las que, por ejemplo, un consumidor se decide por tomar Coca-Cola, a pesar de que le guste más el sabor de una Pepsi.
Asimismo, se ha creado también el concepto de “neuroeconomía”, con el que se han estudiados las reacciones del cerebro cuando se pretende aceptar o rechazar una oferta. Científicos del MIT han descubierto que una región particular del cerebro (la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal anterior derecha) se activa cuando recibimos una oferta desproporcionada.
Asimismo, se ha identificado la activación en una región cerebral (la ínsula anterior derecha) que implica que rechazaremos una oferta de este tipo. Por el contrario, si la oferta puede interesarnos, se activa el sistema límbico del cerebro, vinculado a nuestras respuestas emocionales.
Comportamientos futuros
Y, si aún nos parece inocuo el hecho de que controlen a través del cerebro nuestros impulsos consumistas, el caso es que los escáneres entrañan otros riesgos mayores.
Es el caso de la posibilidad de medir nuestras reacciones futuras o posibles. El comportamiento probable podría definirse a través de la imaginería cerebral. Al parecer, existen experimentos que señalan que puede saberse si un individuo es un psicópata en potencia, aún cuando aún no haya mostrado sus más oscuros instintos.
Así, al igual que se aclaman las guerras preventivas, podrían empezar a exigirse las “detenciones preventivas”, que provocaría que un ser humano potencialmente peligroso fuese detenido antes de que cometiese un acto atroz.
Por otro lado, existe un interés creciente desde el punto de vista militar por estas tecnologías. Manipular y controlar los procesos mentales del enemigo o producir determinados comportamientos en las tropas es uno de los objetivos perseguidos por el Gobierno norteamericano desde hace más de medio siglo.
Guerra psicológica
Para ello, se ha trabajado en el desarrollo de tecnologías que permitan “leer” la mente del enemigo a distancia. Después del 11 de septiembre de 2001, los esfuerzos aumentaron. Un ejemplo es el realizado por los laboratorios estadounidenses Brain Fingerprinter, que aseguran que puede determinarse si un individuo es un terrorista a través de la información que se desprende de las imágenes cerebrales. Si tiene almacenada información acerca de un atentado cometido, o en el que haya participado, o información acerca de entrenamientos destinados a preparar nuevos atentados, ellos la detectarán.
El paso siguiente al conocimiento de los pensamientos, es intentar controlarlos. La técnica de la TMS (en inglés trasncranial magnetic stimulation o estimulación magnética transcraneal), por ejemplo, puede ser utilizada para focalizar un campo magnético intenso en determinadas regiones del cerebro sin necesidad de cirugía ni de aplicación de electrodos. Al parecer, esta técnica puede afectar a los pensamientos, a las percepciones y al comportamiento.
En el terreno médico, se pretende usar esta tecnología para controlar los comportamientos compulsivo-obsesivos. Sin embargo, se contempla la posibilidad, desde el punto de vista militar, de utilizarlo a distancia con el fin de provocar determinadas reacciones.
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