Las impresoras 3D representan un factor clave de la nueva revolución industrial. Aunque su uso esté más extendido entre ingenieros y diseñadores, el impacto lo ha marcado su traslado al ámbito doméstico en los últimos años, facilitando la posibilidad de construir objetos de plástico de una calidad aceptable por mucho menos de lo que costaría su versión industrial.
Se trata de una revolución imparable, como demuestra por ejemplo la rápida evolución en los precios de las impresoras. Así, en poco menos de dos años se ha pasado de máquinas entre 1.500 y 3.000 euros, a modelos low cost que se venden sin montar por unos 150 euros. La variedad en este intervalo es amplia, según páginas web como 3ders.org, que ofrece una comparativa de las máquinas que hay actualmente en el mercado.
Paralelamente, la enorme repercusión que está teniendo este hardware, unido a la demanda, ha propiciado no sólo el desarrollo de la tecnología, materiales y software de modelado necesarios para su uso en casa, sino también de mercados asociados, como son las empresas de servicios de impresión 3D.
Los modelos de negocio varían y se reparten por todo el mundo. Según un artículo publicado en la web de New Scientist, la última en sumarse ha sido UPS, empresa que se dedica al transporte y mensajería internacional, aunque desde hace unas semanas planea instalar impresoras 3D en un centenar de las franquicias que tiene repartidas por Estados Unidos.
Seguiría así la senda de Stapless, compañía que vende artículos de oficina, pero que está probando impresoras en sus tiendas de Nueva York y Los Angeles, o Amazon, que ahora ofrece baratijas personalizadas como juguetes y artículos de joyería. También están surgiendo las primeras tiendas específicas de impresión 3D en Londres e incluso algunas bibliotecas públicas han empezado a instalar máquinas, como es el caso de Chicago.
El caso de UPS
La diversificación empresarial de UPS en EEUU empezó este verano, cuando dos surfistas que querían grabarse montando las olas acudieron a una de sus tiendas. Los chicos pidieron imprimir en 3D un prototipo de su idea, un aparato que les permitiera sostener una cámara con la boca. Ahora su MyGo Mouth Mount, como se ha bautizado el artilugio, se vende en tiendas de surf de todo el país.
En aquel momento, la tienda de UPS en San Diego, California, formaba parte de un proyecto piloto, como una de las seis tiendas que ofrecía impresión en 3D. Concluida la temporada estival, la compañía ha anunciado el éxito del experimento, por lo que planea instalar impresoras en otras cien tiendas.
La propuesta no deja de ser interesante, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una empresa ampliamente reconocida para el envío de paquetes. Daniel Remba, de UPS, asegura que la firma no había considerado la impresión en 3D hasta conocer por un estudio la demanda por parte de los clientes.
"Nos dijeron que la impresión 3D era algo que pensaban que sería útil para sus negocios, pero no quieren invertir en impresoras o no tienen el capital para hacerlo", explica Remba. "Queríamos hacer factible todo eso", añade.
Las posibilidades de uso de las impresoras 3D ya son de sobra conocidas. Pero la industria todavía tiene que conseguir una razón de peso para que la gente compre sus propias máquinas. En líneas generales, resulta más fácil y barato comprar lo que se está buscando en lugar de imprimirlo. Las impresoras pueden ser difíciles de usar y si no existe una plantilla del objeto en cuestión, es posible que haya que diseñarla, algo difícil para un usuario inexperto.
Sin embargo, servicios como el que ofrece UPS representan un término medio. Trabajadores que dominan el manejo de las impresoras pueden fabricar rápidamente el artículo que se desee, sin tener que invertir tiempo y esfuerzo en una máquina doméstica. Otra opción es acudir a un profesional, que los guiará a través del proceso de diseño e impresión.
España
En España, por ejemplo, comenzó a funcionar el año pasado Just Make, el primer centro de impresión 3D offline y online, un espacio “dónde las personas podrán acudir e imprimir los diseños elaborados por la propia empresa, de diseñadores de reconocido prestigio o simplemente crear sus propios diseños y customizarlos”, explican en su web.
Además de la impresión 3D para profesionales y aficionados, se dedican a la venta de sus propios diseños y productos, así como a impartir talleres y ofrecer servicios de consultoría para empresas y particulares. La primera sucursal arrancó en Valencia en noviembre de 2013, a la que se sumó pocos meses después otra en Madrid.
También existe la posibilidad de encontrar a un productor local a través de Makexyz, una web que trata de poner en contacto a personas que necesitan algo hecho con impresoras 3D con los diseñadores de CAD más cercanos a su lugar de residencia. La oferta es infinita, desde prototipos y aviones DIY a collares únicos o diseños propios.
“Empezamos Makexyz porque nos gusta hacer cosas. Y esta es nuestra oportunidad de ayudar a otras personas que hacen cosas de una manera significativa”, explican los desarrolladores en su web, que trabaja a nivel internacional.
En consecuencia, a medida que las impresoras 3D se vuelvan más populares y accesibles, habrá una mayor demanda de personal especializado en su manejo, como destaca Ryan Schmidt, de la empresa de diseño Autodesk Research en Toronto. En concreto, se necesitarán expertos en tecnología y desarrollo de software, en crear formas inusuales o combinar materiales según la demanda. "Tal vez habrá miles de personas cuyo trabajo sea únicamente hablar con gente para atender encargos particulares", augura.
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