Las estadísticas muestran que los europeos son los que más alcohol consumen de todo el mundo. Concretamente, cada ciudadano mayor de catorce años bebe en torno a doce litros de alcohol puro al año, cantidad que equivale a algo menos de tres bebidas normales al día en la mayoría de los países europeos.
El proyecto AMPHORA («Alcohol Public Health Research Alliance», Alianza de Investigación sobre el Alcohol y la Salud Pública) recabó fondos europeos para aportar una idea más completa y científica de los factores económicos, sociales y culturales que influyen en el consumo excesivo de alcohol con el fin de que sea recogida por los responsables políticos encargados de reducir su negativo impacto social y sanitario.
Según los cálculos del equipo al cargo del proyecto, unas 138.000 personas de entre 15 y 64 años mueren de forma prematura cada año a causa del alcohol, la mayoría de cirrosis, de lesiones relacionadas con el alcohol o de cáncer.
Además, señala la información de Cordis, estudiaron los efectos de las medidas sanitarias relacionadas con el alcohol, abarcando ámbitos que hasta ahora no se habían tratado en profundidad. Su investigación incluyó análisis de la influencia de las situaciones en las que se consume, su precio, la publicidad, la disponibilidad de tratamientos, los sucedáneos, los sistemas de control, las normativas y las políticas nacionales y europeas.
Medidas para reducir el consumo
Descubrieron que los países con políticas sobre el alcohol más estrictas y exhaustivas suelen presentar consumos menores. Aquellas políticas que regulan los precios y la disponibilidad resultan especialmente eficaces a la hora de reducir el daño que genera el alcohol. El equipo del proyecto descubrió que, por lo general, este tipo de normativas ha experimentado un proceso de endurecimiento en toda la UE, en especial entre los Estados miembros orientales.
También descubrió que la participación de los productores de alcohol en el proceso político suele acarrear políticas menos restrictivas. Según el profesor Peter Anderson, coordinador internacional del proyecto, la implicación de instituciones académicas conlleva políticas más duras. El profesor Anderson, perteneciente al Instituto de Salud y Sociedad de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), es especialista en el estudio del consumo de estupefacientes así como en las políticas y las prácticas relacionadas.
En sus propias palabras: «Los problemas relacionados con el fomento del alcohol recuerdan a los del tabaco antes de que se prohibiera su publicidad, cuando los esfuerzos por controlar los contenidos generaron campañas más crípticas e imaginativas. La publicidad del alcohol seguirá esta tendencia, por lo que deseamos que se aplique una prohibición completa y se introduzcan avisos en el etiquetado que adviertan del riesgo de cáncer. También esperamos que se adopten medidas para remediar la laguna que existe en torno a los tratamientos. Es importante que utilicemos nuestra investigación para tomar medidas que reduzcan los problemas relacionados con el alcohol en Europa».
Los investigadores al cargo del estudio descubrieron una descompensación considerable entre la necesidad y la verdadera disponibilidad de tratamientos contra la dependencia del alcohol, es decir, para quién sería beneficioso recibir tratamiento y quién lo recibió en la práctica.
Jóvenes
En concreto se estudió la influencia que poseen entre los jóvenes las campañas en Internet y el patrocinio de eventos deportivos que realizan las empresas dedicadas al alcohol. Los investigadores al cargo del proyecto descubrieron que a mayor exposición de la población de trece a dieciséis años de edad a estas dos actividades, mayor es la probabilidad de que consuman alcohol en los catorce o quince meses siguientes.
Cerca de un tercio de los estudiantes que participaron en la investigación comentaron el uso de medios de comunicación sociales que publicitaban el alcohol y dos tercios observaron este tipo de anuncios en alguna página de Internet. Y se concluyó que este grupo de edad no se sentiría falto de información si se prohibiese la publicidad sobre el alcohol, concluyó el profesor Anderson.
El proyecto AMPHORA permitió descubrir además que los consumidores de alcohol europeos se exponen a un nivel de carcinógenos genotóxicos seiscientas veces superior al establecido por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA). El etanol, el tipo de alcohol presente en las bebidas alcohólicas, está clasificado como un carcinógeno por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer. El profesor Anderson informó de que una gran cantidad de estudios advierten de que el alcohol aumenta el riesgo de sufrir cáncer de la cavidad oral y faringe, esófago, estómago, colon, recto y mama.
El proyecto AMPHORA también aportó apoyo científico al desarrollo de políticas sobre el alcohol a través de la «Alianza europea para la investigación de políticas contra el alcohol», compuesta por treinta y tres socios entre los que se incluyen centros científicos e instituciones gubernamentales de catorce países.
La gestión del proyecto recayó sobre Antoni Gual, perteneciente al Instituto de investigación Biomédica de Barcelona (España), y para realizarlo se dispuso de una financiación de 4 millones de euros, tres de los cuales procedieron de los fondos europeos. En el proyecto participaron 22 instituciones asociadas de doce países europeos y organizaciones afiliadas.
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