Las personas mayores son más capaces que las personas jóvenes de verle el lado positivo a las situaciones adversas y de empatizar con los menos afortunados, revela una serie de estudios realizados por un equipo de psicólogos de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos).
Dirigidos por el profesor de psicología Robert Levenson, los investigadores llevan un tiempo analizando cómo las estrategias y respuestas emocionales del ser humano se van transformando a medida que cumplimos años.
Más inteligencia emocional
Hasta ahora, los resultados obtenidos por Levinson y sus colaboradores respaldan la teoría de que la inteligencia emocional (entendida como la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos) y las habilidades cognitivas realmente pueden agudizarse a partir de los 60 años de edad.
Estos avances cognitivos supondrían una ventaja para las personas mayores, tanto en medios laborales como en las relaciones personales, publica la Universidad de Berkeley en un comunicado.
Según Levenson parece que “el propósito principal de las últimas etapas de la vida estuviera orientado hacia las relaciones sociales, hacia el cuidar a otros y el ser cuidados por otros”.
El investigador afirma que: “es como si la evolución hubiera afinado nuestro sistema nervioso de manera favorable a este tipo actividades interpersonales y compasivas, a medida que envejecemos”.
Técnicas emocionales
En el primero de los estudios realizados por los científicos fueron analizados 144 adultos sanos de alrededor de 20 años, de entre 40 y 50 años, y de entre 60 y 70 años.
Concretamente, los investigadores estudiaron hasta qué punto estas personas eran capaces de aplicar diversas técnicas emocionales, conocidas como “valoración distanciada”, “revaluación positiva” y “supresión del comportamiento”, mientras veían ciertas imágenes.
Dichas imágenes fueron escenas de la película “21 gramos”, en las que una madre se enteraba de la muerte de sus hijas en un accidente de coche; y de la película “The Champ”, en la que un muchacho ve morir a su mentor después de un combate de boxeo.
Asimismo, los participantes también vieron escenas repugnantes de un programa de televisión llamado “Fear Factor”, en el que los concursantes deben superar sus miedos para enfrentarse a pruebas muy duras, como comer arañas.
Para medir la capacidad de aplicar la “valoración distanciada”, se le pidió a los 144 voluntarios que, ante todas estas imágenes, adoptaran una actitud objetiva, no emocional. Para analizar su capacidad de “revaluación positiva”, se les dijo que se centraran en los aspectos positivos de lo que estaban viendo. Y, para medir el “comportamiento suprimido”, se les indicó que no mostraran emoción alguna.
Ver el lado positivo
Los resultados de este primer estudio fueron los siguientes: las personas mayores del grupo fueron las mejores reinterpretando las escenas negativas de manera positiva, es decir, en la aplicación de la técnica de revaluación positiva.
Los participantes más jóvenes o de mediana edad, por su parte, fueron mejores utilizando la técnica de valoración distanciada, por desvío de la atención de las imágenes desagradables.
Esta estrategia es posible gracias a la “función ejecutiva” del área prefrontal del cerebro (responsable de la memoria, la planificación y el control de impulsos), una función que se sabe disminuye a medida que envejecemos.
Los tres grupos de voluntarios estuvieron igualados en el uso de la técnica de supresión del comportamiento, para evitar cualquier respuesta emocional.
Los investigadores afirman que estos resultados, publicados por la revista especializada Psychology & Aging sugieren que las personas mayores están mejor preparadas para utilizar la revaluación positiva para afrontar las situaciones estresantes.
Mayor tristeza e intimidad
En un segundo estudio, cuyos resultados aparecieron publicado el pasado mes de julio en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, los científicos aplicaron métodos similares para probar cómo se modifica nuestra sensibilidad a la tristeza a medida que envejecemos.
En este experimento, a 222 adultos sanos de entre 20 y 30 años; de entre 40 y 50 años y de alrededor de 60 años se les dispuso a ver videos que fomentaban la tristeza, el disgusto o un estado neutro.
En este caso, los participantes mayores mostraron, en comparación con los más jóvenes, mayor tristeza frente a las escenas emotivas, según reflejaron los sensores que se les habían colocado para medir sus reacciones fisiológicas ante las imágenes.
Según los científicos, en la etapa final de la vida, la gente toma perspectivas distintas y adopta objetivos diferentes, más centrados en las relaciones personales. Esta actitud tiene como efecto el de estar más sensibles a la tristeza, dado que la capacidad para compartir la tristeza aumenta el grado de intimidad en las relaciones.
Al contrario de lo que cabría esperar, esta elevada sensibilidad a la tristeza no pudo relacionarse, en el contexto del estudio, con un riesgo mayor de padecer depresión, sino que resultó ser un marcador de salud.
Según Levenson, la tristeza puede ser una emoción particularmente significativa en la última etapa de la vida, dado que en esta etapa nos enfrentamos inevitablemente a experiencias de pérdida, y también a la necesidad de dar consuelo a otros.
Regulación emocional
Los resultados de estos estudios son consistentes con los de otro estudio reciente, llevado a cabo por especialistas de la Universidad de Purdue, que reveló que las relaciones personales mejoran en la vejez gracias a, entre otras razones, una mayor capacidad de regulación emocional por parte de los individuos.
Otro estudio anterior, realizado en 2008 por científicos de la Universidad de Tejas en Austin, reveló asimismo que el ser humano tiende a ser más feliz en la vejez que en la juventud, porque, con la edad, el tono de las emociones pasa de negativo a positivo.
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