En una nueva y sugerente teoría desarrollada por el profesor Johnjoe McFadden de la Universidad de Surrey, en el Reino Unido, se postula que la consciencia es, de hecho, el campo electromagnético del cerebro. Además de dilucidar el misterio sobre el origen de nuestra consciencia, según una nota de prensa esta nueva concepción permitiría edificar las bases de una Inteligencia Artificial consciente, capaz de crear robots con pensamiento autónomo y consciencia de sí mismos.
Más allá de los ámbitos científicos, aún hoy se sigue aludiendo a la consciencia como una entidad sobrenatural que proviene de nuestro exterior, relacionándola con la concepción de un alma inmaterial que provee al ser humano el libre albedrío, la voluntad, la capacidad de pensar y la facultad de ser consciente. Esta noción se basa en la división entre cuerpo y alma, denominada dualismo.
Sin embargo, esta concepción avalada por la mayoría de las religiones y por el conocimiento ancestral de culturas milenarias en todo el planeta ha sido permanentemente descartada por la ciencia. La objetividad y necesidad de comprobación fáctica que sustenta al conocimiento científico descarta de plano el dualismo.
Materia y energía
Ante esto, la mayor parte de la comunidad científica internacional ha optado por una explicación “monista” sobre el problema de la consciencia. Básicamente, el monismo filosófico sostiene que la sustancia básica de las cosas puede ser reducida a materia neutra, sin origen absolutamente físico ni mental. Para los monistas materialistas contemporáneos, la materia conformada en el Big Bang generó el universo y únicamente dicha materia explica la realidad.
De acuerdo a esta noción, la consciencia es generada por el propio cerebro y su enorme red de conexiones neuronales: no existe nada más allá de esa estructura y cualquier posible explicación sobrenatural queda eliminada. Pero la teoría desarrollada por McFadden y publicada en la revista Neuroscience of Consciousness va por otro camino, otorgándole sustento científico a la idea del dualismo. No habla de una división entre materia y alma, sino de la presencia de materia y energía.
Según explica el propio McFadden, “la forma en la cual la materia cerebral se vuelve consciente y logra pensar es un misterio que ha sido reflexionado por filósofos, teólogos, místicos y gente común durante milenios. Creo que este misterio ya se ha resuelto, y que la consciencia es la experiencia de los nervios que se conectan al campo electromagnético autogenerado del cerebro, para impulsar lo que llamamos libre albedrío y nuestras acciones voluntarias”.
Ondas de energía inmaterial
¿A qué se denomina campo electromagnético del cerebro? En el momento en que las neuronas del cerebro y el sistema nervioso se activan, no envían únicamente señales eléctricas convencionales por las fibras nerviosas, sino que también emiten un pulso de energía electromagnética al tejido circundante.
Dicha energía lleva la misma información que las descargas nerviosas, pero no lo hace como un flujo de átomos dentro y fuera de los nervios sino mediante ondas de energía inmaterial: conforman el campo electromagnético del cerebro y pueden detectarse mediante técnicas como el electroencefalograma (EEG) o la magnetoencefalografía (MEG).
Para McFadden, profesor de Genética Molecular y Director del Centro de Doctorado en Biología Cuántica de la Universidad de Surrey, el campo electromagnético del cerebro no solamente es rico en información, sino que también funciona como la “sede” de la consciencia, impulsando el libre albedrío y las acciones voluntarias que caracterizan al ser humano y a otros animales.
Inteligencia Artificial consciente
En función de esto, la nueva teoría explicaría por qué hasta el momento los ordenadores y dispositivos más complejos, ultrarrápidos y avanzados no han desarrollado ningún tipo de consciencia, aunque en cierta forma imiten el funcionamiento del cerebro humano a través de redes neuronales artificiales.
Pero aquí estaría precisamente el punto más atractivo y polémico de la teoría de McFadden: de comprobarse y aplicarse, haría posible el desarrollo de robots en base a Inteligencia Artificial consciente, con la capacidad de pensar por sí mismos y de transformar, en un abrir y cerrar de ojos, miles de libros de ciencia ficción en palpable realidad.
Referencia
Integrating information in the brain’s EM field: the cemi field theory of consciousness. Johnjoe McFadden. Neuroscience of Consciousness (2020).DOI:https://doi.org/10.1093/nc/niaa016
La consciencia es algo más. No creo que está teoría aporte nada importante. Claro que hay un campo electromagnético y a partir de ahí qué aporta de nuevo?
Cuánto dualismo! Entonces cuando entramos en una resonancia qué sucede?
El intentar situar la consciencia en sitios me resulta un tanto magufo. Le recomiendo leer un poco antes de hacerse eco de teorías que no están ni estarán demostradas nunca. La consciencia existe más allá de que algunos tengan necesidad de que seamos más que cuerpo y que la mente se encuentre fuera del cuerpo.
Y me hago la pregunta de siempre. ¿Existe la necesidad de explicar la consciencia? A mí me parece un fenómeno explicable fácilmente desde mecanismos atencionales y poco más. Incluso a partir de mecanismos neurológicos, teniendo en cuenta que la podemos alterar y/o eliminar con un simple bisturí.
Un poquito de Dennett, Dawkins y algo menos de magia no vienen mal. Algo de Oliver Sacks ya hace ver que sin dañar el campo magnético se altera la consciencia, que sólo hace falta daño cerebral. Por favor, dedíquele un rato a leer algo menos magufo.
El cerebro es una maravilla producida por este universo con un objetivo claramente discutible por tantos otros cerebros… desde mi visión personal influenciado por mi trabajo en informática, un cerebro con su capacidad de procesamiento puede crear un entorno virtual personalizado con una IA integrada la cual dependerá del tipo y evolución de un ser vivo, entonces podemos intuir que el universo en sus probabilidades misteriosas prepara un camino desde la microconciencia hacia una conciencia como la nuestra, obviamente sólo podemos reflexionar acerca de la existencia de conciencias superiores y por tanto me cuesta creer en un campo electromagnetico o campo cuantico para la conciencia. Espero vivir lo suficiente para ver dilucidado el tema de la conciencia en un futuro… o bien seguir leyendo y soñar con nuevas teorias.
Algún día la inteligencia «artificial», nos verá como un eslabón en la evolución, así como nosotros vemos al Homo Erectus de hace 2 millones de años?
Me pregunto si no será cuestión de presentación de la sinopsis lo que obliga a una elevada simplificación, pero creo que no se acaban de entender las razones por las que el «campo magnético» generado por los flujos eléctricos de las neuronas tenga que «ser» la consciencia. Si acaso, constatar que el campo «magnético» (electro-magnético) desempeña un papel funcional relevante, lo que podría llegar a aportar, sería una nueva manera de abordar la problemática de conjunto de la consciencia; por ejemplo: fundamentarla en la coexistencia de al menos dos vías, dotadas de distintas velocidades (y por consiguiente desfasadas) para la transmisión de información entre áreas o regiones del cerebro.
___Me agrada su opinión estimado J.L.Molés. Me interesaría que me platicara respecto de «las dos vías coexistentes a diferentes velocidades», pues ello encierra el misterio del Dualismo de Conciencias, un tema que pocos atinan en opinar. Un gran abrazo. Atte: Neuronacalva (Fb).
Ignoro si el amable interlocutor, por «dualismo de consciencias», se refiere al problema clásico mente-cuerpo, pero ya que se encuentra este en el centro de todo debate «en profundidad» en torno a la consciencia, me arriesgaré. Personalmente me gusta referirme a este problema renombrándolo como el de la bi-compartimentalización del substrato orgánico-substrato no orgánico X (incógnita). Una vez re-definido bajo la intención de desembarazarlo de ideas pre-establecidas, pasamos a especificarlo: Se trata de aclarar la existencia, o no, de esta bi-compartimentalización y en caso de existir, aclarar su naturaleza y justificar su necesidad, o en su defecto, las alternativas que permitan
evadir el problema en su forma vigente, encontrándole otro planteamiento que suavice la oposición tesis-antítesis que encierra. Personalmente me inclino por la búsqueda de salidas airosas por terceras vías y una fórmula prometedora, a mi entender, podría estar encerrada en el planteamiento de la posibilidad de existencia de vías alternativas de transmisión para la señal nerviosa que redunden en ser más veloces que las conocidas. Al estar obligados por la falta de espacio a un ejercicio de super-síntesis, vamos a lo fundamental. El núcleo del problema de la bi-compantimentalización converge en la «voluntad»; que redefino formulándolo como el problema de la «acción» sobre la «materia cerebral» siendo contextualizada aquí la «acción» como algo estrictamente físico (producto de la energía por el tiempo). ¿De donde procede así la acción que tiene como objeto la «materia cerebral», suscitando, de esta manera, unos efectos sobre sí misma? Pues bien: De existir vías más veloces a las que, de hecho, enlazan, causa-efecto a la manera de las conocidas, el efecto se anticiparía a la causa, por lo que, a partir de determinado momento del proceso que opera por la vía más lenta (la señal nerviosa tangible y registrable), la secuencia causa-efecto que las enlaza, cambiaría su codificación para convertirse en finalista (cadena pre-determinada y dirigida hacia un fin). Debido a la super-simplificación obligada, a partir de aquí, nos serviremos de imágenes, sabiendo que es a costa de un perjuicio del rigor y lamentablemente, nos obliga a saltarnos pormenores que derivan en fundamentales. Imaginemos así un «experimento mental» en que unos sabios neuro-fisiólogos disponen de medios de exploración para proyectar a un probando su propio cerebro «en directo», o para ser estrictos, un «casi directo» (como en los «realitys» de la «telebasura»), detalle muy importante por sus derivaciones al estar relacionado con el «retraso de la consciencia respecto a la actividad cerebral» (Libet) y sobre el que no nos podemos extender. Se supone que se prepara todo para que el sujeto en experimentación disponga así de mandos adecuados para «moverse» por su cerebro (su representación). Quizá el mando más notable en este dispositivo sería el del movimiento a escala, es decir, de ampliación y reducción de la escala de los procesos que están sucediendo en su cerebro con el fin de observarlos; más en detalle o más en conjunto; (como en los mapas del conocido buscador) y que sería movido a capricho y curiosidad del probando, el cual, se supone que «aprende» de esta manera a contemplar y familiarizarse con la representación de su cerebro y sus procesos, a la par que se representa cosas y lo hace dirigiendo su atención al lugar y a la escala que le plazca: En estas condiciones: ¿aprendería a movilizar la actividad fisiológica de su propio cerebro a voluntad, aunque fuera en precario? Observemos que se puede servir de un truco, porque él, dispone de representaciones. Imaginemos que es músico y se puede permitir representarse un si bemol y observar, gracias al dispositivo, el efecto en su cerebro a voluntad (el efecto de la acción desencadenada por su representación de la nota musical) y además, lo puede observar a la escala que pueda resultar más determinante y reveladora en torno al origen del proceso. Hay quien objetará que estamos «colando», aquí, no solo la suposición equivalente a la mariposa que con su aleteo genera un tornado remoto, sino que somos capaces de encontrar donde está la mariposa. Pero el problema de Lorentz y su mariposa es competencia de los matemáticos, a los neuro-fisólogos, lo que les compete, es si el conejillo de indias, va a localizar el lugar en que aletea «la mariposa» en sí mismo de manera eficaz mediante el aparato en el que le es servida la representación de su cerebro. De momento los experimentadores saben que hay truco. Se supone que ellos también saben música y se pueden representar a sí mismos la nota. Pero de la misma manera que los que son capaces de mover las orejas y todavía no lo saben, pueden aprender a lograrlo imaginándose que son un gato y cuando lo consiguen, ya pueden prescindir del recurso, el músico de nuestro experimento, podría llegar a prescindir de la representación del si bemol para lograr activar las neuronas precisas en cuestión, que igual pueden ser otras. Si ya en la anterior fase (con truco) el fenómeno resultaba a pesar de todo desconcertante, en esta fase del experimento; para los científicos, la acción (la naturaleza de su origen) resultaría tan inexplicable como que en las sesiones espiritistas los mediums leviten mesas por la «acción» de «la mente». ¿Y que tiene que ver el desfase de velocidades en todo esto? Antes de entrar de lleno, una observación. Hasta ahora hemos tratado de evitar el siempre escurridizo criterio de representación ¡pero no del todo! y menos, cuando lo hemos sustituido por la representación del propio cerebro como «material» del que emerge la causa de la acción y se aplica el efecto. Si dudamos de esto: los científicos se pueden representar ahora a sí mismos, gracias al artilugio, la neurona que activan cuando se imaginan un sí bemol y lo van a comunicar al público… evidentemente ¡mediante representaciones!… muy en diferido. Más aún (derivación a un problema filosófico): el objeto al que se aplica el efecto coincide en este caso del experimento con su representación… en diferido también ¡cierto! ¡pero mínimo!… ¡casi «en acto»!; ¿y su origen? (me refiero al de la causa) ¿también consiste en una representación?: ¿Pueden las representaciones suscitar causas y ser depositarias de efectos?. Pero volvamos al redil pseudo-empírico del
experimento mental. Para desafiar a los sabios con los que apuesta, pongamos por caso, que es capaz de activar una determinada neurona, el probando propone mantenerse en la escala del objeto de aplicación del proceso, que es la neurona elegida. Es evidente que nos estamos basando en simplificaciones y idealizaciones pero, con algún nexo de
justificación verosímil. Se sabe que «a cerebro abierto» se ha comprobado en intervenidos que son capaces de llegar a aprender a activar una determinada neurona. Ahora bien;
asumiremos que para lograrlo, se necesita en todos casos desencadenar en el cerebro un proceso cuyo recorrido total va a comprometer una ampliación y reducción de escalas (o
serie enlazada de ellas) y que se supone, va a dejar su huella al ser registrada por el superaparato-ficción en el que quedan registrados todos los datos del «tornado» incluida «la mariposa». Ahora bien: se supone también que un seguimiento exahustivo de la cadena causa-efecto demandaría el recorrido por todas las escalas y ramificaciones. Pero una ampliación y reducción de escalas, siempre va a ganarle la carrera a cualquier velocidad de seguimiento de la cadena causa-efecto en lo concerniente al recorrido lineal que se elija para el proceso en su conjunto y tanto más, cuando se va a comprometer, con sus ramificaciones, elevado número de elementos implicados y coordinados en el proceso ¡Un par de ampliaciones y reducciones de escala en el google-maps y ya le hemos ganado la partida a la velocidad de la luz en linea! ¡tanto más en rutas en zig-zag! Así pues y de alguna manera, se deben de poner en acción fenómenos que permitan que, determinadas causas, alcancen conectar el efecto antes que la causa (acción) y esto, cualquiera que sea el origen que le atribuyamos, con tal, que origen coincida con la aplicación. Por tanto, la causa (origen de la acción); tanto el probando como los observadores pueden localizarla en estas condiciones del experimento mental, de manera precisa en el tiempo y la otra componente imprescindible, el espacio, si bien su origen se formula como el de una representación, su aplicación (efecto) acaba confluyendo sobre un elemento real, elemento que retiene, no obstante, su atribución como representación. Ahora bien, en definitiva, al ser leido el registro del proceso (a posteriori) por los científicos; lo importante; entrando ya en la conclusión, es que no podemos eludir recurrir al siempre incómodo finalismo; o en todo caso, al recurso, de atribuirlo a la implicación de causalidad paradójica. Pero para el caso, resulta irrelevante incorporar una u otra opción. Así pues, la acción, tal y como ha sido analizada en este contexto, compromete el reconocimiento de la existencia de finalismo y/o causalidad paradójica. Con el finalismo nos obligamos a reconocer lo equivalente a la voluntad en el sentido de «acción finalista» y con la causalidad paradójica, reconocemos la incorporación de fenómenos cuya comprensión se debe enmarcar más allá de la causalidad clásica. Su fusión: (la acción (física) + su carácter finalista) compromete así fenómenos que vulneran la causalidad clásica. ¿Motivo de trauma para algunos?: No tanto si, después de todo, se piensa que el «cuanto de acción» de Plank, también redunda en desafíos a la causalidad estricta en ciertos contextos de fenómenos. Y para no abusar del revisor, extraigo sólo dos apuntes más de entre los muchos posibles como conclusión que dejo para el lector. 1 Aunque en algún momento lo pudiera parecer, nada de lo expuesto vulnera el principio de la superación de la velocidad de la luz en el vacío, ya que bastaría la superación de la velocidad de la luz en el medio (en este caso el medio mielínico-neuronal). Resultaría suficiente la constatación de otras vías alternativas cuyo material sustentara otro rango de velocidades superior a la mielínica-neuronal, aunque funcionara sólo de manera ocasional y esporádica, para suscitar las paradojas productivas que hemos tratado de esbozar. Después de todo, para ejercer un acto de voluntad se necesita un «esfuerzo» y además, tampoco siempre funciona. El reconocimiento de señales electromagnéticas de transmisión libre por un medio extra-mielínico-neuronal al que alude la sinopsis del estudio, o cualquier otra vía que reúna las condiciones, sería suficiente para ponernos en una pista prometedora constatable empíricamente de las conjeturas causa-efecto formuladas. 2 El problema de la bi-compartimentalización reclama un momento y un lugar como origen de la consciencia. Casi al final del desarrollo de este experimento mental, hemos recreado la situación en que se puede llegar a precisar «cuando» somos conscientes, pero aporta también una idea de lo que podemos estar pidiendo al plantearnos responder ¿donde?. Si la consciencia es abordada como proceso, bastaría con definir un origen y un final para cada proceso elemental que «rinde» consciencia o de la que se deriva. Aunque en respuesta al origen del proceso elemental descrito, el «donde», incorpore la cualidad de representación, al final de este, acaba siendo un objeto real, a la par, que retiene el atributo de una representación y como representación, acaba siendo el objetivo depositario del efecto de una causa real. Bajo estos términos, el problema de la bi-compartimentalización, si bien con restricciones, podría disponer de una vía de solución: (no-materialista)-(no-espiritualista), que solventara la necesidad de imponer una barrera rígida entre compartimentos y aclarara la naturaleza X del compartimento no-orgánico.
Definitivamente no: la consciencia primordial es de origen cuántico y la única “dualidad” a la que se somete es a la definida como onda/partícula cuántica. La consciencia es “multivesal” y ajena al espacio/tiempo conocidos: dispone de toda la información cuántica del pasado, presente y futuro multiversal, incluyendo sus proyecciones espacio temporales (la película de cada línea de tiempo) de todas las realidades suposicionales paralelas, superpuestas y simultáneas. Por ello no hay “libre albedrío” posible. Tampoco inventos ni descubrimientos: solo hay recuerdos del pasado, presente o futuro, ejecutable o ejecutado en un “tiempo real” incontrastable. Nuestros “cerebros”, solo son “bio-terminales bobas” de la infinita red neuronal multiversal cuántica (Matrix) que incluye – entre otras propiedades – a la denominada “consciencia global”: los cerebros tienen capacidad limitada para bajar, almacenar y procesar información “binaria”. Los humanos nos creemos lo que no somos…
Hola, desde una base científica, y apegada a los protocolos, seguramente se llegará a comprender mejor y en mi opinión está teoría tiene sus bases y es real.
De acuerdo a la neurociencia y sus investigaciónes se ha podido descubrir tambien, que las diferentes partes que componen nuestro cerebro actúan de forma autónoma y a diferentes frecuencias y voltajes distintos. Si analizamos está información desde un aspecto físico de ingeniería, nos encontramos que los campos resultantes generan corrientes armónicas ( en electricidad este fenómeno de debe a la generación de diferentes frecuencias en un mismo circuito ) y esto resolvería el porque los pensamientos en muchas ocasiones se vuelven caóticos y nos generan estrés
Si nuestro sistema límbico está muy activo desde las amígdalas cerebrales y el lóbulo frontal está menos activo, generará armonicos.
Algo que la ciencia también está investigando es a travez de la meditación y sus beneficios
Y el mayor beneficio que se encuentra en la meditación es la de equilibrar esas energías eléctricas de nuestro cerebro y tratar de igualarlas, al hacer esto se acaban los armonicos y se acaba el caos
Y hablamos de tradiciones muy antiguas que nos dicen esto.
Con esto quiero llegar a la conclusión de que la ciencia no puede despreciar a las tradiciones antiguas y las tradiciones antiguas no pueden despreciar a la ciencia, sino trabajar en conjunto y en beneficio del ser humano
Falta mucho por conocer ya que la vida y la propia conciencia nos guardan aún muchas sorpresas