El arte está siempre por encima de la comercialización. El americano Charles Biederman (1906-2004) comenzó ya en su adolescencia a ser consciente de que la esencia del arte radica fuera del alcance de las aspiraciones lucrativas. Estudió en el Instituto de Arte de Cleveland y, posteriormente, en la Escuela de Arte de Chicago. Con tan solo treinta años se había ya consolidado entre los mejores artistas de Nueva York, manteniéndose fiel al verdadero espíritu creativo del arte, junto a Miró, Kandinsky, Picasso…
Tras una breve estancia en Paris reconociendo el cubismo y el constructivismo ruso, regresó a América con la idea de renovar la filosofía estética europea encerrada en un sistema bidimensional. Sin apenas vida social se puso manos a la obra. Pronto quedó desilusionado con el arte neoyorquino à la parisien y se trasladó a Chicago a trabajar sobre nuevas ideas.
Junto a su esposa Mary, serenó su ímpetu revisionista en Red Wing. La paz del lugar, el entorno agreste dotado de una pequeña colina y el contacto directo con la naturaleza permitieron a nuestro artista estudiar diariamente la esencia de la naturaleza. Completó docenas de cuadernos con diferentes notas de sus pensamientos. Como si de un discípulo de Heráclito se tratara, Biederman siempre percibía una nueva naturaleza. No importaba que cada observación se realizara desde el mismo punto de vista: la naturaleza fluye a cada instante. La verdadera filosofía del arte es la naturaleza en estado puro. En esta etapa de silencioso esfuerzo por madurar sus intuiciones artísticas se describía a sí mismo como el más famoso desconocido artista de América.
En 1976 Biederman se consagró mediante una exposición de más de 250 obras en el Instituto de Artes de Miniápolis. Fue su mayor puesta en escena. Mayoritariamente se expusieron sus llamativas construcciones tridimensionales. Había encumbrado su montaña más alta. Pero el destino lo devolvería a la colina de Red Wing. La muerte de su esposa lo encerró en una dinámica cada vez más solitaria. Sólo le quedaba el arte. Incluso su propia voz, debilitada por el desuso y el tabaco, estuvo a punto de abandonarlo. Biederman fue convirtiéndose en un místico del arte, ansioso por trascender la apariencia de la naturaleza. En este artículo seguimos el proceso vital de Biederman, acompasado con el proceso mismo del desarrollo natural.
Evolución artística: del mimetismo natural…
Hasta 1930, sus trabajos pretendían reproducir la experiencia de la naturaleza percibida a través de los sentidos. Biederman analizaba todas las posibilidades estructurales de un entorno natural en cientos de estudios preparatorios. Solía decir que la naturaleza demanda trabajo duro.
Los impresionistas fueron los primeros en iniciar una forma pictórica que respondía al mundo natural sin reducirse al mimetismo. Tras un primer contacto artístico con Paul Cézanne empezó a pensar que la naturaleza era algo que pudiera organizarse creativamente en una obra artística. Biederman comenzó a buscar el modo encontrar el orden profundo de la naturaleza. Buscaba incesantemente la estructura que encajara con la morfología natural, fruto de una nueva percepción de la desconocida naturaleza. Su pretensión era expresar algo del proceso creativo coherente de la naturaleza. Si el hombre pudiera lo suficiente acabaría por encontrarse con la naturaleza.
Biederman estudió la filosofía estética de Cézanne, Mondrain, Monet, así como de los constructivistas rusos. En los impresionistas había descubierto un nuevo modo de representar las estructuras de la naturaleza mediante el color. El color y las formas son cosas que tienen existencia por sí mismas. Al combinar adecuadamente el color emergía una creación expresiva, más próxima a la natural. Del constructivismo destacó el carácter íntegro, no fragmentario, de sus obras. Rechazó profundamente el idealismo irracional de los expresionistas, surrealistas y de los autores de la pintura de la acción.
A comienzos de los cincuenta Biederman no buscaba ya tanto registrar fielmente la escena que contemplaba cuanto plasmar artísticamente la complejidad de las sensaciones visuales que experimenta como ser en el mundo. Concibe el arte como pura creación, irreducible a una mera imitación. El interés artístico y vital de Biederman se ciñe a la realidad empírica, que se constata a través de las percepciones. La yuxtaposición de colores en interacción holística produce los matices de profundidad y volumen.
…al estructurismo y el nuevo arte
Biederman vivió en el deseo de hallar los ritmos de la naturaleza en su retiro a Red Wing, por más de medio siglo. Observación, interiorización y continuo procesado, intelectual y emocional, de cuanto percibía visualmente. La auténtica percepción de la naturaleza procede de involucrarse en el proceso estructural natural. La comprensión de la realidad emerge en este proceso que tantas veces ha plasmado en sus obras a través de múltiples y coloridas formas planas tridimensionales de aluminio.
A partir de 1952, Biederman comienza a usar el término estructurismo como distintivo de sus obras. Mientras el arte en América se centraba en la ideas del objeto como una entidad separada del mundo natural, Biederman sistematizó la comprensión estructurista del arte. El principal problema del estructurismo es discernir las posibilidades particulares que siguen al desarrollo natural del cosmos. A diferencia del mimetismo que busca servir de instantánea fotográfica, el estructurismo da un paso más y desvela los procesos naturales creativos. Su propósito es revelar las relaciones creativas del proceso natural mismo. El estructurismo pretende descubrir las posibilidades potenciales de la naturaleza, que sólo son actualizadas con la ayuda del hombre. De este modo, en opinión de Biederman, el arte sirve como guía del proceso creativo para el observador.
Biederman quedó disgustado por el uso que otros artistas dieron al estructurismo y decidió modificarlo por New Art. Con este cambio se acentuaron las ideas básicas del estructurismo. El nuevo arte supone percibir nuevamente la naturaleza, mirar más allá del abstracto proceso de estructuración psíquica de la naturaleza. Como diría Cézanne ver la naturaleza como nadie la haya visto antes igual. El lema del nuevo arte es hacer funcionar al hombre como lo que es, un creador que debe permanecer activo en su proceso creativo.
Necesidad y contingencia en el proceso natural
Para Biederman la naturaleza es determinista sin la presencia del hombre. El orden natural sigue su curso ajeno a cualquier irracional indeterminación ontológica. Las cosas ocurren como se presentan porque no es posible otra alternativa. Todo sigue un mismo proceso natural. Sin embargo, el pasado no determina completamente el futuro y deja abierto un espacio a la contribución creativa.
La acción consciente del artista en el proceso de la naturaleza provoca una irrupción en el proceso que altera su devenir natural. La creatividad consciente humana introduce un factor de contingencia en el proceso natural que rompe su necesidad física. El hombre es, en definitiva, un salvador del universo máquina determinista de los ilustrados.
En consecuencia, el arte de Biederman busca explicitar todas las potencialidades del universo a través del nuevo arte. En su opinión, este nuevo arte, dinámico e innovador, posee la facultad de expandir la evolución cósmica, natural y social, hasta límites insospechados en un universo sin conciencia creativa. La creatividad consciente humana rompe con el proceso natural determinista y establece un nuevo orden abierto a la libertad.
El arte y la ciencia
El arte y la ciencia perciben diferentes aspectos de la naturaleza. El arte visual conduce al descubrimiento del comportamiento estructural de la luz visible. La ciencia, por el contrario, descubre la estructura invisible de la luz, las ondas y fotones. Los científicos tratan con los aspectos cubiertos de la naturaleza y los artistas, preferentemente, con los descubiertos. Los artistas abundan en la belleza de la naturaleza visible y los científicos hablan más de la belleza de la estructura natural.
El nuevo arte se adentra tanto a nivel estructural como perceptivo en la naturaleza. En este nivel de profundización empieza a ser posible discernir un verdadero proceso gestáltico, una emergencia holística. Consecuentemente, la visión deja de permanecer confinada en lo que se ve aparentemente para adentrarse en la percepción directa de la esencia. La visión se convierte en el nuevo arte de Biederman. Arte y ciencia radican en la mejor posición para iluminar la posición del hombre en el universo, más allá del puro mimetismo clásico. El arte, como la ciencia, debe guiar la evolución natural y social de la humanidad. El nuevo arte es capaz de hacer emerger un nuevo orden social más humano.
La correspondencia con David Bohm
Tras la lectura de Causality and Chance in Modern Physics, Biederman escribió al físico David Bohm para hacerle saber cuánta inspiración había recibido durante su lectura. A raíz de esta carta se inició un debate epistolar sobre discusiones metafísicas de ciencia y arte, que originaron una prolífica correspondencia (4000 páginas), parcialmente publicadas en el libro Bohm-Biederman Correspondence, editado por el filósofo Paavo Pylkkänen.
La correspondencia entre Biederman y Bohm versa fundamentalmente sobre las relaciones de los seres humanos con la naturaleza: tanto es su dimensión creativa como científica. Ambos autores indagan en la naturaleza del proceso creativo, así como en las cuestiones de orden, percepción y conciencia. Mientras que Bohm es más dado a entender la naturaleza independientemente de los seres humanos, Biederman se posiciona más preocupado por el encuentro artístico entre el ser humano y la naturaleza que sufre un cambio cualitativo por la acción del hombre.
Bohm formula una visión de la naturaleza como un proceso creativo dinámico y holístico donde domina la dialéctica explicado-implicado. A partir de un orden implicado metafísico se genera el conjunto de fenómenos explicados y constatados por la ciencia y, especialmente, por las ciencias físicas. Biederman involucra cualitativamente la conciencia humana en este proceso. El estructurista descubre y revela la creación inherente que la naturaleza posee y que el hombre puede actualizar gracias a su contacto consciente con la naturaleza.
Bohm y Biederman compartieron siempre un ferviente interés por el mundo natural y mostraron su disconformidad con la epistemología fragmentaria dominante de los neopositivistas. Bohm hizo las veces de maestro que instruía a Biederman en el uso de conceptos físicos que mejoraban su compresión del orden natural. Esta constructiva relación epistolar llegó a su fin cuando Bohm se sintió atraído por el misticismo oriental de Jiddu Krishnamurti. Biederman no aceptó espiritualidad alguna ajena al naturalismo.
Apertura a la trascendencia desde el naturalismo
Biederman fue, poco a poco, percatándose de la imposibilidad de sentir verdaderamente sin desarrollar la habilidad de pensar el sentimiento. El pensamiento consciente sigue a la experiencia y busca trascender el proceso de formación de las imágenes. De alguna manera, el propio psiquismo humano se adentra en la esencia de la naturaleza, participa de su dinamismo y busca la trascendencia del mecanicismo determinista y el pensamiento rutinario.
En ningún momento se preocupó por la realidad espiritual. De hecho, rechazó el pensamiento de Piet Mondrain por su divorcio de la observación empírica y su desnaturalización del arte. Sin embargo, es difícil ocultar la dimensión trascendente naturalista que Biederman otorgó a la conciencia creativa humana, capaz de desplegar todas las potencialidades naturales hasta hacer emerger su propia esencia.
Biederman fue un metafísico abierto a la trascendencia natural. Su deseo fue siempre adentrarse en la esencia del proceso natural y hacer explícitas todas sus potencialidades a través del impulso creativo consciente. Su rechazo al positivismo o a las corrientes artísticas más idealistas e irracionalistas, así como su interés por la física-metafísica de Bohm manifiestan una preocupación por la ontología del orden natural que subyace a toda experiencia. Más allá de la apariencia, confió siempre en la capacidad trascendente de la conciencia para entablar un contacto directo con la esencia del proceso que dinamiza la totalidad. Fruto de este encuentro con lo más profundo y trascendente de la naturaleza, el hombre alcanza su plenitud y se hace verdadero sujeto consciente, creativo y libre.
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