El 14 de abril de 2014, merced al significativo impulso dado a la negociones por el presidente Obama, se firmaba en Viena el Joint Comprehensive Plan of Action, un texto de más de un centenar de páginas -incluye cinco anexos-, en el que se plasma el acuerdo alcanzado entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de ONU más Alemania.
Este acuerdo nuclear con Irán es fruto de un momento político-económico muy concreto. Por un lado, el presidente estadounidense, Obama, estaba necesitado de éxitos estrella en política internacional que confirmaran su máxima de encontrar una solución diplomática a los conflictos, totalmente alejada de las vías militares que tantos traumas habían creado a su país (casos de Vietnam, Afganistán e Irak). En este sentido, y al igual que sucede con Cuba o la guerra en Siria, alcanzar un acuerdo con Irán se había convertido en una obsesión para el inquilino de la Casa Blanca.
Por otro lado, Irán se encontraba al límite de su resistencia económica. El embargo y las sanciones, especialmente las relacionadas con el sistema financiero-bancario y el petróleo, habían prácticamente destrozado su economía, de por sí considerada como muy poco eficaz. Esta situación generaba entre las autoridades iraníes el temor a una revuelta social interna que se enmarcara en el clima revolucionario de la región. A ello su sumaban los gastos extraordinarios en las crecientes implicaciones en los escenarios iraquí, sirio, libanés y yemení.
No obstante, la opinión de la mayoría de los expertos es que no se debió iniciar la negociación sin una doble condición: conocimiento completo de Ia verdadera naturaleza y alcance real del programa, y la ratificación previa del Protocolo Adicional con objeto de poder comprobar la inexistencia de actividad no declarada.
Además, y sin lugar a dudas, la lentitud de este proceso ha sido muy ventajosa para Irán, pues le ha permitido incrementar su capacidad nuclear –pasando de poco más de 100 centrifugadoras a superar las 20.000) y reforzar su prestigio, su liderazgo y su hegemonía regional, pues ha demostrado que puede oponerse exitosamente a las principales potencias del mundo.
Puntos ambiguos
Por otro lado, en el acuerdo existen muchos puntos ambiguos o de dudosa aplicación. Por ejemplo, no se hace referencia a qué se va a hacer con las 19.000 centrifugadoras que dejarán de funcionar, cuando debería reflejarse su desmantelamiento. Si bien se concentra toda la actividad centrifugadora en Natanz, se autoriza el funcionamiento de 1.044 centrifugadoras de alta tecnología en Fordow, aunque no para enriquecimiento, sí para fines científicos (en vez de uranio, emplearán xenón, zinc y germanio), durante ocho años, lo que deja la puerta abierta a que, en caso de ruptura del acuerdo, poder volverse a utilizar de modo inmediato para el programa nuclear. Así mismo, aunque se reduce –pero no se elimina- la cantidad de almacenamiento de uranio, no se obliga a sacar el restante del país.
Por lo que respecta a las sanciones, se estima que abundan las complicaciones y discrepancias en el automatismo de las mismas, quedando en duda si se suspenden o se eliminan. Hay que considerar que Irán se ha mostrado como un gran experto en ocultamientos y en acumular pequeños y sucesivos incumplimientos. Tampoco quedan claros los criterios de valoración, a quién le corresponde la carga de Ia prueba o los procedimientos de solución. Parece haberse olvidado que restablecer las sanciones de ONU exige coordinación internacional, lo que consume mucho tiempo y provoca discrepancias, como ya sucedió con los problemas interpretativos sobre el momento del levantamiento de las sanciones.
De este modo, sin mecanismos de imposición automática, reimponer las sanciones puede acarrear más riesgos de aislamiento para EEUU que para Irán, en muchos casos.
En cierto modo, se podría resumir este acuerdo como un levantamiento permanente de sanciones para Irán frente a limitaciones temporales de su programa nuclear.
Tampoco es desdeñable la excesiva dependencia de la buena voluntad de las partes para la aplicación del acuerdo, o el dudoso procedimiento en caso de su violación o incumplimiento. En este sentido, hay que tener en cuenta que cualquier violación debe ser denunciada y certificada por OIEA y el informe enviado al Consejo de Seguridad de ONU, donde Irán puede alegar en contra y contar con la postura benevolente de Rusia, China y otros países anti-occidentales. Al final, el resultado podría ser que el procedimiento duraría meses e, incluso, no resolverse nada.
Por todo lo anterior, la valoración global del acuerdo engendra aspectos positivos, pero también otros acusadamente negativos.
Entre los positivos destacan el hecho de que se contiene el desarrollo del programa nuclear entre 10 y 15 años; durante ese tiempo se puede generar un clima favorable de confianza; se refuerza el compromiso de Irán con la no-proliferación, lo que limita la amenaza nuclear y las opciones de un ataque militar; se potencian las capacidades de verificación del OIEA; se espera un mayor conocimiento del programa nuclear iraní; se abren las puertas a unas relaciones fluidas con EEUU y otros países occidentales, lo que rompe el aislamiento de Teherán; y genera expectativas de mayor responsabilidad y colaboración de Irán en los problemas de inestabilidad regional.
Aspectos negativos
Pero también existen aspectos negativos, como que se mantiene intacta toda la infraestructura nuclear, la cual no se justifica por ninguna razón práctica; en otras palabras, si los iraníes deciden en un momento determinado no respetar el acuerdo, tendrán a su disposición un programa nuclear de dimensiones industriales instalado en lugares fortificados. E incluso si respetan plenamente el acuerdo, al cabo de 10/15 años tendrán en pleno funcionamiento un programa nuclear y sin ninguna limitación tecnológica, de nivel de enriquecimiento o respecto a instalaciones.
Tampoco hay ninguna garantía ni mecanismo de pronta detección de incumplimiento del acuerdo.
Por otro lado, en el acuerdo no se contempla el avanzado sistema de misiles iraní.
Además, hay una excesiva dependencia de la buena voluntad de las partes, de modo que si Irán optara por no cumplir el acuerdo, éste le habría colocado ya en una posición diplomática, económica y técnica mucho más fuerte incluso con respecto a una opción militar nuclear.
Asimismo, se liberan unos 100.000 millones de dólares bajo la promesa de cumplir el acuerdo tras una reiterada práctica de incumplimiento frente a la OIEA.
Asimismo, existe el temor a que este acuerdo incite a Ia proliferación nuclear en la zona, tentación en la que podrían caer Arabia Saudita, Turquía o Egipto, lo que podría afectar indiscutiblemente a la seguridad estratégica de la región.
Por si fuera poco, el periodo de negociación ha coincidido con Ia intensificación de esfuerzos iraníes para reforzar y extender su influencia política y militar en la zona, por lo que se teme que el dinero liberado también podría emplearse para estos fines, o incluso que los rivales geopolíticos de Irán lo interpreten como una nueva alianza, justificación o estimulo indirecto de actuación y expansión de Irán en Oriente Medio.
En conclusión, el acuerdo deja y dejará un Irán más fuerte y más rico, no contempla el avanzado sistema de misiles iraní, no incluye ningún compromiso sobre terrorismo e incrementa la duda sobre el empleo real de los millones de dólares provenientes del levantamiento de las sanciones.
De este país, que en cuestión de pocos meses ha pasado de ser uno de los más odiados por EEUU y parte de sus aliados, a ser deseado por la ingente cantidad de fondos para invertir de los que dispone tras serle levantadas las sanciones, se ha hablado en esta edición de Visión Geopolítica que, conducida por el analista geopolítico Pedro Baños, ha contado con la participación del embajador Antonio Núñez García-Sauco, la arabista Olga Torres, el antropólogo e historiador Jesús Gil, y el experto en inteligencia Ignacio Prieto.
Perfiles
Olga Torres es graduada en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad de Sevilla y Especialista universitario en Análisis del Terrorismo Yihadista, Insurgencia y Movimientos Radicales por la Universidad Pablo de Olavide. Pertenece al Grupo de Investigación HUM753, del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Sevilla. Imparte conferencias y ha publicado numerosos artículos sobre temas relacionados con el islam, el terrorismo yihadista y los conflictos en el mundo musulmán. Ha recorrido numerosos países musulmanes, desde Marruecos a Irán. Habla inglés, francés, alemán y árabe.
Antonio Núñez García-Saúco es diplomático de carrera desde 1971, doctor en Filosofía y Letras, y licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas y Sociología. En el Ministerio de Educación y Ciencia fue subdirector general de Educación Permanente y Especial, y de Extensión Educativa; secretario general y director general del Instituto Nacional de Educación Especial; y secretario general del Real Patronato de Educación y Atención a Deficientes. Dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores ha sido director general del Servicio Exterior y director general de Relaciones Culturales y Científicas. Ha sido embajador de España en Guinea Ecuatorial, Rumanía, Australia y Suecia. Así como embajador representante permanente de España ante la Organización de las Naciones Unidas y los Organismos Internacionales, con sede en Viena, y embajador en Misión Especial para Asuntos de No Proliferación. También ha sido adjunto al director del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN). Habla siete idiomas.
Jesús Gil Fuensanta es doctor en Filosofía y Letras (sección Arqueología) y en Prehistoria, por la UAM. Ha cursado estudios en universidades de Italia, Holanda, Alemania, Francia y Turquía. Actualmente es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 1995 dirige la Misión Arqueológica española en Turquía -Proyecto Tilbes-, centrado en el este de Anatolia. Es autor de una Breve Historia de Turquía y ha publicado más de 60 artículos científicos en diversos idiomas. Es un gran conocedor de los países de mayoría musulmana y de Oriente Medio.
Ignacio Prieto es Coronel del Ejército del Aire y licenciado en Educación Física y Deportes, además de maestro de esgrima. Es profesor del Master de Analista de Inteligencia en las universidades Carlos III y Rey Juan Carlos de Madrid y de la Autónoma de Barcelona. También es profesor visitante de la Academia de la Fuerza Aérea de EEUU y de las universidades de Ankara y de la UCAB de Caracas. Está especializado en el islam cultural y político, con amplia experiencia en Oriente Medio, donde residió varios años. Ha dedicado toda su vida a la inteligencia sobre el terreno.
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