Las personas que meditan tienen más pliegues (o mayor grado de girificación) en la corteza cerebral, lo que hace que sus cerebros procesen la información más rápidamente que los cerebros de los individuos que no meditan.
Esto es lo que ha revelado un estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Neuroimagen de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y del que se ha hecho eco la UCLA en un comunicado.
Anteriores evidencias obtenidas en esta misma Universidad habían constatado que el hábito de meditar, mantenido durante años, aumenta el grosor del cerebro y fortalece las conexiones neuronales. Ahora, esta nueva investigación ha constatado que la meditación aporta otro beneficio más al cerebro.
Meditación y neuroplasticidad cerebral
En términos generales, la meditación es la práctica de un estado de atención concentrada sobre un objeto externo, el pensamiento, la consciencia, o el propio estado de concentración.
En el ámbito religioso, la meditación es importante dentro del budismo, pero existen diversas escuelas de meditación, cada una de ellas con sus técnicas específicas.
Por ejemplo, para el budismo zen, la meditación es un estado natural de crecimiento, y para el hinduismo, en las escuelas de yoga y vedānta, la meditación es parte de dos de las seis ramas de la filosofía hindú.
En la práctica budista de Theravāda, por otro lado, la meditación involucra tanto técnicas como samādhi y vipassana, como el desarrollo de la bondad y el conocimiento superior.
Los investigadores de la UCLA, entre los que se encuentra la profesora Eileen Luders, descubrieron concretamente que existe una relación directa entre la cantidad de girificación cerebral y el número de años meditando, lo que, según los científicos, posiblemente constituya una prueba de la neuroplasticidad cerebral o capacidad del cerebro para adaptarse a los cambios del entorno.
Objetivo del estudio
La corteza cerebral es la capa más externa del tejido neuronal del cerebro. Entre otras funciones, esta región cerebral juega un papel clave en la memoria, la atención, el pensamiento y la conciencia.
Por su parte, la girificación o el pliegue cortical es el proceso por el cual la superficie del cerebro experimenta cambios que originan estrechos surcos y pliegues, conocidos como giros y surcos. La formación de estas estructuras estimulan e incrementan el procesamiento neuronal.
Por tanto, cuantos más giros y surcos presente el cerebro, mayor capacidad tendrá éste para procesar información, tomar decisiones o crear recuerdos.
Según Luders, lo que se pretendía con la presente investigación era: “Averiguar si existe un vínculo entre la práctica de la meditación y la extensión de las alteraciones cerebrales, es decir, relacionar el número de años de práctica de meditación con el grado de pliegues” (en el cerebro).
Para tratar de desvelar esta incógnita, los científicos realizaron escáneres de resonancia magnética (IRM) a los cerebros de 50 personas que meditaban (28 hombres y 22 mujeres) y compararon los resultados con los escáneres de otros 50 individuos de un grupo de control.
Los escáneres de estas personas del grupo de control se tomaron de una base de datos IRM ya existente, mientras que los escáneres de los individuos que meditaban se obtuvieron en diversas reuniones de meditación.
Las personas que meditaban analizadas habían practicado la meditación durante una media de 20 años. Sus prácticas eran de tipos diversos, como Samatha, Vipassana o Zen, entre otras.
Los investigadores aplicaron métodos de medición del cerebro completo, bien establecidos y automatizados, para analizar la girificación cortical en miles de puntos de la superficie del cerebro.
Resultados obtenidos
De esta forma, descubrieron pronunciadas diferencias entre ambos grupos de personas (niveles más altos de girificación en los practicantes de la meditación) en amplios tramos del tejido de la corteza, incluido el giro precentral izquierdo, la ínsula dorsal anterior derecha, el giro fusiforme derecho y el cúneo derecho.
Además, los científicos pudieron constatar, a partir de los resultados obtenidos, una relación positiva entre el número de años practicando la meditación y la cantidad de girificación insular.
La ínsula es una estructura ubicada profundamente en la superficie lateral del cerebro, y se cree que funciona como centro de integración de los sistemas autónomo, afectivo y cognitivo. Según Luders, dado que “se sabe que las personas que meditan son maestros de la introspección y de la conciencia, así como del control emocional y de la autorregulación”, tendría sentido el hecho de que cuanto más más se medite, mayor sea el nivel de plegamiento de la ínsula.
Aunque Luders reconoce que la genética y otros factores ambientales podrían haber contribuido también a los efectos observados por los investigadores en el cerebro, afirma que “la relación positiva constatada entre girificación y años de meditación respaldan la idea de que la meditación incrementa la girificación regional” en el cerebro humano. Los científicos han detallado los resultados de su estudio en la revista Frontiers in Human Neuroscience.
Investigaciones anteriores a la realizada por Luders y sus colaboradores han aportado en los últimos años algunas evidencias sobre los beneficios de la meditación para el cerebro.
Entre las más recientes están la realizada, en 2011, por científicos del Massachusetts General Hospital (MGH) de Estados Unidos (en la que se constató que meditar media hora diaria durante ocho semanas ya provoca cambios mensurables en regiones del cerebro relacionadas con la memoria, el sentido del yo, la empatía y el estrés); y la llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte (UNCC), en Estados Unidos, que reveló que con tan sólo un rato corto de meditación durante pocos días los seres humanos pueden aumentar sus capacidades cognitivas.
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