Marcos de Balbín trabaja en el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Como especialista en movilidad urbana destaca numerosos elementos que ayudan a cambiar nuestra mirada sobre las ciudades.
¿Hablamos excesivamente del protagonismo de la ciudad ante los retos globales?
Tenemos que partir que la mayor parte de la población vive en ciudades. Estamos en el horizonte de que el 80% de la población mundial viva en grandes zonas urbanas. La ciudad, es el gran espacio creativo de la sociedad humana, es generadora de riqueza económica y social, y es un sumidero de los recursos disponibles. Tenemos que asumir que afrontar los grandes retos globales que tiene la humanidad pasa inevitablemente por mejorar la eficiencia de la ciudad, que concentra la mayor parte de nuestra actividad.
¿Cómo se mejora la “eficiencia” en las poblaciones?
Mejorar la eficiencia de las ciudades y los pueblos significa reducir el consumo de recursos no renovables, y favorecer las condiciones que los convierten en el mejor espacio para la actividad humana. Pensemos que una mayor creatividad con menos recursos es igual a mayor eficiencia.
Sabemos cuáles son los sumideros energéticos de la actividad urbana. La movilidad incide sobre todo en el espacio público y la demanda vinculada al uso del parque edificado es en su mayoría de titularidad privada.
También sabemos que la actividad humana es esencialmente social, de relación y de intercambio. La transformación de la movilidad está liberando una enorme cantidad de espacio público urbano. El espacio público ha sido, es, y será, uno de los principales escenarios de relación e intercambio social. La gran transformación de las ciudades está por venir y tiene que ver con cómo usamos los espacios de relación en la ciudad construida.
Entonces, más que de movilidad ¿deberíamos hablar de espacio público?
El reto de la movilidad es doble. Uno, cómo nos desplazamos en nuestra vida cotidiana, resulta del cambio del modelo de movilidad que ya estamos viviendo, y básicamente responde a la aparición de la innovación en las formas de desplazamiento cotidianas. Dos, cuál es la mejor forma de usar el espacio público, que deriva del cambio de modelo y supone la oportunidad de repensar la calle como un gran espacio de relación social.
Utilizamos la ciudad y la imaginamos desde nuestros hábitos, desde nuestra experiencia vivida. Nos cuesta pensar en la cantidad de barreras que hemos puesto a nuestra movilidad cotidiana y en la cantidad de cosas que podrían ocurrir en nuestras calles si en vez de utilizarlas como aparcamiento, las utilizáramos para otro tipo de actividades humanas mucho más productivas de cara a nuestra propia felicidad.
¿Cómo cambiamos esa mirada sobre la ciudad?
Uno de los objetivos de los nuevos planes de movilidad es crear, y hacer compatibles, redes diversas que soporten mejor nuestras necesidades de movilidad. Actualmente, en nuestro entorno, la red que más se aproxima a ser integral es la que hemos puesto al servicio del coche. Dedicamos ingentes recursos a ella, la priorizamos frente al resto. No somos conscientes de los recursos que le dedicamos y de las barreras que hemos puesto al resto de formas de movilidad. Ni de lo que eso supone en cuanto a los estándares de calidad urbana de nuestras ciudades.
Desde hace tiempo manejamos indicadores medibles de la eficiencia del tráfico, de la demanda de aparcamientos, de los tiempos de desplazamiento etc… Ahora empezamos a contraponerlos a otro que miden la calidad del espacio urbano, y la calidad de las redes para otros tipos de movilidad, que antes no había, y empezamos a tener una mirada más ajustada de la realidad. Eso es un potente motor de cambio.
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