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Planchar la ropa no es solo una cuestión estética

Planchar la ropa no es solo una cuestión estética

Planchar la ropa no es solo una cuestión estética, sino el mejor seguro contra tres enfermedades infecciosas: el tifus, la fiebre de las trincheras y la fiebre recurrente epidémica, que le han costado a la humanidad más muertes que todas las guerras juntas. Por Héctor Díaz- Alejo, Victoria López-Rodas y Eduardo Costas (*).

Planchar la ropa no es solo una cuestión estética

Planchar la ropa representa un esfuerzo considerable, ocupa parte de nuestro tiempo libre y es una de las actividades que más encarecen el recibo de la luz. Encuentra la mejor plancha aquí. Desde un punto de vista ecológico resulta un disparate despilfarrar tal cantidad de energía. Probablemente sea la tarea doméstica donde menos ha progresado la técnica: nuestras bisabuelas ya tenían planchas muy parecidas a las actuales.

Por eso no deja de sorprender que las personas más indolentes para realizar las tareas del hogar, o los más cicateros con los gastos de la casa, se muestren diligentes y no reparen en gastos a la hora de planchar. También resulta chocante que los ecologistas no hayan hecho campañas para oponerse a tan inoperante actividad.

¿Por qué demonios dedicamos tanto tiempo, esfuerzo y dinero a planchar la ropa? Sin duda debe haber una razón poderosa.

Cuando se pregunta a la gente sobre esto, se obtienen respuestas muy diversas. Un análisis de lo publicado al respecto indica que la mayoría de la gente (51%) plancha por razones estéticas. En cuanto a razones prácticas, un 23% plancha por higiene, creyendo que el planchado elimina las bacterias. Minoritariamente algunos planchan porque suaviza la ropa (9%), elimina olores (7%), cuida las fibras textiles (7%), o disminuye el encogimiento (3%). Buena parte de los que defienden estas razones prácticas son los propios fabricantes de planchas.

La historia demuestra que planchamos desde antiguo: hace 2.400 años los griegos ya planchaban usando un cilindro de metal caliente. Dos mil años atrás, los chinos planchaban con sartenes llenas de brasas de carbón. Hace mil años los vikingos planchaban con una pieza de hierro caliente en forma de seta. Ya en el siglo XVII se empezaron a utilizar planchas de hierro que se calentaban en las brasas con una forma en delta similar a las actuales. Un siglo después se desarrollaron planchas que tenían brasas de carbón en su interior. La plancha eléctrica se inventó en 1882.

El planchado masivo de la ropa se generaliza hacia finales de la Primera Guerra Mundial. Tras la Gran Guerra las grandes compañías de electrodomésticos inundaron el mercado con millones de planchas eléctricas. Para 1920 el lema era “en cada hogar una plancha”.

Hemos olvidado por qué

Sorprendentemente, la historia apenas habla de las causas por las que planchamos la ropa. Hoy en día se nos han olvidado por completo.

Sin embargo, planchamos para resolver un problema terrible que produjo millones de muertos a lo largo de nuestra historia. Un problema de vida o muerte que nos dejó un recuerdo tan intenso en la memoria colectiva, que a día de hoy todavía seguimos planchando. Aunque el problema dejó de afectarnos hace más de 70 años, la inmensa mayoría de la gente que hoy en día plancha la ropa jamás ha oído hablar del mismo.

Fue un problema de salud pública. En concreto se planchaba para prevenir tres horribles enfermedades infecciosas que mataron a millones de personas. En su tiempo solo nombrarlas provocaba terror: el tifus, la fiebre de las trincheras y la fiebre recurrente epidémica. Aunque hoy en día estas tres enfermedades no nos preocupan (en buena medida gracias a que planchamos la ropa), sus consecuencias en la historia de la humanidad han sido tremendas: muchos epidemiólogos estiman que el tifus, la fiebre de las trincheras y la fiebre recurrente epidémica le han costado a la humanidad más muertes que todas las guerras juntas.

El tifus epidémico es una enfermedad infecciosa producida por Rickettsia prowazekii. Causó la plaga de Atenas durante las guerras del Peloponeso. Desde entonces tiene una larga historia como azote de la humanidad. Contribuyó eficazmente a la derrota de Napoleón, diezmando a sus tropas. Alrededor de 100.000 soldados franceses perecieron de tifus solo durante la campaña en Rusia. En la Guerra de Secesión Americana se produjeron numerosos casos de tifus epidémico cuando los soldados se hacinaban en posiciones defensivas. El tifus epidémico también afectó a la España de Franco en la década de los cuarenta: durante varios años el tifus afligió a más de 8.000 personas al año y no se consiguió controlar hasta bien entrados los años 50. En la actualidad esta enfermedad se mantiene en zonas montañosas de Sudamérica, África y Asia.

La fiebre de las trincheras (producida por Bartonella quintana) se describió durante la Primera Guerra Mundial. Todos los frentes se vieron afectados por ella en grado extremo. La fiebre de las trincheras produjo más muertes que las balas. Sirva como ejemplo que uno 800.000 soldados franceses padecieron la enfermedad. Tras la Segunda Guerra Mundial su incidencia bajó considerablemente. Pero en los años 90 empezó un repunte de casos en personas sin techo de países desarrollados. Actualmente es una enfermedad re-emergente, conocida con el nombre de urban trench fever (la fiebre de trinchera urbana). Aunque la enfermedad se describió hace 100 años, las técnicas analíticas modernas han identificado la presencia de la Bartonella quintana en enterramientos humanos de hace 4.000 años.

La fiebre recurrente epidémica (causada por Borrelia recurrentis) ya fue descrita por Hipócrates, que estudió un brote de esta enfermedad en la isla de Thasos tras un duro invierno. De su capacidad de exterminio la Primera Guerra Mundial da un buen ejemplo: solo en Serbia se contabilizaron 5 millones de afectados. También tuvo mucho que ver en el destino del comunismo en la Unión Soviética: durante la Guerra Civil Rusa se vieron afectadas 13 millones de personas, de las que más de 5 millones murieron.

Planchar la ropa no es solo una cuestión estética

Previniendo plagas

Pero ¿cómo es posible que el planchar la ropa pueda prevenir estas plagas?

La razón se encuentra en el vector común de estas 3 enfermedades: el piojo del cuerpo (Pediculus humanus humanus). Se trata de un parásito que necesita de la ropa para vivir. En ella viven adultos, ninfas y liendres (huevos). El piojo entra en contacto con el cuerpo humano para alimentarse, causando mucho prurito en la picadura. Al rascarse, las heces del parásito entran en la herida. Es en estas heces donde están las bacterias que provocan la enfermedad.

A veces se producen grandes infestaciones de estos piojos en zonas donde viven personas con menos recursos, lugares poco higiénicos con grandes concentraciones de gente. Así, en campos de refugiados, cárceles de países poco desarrollados y albergues de vagabundos pueden darse casos de infestaciones masivas. De hecho, la infestación con este parásito también recibe el nombre de “enfermedad del vagabundo”.

Pediculus humanus humanus es una subespecie que evolucionó a partir del piojo de la cabeza (Pediculus humanus capitis). Genéticamente, en el piojo de la cabeza pueden distinguirse 4 grupos genéticamente diferenciados (clados) con diferente distribución geográfica. El clado A se encuentra distribuido por todo el mundo. A partir de este clado evolucionó el piojo del cuerpo, que también presenta una distribución mundial.

Aunque ambas subespecies de piojos se diferencian principalmente en un solo gen (así como en cambios epigenéticos), el piojo de la cabeza no es capaz de transmitir ninguna de estas 3 catastróficas enfermedades.

Es probable que los griegos y los chinos ya comprobasen que planchar la ropa eliminaba a los piojos del cuerpo. Pero no fue hasta la Guerra de Secesión Norteamericana, cuando algunos médicos y enfermeras dejaron registro de sus observaciones sobre como el planchar los uniformes mataba a los piojos e inactivaba sus huevos. Empezaron a recomendar a los soldados que plancharan frecuentemente su ropa -sobretodo en las zonas de costuras- para eliminar el parásito. Con ello previnieron el tifus.

No fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando el efecto del planchado se estudió rigurosamente. Varios estudios científicos en los dos bandos demostraron que planchar la ropa era el mejor medio de evitar los piojos que transmitían tan terribles enfermedades. Hervir la ropa también era muy eficaz. Las enfermeras desarrollaron una importante labor didáctica en este sentido y la práctica del planchado se generalizó.

Con el fin de la Gran Guerra, los fabricantes de electrodomésticos empezaron a producir millones de planchas al año: en cada hogar una plancha.

Primera línea de defensa

Planchar la ropa se convirtió en la primera y más importante línea de defensa contra el tifus epidémico, la fiebre recurrente o la fiebre de las trincheras. El uso masivo de la plancha se generalizó y los piojos del cuerpo sufrieron un tremendo retroceso. Muy pronto ir bien planchado se convirtió en sinónimo de saludable. Esta asociación caló en la sociedad y muy pronto se generalizó.

En otoño de 1939 Paul Hermann Müller descubrió la alta eficiencia del DDT como un veneno de contacto contra muchos artrópodos especialmente útil contra los piojos. El DDT empezó a fabricarse y a utilizarse masivamente y redujo drásticamente las infestaciones por piojos del cuerpo. Poco después otros organofosforados y organoclorados se unirían al DDT en la guerra contra los piojos. Muller ganó el premio Nobel en 1948.

Por entonces empiezan a proliferar los electrodomésticos en los hogares de los países avanzados. Las lavadoras con programas de agua caliente también matan piojos y liendres.

Además, se empezó a disponer de otras herramientas terapéuticas contra esas enfermedades: por una parte, se consiguieron vacunas que generaban inmunidad contra el tifus epidémico; por otra, se descubrieron los antibióticos, que resultaron ser muy eficaces contra los microorganismos productores de estas enfermedades (por ejemplo la doxiciclina).

A pesar de que todas estas herramientas consiguieron dar el golpe de gracia a estas terribles enfermedades, hay que destacar el papel protagonista de la plancha en la lucha contra el tifus epidémico, la fiebre recurrente o la fiebre de las trincheras.

Los piojos de la cabeza y del cuerpo son muy parecidos. Sin embargo, salvo en países del tercer mundo y en ambientes marginales, los piojos del cuerpo son raros (la mayoría de la gente jamás ha visto uno), mientras que los piojos de la cabeza son mucho más abundantes (periódicamente infestan a los niños).

Es probable que los piojos de la cabeza se adapten más fácilmente que los piojos del cuerpo a los tratamientos con insecticidas que empleamos para librarnos de ellos. Los piojos de la cabeza, con cuatro grandes clados, tienen más variabilidad genética que los piojos del cuerpo, que provienen de un solo clado de los piojos de la cabeza. Y para resistir a la eficaz guerra química que empleamos contra ellos, tener mucha variabilidad genética resulta esencial.

Además de esto, hay una fuerte asociación entre el declive de los piojos del cuerpo y la costumbre de planchar la ropa: la gran mayoría de la gente plancha la ropa (lo que elimina los piojos del cuerpo), pero mucha menos gente se plancha el pelo (lo que elimina los piojos de la cabeza). Recientemente se ha patentado una plancha para el pelo especialmente diseñada para eliminar piojos y liendres. Pero su uso no se ha generalizado, ni mucho menos. Y es difícil que la costumbre de plancharse el pelo llegue a estar tan extendida como la de planchar la ropa. Así el piojo del pelo tendrá una ventaja sobre el del cuerpo.

Sin duda la verdadera causa por la que planchamos la ropa se olvidó hace décadas. Hoy casi nadie sabe por que dedica tanto esfuerzo, tiempo y dinero a semejante costumbre. Pero no debemos olvidar que planchar la ropa seguirá siendo un seguro contra tres de las enfermedades infecciosas más terribles que asolaron la humanidad.

(*) Héctor Díaz- Alejo es veterinario y estudiante de doctorado.  Victoria López-Rodas y Eduardo Costas son catedráticos de Genética en la Universidad Complutense de Madrid.

Bibliografía

Legrous R. Sur la destruction dex poux. Bulletin de la Société de Pathologie exotique. 8 (7): 470-473 (1915)

Nuttall G.H.F. Combating lousiness among soldiers and civilians. Parasitology. 10 (4) 411-586 (1918)

S.J. Weicksel. The dress of the enemy: clothing and disease in the Civil War era. Civil War History. The Kent State University Press vol 63 133-150 (2017)

Lettau L.A. Nosocomial transmission and infection control aspects of parasitic and ectoparasitic diseases. Part III. Ectoparasites. Infection Control & Hospital Epidemiology 12 (3) 179-185 (1991).

Planchar la ropa no es solo una cuestión estética

Este artículo se publica bajo los principios de la Carta Académica, una iniciativa de Tendencias21 destinada a facilitar las relaciones entre los científicos y la sociedad a través de la divulgación de sus resultados de investigación. Si reúnes los requisitos y estás interesado en participar, academia@tendencias21.net.

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