La contraseña es el recurso más extendido para autentificar la identidad del usuario que quiere acceder a un ordenador, dispositivo móvil o algún servicio online. Sin embargo, se ha convertido en una herramienta polémica y comprometida en los últimos años por los robos que se han producido y la inseguridad que ello acarrea.
Los expertos aconsejan utilizar contraseñas distintas para cada servicio importante, así como complejas secuencias de letras y números, pero entonces surge el temor a olvidarlas, de ahí que se tienda a reutilizarlas. Investigadores de la Universidad de Purdue en Estados Unidos están trabajando en una tecnología que podría poner fin a todas las contraseñas, sustituyéndolas por acciones como el reconocimiento de iris o el escaneo de huellas digitales.
Se trata de diferentes técnicas de biometría, campo de la inteligencia artificial centrado en la identificación de un individuo en función de ciertos parámetros de su cuerpo, físicos e intransferibles. Esta tecnología se va introduciendo poco a poco en diferentes ámbitos relacionados con la seguridad, sobre todo a gran escala.
El laboratorio del Centro Internacional de Investigación de Biometría (ICBR), perteneciente a la Universidad de Purdue, aspira a extender su uso entre los consumidores, por lo que se ha convertido en la base donde se prueba todo tipo de tecnologías biométricas emergentes en busca de posibles puntos débiles antes de su difusión y comercialización generalizada.
Según un artículo publicado en ABC News, el objetivo es que estos recursos permitan que alguien se conecte a un ordenador o active un smartphone con sólo deslizar su huella digital en un sensor, eliminando así la necesidad de cambiar contraseñas con frecuencia para evitar posibles ataques.
Primeros pasos
“La mayoría de la gente podría decir que tiene demasiadas contraseñas y que es una molestia estar cambiándolas todo el tiempo, así que utiliza la misma para un montón de cosas, lo que las hace más vulnerables”, explica Stephen Elliott, director del ICBR. Por contra, el escaneo de iris y huellas digitales, así como el reconocimiento facial o de voz son algunas de las herramientas que pueden “mejorar la seguridad al tiempo que hacen la vida más fácil”, añade.
La investigación sobre los nuevos usos de la biometría va en aumento, mientras las universidades ya emplean esta tecnología para tareas que van desde el pago de comidas a la restricción del acceso a instalaciones de alta seguridad. La también americana Universidad Carnegie Mellon, incluso ha estudiado el uso de sensores especiales que miden la presión del pie para identificar personas.
La biometría ya se usa en Irak, donde los soldados llevan dispositivos portátiles que les permiten escanear huellas dactilares, retinas y caras que comparan en una base de datos con miles de identidades. Según los investigadores de Purdue, utilizar esta tecnología para reducir la necesidad de contraseñas es el siguiente paso natural.
De este modo se ha puesto en marcha en un restaurante KFC en West Lafayette, ciudad de la universidad de Purdue, donde los trabajadores fichan poniendo su dedo en un escáner de huellas dactilares conectado a la caja registradora. Chris Smith, gerente del restaurante, explica que en ocasiones los trabajadores se gritaban las contraseñas, por lo que el sistema de huellas digitales mejora la seguridad de las cajas, al limitar el acceso de forma más segura.
Además, gracias a este sistema los trabajadores tienen una contraseña menos que memorizar. “Estoy seguro de que tienen cientos que recordar para sus cosas en casa, como la banca online y otras”, matiza Smith. “Así que no tener una más se agradece», añade.
Con todo, para muchos puede parecer aún una tecnología futurista o propia del cine. Sin embargo, los investigadores del ICBR están convencidos de que las contraseñas tradicionales serán más pronto que tarde cosa del pasado. “Una vez que se vea la biometría en manos de los consumidores, ya en uso, será más fácil impulsar su implementación en otras áreas”, asevera Elliot.
Touch ID de Apple
El primero en hacer extensible el uso de la biometría en este campo ha sido Apple, integrando un sensor de huella digital en el nuevo iPhone. La función de Touch ID -como se denomina esta tecnología- permite a los usuarios desbloquear el teléfono con sólo colocar el dedo, sin la necesidad de recordar complejas secuencias de letras o números.
Sin embargo, esta técnica de identificación existe desde hace mucho tiempo. Como recordaba un reportaje de la BBC, Scotland Yard utilizaba huellas dactilares ya en 1901, y Arthur Conan Doyle, creador del personaje de ficción Sherlock Holmes, el detective inglés, sabía lo suficiente sobre las características distintivas del oído humano para incluirlas en una de sus historias.
También hubo intentos anteriores de introducir el reconocimiento de huella digital en teléfonos inteligentes, como en el Motorola Atrix 4G, pero su aplicación estuvo plagada de problemas, por lo que fracasó. Apple, por contra, se ha asegurado de rodearse de la mejor tecnología, para lo que adquirió en 2012 la empresa de seguridad móvil Authentec, dedicada a fabricar chips de reconocimiento dactilar.
La inversión provocó la subida de las acciones de otras firmas biométricas, debido a la idea de que estas también podrían convertirse en objetivos de adquisición. De hecho, la incursión de la huella en el nuevo iPhone podría significar el principio del fin de la contraseña y la apertura de un mundo de posibilidades en materia de identificación y seguridad.
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