Hace unos 1.500 años, la civilización maya creó una enorme pirámide de 13 metros de altura con la lava que había sido expulsada por la violenta erupción del volcán Ilopango, situado en el actual El Salvador.
La erupción, la más importante de los últimos 10.000 años, y conocida como Tierra Blanca Joven, arrasó un radio de 40 kilómetros y afectó a la población situada en un radio de 80 kilómetros, en un episodio considerado como el argamedón maya.
La columna eruptiva llegó a los 45 kilómetros de altura y las cenizas viajaron más de 7.000 kilómetros hasta llegar a Groenlandia.
El volumen total de magma expulsado durante esta erupción fue de unos 55 km cúbicos, y más de dos millones de kilómetros cuadrados de América Central quedaron cubiertos por una capa de cenizas volcánicas.
El cielo se oscureció en esta región durante al menos una semana, según estableció una investigación liderada por la Universidad de Oxford, publicada el año pasado en PNAS.
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Ave Fénix
Durante mucho tiempo se ha atribuido a esta catastrófica erupción la aceleración del fin de la antigua civilización maya, que floreció durante 18 siglos en todo México y América Central.
Sin embargo, un nuevo estudio, publicado en la revista Antiquity, sugiere todo lo contrario: la erupción de Ilopango no solo no precipitó la desaparición de esta civilización, sino que potenció la construcción de una enorme pirámide maya, a solo 40 kilómetros del volcán, a base de los materiales volcánicos que cubrían la región después de la erupción.
El autor del estudio, Akira Ichikawa, de la Universidad de Colorado, Boulder, considera que la construcción de la pirámide se inició tan solo cinco años después de que la erupción arrasara la zona.
Eso significa que los constructores comenzaron la construcción mientras la erupción todavía ocupaba un lugar destacado en la memoria de la población superviviente, según Ichikawa.
Señorío maya
El equipo de esta investigación excavó el asentamiento maya de San Andrés, situado en el valle de Zapotitán, próximo a lo que hoy es San Salvador, la capital de El Salvador, donde se encuentran los restos de una pirámide conocida como Campana de San Andrés.
El asentamiento de San Andrés fue la capital de un señorío maya con supremacía sobre los demás asentamientos del Valle, y en su interior se encuentran las ruinas de la Campana de San Andrés, una imponente pirámide, de 33.000 metros cúbicos de volumen total, que en su momento destacaba sobre las demás construcciones del valle.
La pirámide se asienta sobre una plataforma de casi 6 metros de altura, 80 metros de largo y 55 metros de ancho, que soporta la enorme pirámide. Fue el primer edificio público que se construyó en el sitio de San Andrés después de la erupción, según el estudio.
Las excavaciones descubrieron en la pirámide una capa de 5 metros de ceniza pura y piedra pómez. Cuando dataron por radiocarbono esta capa, descubrieron que debía haber sido construida con los materiales volcánicos que cubrían el área poco después de la erupción.
Tributo religioso
La construcción de la pirámide podría haber servido como un tributo religioso al volcán o como un acto de unidad tras el desastre, destaca el autor del estudio en su artículo.
“Es posible que hayan creído que dedicar una estructura monumental al volcán era una forma lógica y racional de resolver el problema de posibles erupciones futuras”, declaró Ichikawa a National Geographic.
Los datos sugieren que un proyecto de construcción pública monumental, que requirió una inversión considerable de mano de obra, utilizó un gran volumen de lava como material de construcción, escribe Ichikawa en su artículo.
Y añade: este proyecto fue crucial para restablecer el orden social y político en la región. Además, los resultados contribuyen a una discusión sobre la resiliencia humana ante catástrofes imprevistas.
Resiliencia maya
El estudio pone de manifiesto que, aunque la erupción dejó un área grande inhabitable, la gente regresó rápidamente para construir y renovar la arquitectura monumental en un área cubierta completamente por tefras volcánicas llamadas Tierra Blanca Joven (TBJ).
Tefra es cualquier fragmento sólido de material volcánico expulsado a través de la columna eruptiva durante una erupción volcánica y todavía se usa como material de construcción debido a su excelente compactación.
La pirámide de La Campana de San Andrés es el primer monumento maya conocido que incluye tefra como material de construcción. Hoy queda como testimonio de la voluntad de una civilización de no sucumbir a la fatalidad, sino de aprovecharla para iniciar una nueva etapa de su historia a partir de las cenizas de la tragedia colectiva.
Un gran ejemplo de resiliencia maya, una civilización que era más resistente, flexible e innovadora de lo que se sospechaba anteriormente, concluye Ichikawa.
Referencia
Human responses to the Ilopango Tierra Blanca Joven eruption: excavations at San Andrés, El Salvador. Akira Ichikawa. Antiquity, First View, pp. 1 – 15. DOI:https://doi.org/10.15184/aqy.2021.21
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