En un estudio reciente que se ha difundido a través de NeoFronteras se muestra que los aspectos religiosos de pacientes con tumores cerebrales se regulan en una parte del córtex parietal. A estos pacientes se les tuvo que quitar parte de esa región cerebral y después de la operación se vieron aún más atraídos hacia las experiencias religiosas trascendentes.
Durante los últimos años, los científicos se han ido interesando sobre los aspectos neurológicos del pensamiento religioso, produciéndose diversas teorías sobre su origen y utilidad biológica. Sin embargo, los estudios de resonancia magnética nuclear en creyentes y no creyentes no han demostrado, hasta ahora, que exista una región específica que regule este aspecto. Por tanto, se mantenía la hipótesis de que los aspectos religiosos debían de estar regulados por el cerebro en su conjunto y no por un área específica.
Aspectos neurológicos de la espiritualidad
Un estudio de Cosimo Urgesi, de la Universidad de Udine en Italia, y sus colaboradores contradice esta conclusión; estudio que se ha publicado recientemente en Neuron. Este grupo de científicos sometió a 88 pacientes aquejados de cáncer cerebral a un cuestionario que cubría diversos aspectos de la trascendencia antes y después de someterlos a la operación quirúrgica que extirparía su tumor. La segunda ronda de preguntas se efectuó entre 3 y 7 días después de la operación.
El cuestionario se centraba en aspectos y componentes de la auto-trascendencia: creencia en un poder superior, capacidad de perderse uno mismo por unos instantes, sentirse conectado espiritualmente de una manera profunda con otras personas o con la Naturaleza… También se les preguntaba si creían en la percepción extrasensorial, los milagros y otros fenómenos metafísicos.
Estos pacientes sufrían dos clases de cáncer: gliomas, que afectan a las células que rodean las neuronas, y meningiomas, que afectan solamente a la membrana que envuelve el cerebro. Debido a la naturaleza de estas dos clases de tumores, los médicos tuvieron que eliminar neuronas de 48 pacientes del primer caso porque el tumor se había extendido, mientras que los del segundo caso no sufrieron pérdidas de neuronas.
Aquellos pacientes aquejados de gliomas que tenían el tumor situado en la parte posterior de sus cerebros, que incluían el lóbulo parietal inferior, córtex temporal y circunvalación angular derecha, puntuaron más alto en la escala espiritual (según el test) que aquellos aquejados del mismo tipo de cáncer, pero que lo tenían en la parte frontal. Una vez pasados por el quirófano la diferencia en puntuación entre unos y otros se acentuaba. Además, pudieron comprobar que aquellos que perdían ciertas áreas del córtex parietal debido a la operación mostraban la puntuación más alta.
En pacientes con tumores situados en otras regiones cerebrales, o afectados por meningiomas, no se observó cambio alguno o un especial sentimiento religioso o trascendente.
Los investigadores concluyen que estas regiones normalmente inhiben el pensamiento trascendente y el daño causado en ellas por el tumor o por la cirugía dispara este tipo de sentimientos. El córtex parietal posterior está relacionado con la capacidad de proporcionar la ubicación y posición del cuerpo humano en el espacio, así que su daño podría afectar esta sensación y hacer creer a la persona afectada que su yo trasciende la realidad del aquí y ahora. El resultado apoyaría la idea de que la experiencia mística surge a partir del sentimiento de verse desconectado espacialmente del propio cuerpo.
Este podría ser el primer resultado significativo en este campo de la espiritualidad, fenómeno que por otra parte es muy complejo y esencial en el ser humano. Al parecer, aunque anteriormente muchos pacientes que habían sido sometidos a este tipo de operaciones sufrían cambios emocionales de este tipo, ningún investigador se había tomado la molestia de evaluarlo, ya que se considera que era algo perteneciente a la esfera personal de la gente.
El cerebro plástico
Según Urguesi, el resultado muestra que algunas características complejas de la personalidad son más plásticas de lo que previamente se creía. Especula que la baja actividad de las regiones parietales en personas con daños cerebrales podría predisponerles a los sentimientos de trascendencia y, quizás, a religiones como el budismo que enfatizan ese tipo de experiencias.
Uffe Schjødt, de la Universidad Aahus de Dinamarca y no implicado en este estudio, dice que, efectivamente, se ha comprobado una mayor actividad de esta región cerebral en aquellos que están rezando o meditando, pero crítica la oportunidad perdida a la hora de poder haber preguntado más cosas a los pacientes antes y después de la operación, sobre todo respecto a sus experiencias religiosas.
En estudios futuros este grupo de investigadores pretende medir otros aspectos de la espiritualidad para determinar cuánto duran estos sentimientos espirituales en los pacientes, así como inducir este estado en pacientes sanos mediante técnicas no invasivas basadas en la estimulación magnética transcraneal. Con esta técnica se puede “apagar” temporalmente una región cerebral específica y ver los efectos que produce. Así se podrían delimitar mejor las regiones implicadas en el sentimiento religioso.
En todo caso, no deja de ser inquietante que un aspecto tan particular como el de la trascendencia dependa de una mera actividad neurológica. Una pesadilla para el religioso, pero también para el ateo, que en un momento dado puede caer en ese tipo de sentimientos sin poderlo evitar.
Las propuestas del profesor Nogués Carulla
En el estudio Cervell i Trascendencia que el profesor Nogués Carulla acaba de publicar (Editorial Fragmenta editorial. Barcelona, 2011), y del que se ha publicado una amplia reseña en Actualidad Bibliográfica de Filosofía y Teología (Centre Borja, Sant Cugat del Vallés) se hacen interesantes propuestas que pueden marcar tendencias para el siglo XXI.
El autor, Ramón María Nogués Carulla, catedrático emérito de la Unidad Antropología biológica en la Facultad de Ciencias y de la de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha publicado diversos libros, entre ellos Dios, creencias y neuronas. Una aproximación científica a la religión (2007).
En la presente obra, Cervell i Trascendencia, el autor nos sitúa en su Introducción y primer capítulo (Organismo, cerebro, mente), ante conceptos claves como el de trascendencia y mente. Nos lleva a considerar qué son las células espejo que dan pie a la empatía no únicamente animal, sino también al animal humano. Y al final de este primer capítulo, nos habla de una nueva filosofía de la mente al haber una progresiva conexión entre el mundo neural y el mundo mental. Como dice, “es inevitable, desde esta perspectiva, que se abra paso a un punto de vista que no se puede ignorar y que algunos llamen de forma acertada neurocultura” (p.27). Presenta a continuación algunas conclusiones.
La singularidad humana
En el segundo capítulo, La singularidad humana y emergencia del yo, Nogués Carulla sale a la total defensa y sin ambages de la singularidad humana, acudiendo a Jean Marie Schaeffer, para considerar la crisis de la noción de progreso, el cual desmonta punto a punto la concepción de HUSSERL, planteando la crisis de la noción de progreso. Término tabú que el autor desmitifica, colocándolo junto a otros autores en su punto medio. A continuación nos habla del progreso genético y nos recuerda que el gen no es más que una pequeña parte del conjunto del genoma y que el progreso genético es necesario inscribirlo en un conjunto multifactorial que relaciona el cambio genético con otros elementos como el ambiente, la conducta, la cultura y otros, que son los elementos que realizan funciones selectivas. Este aspecto o consideración, recuerda el autor, no debe olvidarse nunca para no caer en reduccionismos peligrosos, que devienen muchas veces en totalitarios e imposibilitan el diálogo.
La emergencia del yo consciente
Otro aspecto importante del presente capitulo es el dedicado al término emergencia y en consecuencia a la emergencia del yo. Nos habla del fenómeno emergente. De un cerebro complejo emerge el psiquismo y en el psiquismo humano emerge un yo consciente.
En el último apartado, que a mi entender sitúa de forma muy clara, además de didáctica, el cuodlibeto del yo consciente y el alma, el autor presenta los términos de diferentes culturas. Cierra el capítulo con una reflexión que hay que tener muy en cuenta: Así como no se puede hablar del cosmos sin tener en cuenta las cosmologías modernas, tampoco se puede hablar de la psique, del yo y de la consciencia sin tener en cuenta la psiconeurobiologia, que son datos transversales y a tenerse en cuenta en cualquier cultura.
La construcción de la experiencia mental
En el tercer capítulo, el autor nos lleva hacia la construcción de la experiencia mental, recordándonos que no es una experiencia que se pueda solo explicar o limitar al cerebro, sino que interviene todo el organismo. Y así evitar una reducción y destacar el aspecto holístico. Por otra parte, recuerda también que el sistema nervioso, además de estar constituido por una red citológica muy compleja, dispone de un sistema humoral que constituye como algunos dicen “el cerebro húmedo”.
Este participa decisivamente en la elaboración y la consolidación de la experiencia mental. A pesar de ello, se pueden distinguir conjuntos estructurales con sus funciones diferenciadas. Así tenemos el tronco cerebral, el hipotálamo, sistema límbico y, por encima de todo, se despliega la capa externa del cerebro. Y de forma especial el córtex cerebral frontal. Ello da pie para entrar en las experiencias subjetivas.
Dice así el autor: “Las experiencias mentales, a pesar de existir la convicción que están absolutamente correlacionadas con realidades neurales, presentan un tono inevitablemente subjetivo. Por lo que el gran neurólogo Charles Scott Sherrington hablaba de un mundo neural y un mundo mental. Como de dos mundos obstinadamente dobles, insistiendo en el carácter profundamente subjetivo del mundo mental” (p. 72).
Para ello el autor elabora y explica la diferencia entre “soy” y “hay”. Todo ello se va realizando paulatinamente de acuerdo a esos procesos neurobiológicos. Y encuentra, de forma muy acertada, a mi parecer, el introducir la base del descubrimiento del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, el inconsciente, que el premio nobel Eric Kandel es uno de los grandes avaladores de la relación entre la neurología y el psicoanálisis.
Nos dice el autor: “La ignorada, temida y con frecuencia despreciada presencia del inconsciente hace de nuestra vida mental un mundo de enigmas con una parte emergida, la menor, y por lo tanto con una capacidad explicativa insignificante del conjunto de la vida mental por el desconocimiento de las raíces que la sostienen” (p. 77).
El cerebro social
Y situando todo lo dicho, en el mundo social, que se puede denominar “cerebro social”. Este puede ser considerado como el útero externo donde también se realiza la exterogestación del individuo. En esta realización del ser humano entra, expuesto en el apartado siguiente, el conocimiento como actividad de la mente humana, el cual se manifiesta en un abanico amplio y variado de posibilidades.
Nogués Carulla, con la intención de ordenar y distinguir esas posibilidades y competencias mentales, indica dos clases de conocimiento: el experimental y el experiencial. Si para el primero entra la ciencia y la razón critica, en el segundo, el experiencial, se basa directamente en la percepción subjetiva y afecta al mundo de los “qualia” o matices con los que adjetivamos nuestra experiencia. Y partiendo del filósofo José Antonio Marina, considera tres clases de conocimiento: el iluminador, el simbolizador y el creativo.
Y en este telón de fondo se inscribe la experiencia del trascendente, que da lugar al título del capítulo El bordado del mundo mental, una necesidad innecesaria. El ser humano tiene capacidad de sacar la cabeza por la ventana y contemplar algo más que la misma razón nos da. Y con gran dificultad, recordando a WITTGENSTEIN, que no hay lenguaje para describir cuestiones relativas a la ética, ni al significado de la vida.
Sobrevivir sin trascendencia
Se puede sobrevivir perfectamente sin la trascendencia, pero ¿quién tendría autoridad para impedirlo? El autor llama la atención que hay que dar respuestas ponderadas a la cuestión de la trascendencia, la cual es a la vez seductora, pero al mismo tiempo peligrosa. Por lo que hay que entrar en el mundo del discernimiento para no confundir estados mentales con respuestas cortocircuitadas.
Así entramos en el cuarto capítulo: «La trama fina de la trascendencia». El autor recuerda que cuando se habla de trascendencia se refiere a una dimensión de la mente que, de hecho, no es exclusiva de la actividad de “trascender”, sino que constituye el entramado de las principales actividades superiores de la mente humana. Es una actividad íntimamente coordinada de la razón y el sentimiento. Y así a lo largo de un capitulo va desarrollando el juego de la razón con la emoción.
Describe la estructura de la emoción, teniendo en cuenta las investigaciones de Antonio Damasio. Además de ser un tema en plena investigación actualmente, nos lleva al filósofo judío SPINOZA que ya hablaba de esta temática. Las clasificaciones de las emociones y sentimientos son varias, pero coincidiendo en las primarias o básicas. Luego entra en las variedades de inteligencia, basándose en los estudios de GARDNER: “Las inteligencias múltiples”, e informándonos de las últimas investigaciones de este autor, el cual nos da las ocho inteligencias, más las referidas a la inteligencia espiritual y la inteligencia moral.
La razón asistida emocionalmente
Nogués Carulla da un paso más a tener en cuenta, y muy nuevo para muchas personas encerradas en el etnocentrismo occidental, gracias a los análisis neuroculturales que la inteligencia lógica no se puede considerar universal. En los apartados siguientes, elabora y el título es significativo para comprender la idea “La razón asistida emocionalmente”. Uno de los mitos de la razón fría, abstracta, neutral no tiene nada que ver con la realidad.
El pensamiento siempre está impregnado de emociones. Ahora bien, puede ser a veces por exceso o por defecto que conllevaría una razón distorsionada sobre la realidad. Y nos vuelve a Damasio con su libro El error de Descartes con lo que afirma: “No solo emociones y racionamientos trabajan siempre conjuntamente sino que –y esto es crucial- la razón no trabaja bien si no está asistida emocionalmente.
Y continuando con Damasio, nos habla de “el marcador somático”. Esa reacción indicadora de cuando la mente o razón piensa algo, el cuerpo, lo somático, indica, marca o reacciona, de forma tal que puede el ser humano ser prevenido y darse cuenta de lo acertado o peligroso de lo que pueda decidir. Es decir, el marcador somático no delibera en lugar nuestra. Nos indica, reacciona, pero el yo es quien debe decidir.
¿Tiene estructura la trascendencia?
Con todo este bagaje de razones entramos en la última parte de este capítulo que habla de la estructura de la trascendencia, que es una confianza razonable. La trascendencia, nacida juntamente con la evolución del cerebro humano, se convierte en una garantía de la integridad psíquica. Y hay muchas muestras de esta actitud de lujo imprescindible para la mayoría de los seres humanos.
Y para ello hace memoria de la melodía de “El Himno a la alegría” de la Novena sinfonía de Beethoven en el canto final de Friedrich Schiller. En esa letra, canto, símbolos, estados de ánimo, naturaleza, relaciones, alegría, los dioses y Dios, todos ellos están convocados a gozar de la vida.
Y después de leer esas magnificas letras, entramos en el capitulo quinto “Modalidades de la trascendencia”. El autor plantea muy claramente el problema al principio del capítulo. Sus palabras son: “Es frecuente la opinión que considera que la trascendencia es una opción, si no un error o un engaño de la mente humana, teniendo en cuenta que la realidad pura y dura es que el cerebro es un procesador de información ajustado a las necesidades estrictas de supervivencia que le vienen dictadas por la genética y los retos ambientales” (p.119).
Esta visión reposa en una mala observación de la originalidad mental. El cerebro es mucho más que un captador y procesador de información. Hay que contemplar, y así lo demuestra la experiencia, que la función del cerebro también incluye fenómenos tan sorprendentes como la creatividad, la intuición, la previsión de futuro, la necesidad de general sentido y la sorprendente función de la consciencia personal.
Y a lo largo de todo este capítulo, el autor comenta como la trascendencia no es sólo una función que sobre u opcional –y quién sabe si incluso patológica- sino una situación moral de la mente expresada en muchas experiencias de la vida diaria. El autor habla también de los aspectos no especialmente racionales, pero sin oponer razón a trascendencia.
Los apartados como la trascendencia de sentirnos limitados y considerar los valores añadidos a la mente, como la estética. Experiencias que parece que no sirven para nada y tal vez en esa inutilidad recae su interés, lo cual obliga a pensar. Y lo mismo en el aspecto de la estética donde la neurología evolutiva intenta averiguar si hay una protoética detectable en alguna forma en el mundo animal. Hay estudios que hablan de prehistoria de la compasión o de la consolación, por ejemplo, en los chimpancés.
Trascendencia y género
El autor nos introduce en los dos últimos apartados sobre la trascendencia en la identidad de los grupos y en la diferencia de géneros. Todo un capítulo que obliga a cuestionar muchas “creencias” y poderlas basar en los estudios de la neurología evolutiva.
En el quinto capítulo, el autor empieza recordando que en el estudio de la vida, de forma particular en la medicina, es en la anormalidad que se percibe mejor la normalidad. Los aspectos centrales de la vida los percibimos mejor y más a fondo cuando hay momentos difíciles, con serios obstáculos.
Así la trascendencia la vivimos en las condiciones habituales del funcionamiento de la mente, pero su perfil aparece más claramente en sus manifestaciones más expliciticas en el momento en que la trascendencia toma contornos casi excesivos y la persona se siente como fascinada por una realidad más allá de la realidad, por el enfrentamiento con una perspectiva inabarcable, indecible, inefable y por una serie de invitaciones a profundizar, ampliar y a poder percibir cualquier horizonte que se nos plantea o presenta.
Por otro lado, nos encontramos ante el gran tema de la búsqueda de la verdad. Y adentrarnos en qué es la verdad. Y a partir de nuestra limitación es saber que cualquier respuesta es limitada y parcial. Lo cual lleva a tener en cuenta un respeto por otras formulaciones no coincidentes con las nuestras. Y así se plantea la intercrítica sobre las afirmaciones que acerca de la realidad puedan dar las filosofías, las ciencias, las psicologías, así como las teologías. Pero el autor recuerda que los estudios sobre las formas de percepción y el cerebro indican que un cerebro-mente sano necesita una representación global de la realidad que hace armonizar representaciones particulares.
Dimensiones de la trascendencia
Para ello Nogués Carulla piensa, dentro de la limitación que representa cualquier intento de sistematizar la realidad, que es proporcionadamente acertado el intento de concretar las dimensiones privilegiadas en las que la trascendencia se despliega. Expone cuatro grandes direcciones, expuestas ya en otro libro L’evolució darwiniana de les religions “vertaderes” ( Cruïlla, 2008), que son: El Todo, el Dentro, el Arriba, y el Otro.
La fascinación mejor para representar la trascendencia es el Todo. Sabemos perfectamente que nuestro conocimiento es una actividad limitada sobre un aspecto limitado de la realidad. Nuestra capacidad de conocer aboca a ir siempre más ella. Pero no tenemos disponibilidad para percibir la universalidad del mundo real. En estas condiciones es frecuente que el sujeto sea catapultado por la vida intuitiva hacia la búsqueda de la totalidad. Y esto lo encontramos de formas diferentes en diversas culturas. Pero no proviene de las ciencias experimentales, sino de la sabiduría de las personas que han interiorizado su vida.
Como bien dice el autor, cada interlocutor ha de saber situarse en su campo con modestia, continencia verbal y conceptual. Por lo que los teólogos no han de hacer cosmología, ni los científicos teología. Hoy en día, ciencias, filosofías y teologías conocen bien los propios campos y los propios lenguajes. Las salidas de tono no favorecen ni a unas ni a otras. Y el lenguaje científico no es apto para hablar de Dios, o del Todo. Y el lenguaje simbólico de las religiones sirve para hablar de Dios, pero no para determinar la naturaleza o la vida de los vivientes. Hay que leer textos de grandes sabios, místicos o personas de profunda interioridad para atisbar las experiencias del Todo. Esa experiencia depasa la razón, la cual debe saber que no abraza toda la realidad, pero es abarcada por el Todo.
El otro aspecto, “Dentro”, es tratado por el autor también con amplitud. Reenvía a los capítulos II y III donde habla de la emergencia del yo. Todo este apartado lleva a las consideraciones de Oriente y Occidente que conciben el yo de forma diferente. Lo cual no significa que uno es el acertado o verdadero y el otro el equivocado o erróneo. Ni mucho menos. Es preciso ver qué dice cada cultura.
El autor advierte del gran peligro de las traducciones de términos al pie de la letra con conceptos diferentes. En resumen, el yo con su experiencia es la manifestación de aspectos diferentes del mismo fenómeno. Un tema de plena actualidad y debate. El autor nos invita a reflexionar y a continuar. No cierra ni mucho menos el debate, pero lo provoca para quienes están interesados en el mismo.
El tercer aspecto es el “Arriba”. De arriba viene la luz por el sol. Nuestro sistema visual interpreta automáticamente la visión de claros y sombras a partir de la hipótesis que la luz viene de arriba. Por lo cual no es nada extraño que los valores superiores o trascendentales, en la eventualidad de ser localizados dentro de una perspectiva “topológica”, se sitúen arriba. Y este “Arriba” tiene una manifestación en la historia, que es la astrología. Para ello cita Nogués a un autor importante Tarnas Richard, al que yo añadiría para su profundización a Stan Groff.
Cita, además, tres riesgos de esta ciencia: La fuga psicológica. El montar dos mundos distintos. Y evocar el fundamento de la sociojerarquía. Así y todo, los tres aspectos citados, el Todo, Arriba, Dentro, no se pueden excluir. El Todo físico y el Todo ontológico son el Todo. El último aspecto tratado es “El otro”. Breve, pero profundo.
En el panorama de la trascendencia, la contrapartida de la propia interioridad del más adentro del yo, la contrapartida del intimior intimo meo de San Agustín, que el autor ha evocado anteriormente, la contrapartida del mundo interior es el Otro.
Entre un yo tendiendo a disolverse o a desaparecer -en una lectura inadecuada de Oriente- y un yo que manifiesta espasmos egocéntricos, es preciso acertar con un yo bien definido, abierto y autorrealizado en relación con el otro, en una relación que finalmente sea amorosa. Para ello, el autor nos lleva a la persona de Jesús de Nazaret que supo realizar ese ideal consagrando de forma solemne la capacidad de encontrarse a sí mismo, precisamente en la entrega al otro. Y cita del evangelio: “Si el grano de trigo cuando cae al suelo no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto”.
El final de este capítulo, encontramos un tema importante y totalmente abierto a profundizar: nos habla el autor de “Dimensiones de la trascendencia y cortocircuito de la imaginación”. Nos indica que las dimensiones de la trascendencia que acabamos de comentar presentan una dificultad inherente al mismo concepto de trascendencia, que es la dificultad de poder ser representada mentalmente.
Y queriendo ilustrar el trascendente, la imaginación lo intoxica y niebla el horizonte que permanecería abierto y sin contenido imaginativamente inidentificable. Ahora bien, este fenómeno no es exclusivo de la trascendencia.
Hay otras ciencias, y cita la física, que nosotros trabajamos con tres dimensiones, cuando los especialistas saben que hay más y que les dan un nombre abstracto. En resumidas cuentas, todo ello pide un ejercicio mental y espiritual muy fino. Por lo que al encontrarnos con esa dificultad del lenguaje no se tendría que tomar como una anomalía inexplicable. Y las religiones y las tradiciones de sabiduría han hecho sus grandes aportaciones sobre el particular, teniendo en cuenta el lenguaje adecuado, pero siempre simbólico, y pudiendo orientar de forma creíble hacia el crecimiento humano.
Religiones, sabidurías y espiritualidad
Así entramos en el último capítulo de este libro, muy rico en contenidos y aperturas de horizonte. El título es ya significativo: “Las configuraciones de la trascendencia: religiones, sabidurías y espiritualidad”. Partiendo de la significación de configurar, que es concretar, ordenar, definir para que una realidad se disponga en un contexto y tome una cierta estructura y forma concreta. Y la trascendencia, el tema del libro, es una experiencia inicialmente subjetiva, una dimensión de la actividad mental lujosa humana, que aparece más o menos sutilmente en diferentes situaciones y se orienta en direcciones diversas y que, finalmente, se configura de manera explícita en grandes dimensiones culturales. Y esas dimensiones se encuentran en las religiones, las tradiciones de sabiduría o los movimientos espirituales.
Estos son los puntos que en este capítulo desarrolla el autor. Y recuerda muy bien que cualquier configuración de la trascendencia para ser completa necesita atender a dos frentes: el mundo de la razón y el de la emoción. Además, recordando que la persona humana no es una isla. Y si eso ya vale para el mundo de muchas especies de animales, un humano solo del todo, no es del todo humano. Por eso experiencias tan importantes deben desembocar necesariamente en el ámbito público.
La configuración religiosa, según el autor, debe trabar cuatro ideas básicas: La existencia de Dios, el carácter personal de la divinidad, la existencia de un alma humana y la existencia de una vida después de la muerte. La tradición de las sabidurías engloba el segundo paquete que no contempla específicamente la idea o noción de Dios, todo y que antropológicamente y sociológicamente funcionan como religión en el sentido descriptivo de la palabra. Y el tercer bloque es la configuración del movimiento de espiritualidades.
Para el autor el nervio de las espiritualidades podría situarse en la búsqueda de la trascendencia, en la calidad humana, pero al margen de los viejos modelos que religión y sabidurías han propuesto. Para ello recuerda el autor a Marià Corbí, autora del libro La espiritualidad después de las religiones (2007), que analiza profundamente la función de modelos de estructuración mítica y simbólica, en el que los sistemas religiosos tenían una fuerza dominante. Y que eso no es ya válido en las sociedades de conocimiento, innovación.
Y esta crítica es válida para todo sistema de religiones, cuyo papel ha sido el de organizador de la sociedad tanto en lo político y religioso como en lo civil. Pero todo ello precisa de un discernimiento y una sana crítica para no confundir o crear nuevas creencias.
Y un peligro sería caer en una espiritualidad individual sin efectos en la sociedad. Todo está, ciertamente, para irse haciendo. Los dos últimos apartados, a mi entender, son importantes, abiertos, y nos indican la labor del futuro: “Una perspectiva de futuro: la religión saliendo de la religión y el estado asumiendo la trascendencia”.
Todo ello no quita, como indica el autor, la necesidad de cómo verificar las configuraciones de la trascendencia. Para ello habla de “un control de calidad”, término muy actual. Control sobre las religiones, las sabidurías y las espiritualidades para verificar su fiabilidad.
Tanto la interior como la exterior, para la que indica ciertos criterios exteriores. Y propone también una carta de navegación teniendo en cuenta tres ejes con su duplicidad. El primero sería la inmanencia y trascendencia. El segundo, razón y emoción. El tercero, el mundo interno y externo.
Conclusión: la salida de la religión desde la religión
Todo ello lleva al Nogués Carulla a presentarnos al final una reflexión de “La salida de la religión desde la religión”. Es decir, la reflexión de algunos eminentes teólogos que indican, hace ya tiempo, la situación actual, este tiempo axial, esta nueva perspectiva: Edward Schillebeeckx, Christian Duquoc, José Mª Díez-Alegría, Eugen Drewermann, Dietrich Bonhoeffer.
Una propuesta similar, analizada desde el análisis sociológico y lingüista, por el epistemólogo Marià Corbí, citado ya anteriormente. Ahora bien, la salida de la religión no significa su muerte, sino más bien ir hacia una nueva o nuevas formas religiosas. Entre ellos cabe citar a Marcel Gauchet, Julia Kristeva, Jürgen Habermas, Luc Ferry, entre otros.
En resumen, toda persona que quiera profundizar en la vida interior, la espiritualidad, la religiosidad o la calidad humana debería pasar por la lectura del presente libro. Una nueva comprensión de trascendencia/inmanencia se lo vale. Y, como siempre, abierta al diálogo constructivo desde la propia perspectiva.
Agradecemos a la revista Actualidad bibliográfica de Filosofía y Teología la cesión de este trabajo.
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